Grandes Pensadores: Contrastes y Resonancias en la Filosofía


Nietzsche y Santo Tomás de Aquino: Dos Visiones Irreconciliables

La filosofía de Friedrich Nietzsche y la de Santo Tomás de Aquino abordan cuestiones fundamentales sobre la naturaleza de la realidad, la moral y la existencia de Dios, pero desde posiciones totalmente opuestas. Mientras que Santo Tomás es un defensor del teocentrismo, la metafísica cristiana y la razón como medio para comprender a Dios, Nietzsche rechaza la idea de una realidad trascendente y considera que la moral cristiana es una construcción artificial que debilita al ser humano.

En el centro del conflicto reside la crítica nietzscheana a la moral cristiana y a la metafísica platónica, que Tomás de Aquino asimila en su teología. Para Nietzsche, el cristianismo ha impuesto una moral de sumisión y renuncia a la vida, mientras que Santo Tomás cree que la moral debe estar orientada hacia el bien supremo: Dios.

Santo Tomás de Aquino (1225-1274) es el principal representante de la Escolástica. Su obra maestra, la Suma Teológica, busca demostrar racionalmente la existencia de Dios. Según Tomás, Dios es el ser necesario y la causa primera, la base de toda la realidad. Además, su ética está influenciada por Aristóteles, pero adaptada al cristianismo. Sostiene que el ser humano tiene un fin último, que es alcanzar la felicidad en Dios, y que la razón debe guiar su vida conforme a la ley natural, establecida por Dios como orden del universo. Para él, la moral es objetiva, universal y basada en la naturaleza humana creada por Dios.

Nietzsche, en cambio, rechaza completamente la idea de un orden moral objetivo y de una finalidad última del ser humano. Para él, la moral cristiana es una invención diseñada para controlar a las personas, imponiendo valores como la humildad, la obediencia y el sacrificio, que él considera propios de una moral de esclavos. Desde su perspectiva, el cristianismo ha debilitado al ser humano al convertirlo en un ser pasivo, resignado y temeroso, incapaz de crear sus propios valores.

Puntos de Divergencia Clave

La oposición entre Nietzsche y Santo Tomás de Aquino es total, ya que representan dos visiones irreconciliables del mundo. A continuación, se detallan sus principales diferencias:

Dios y la Metafísica

Santo Tomás basa toda su filosofía en la existencia de Dios como fundamento del ser y del orden moral. Nietzsche, por el contrario, proclama la «muerte de Dios», entendida como el colapso de los valores absolutos en la modernidad.

La Moral

Tomás defiende una moral objetiva basada en la ley natural y la razón, mientras que Nietzsche rechaza la moral tradicional y promueve una transvaloración de los valores, donde el individuo fuerte (el superhombre) crea sus propios valores sin someterse a principios preestablecidos.

Razón y Fe

Santo Tomás cree que la razón y la fe son complementarias y que la razón puede conducirnos a la verdad sobre Dios. Nietzsche, en cambio, considera que la razón ha sido utilizada como una herramienta de represión y que la fe es un engaño que impide al ser humano afirmar la vida.

Mientras Santo Tomás representa la visión clásica de un mundo ordenado por Dios, Nietzsche destruye esta concepción al afirmar que no hay un orden trascendente ni un sentido último de la existencia. Para Nietzsche, el ser humano no debe seguir una moral impuesta por la religión, sino que debe crear sus propios valores y vivir intensamente, sin temor ni culpa.

Ortega y Gasset y Platón: Diálogo entre lo Vital y lo Eterno

Comparar a Ortega y Gasset con Platón es poner frente a frente dos maneras muy distintas de entender al ser humano y su relación con el mundo. Por un lado, tenemos al gran pensador griego, que mira hacia lo eterno, lo universal y lo inmutable; por otro, al filósofo español del siglo XX, que se centra en la vida concreta, cambiante y personal. Dos mundos distintos, dos filosofías que responden a contextos históricos muy alejados, pero que dialogan entre sí de forma muy interesante.

La Naturaleza de la Realidad y el Conocimiento

Para Platón, lo verdaderamente real no es lo que percibimos con los sentidos, sino lo que aprehendemos con la razón: las Ideas, esas esencias perfectas e inmutables que existen en un mundo aparte del nuestro. En cambio, el mundo sensible (lo que tocamos, vemos, vivimos día a día) es solo una copia imperfecta, una especie de reflejo o sombra, como bien explica en su famoso Mito de la Caverna. El objetivo del ser humano, entonces, es liberarse de las apariencias y elevarse al conocimiento de esas verdades eternas.

Ortega, en cambio, le da la vuelta al planteamiento. Para él, la vida es lo más real, es el punto de partida. No hay que escapar del mundo sensible ni de nuestra circunstancia, sino vivirla y entenderla desde dentro. Y aquí aparece una de sus ideas más potentes: «yo soy yo y mi circunstancia». Es decir, no somos seres abstractos, almas puras ni mentes flotando en el aire: somos personas concretas, en un lugar y un tiempo determinados, y eso marca nuestra forma de pensar, de sentir y de conocer.

Mientras Platón busca una verdad única y universal, Ortega defiende que toda verdad es perspectiva. No es que todo valga, ni que no haya verdad, sino que cada persona accede a la verdad desde su propio punto de vista, desde su lugar en el mundo. Es lo que denomina perspectivismo. Y como cada vida es distinta, cada mirada también lo es. Eso sí, esas distintas perspectivas no se excluyen entre sí, sino que pueden complementarse para dar una visión más rica y completa de la realidad.

El Papel de la Razón y el Filósofo

Además, donde Platón apuesta por una razón pura, desligada de la vida, Ortega propone una razón vital. Es decir, una razón que nace de la propia existencia, que no está por encima de ella, sino al servicio de vivir mejor. Para Ortega, no pensamos por pensar: pensamos para orientarnos en la vida, para tomar decisiones, para entender qué hacemos aquí y hacia dónde vamos. Y como la vida cambia, evoluciona, es historia, esa razón también tiene que ser histórica: no puede ser fija ni cerrada, sino abierta al cambio y al contexto.

Incluso el papel del filósofo cambia radicalmente. Platón lo concebía como el sabio que accede a la verdad eterna y debe guiar a la sociedad desde ese conocimiento superior. Ortega, en cambio, cree que el filósofo es alguien que piensa su tiempo, que ayuda a entender los problemas reales de su época, no desde una torre de marfil, sino desde dentro de la vida misma.

Así, mientras Platón pone el foco en lo universal, lo eterno y lo racional, Ortega se fija en lo individual, lo histórico y lo vital. Uno mira al cielo de las Ideas; el otro, al suelo que pisamos cada día. Y ambos, desde sus propias perspectivas, nos ayudan a entender mejor qué significa ser humanos.

Filosofía en la Era Digital: Aplicaciones Contemporáneas

Ortega y Gasset: Perspectivismo y Raciovitalismo ante la Desinformación

En la era digital, marcada por la sobreabundancia de información y la proliferación de noticias falsas, el pensamiento de Ortega y Gasset ofrece herramientas filosóficas cruciales para comprender esta problemática. Su doctrina del perspectivismo, que sostiene que toda verdad está condicionada por el punto de vista individual, permite interpretar el fenómeno de las «burbujas informativas» en las redes sociales. Cada persona accede al conocimiento desde su circunstancia vital, es decir, desde su historia, su contexto cultural y su experiencia concreta. Esta visión explica por qué diferentes individuos pueden tener percepciones radicalmente distintas sobre un mismo hecho.

No obstante, Ortega no cae en el relativismo: aunque todas las verdades son parciales, pueden complementarse. Aquí es donde su raciovitalismo cobra fuerza. Frente a una razón abstracta y descontextualizada, propone una razón vital, enraizada en la vida concreta, histórica y cambiante. Esta razón debe ayudarnos a orientarnos en la incertidumbre del mundo digital, donde lo real y lo ficticio se entremezclan constantemente. La autonomía de juicio, tan valorada por Ortega, se ve amenazada por algoritmos que refuerzan sesgos y anulan el pensamiento crítico. Por ello, en lugar de consumir información pasivamente, debemos ejercer una razón activa, capaz de dialogar con otras perspectivas y construir una verdad más completa. Ortega nos invita a vivir filosóficamente, entendiendo que no vivimos para pensar, sino que pensamos para vivir mejor. Hoy más que nunca, necesitamos una filosofía que parta de la vida y que nos ayude a discernir con rigor en medio del ruido digital.

Nietzsche: La Crisis de Valores y la Afirmación Individual

Friedrich Nietzsche, filósofo alemán del siglo XIX, identificó una crisis en la cultura occidental: la decadencia de los valores absolutos. Su obra, crítica de la moral tradicional y la religión, se alinea con la disminución actual de la fe en estos valores. Este apartado explora la filosofía de Nietzsche en relación con esta pérdida de fe, utilizando la percepción actual de virtudes como la humildad como ejemplo.

Nietzsche argumentó que la moral basada en la humildad y el sacrificio era una «moral de esclavos» que reprimía la voluntad de poder. Esta moral perdía credibilidad ante la ciencia y el individualismo. La frase «Dios ha muerto» simboliza esta pérdida de fe y la necesidad de nuevos valores. En la sociedad actual, la globalización y la tecnología han erosionado las certezas morales, aumentando las perspectivas individuales, y virtudes como la humildad se ven con desconfianza.

La filosofía de Nietzsche ofrece una crítica a esta situación, proponiendo la creación de valores basados en la afirmación de la vida y la individualidad. En lugar de valores impuestos, Nietzsche proponía que cada individuo cree los suyos, basados en su experiencia. Sin embargo, esta propuesta plantea desafíos, como el relativismo moral. Nietzsche sugería que los individuos más fuertes lideren la creación de valores que beneficien a la sociedad, una idea que ha sido criticada.

La filosofía de Nietzsche ofrece una perspectiva valiosa para comprender la crisis de los valores absolutos. Su crítica a la moral tradicional y su propuesta de nuevos valores resuenan en un mundo donde la fe en lo absoluto ha disminuido. Aun así, su propuesta plantea desafíos importantes sobre el relativismo moral y la necesidad de una sociedad justa, invitándonos a cuestionar nuestros valores y a buscar un equilibrio entre autonomía y responsabilidad social.

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