1. Mahoma difunde una nueva religión
A principios del siglo VII surgió una nueva religión: el Islam. Tuvo su origen en Arabia, una península desértica de Oriente Medio. Sus habitantes vivían en oasis y se dedicaban a la agricultura, la ganadería nómada y el comercio (caravaneros). Eran politeístas y su centro religioso era la ciudad de La Meca, donde se encontraba el santuario de la Kaaba (Piedra Negra).
Mahoma nació en La Meca en el año 570 y, según la tradición, el arcángel Gabriel le anunció que era el profeta de Alá (Dios) y que debía dedicarse a predicar una nueva religión, el Islam, basada en la sumisión a la voluntad divina. Mahoma llevó su mensaje a La Meca, pero fue rechazado y perseguido. En el 622 se refugió en Medina; este exilio es conocido como la Hégira o huida, y es el inicio de la era musulmana. En el año 630, Mahoma atacó La Meca e impuso el Islam. En el 632 falleció Mahoma, lo que provocó un grave conflicto por su sucesión y la división en dos ramas del Islam: el sunismo y el chiismo.
El libro sagrado de los musulmanes es el Corán. Contiene las revelaciones de Alá a Mahoma, recogidas y escritas tras su muerte, durante el Califato Omeya de Uthmán. Se divide en 114 suras o capítulos, donde se detallan cómo debe comportarse un musulmán y los principios de la religión musulmana.
Los musulmanes tienen cinco grandes obligaciones:
- El monoteísmo: deben creer en un solo Dios, eterno y todopoderoso, Alá, que no es comparable a nada, no debe representarse en imágenes, y cuyo profeta es Mahoma.
- Rezar cinco veces al día.
- Ayunar en el mes de Ramadán.
- Dar limosna.
- Peregrinar una vez en la vida a La Meca.
El lugar de culto de los musulmanes son las mezquitas. Los musulmanes se reúnen allí, especialmente los viernes, para rezar. La estructura de una mezquita es simple: es un recinto de planta rectangular, amurallado, con una torre (minarete) cuya función es llamar a los musulmanes a la oración, un gran patio abierto (donde se ubica una fuente para las abluciones o purificación) y la sala de oraciones, con un gran número de columnas, donde se distinguen la quibla (muro orientado a La Meca), el minbar (púlpito) y el mihrab (capilla junto a la quibla).
El Islam no tiene sacerdotes, pero sí imanes, que dirigen las oraciones, y ulemas, que interpretan los textos sagrados (Corán).
El Islam no separa la vida religiosa de la vida cotidiana. Los principios básicos de la conducta y de la organización social se basan en el Corán.
2. La expansión del Islam
La primera expansión de los musulmanes se produjo hacia Egipto, Siria e Irak, entre el 632 y 644, una vez muerto Mahoma.
Posteriormente, hacia Occidente, ocuparon el Norte de África y la Península Ibérica. Fueron frenados en su avance en Francia, en la Batalla de Poitiers (732).
Hacia el Norte se adentraron en el Imperio Bizantino, llegando a su capital, Constantinopla, en el año 718, pero fracasaron y tuvieron que retroceder.
Hacia el Este, ocuparon Persia y Afganistán, llegaron a Asia Central y al actual Pakistán, pero a mitad del siglo VIII se vieron derrotados en Talas, frenando su expansión hacia la India.
Todos los territorios ocupados quedaron bajo la autoridad de la Dinastía Omeya (661-750), estableciendo la capital en Damasco (Siria). Copiaron el modelo de administración de Bizancio, delegando el poder califal en un visir y en unos gobernadores (emires).
Los pueblos conquistados podían mantener su religión, pero muchos se convirtieron al Islam, pues los musulmanes tenían ventajas sociales y económicas y no tenían que pagar más tributos o impuestos.
Las minorías judías y cristianas eran grupos sociales protegidos al ser monoteístas y tener un libro sagrado (La Biblia), pero para mantener su religión tenían que pagar una tasa o tributo al gobernador.
La familia de los Abasíes (originarios de Bagdad) derrocó al Califato Omeya en el año 750. El único superviviente Omeya, Abderrahmán I, se refugió en la Península Ibérica, en Al-Ándalus, que en ese momento era un emirato dependiente de Damasco. Con los Abasíes, la expansión del Islam a través de conquistas territoriales cesó, pero el Islam siguió propagándose a través de los navegantes y caravaneros comerciantes, llegando su religión a China, la India, Filipinas, etc.
3. El Islam en la Península Ibérica: Al-Ándalus
Los ejércitos musulmanes invadieron y conquistaron la Península Ibérica en el año 711. Eran bereberes dirigidos por los árabes.
Los hispano-visigodos, debilitados por las luchas internas, fueron incapaces de detenerlos. Tras la Batalla de Guadalete, el rey Rodrigo murió y sus ejércitos se dispersaron.
Los ejércitos musulmanes, dirigidos por Tariq y Muza, desde que entraron por Tarifa en el 711, dominaron la Península Ibérica en siete años, llegando a ocupar la capital del reino visigodo, Toledo, pero no pudieron ocupar la zona montañosa de Asturias, donde se refugiaron pequeños grupos cristianos que resistían a los invasores.
Ante el avance musulmán, la mayoría de la población no se resistió. Los nobles pactaron con los musulmanes para conservar las tierras y el poder, y los campesinos seguían sometidos, ahora a nuevos dueños, los musulmanes.
El territorio pasó a llamarse Al-Ándalus y se convirtió en un Emirato (provincia) dependiente del Califato Omeya de Damasco, con capital en Córdoba (del año 711-755).
Tras la caída de los Omeya de Damasco frente a la Dinastía Abasí de Bagdad, el Omeya Abderrahmán I se estableció en Al-Ándalus y proclamó el Emirato Independiente de Córdoba, alejándose del control de Bagdad, aunque reconocía el poder religioso del califa abasí, no así el político (periodo del año 755-912).
4. Del Califato de Córdoba (929-1036) a los Reinos de Taifas (1008-1223)
El emir Abderrahmán III llegó al poder en el año 912 (siglo X), dominó militarmente a los reinos cristianos que atacaban Al-Ándalus y les obligó a pagar impuestos, garantizando así el comercio e imponiendo su autoridad. En el año 929, Abderrahmán III se independizó religiosamente y se proclamó califa, dando origen al Califato de Córdoba.
Durante este siglo, junto al Califato de Córdoba, existía el Califato Fatimí, con capital en El Cairo, y el Califato de Bagdad, que ya no estaba controlado por los árabes, sino por los turcos.
El Califato fue la etapa de máximo esplendor de Al-Ándalus: hubo una gran expansión económica y se frenó a los cristianos, especialmente bajo el califa Almanzor (Al-Mansur).
A partir del 1008 (siglo XI), el Califato sufrió graves divisiones internas, fragmentándose en 25 reinos, las taifas, que eran ciudades-estado con su territorio (Toledo, Badajoz, Zaragoza, Valencia, Denia, Murcia, Granada, Sevilla, Córdoba, Málaga, Carmona, etc.).
Las taifas tuvieron una gran prosperidad económica, pero en el siglo XIII ya habían sido conquistadas por los cristianos, a pesar de las ayudas de almorávides (1086-1145) y almohades (1145-1223) provenientes del Norte de África.
La taifa de Granada fue la única que se mantuvo independiente hasta 1492 (siglo XV) gracias a su riqueza, creando en la Península el reino Nazarí de Granada (provincias de Málaga, Granada, Almería y parte de Cádiz). Periodo 1232-1492.
5. Economía y sociedad andalusí
El centro económico en el mundo musulmán era la ciudad. Allí se desarrollaron la artesanía, una actividad floreciente que ponía a la venta sus productos en los zocos, y el comercio, que generaba riqueza al conectar Al-Ándalus con Europa, el Norte de África y Oriente.
La agricultura, sin embargo, ocupaba a la mayor parte de la población. Los musulmanes introdujeron nuevas técnicas (regadío, con sus acequias y norias) y nuevos cultivos (arroz, los cítricos, frutales, etc.).
La población andalusí musulmana la formaban:
- Los árabes: la minoría gobernante.
- Los bereberes: llegados del Norte de África, un grupo más numeroso de población convertida al Islam, dedicada al pastoreo y con una vida humilde.
- Los muladíes: la mayoría de la población, hispano-visigodos cristianos convertidos al Islam.
La población andalusí no musulmana la formaban:
- Los mozárabes: hispano-visigodos que conservaban la religión cristiana.
- Los judíos: llegaron con los musulmanes y se dedicaban a la artesanía, el comercio, la medicina y la ciencia.
6. Cultura y arte islámico
Entre los siglos VIII y XII, la civilización islámica destacaba por su esplendor, mientras la Europa cristiana padecía empobrecimiento económico y cultural.
Al compartir una lengua común, el árabe, los conocimientos se transmitían fácilmente por sus territorios.
Se permitía la integración de otras culturas, y asimilaron conocimientos de la grecorromana, persa, egipcia, india. Desarrollaron los estudios matemáticos, la medicina, la cirugía y la astronomía, así como las ciencias aplicadas: sistemas hidráulicos y de riego, fabricación de porcelanas, papel, perfumes, etc.
El arte islámico reúne muchas influencias pero también mantiene unos rasgos homogéneos, como la importancia de sus artes decorativas, a raíz de la prohibición de representar imágenes.
La arquitectura islámica se caracterizaba por el uso de ladrillo, utilizando arcos (lobulados, polilobulados, de herradura) y cúpulas, y una profusa decoración (mármoles, mosaicos, y pinturas epigráficas, geométricas o vegetales). El edificio más característico es la mezquita.
Junto a la arquitectura, desarrollaron las artes decorativas, en especial la cerámica, y las miniaturas para ilustrar libros, donde se recogen escenas de la vida cotidiana.