La Revolución de 1868 y la Constitución de 1869: El Nacimiento de la Democracia en España
La Revolución de 1868, conocida como «La Gloriosa«, marcó un punto de inflexión en la historia española. El deterioro del régimen isabelino, sumido en una crisis económica y política, llevó a progresistas, demócratas y unionistas a firmar el Pacto de Ostende (1866) para derrocar a Isabel II. El levantamiento militar en Cádiz en septiembre de 1868, encabezado por Prim y Serrano, triunfó rápidamente, obligando al exilio a la reina y dando inicio al Sexenio Democrático.
La Constitución de 1869, primera democrática de España, estableció principios revolucionarios: soberanía nacional (no compartida con la Corona), sufragio universal masculino, amplia declaración de derechos (incluyendo libertad de cultos, reunión y asociación), y división de poderes. Aunque mantuvo la monarquía como forma de Estado —decisión que decepcionó a los republicanos—, limitó drásticamente sus atribuciones.
Este texto constitucional reflejaba las aspiraciones de las clases medias ilustradas, pero no satisfizo completamente las demandas populares. La caricatura de la revista «La Flaca» (1869) simboliza este momento de transición, mostrando a Isabel II y al pretendiente carlista como figuras obsoletas, mientras se buscaba un nuevo modelo político.
El Sexenio Democrático (1868-1874) que siguió, con sus experimentos monárquico (Amadeo I) y republicano, demostró las dificultades para consolidar la democracia en una sociedad dividida. Sin embargo, la Constitución de 1869 sentó bases fundamentales que inspirarían posteriores avances democráticos en España.
Consecuencias Políticas de la Revolución de 1868
Crisis de la monarquía isabelina: La caricatura subraya el desprestigio de los Borbones tras su corrupción e ineptitud, que llevaron a su derrocamiento.
Debilitamiento del carlismo: Aunque persistió como fuerza reaccionaria, su incapacidad para capitalizar el vacío de poder lo relegó a un papel marginal.
Ascenso de alternativas políticas:
Republicanismo: Ganó apoyo popular, materializado en la Primera República (1873).
Búsqueda de un nuevo rey: El Gobierno Provisional optó por Amadeo I de Saboya (1871-1873), solución efímera debido a su falta de apoyos.
Sátira como arma política: La prensa ilustrada (La Flaca, El Motín) se convirtió en una herramienta de crítica al Antiguo Régimen y de difusión de ideas progresistas.
Conclusión: La imagen sintetiza la transición fallida hacia un sistema estable, entre el agotamiento del modelo isabelino, el fracaso carlista y las tensiones entre monarquía y república.
Análisis del Texto de Abdicación de Amadeo I de Saboya (1873)
1. Identificación del Documento
Naturaleza: Documento histórico de carácter político, discurso de renuncia al trono.
Destinatario: Pueblo español y Cortes, aunque formalmente dirigido al gobierno.
Ámbito geográfico: España, durante el Sexenio Democrático (1868-1874).
Cronología: 11 de febrero de 1873 (publicado en la Gaceta de Madrid al día siguiente).
Ideas principales:
Fracaso de su reinado: Reconocimiento de la imposibilidad de gobernar una España dividida.
Conflictividad interna: Critica que los «enemigos» de España sean los propios españoles (carlistas, republicanos, facciones políticas).
Respeto a la legalidad: Insiste en que no quiso actuar «fuera de la ley» para imponer orden.
Ideas secundarias:
Agradecimiento simbólico por la elección como rey.
Mención al ejército como institución leal pero insuficiente para resolver los conflictos.
2. Causas Políticas de la Llegada al Trono de Amadeo I
Revolución de 1868 («La Gloriosa«):
Derrocamiento de Isabel II por su autoritarismo y corrupción.
Necesidad de un nuevo sistema político bajo la Constitución de 1869 (monarquía democrática).
Búsqueda de un rey «neutral»:
Amadeo, de la Casa de Saboya, representaba:
Legitimidad liberal: Su padre, Víctor Manuel II, unificó Italia bajo ideas progresistas.
Distancia de los Borbones: Evitaba asociaciones con el régimen anterior.
Apoyo de las élites:
Coalición de progresistas (Prim), unionistas (Serrano) y demócratas moderados.
Rechazo a otras opciones:
Carlistas: Defendían el absolutismo.
Republicanos: Considerados demasiado radicales.
Contexto internacional:
Preferencia por una monarquía constitucional (modelo europeo) frente a la república.
Ironía histórica:
Amadeo I fue elegido para garantizar estabilidad, pero su reinado (1871-1873) estuvo marcado por:
Asesinato de Prim (su principal apoyo).
División política: Oposición de carlistas, republicanos y desunión entre sus aliados.
Agitación social: Movimiento obrero y rebelión cantonalista.
El Sistema Canovista (1876-1923): La Restauración Borbónica
1. La Caricatura del Turnismo
Ámbito geográfico: España durante la Restauración borbónica (1874-1902).
Cronología: Finales del siglo XIX (posiblemente 1885, tras el Pacto de El Pardo).
Personajes:
Cánovas del Castillo (Partido Conservador) y Sagasta (Partido Liberal): Alternándose como «cocinero» y «comensal».
España: Representada como una criada que limpia los platos, simbolizando al pueblo, excluido del poder.
Fenómeno: Crítica al turnismo pacífico, donde ambos líderes se repartían el poder («caldo gordo») mediante fraude electoral, marginando a la oposición (republicanos, carlistas, obreros).
2. Funcionamiento del Sistema Canovista
Pilares fundamentales:
Constitución de 1876:
Texto flexible que permitía gobiernos conservadores (sufragio censitario) o liberales (sufragio universal masculino desde 1890).
Soberanía compartida (Rey + Cortes) y confesionalidad católica.
Bipartidismo y turnismo:
Partido Conservador (Cánovas): Centralismo, orden social y alianza con la Iglesia.
Partido Liberal (Sagasta): Sufragio universal, libertades públicas y reformismo tímido.
Mecanismo: Alternancia pactada mediante el Pacto de El Pardo (1885), garantizando estabilidad tras la muerte de Alfonso XII.
Caciquismo y fraude electoral:
Encasillado: Los gobernadores civiles asignaban escaños antes de las elecciones.
Pucherazo: Manipulación de votos (urnas falsas, votos de difuntos).
Caciques: Notables locales que controlaban el voto rural a cambio de favores.
Exclusión de la oposición:
Republicanos, socialistas (PSOE, fundado en 1879) y nacionalistas (Cataluña, País Vasco) quedaron fuera del sistema.
Crisis del sistema:
1898: El «Desastre del 98» (pérdida de Cuba, Filipinas y Puerto Rico) debilitó su legitimidad.
1902-1923: Alfonso XIII mantuvo el turno, pero la inestabilidad social (Semana Trágica, 1909) y el auge del movimiento obrero llevaron a la dictadura de Primo de Rivera (1923).
El Movimiento Obrero en España (Siglo XIX y Restauración)
Durante el siglo XIX, el movimiento obrero español tuvo sus orígenes en el Sexenio Democrático (1868-1874), pero fue durante la Restauración (1874-1902) cuando se consolidó, gracias al avance de la industrialización y a la Ley de Asociaciones de 1887, que permitió la legalización de organizaciones obreras.
El crecimiento de la clase trabajadora, tanto numéricamente como en conciencia de clase, impulsó la creación de sindicatos y partidos políticos. Siguiendo la división del movimiento obrero internacional, en España se desarrollaron dos grandes corrientes: el anarquismo y el socialismo, a las que se sumaron posteriormente organizaciones obreras católicas.
El anarquismo fue la tendencia predominante. Tuvo fuerte implantación en el campo andaluz y en el proletariado catalán. Organizado inicialmente en la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), su estructura asamblearia, su apoliticismo y su rechazo a la autoridad estatal dificultaron su cohesión. Inspirados por Kropotkin, muchos anarquistas recurrieron a la violencia como «propaganda por el hecho«, lo que generó una espiral de atentados y represión, como el asesinato de Cánovas del Castillo (1897). Ideológicamente, defendían el colectivismo, la abolición del Estado y la religión, y la autonomía total del individuo.
El socialismo, liderado por Pablo Iglesias, se estructuró en torno al PSOE (1879) y al sindicato UGT (1888). Aunque minoritario frente al anarquismo, el socialismo apostó por la vía legal, participando en elecciones para difundir el mensaje marxista. Su objetivo era la transformación revolucionaria de la sociedad, pero consideraban necesario un periodo previo de organización, evitando la vía violenta.
Los sindicatos católicos, como los Círculos Católicos de Obreros fundados por el jesuita Antonio Vicent en 1879, intentaron ofrecer una alternativa cristiana y moderada al conflicto laboral, aunque su implantación fue muy limitada por su carácter conservador y colaboracionista con los patronos.
La Crisis del 98: Consecuencias y Regeneracionismo
La crisis del 98, provocada por la derrota militar frente a Estados Unidos y la pérdida de las últimas colonias (Cuba, Puerto Rico y Filipinas), tuvo profundas consecuencias para España en los ámbitos económico, político e ideológico.
En el plano psicológico, supuso un auténtico trauma colectivo: se rompió el mito del imperio español y la sociedad cayó en la frustración, el pesimismo y un sentimiento de decadencia nacional. La prensa extranjera retrató a España como una nación atrasada y moribunda, imagen que caló en la población.
Desde el punto de vista político, aunque se criticó con dureza a los gobernantes, el sistema de la Restauración (basado en el turno pacífico entre conservadores y liberales) sobrevivió, aunque debilitado. La crisis afectó especialmente al Partido Liberal y a su líder Sagasta, quien tuvo que afrontar las consecuencias del desastre. Su salida marcó el fin de la primera generación política del sistema canovista, dando paso a nuevos líderes.
A nivel ideológico e intelectual, surgió el regeneracionismo, una corriente crítica impulsada por intelectuales como Joaquín Costa, que denunciaban el atraso del país, la corrupción política y el aislamiento del sistema parlamentario. Apostaban por una profunda reforma del Estado, con mejoras educativas, sociales y económicas. Paralelamente, la llamada Generación del 98 expresó en sus obras un profundo pesimismo y una crítica cultural y moral del país.
En el plano económico, la pérdida de las colonias supuso el fin de importantes ingresos y mercados protegidos, lo que afectó al comercio de productos coloniales como el azúcar, el café o el cacao. Sin embargo, la repatriación de capitales desde América impulsó el desarrollo bancario y financiero en la metrópoli.
En el ámbito militar, el prestigio del ejército quedó muy dañado, al evidenciarse su falta de preparación. Aunque la responsabilidad fue sobre todo política, la imagen de las Fuerzas Armadas se vio seriamente afectada, con repercusiones en el siglo XX.
Por último, en el plano demográfico, la guerra dejó unas 230.000 muertes, en su mayoría por enfermedades, y aumentó el descontento social, especialmente entre las clases bajas que no podían pagar para evitar el servicio militar.
La Oposición al Sistema Canovista (Restauración: 1874-1923)
Aunque el régimen de la Restauración limitaba la política a los partidos dinásticos (conservadores y liberales), surgieron diversas fuerzas opositoras fuera del sistema, que fueron ganando fuerza entre finales del siglo XIX y principios del XX:
1. Carlismo
Ideología: Tradicionalista, monárquica y ultracatólica.
Zona de apoyo: Navarra y País Vasco.
Situación tras su derrota (1876): no desaparece.
Se divide en:
Rechazo total al sistema: Partido Integrista.
Adaptación parcial: Unión Católica (participa en gobiernos canovistas).
2. Nacionalismos y Regionalismos
Reacción contra el centralismo liberal y defensa de las identidades históricas y culturales regionales. Diversidad de objetivos: desde autonomía hasta independencia.
Catalanismo
Origen cultural: Renaixença (1830).
Reivindicaciones: Lengua, cultura, autogobierno y proteccionismo económico.
Documento clave: Bases de Manresa (1892).
Partido: Lliga Regionalista (1901), liderada por Prat de la Riba y Cambó.
Nacionalismo Vasco
Orígenes: defensa de los fueros y rechazo a la industrialización.
Fundador del PNV: Sabino Arana (1895).
Ideología: católica, antiliberal, etnicista (“Dios y Ley Vieja”).
Objetivo: independencia o autonomía del País Vasco.
Galleguismo
Inicio tardío, sin partido político.
Impulsado por intelectuales.
Reclamaban descentralización y uso de la lengua gallega.
Poca influencia política y escasos apoyos sociales.
3. Republicanismo
Oposición por la izquierda.
Dividido en corrientes:
Federalistas (Pi y Margall).
Centralistas (Salmerón).
Posibilistas (Castelar, que acabó integrándose en el Partido Liberal).
Apoyos: clases medias, obreros urbanos, intelectuales.
Ideología: laicismo, anticlericalismo, reforma social y fe en el progreso.
4. Obrerismo Revolucionario
Movimiento obrero = oposición social y política al sistema.
Anarquismo
Mayoritario en España, con fuerza en Cataluña y Andalucía.
Influencia de Kropotkin (anarco-comunismo, terrorismo).
Rechazo de la política, del Estado y de la propiedad privada.
Usaron la violencia como forma de lucha: asesinato de Cánovas (1897).
Socialismo (Marxismo)
Fundado por Pablo Iglesias en 1879: PSOE.
UGT (1888): sindicato socialista.
Moderado y reformista (socialdemócrata).
Participación política legal: elecciones, Comisión de Reformas Sociales.
Ligado a la Segunda Internacional (desde 1889).