Formación y Expansión de los Reinos Cristianos en la Península Ibérica (Siglos VIII-X)


Origen y Consolidación de los Reinos Cristianos Peninsulares (Siglos VIII-X)

La historiografía tradicional, basándose en el estudio de las crónicas de Alfonso III, consideraba al Reino Astur sucesor del desaparecido Reino Visigodo. En esto se ha fundamentado la Idea de Reconquista, que se iniciaría en el 722 con Pelayo en Covadonga, como una lucha política y religiosa de ocho siglos entre una Cristiandad nacional (heredera del Reino Visigodo) y los musulmanes (invasores).

Hemos de tener en cuenta que la Batalla de Covadonga (722), engrandecida por las crónicas, probablemente no fue más que una de las muchas escaramuzas que enfrentaban a los pueblos de la montaña con destacamentos musulmanes que trataban de cobrar tributos. Estas batallas indican que los pueblos de la franja cantábrica estaban en un proceso de articulación interna y que, al aumentar la población, tendieron a la expansión hacia las llanuras de la cuenca del Duero y el Alto Ebro.

Los pueblos del Pirineo, tanto oriental como occidental, poseían estructuras sociales y económicas similares a las de la Cornisa Cantábrica. Sin embargo, presentaban diferencias, como un claro retraso cronológico en la expansión y particularidades en la frontera. Al sur de estos pueblos se situaban los musulmanes, los Banu Qasi (cristianos convertidos al islam en el momento de la conquista), y al norte, los francos. Las tribus indígenas se apoyaron en uno u otro poder para conseguir su independencia; el resultado fue la creación del Reino de Navarra y del Condado Aragonés.

En el Pirineo Oriental, actual Cataluña, ni la ocupación visigoda ni la musulmana supusieron un vuelco inmediato en la situación. De acuerdo con el sistema de capitulaciones, las ciudades mantuvieron sus condes, jueces y obispos, que ahora pasaron a depender de los walíes o gobernadores impuestos desde Córdoba.

El Reino Astur-Leonés

A principios del siglo VIII, aparece la figura de Don Pelayo (¿noble visigodo huido y refugiado en las montañas?) como jefe aglutinador de fuerzas que anunciaba la organización de una nueva formación política. La ascensión de Pelayo estaría vinculada al fortalecimiento de su propia familia y la creación de comitivas armadas que se aglutinaban en torno al jefe por la acumulación de botín y poder. La escaramuza de Covadonga sirvió como factor legitimador del poder al considerarse a sí mismos herederos del Reino Visigodo.

La frontera se encontraba en el Valle del Duero, poco poblado y con ausencia de poder político tras la huida de la población bereber en el 750. Esto propició una expansión mayor y más rápida, debido a que la oposición militar andalusí se reducía a escaramuzas. En este contexto se situaron las campañas militares de Alfonso I en el Valle del Duero y el trasvase de población desde el valle a la montaña (el Desierto del Valle del Duero), y con ellos la adopción de formas de vida «visigodas».

Paralelamente, se dio un fortalecimiento de la Monarquía y la Iglesia (descubrimiento de la tumba del Apóstol Santiago). La expansión continuó por la zona galaica, los valles del Duero y los territorios vascos. La capital se estableció en León, y las fórmulas de repoblación incluyeron las comunidades de aldea, el derecho de aprissio, y el establecimiento de señoríos laicos y eclesiásticos.

El siglo X supuso un periodo de afirmación de la monarquía, pero paralelamente también de los señoríos (laicos y eclesiásticos), de los cuales la monarquía dependía para la defensa del territorio. El mayor problema surgió de Castilla, cuyo conde se separó del reino.

Castilla

Castilla era la zona fronteriza del Reino Astur frente a vascos y musulmanes. Su doble carácter fronterizo propició su fortificación con castillos; la concesión de privilegios a la población que se asentaba en la zona (fueros); y mayor poder a los condes que la gobernaban.

Fernán González, conde, logró aglutinar en su persona los distintos condados de Castilla y consiguió convertirla en condado con carácter patrimonial, enfrentándose al rey. En el siglo X fue una unidad política diferenciada y emparentada por matrimonio con las Casas Reales de León y Navarra. Su fortalecimiento fue progresivo; con Sancho III fue dependiente de Navarra, pero, heredado por su hijo Fernando I, se independizó y creció política y territorialmente.

Aragón

Varios condados conformaban Aragón: Sobrarbe, Ribagorza, Pallars, Gascuña… A principios del siglo IX estaban bajo la influencia franca, pero la presencia navarra fue cada vez mayor para combatir a los musulmanes. Por pactos matrimoniales, acabaría unido a Navarra hasta la muerte de Sancho III el Mayor en 1035.

Pamplona

Zona de resistencia del Pirineo occidental ante el islam. Destaca el enfrentamiento entre dos grupos familiares, los Velasco y los Arista, apoyándose cada uno en diferentes fuerzas (francos o musulmanes), quienes a su vez realizaron expediciones militares. La expansión territorial se inició con Sancho III, el Mayor de Navarra.

Condados Catalanes

A finales del siglo VIII, los francos, con el apoyo de la antigua nobleza visigoda desde el interior de las ciudades, intensificaron la presión sobre los territorios de la antigua Septimania Visigoda ante el peligro que representaban las expediciones musulmanas al norte de los Pirineos (en 758 se conquistó Gerona, en 801 Barcelona).

La incorporación de estos territorios al Imperio Carolingio implicó la implantación de su estructura administrativa mediante la formación de condados. Estos condados no eran homogéneos entre sí y hubo movimientos independentistas de los condes.

En la Marca Hispánica (territorios de la futura Cataluña), la situación cambió en el 878 con el nombramiento de Wifredo el Belloso, conde de Urgel y Cerdaña, como conde de Barcelona y Gerona. Con Wifredo, la marca se desvinculó del Imperio; en adelante, las funciones condales se transmitieron por herencia y los monarcas francos solo se limitaron a sancionar la transmisión a posteriori.

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