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DAVID HUME: LA MORAL


Hume afirma que la razón no es competente en el campo de la moral, ya que solo es capaz de deducir teoremas a partir de premisas previas y no descubre leyes naturales universales. De acuerdo con esto, el hombre es esclavo de sus pasiones y por tanto los juicios no derivan de ninguna ley, sino que solo expresan las emociones que despierta en nosotros una determinada acción. Distingue entre lo juicios morales que nos impulsan a comportarnos en un sentido o en otro, y los juicios de razón que son cognoscitivos. Los seres humanos tenemos unas disposiciones absolutamente invariables a la hora de juzgar una acción. Este juicio se lleva a cabo mediante la expresión de las emociones. De acuerdo con esta afirmación, la moral se basa en el denominado  sentimiento de simpatía, que consiste en el sentimiento desinteresado que permite la comprensión del otro. Este es un sentimiento innato que nos permite conmovernos con el sufrimiento ajeno y alegrarnos de la felicidad del prójimo. Según Hume nos podemos situar en una posición de imparcialidad, y en términos objetivos establecer un juicio positivo o negativo en virtud de la acción. El sentimiento de simpatía implica que hay dos impresiones de reflexión en función del sentimiento que nos transmite un determinado juicio, el placer o agrado, frente al dolor o desagrado. Dado que tenemos una naturaleza común, juzgamos de forma invariable aquellas acciones que contemplamos desde un punto de vista imparcial. Las pasiones tienen a su vez su fundamento en la impresiones de reflexión. Hume distingue dos tipos de virtudes, naturales y artificiales:

Naturales

Instintos según Hume. Son hábitos de respuesta innatos.

Artificiales

Resultan de la vida social. Se sostienen por tener su fundamento en las naturales.—El fundamento de las virtudes naturales y por tanto también de las artificiales, no es la razón, sino el principio de simpatía.

RELIGIÓN

Las religiones reveladas tienen un fundamento natural al temor a la muerte. A su vez del horror por la aniquilación deriva una pasión más original que es el amor por la felicidad. Hume admite que en cada cosa hay “un propósito, una intención, un designio”, en definitiva un proyecto, lo cual nos lleva a suponer que ha de haber un autor inteligente del mundo que se correspondería con un demiurgo. Hume se inclina por el deísmo, aunque también afirma en los Diálogos sobre la religión natural que es razonable que los escépticos filosóficos “suspendan o traten de suspender todo juicio que se refiere a asuntos tan sublimes y extraordinarios”, al desconfiar de la capacidad de su razón en tales materias. El deísmo de Hume concuerda con su crítica de las pruebas racionales de lo inmaterial del alma a partir de la analogía don la naturaleza. De este modo podemos suponer que al ser el hombre un ser natural  más, se extingue con su muerte Por otra parte, nuestras pasiones de esperanzas y miedos parecen inclinarse a admitir que nuestra alma puede sufrir un castigo o experimentar una recompensa tras la muerte. Hume afirma lo siguiente: “todas las doctrinas que están favorecidas por nuestras pasiones son susceptibles de ser sospechosas”. Según Hume no hay otra medida que pueda proporcionarnos la certeza de la inmortalidad del alma, distinta de la revelación. En relación con la existencia de Dios se pueden distinguir posturas diferentes:

Ateísmo

Negación de la existencia de Dios.

Agnosticismo

Postura filosófica que consiste considerar inaccesible para el conocimiento humano la cuestión de la existencia de Dios. Es decir, no se niega a Dios, pero se niega la posibilidad de demostrar su existencia.

Deísmo

Sostiene la existencia del Dios de los filósofos, el cual actúa como causa ordenadora, pero sin ninguna relación con el hombre, es decir, no se encarga de escuchar ni de responder a sus plegarias. Es un Dios despersonalizado, no providente.

Teísmo

El término teísmo (que se utiliza en la Ilustración como contraposición al deísmo) se refiere a la doctrina religiosa que reconoce la existencia de un Dios trascendente, personal, único, y supremo. Este Dios puede intervenir en el curso de la naturaleza.

LA CRÍTICA  DEL CONOCIMIENTO


Los elementos del conocimiento: impresiones e ideas:

consiste en la investigación de los límites del conocimiento. Se trata de una investigación de la naturaleza humana , la cual solo alcanza el conocimiento gracias a las percepciones. Tienen su origen en la experiencia. Por sí solas no tienen ningún orden, por lo que la mente es la encargada de organizarlas. En la mente humana se encuentra la explicación  de todo proceder, por eso es imprescindible para la naturaleza el conocimiento de la naturaleza humana. Hume distingue dos tipos de elementos presentes en todo conocimiento:

Impresiones

Son percepciones claras y evidentes de las que tenemos certeza actualmente, son vívidas. Las impresiones pueden ser de sensación (frío o de reflexión (placer o dolor), las cuales están ligadas a las pasiones de los sentimientos. Las impresiones son efímeras, en el sentido de que si no fuesen reproducidas se olvidarían.

Ideas

Son percepciones débiles que derivan de las impresiones previas por ser sus copias, sus representaciones. Son retenidas en nuestra consciencia gracias a la memoria de aquello que no tenemos presente, de impresiones pasadas. El hábito nos lleva a suponer como es aquello de lo que no hemos tenido noticia previamente.—

Las leyes de asociación de ideas

Las ideas se presentan a nuestro entendimiento con un cierto orden y no de manera caótica. Esto se debe a que se asocian de acuerdo a unas leyes. Hume distingue tres: De semejanza:
Un retrato nos conduce a pensar en el original. De contigüidad en el tiempo y en el espacio. De causalidad:
Basada en la relación causa-efecto.—

Tipos de conocimiento

Entre los modos de conocimiento que están al alcance de nuestra mente, Hume distingue dos tipos:

Cuestiones de hecho

Se resuelven mediante la experiencia. Sus enunciados son probables y contingentes, nunca universales y necesarios. Estas cuestiones son propias de las ciencias empíricas, por lo que el conocimiento solo puede aspirar a la probabilidad. Su negación no implica ningún tipo de contradicción. Se aplica el principio de causalidad al relacionar una causa A con un efecto B, basándose en el supuesto de que la relación entre ambos se mantendrá inalterable en un futuro o se producirá de forma similar. Estos hechos no son caóticos, sino que responden a un orden establecido por dicho principio de causalidad. Nos permite anticiparnos a lo que va a acontecer sobre la base de un hábito, aunque tampoco hay certeza de que se produzca. El asegurarlo supondría decir más de lo que sabemos. Su negación no implica contradicción.

Relaciones entre las ideas

Las ideas son originadas a partir de las impresiones previas. Los enunciados procedentes de estas dan lugar a las denominadas “verdades de razón, según Leibniz o “juicios analíticos” como diría Kant, en los que el predicado se encuentra contenido en el sujeto. Estos enunciados son propios de las ciencias formales. Son tautologías, es decir, verdades en virtud de la propia definición de los términos. No dicen nada sobre el mundo, por lo que su negación implica contradicción. En estas relaciones no se aplica en principio de causalidad. Dado que no hablamos de fenómenos, se recurre al principio de no contradicción. Sin embargo, aunque no puedan ser refutados, tampoco pueden ser demostrados mediante la experiencia, por no referirse a la realidad.—

Crítica al principio de causalidad

Según Hume conocemos la realidad en la medida en que la hemos vivido. Nuestra memoria nos permite la combinación de las ideas, que proceden de las impresiones, en la imaginación. Sin embargo no tenemos impresiones de hechos futuros, sino solo la suposición de que dichos hechos se desarrollarán tal y como lo hicieron en ocasiones pasadas. Las impresiones siempre son discontinuas, pero la imaginación aporta la continuidad necesaria. Para Hume la certeza se basa en la experiencia, aunque no sería contradictorio el pensar en otra posibilidad ajena a esa experiencia. Sin embargo resulta chocante dado el hábito de nuestras conciencias. Estas son las bases sobre las que se apoya la crítica de Hume:

Prioridad de la causa

La causa debe ser anterior al efecto, de ahí su prioridad.

Contigüidad

La causa y el efecto han de estar relacionados entre sí, existiendo la comunicación entre ellos gracias a la proximidad espacial y temporal.

Conjunción constante de la causa y el efecto

Esta no solo ha de darse en una ocasión, sino que es necesaria que esa conjunción tenga lugar reiteradas veces.

Conexión necesaria entre la causa y el efecto

Siempre que se de uno ha de darse el otro sin alterar el orden entre ambos. Se trata de un supuesto de la imaginación sobre la regularidad de las leyes naturales, basadas en el hábito o en la costumbre. Para Hume no hay certeza de que existe entre la causa y el efecto una relación causal objetiva, pues no hay ninguna impresión de tal conexión.

CRÍTICA DE LA METAFÍSICA

Hume lleva a cabo un crítica de la existencia de la realidad en cuanto a sustancia externa a nuestra mente. Aplica el principio gnoseológico, el cual implica que solo hay certeza de la existencia de nuestras propias percepciones, ya sean ideas o impresiones. Implica de igual manera una crítica al Realismo gnoseológico de acuerdo con la tesis idealista del “ser es ser percibido”. La idea de que sol existen nuestras percepciones, sin embargo va en contra del sentido común, por lo que esta afirmación se considera puramente teórica. El escepticismo de Hume es exclusivamente filosófico, aunque es más radical que el de Descartes, llegando a poner en tela de juiciosa existencia de la propia sustancia pensante. A)

Crítica de la idea de sustancia material

Es una idea compleja que resulta de la combinación, mediante las leyes de asociación, de ideas simples, fruto de las percepciones. Hume sostiene que la idea de sustancia material es constante e independiente de la percepción. Es falsa pues no deja de ser más que un haz de impresiones e ideas, las cuales están ordenadas en virtud de los principios de asociación que pone en marcha nuestra imaginación. Ante la pregunta de si existe alguna impresión que se identifique con la sustancia, supone la aplicación del criterio empirista del significado con la consiguiente negación de dicha cuestión, dado que la sustancia material no existe salvo en nuestra mente, por lo tanto es un supuesto o creencia. b)

Crítica de la idea de Dios

Hume lleva a cabo una crítica de todas aquellas pruebas que anteriormente habían de mostrado la existencia de Dios en cuanto ente infinito, eterno… Comienza con la crítica del argumento ontológico (argumento “a priori”), el cual parte de la suposición de que Dios es el ser mayor que el cual ningún otro puede ser pensado. Para Hume el hombre no posee ninguna impresión de Dios, y no podremos tener la jamás. Por tanto todos juicios existenciales legítimos se basan en las impresiones, pero Dios no es objeto de estos, por ser un ente suprasensible. De igual modo critica las pruebas “a posteriori”, las vías tomistas, las cuales se basan en el principio de causalidad. Hume critica el principio de causalidad, dado que sólo puede aplicarse para enlazar impresiones, pero no hay ninguna impresión de Dios. Nos conduce a la conclusión de que existe una causa primera de todo. Hume a pesar de declararse deísta, admite que ese principio es válido para la vida. En relación con Dios el que dicho principio sea subjetivo, hace que nos sea posible que un efecto sensible sea causado por una causa suprasensible. La aplicación de este principio necesita que causa y efecto tengan una naturaleza sensible, solamente es válido para hechos de experiencia, por ser objeto del conocimiento sensible. Por lo tanto no podemos demostrar la existencia de Dios, aunque tampoco probar que no existe. C)

Crítica del “yo” pensante

Hume critica la idea de identidad personal, la cual se entendía como sustancia que no necesita de ninguna otra pata existir. Está dotada de unidad, que no cambia a lo largo del tiempo. Hume rechaza la existencia de un alma con dichos atributos, dado que en ella, en nuestra conciencia, tiene lugar un flujo continuo de impresiones e ideas. La suposición de que nuestra alma posee identidad personal se debe a la acción conjunta de la imaginación y la memoria. La primera aplica principios de asociación para ordenar las percepciones y la segunda retiene dicho orden siendo capaz de reconstruirlo cuando pasa revista sobre sus percepciones pasadas. Por lo tanto, la idea de identidad personal no deja de ser una ficción. Hume aplica de nuevo el criterio empirista de significado para preguntar si la idea de identidad personal se corresponde con alguna impresión de reflexión. La respuesta es de nuevo negativa porque no hay conciencia más que de una sucesión de percepciones en nuestra mente, que confundimos con la identidad personal debido a la costumbre. 

LA CONTRIBUCIÓN DE HUME A LA CIENCIA

Para Hume las Ciencias Naturales no pueden reivindicar la condición de saberes universales, ya que no implican la negación de una posible excepción, por lo tanto supone una crítica de la inducción. El problema de Hume o falacia naturalista es la transición imperceptible hacia un lenguaje valorativo. A partir de los juicios de hecho derivamos los juicios de valor. Las cuestiones de hecho son descriptivas por basarse en la experiencia, ahora bien los hechos como tales no desembocan en valoraciones, sino que estas tienen su origen en el sentimiento o impresión de reflexión que despiertan en nosotros dichos hechos, dado que somos nosotros mismos los que impartimos un juicio. En los juicio de hecho no se exige ningún aspecto moral, mientras que en los juicios de valor existe el denominado principio de benevolencia, dada nuestra capacidad a la hora de considerarlos buenos o malos. Las sensaciones que se despiertan son principalmente el placer y el dolor. Para Hume el tránsito entre ambos juicios, ya que ningún juicio de hecho implica necesariamente un juicio de valor, da lugar al paso de un plano a otro completamente distinto (una falacia).

TEORÍA POLÍTICA

Hume se declara liberal en términos actuales y por tanto partidario de la división de poderes…, al mismo tiempo que de la existencia de una autoridad capaz de dirigir una sociedad avocada al desorden. En él encontramos una clara crítica del contrato social. Podemos suponer que los primeros grupos sociales llegaran a un acuerdo para formar comunidades más grandes, aunque de ningún modo sería un contrato social tal y como lo entendía Locke quien sostenía la tesis del consentimiento del pueblo como fundador de cualquier gobierno legítimo. El origen real, no ficticio, del derecho a gobernar reside en la usurpación o la conquista del poder, lo que puede implicar el gobierno de un Estado ajeno. Hume critica también que el compromiso de cumplir las leyes obligue a los súbditos, dado que estos tienen derecho a deponer al gobernante si este se convierte en tirano. Hume critica tanto la Teoría del contrato social defendida por los liberales como el principio conservador de la obediencia pasiva de las leyes (Torys). Un gobierno se puede considerar legitimado si es capaz de recavar la opinión general (la aprobación de la mayoría, sin necesidad de referéndum o consulta popular). Hume critica también el principio del derecho divino de los reyes tal y como habrán hecho antes Hobbes y Locke, aunque por razones distintas. Hume no apela a ningún principio racional para la legitimación del poder político sino que se remite a la utilidad, es decir, trata de una visión utilitarista del principio liberal de la soberanía del pueblo defendido por Locke , para quien el pueblo es soberano (ejerce el poder a través del Parlamento). Hume es el percusor del utilitarismo de Bentham y J.S. Mill. Bentham formuló el principio de utilidad en los siguientes términos: “la mayor felicidad para la mayoría”. El principio de utilidad presupone la igualdad política de todos los individuos. Hume defendió los principios liberales del gobierno representativo, la división de poderes y el respeto de la propiedad privada. Hume no sostiene la existencia de  los derechos humanos naturales, tal y como lo hacia Locke, porque el principio que aplica no admite la existencia de ninguna ley moral natural. Hume sostiene que las leyes positivas son convencionales (artificiales), dado que no hay un derecho natural que sirva como límite para el derecho positivo. Ahora bien, el sentimiento de simpatía es efectivamente un límite natural para la moral y el derecho positivo, solo que dicho límite se basa en sentimientos inscritos en la naturaleza humana y no en la razón

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