La Romanización de Hispania: Economía y Sociedad
Durante la romanización, Hispania se integró en el circuito comercial del Mediterráneo, adoptando nuevos métodos financieros, técnicos y organizativos.
Economía de Hispania Romana
La agricultura fue la base de la economía, centrada en la Tríada Mediterránea (trigo, vid y olivo), con innovaciones como el barbecho, el arado romano, el abonado y los regadíos.
- Propiedad de la tierra: Las tierras del Ager Publicus (propiedad del Estado) se repartían entre privilegiados, soldados veteranos y pequeños propietarios, aunque predominaban los latifundios trabajados por esclavos desde las villas. La producción estaba orientada principalmente a la exportación.
 - Artesanía y Pesca: Se desarrollaron al servicio del comercio exterior. Destacaban las cerámicas (ánforas) y las salazones, especialmente el garum, muy demandado en todo el Imperio.
 - Minería: Fue un sector esencial, con importantes explotaciones de plata (Cartagena), cobre (Huelva), hierro (norte) y oro (Las Médulas, León).
 
Comercio Interior y Exterior
Las importaciones consistían sobre todo en artículos de lujo (cerámicas finas, tapices, joyas, vidrios). El comercio interior se articulaba en torno a las ciudades, conectadas mediante una red de calzadas romanas que facilitaban los intercambios agrícolas y artesanales.
Urbanización y Administración Local
Tras la conquista, Roma impulsó una red de ciudades (urbes o civitas) que se convirtieron en la base de la romanización. Antes, solo el sur y el levante peninsular estaban urbanizados por los íberos, mientras que el norte carecía casi por completo de ciudades. Las ciudades se clasificaron según su actitud frente a Roma:
Clasificación de las Ciudades Romanas
- Federadas o aliadas: Mantenían sus instituciones y estaban exentas de impuestos por pacto, pero debían ayudar a Roma militarmente.
 - Libres o inmunes: Gozaban de autonomía y no pagaban impuestos por decisión romana (no por pacto).
 - Estipendiarias: La mayoría; debían pagar tributos y mantener tropas romanas, aunque conservaban algunas instituciones propias.
 
Con el tiempo, estas diferencias desaparecieron y las ciudades se organizaron como:
- Colonias: Fundadas por Roma para asentar veteranos del ejército (como Itálica, Emerita Augusta o Caesaraugusta).
 - Municipios: Antiguas ciudades indígenas romanizadas (como Gades).
 
Estructura Política Municipal
Tanto colonias como municipios tenían una estructura política similar:
Una asamblea local (ordo decurionum) de cien ciudadanos ricos (decuriones) elegía cada año a los magistrados:
- Duumviros: Máxima autoridad local.
 - Ediles (Aediles): Responsables del abastecimiento y obras públicas.
 - Cuestores (Quaestores): Encargados de las finanzas.
 
Al-Ándalus: Esplendor y Fragmentación
El Califato de Córdoba (929–1031)
Cuando Abd al-Rahman III (912–961) accedió al poder, Al-Ándalus estaba dividido por rebeliones. Tras someter a los hijos de Ibn Hafsun, conquistar Mérida, Badajoz, Toledo y Zaragoza, logró unificar el territorio. En 929 se proclamó califa, lo que significaba independencia total del califato abasí y el reconocimiento de los Omeyas como jefes políticos y religiosos.
Reorganizó la administración, fortaleció el control sobre gobernadores y visires, y reforzó el ejército con bereberes y eslavos. Su reinado trajo prosperidad económica, una hábil diplomacia internacional y el esplendor arquitectónico de Medina Azahara.
Su hijo Al-Hakam II (961–976) mantuvo la estabilidad militar y llevó a Córdoba a su máximo esplendor cultural, con una gran biblioteca, el impulso de las ciencias y las artes, y la ampliación de la Mezquita de Córdoba.
Con Hisham II (976–1013), el poder real fue asumido por el hayib (primer ministro) Almanzor, quien dominó el gobierno. Llevó a cabo 55 campañas militares contra los reinos cristianos, destacando los saqueos de Barcelona (985) y Santiago de Compostela (997). Su muerte en 1002 marcó el inicio del declive.
Entre 1008 y 1031, las luchas internas entre las élites árabes, bereberes y eslavas provocaron el colapso político del califato. En 1031, una asamblea en Córdoba declaró su disolución, dando paso a los Reinos de Taifas.
Los Reinos de Taifas (1031–1090)
Tras la disolución del Califato de Córdoba en 1031, Al-Ándalus se fragmentó en numerosos reinos de taifas, gobernados por familias árabes, bereberes, muladíes y eslavas. Aunque vivieron una etapa de prosperidad económica y cultural (destacando Sevilla y Zaragoza), eran políticamente débiles.
Muchos pagaban tributos (parias) a los reinos cristianos para evitar guerras, lo que empobreció al pueblo. Finalmente, en 1085 Alfonso VI conquistó Toledo, y ante el peligro cristiano, los reyes musulmanes pidieron ayuda a los almorávides del norte de África.
El Reino Nazarí de Granada (1232-1492)
El reino nazarí de Granada fue el último estado musulmán de la península ibérica. Fundado por Muhammad I Ibn Nasr, comprendía Granada, Málaga y Almería. Se mantuvo durante más de dos siglos gracias a su diplomacia hábil con Castilla y Aragón, a su orografía defensiva y a los conflictos internos de los reinos cristianos.
Su época de mayor esplendor fue con Yusuf I y Muhammad V (siglo XIV), cuando se construyó la Alhambra y florecieron la agricultura, la artesanía y el comercio. Sin embargo, la paz dependía del pago de tributos a Castilla, lo que debilitó su economía.
Desde finales del siglo XIV, el reino sufrió crisis internas y luchas dinásticas. Finalmente, tras una guerra de diez años (1482-1492), los Reyes Católicos conquistaron Granada, poniendo fin a la presencia musulmana en la península.
La Expansión de los Reinos Cristianos y la Reconquista
El Reino de Castilla y León
El Reino de Castilla surgió con Fernando I (1037), quien unió Castilla y León y expandió su dominio por la cuenca del Duero, obteniendo riqueza mediante las parias de los reinos de taifas. Su hijo Alfonso VI unificó de nuevo el reino y conquistó Toledo (1085), aunque las ofensivas almorávides obligaron a una defensa prolongada.
Durante el siglo XII se crearon las órdenes militares (como Calatrava o Alcántara) para proteger fronteras y promover la expansión. Alfonso VIII avanzó hacia el sur hasta la derrota de Alarcos (1195), pero la victoria cristiana en la Batalla de Las Navas de Tolosa (1212) marcó el inicio del dominio definitivo sobre Al-Ándalus.
Con la unión definitiva de Castilla y León en 1230 bajo Fernando III el Santo, se conquistaron Córdoba (1236), Sevilla (1248) y Murcia (1243), dejando como único territorio musulmán el Reino Nazarí de Granada, que resistió hasta 1492.
La Corona de Aragón
El Reino de Aragón nació cuando Ramiro I, hijo de Sancho III el Mayor, lo convirtió en un reino independiente de Navarra.
Su hijo Sancho Ramírez unió temporalmente ambos reinos, pero la expansión aragonesa se centró hacia el valle del Ebro y las taifas vecinas.
En el siglo XII, Pedro I conquistó Huesca y Barbastro, y Alfonso I el Batallador tomó Zaragoza (1118). Tras su muerte, el trono pasó a Ramiro II el Monje, quien en 1137 casó a su hija Petronila con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona. De esta unión nació la Corona de Aragón, consolidada en su hijo Alfonso II.
La nueva corona orientó su expansión hacia el Mediterráneo: conquistó Lérida y Tortosa, y en el siglo XIII, bajo Jaime I el Conquistador, se ocuparon las Islas Baleares y el Reino de Valencia (1245). El límite con Castilla quedó fijado en el Tratado de Almizra, entre Biar y Villajoyosa (Alicante).
Modelos de Repoblación
Los modelos de repoblación fueron los sistemas usados por los reinos cristianos para ocupar los territorios conquistados a los musulmanes:
- Presura o Aprisio (s. VIII-XI)
 - Campesinos, por iniciativa propia o bajo protección de nobles o monasterios, ocupaban y cultivaban tierras despobladas, adquiriendo su propiedad. Se aplicó sobre todo al norte del Duero y el Pirineo. Se frenó por las campañas de Almanzor, pero se reactivó con la caída del Califato.
 - Repoblación Conceji (s. XI-XII)
 - Tras la conquista de Toledo (1085), se organizaron grandes concejos con sus alfoces (territorios), dotados de fueros para atraer pobladores. Los vecinos recibían tierras y derechos comunales a cambio de asentarse y defender el lugar.
 - Repoblación mediante Órdenes Militares (s. XII-XIII)
 - Los reyes entregaron zonas poco pobladas del Guadiana y del este peninsular a órdenes como Calatrava, Santiago, Alcántara y Montesa. Estas aseguraron el territorio, pero la repoblación fue escasa y predominó la ganadería.
 - Repartimientos (s. XIII)
 - Aplicado en las zonas más ricas (valle del Guadalquivir y litoral levantino). Tras la conquista, los bienes se inventariaban y distribuían entre los participantes según su rango social. Con este sistema se completó casi toda la repoblación peninsular, quedando solo el reino nazarí de Granada.
 
