Noción y efecto de la virtud
La vida moral requiere la creación de hábitos, bajo la conducción de la razón, que permitan rectificar las inclinaciones y que la voluntad se dirija hacia el valor. Estos hábitos son las virtudes. Significa que el hombre es verdadero en sentido natural y sobrenatural. Es la elevación del ser en la persona humana. Es lo máximo a lo que puede aspirar la persona.
En un sentido más estricto y usual, llamamos “virtudes” a los hábitos que perfeccionan la voluntad, y a las otras potencias movidas por esta, en orden al bien de la misma.
La virtud consiste en hacer que el sujeto realice su acto uniformemente, sin vacilación y con agrado. Logra inducir la unidad en la vida. El hombre como sujeto racional tiene en su poder adquirir cierta disposición estable por medio de los hábitos, que le permiten inclinarse cada vez más al bien.
Objeción sobre la libertad
¿Entonces el hombre plenamente virtuoso es aquel que realiza el bien, y ve disminuida su libertad?
Primero: El valor moral del acto no debe medirse por la dificultad o resistencia que el sujeto experimentó en sí mismo cuando lo realiza. Esto sería un signo de un sujeto no integrado. Es decir, que no tiende al valor con toda el alma.
El acto es mejor si procede de un sujeto unificado. Un hombre dividido por sus pasiones tiene alguna voluntad, pero no es dueño de sí mismo. No se posee por completo, porque no puede gobernar y unificar sus inclinaciones y apetitos particulares. La voluntad se ve arrastrada por estas inclinaciones aún no domadas.
Segundo: la virtud tiene dos aspectos:
- Material: que es lo que se llama “un buen hábito”. Una disposición estable de las potencias que usa la voluntad, y que no coarta su libertad, la hace ella misma. Es una facilidad para autodeterminarse por motivos propios (racionales), y no según motivaciones ajenas (sensibles).
- Formal: que es la rectitud de la voluntad que usa este hábito para regir según la razón o la potencia a la que asiste.
Entonces, la virtud moral es un principio de unidad e integración de la personalidad.
Función ética de los hábitos
No consiste en favorecer la continuidad en la vida, sino en hacer a los actos más “nuestros”, y que expresen nuestra esencia. El hábito penetra y perfecciona los actos íntimamente. Un acto realizado por un hábito plenamente humano es y se hace mejor. No solo porque resulte más fácil, deleitable y eficaz. Por él se tiende al fin más perfectamente.
Hay dos modos de considerar los actos humanos, según el aspecto al que se tienda:
- Si es objetivo y se lo trata jurídicamente: No se dará importancia a las disposiciones íntimas del sujeto. Se estimará el valor moral según la ética de los actos. Es decir, según se conforme o no a las leyes y percepciones.
- Si es desde lo íntimo del sujeto: Se atenderá más a dichas disposiciones y se establecerá una ética de las virtudes.
Ambas formas son legítimas y necesarias. No se pueden separar. Es decir, que poner el valor moral del sujeto en los hábitos, no significa que los actos no importen, o que sean juzgados solo por ellos. Los hábitos son para los actos, y son inútiles si no fructifican en actos.
Además, la virtud, aun en lo que tiene de material, ayuda a la libertad, exonerando a la voluntad de quedar absorbida o sofocada por las operaciones inferiores. Por eso, la voluntad, mediante la adquisición de virtudes, puede tender cada vez más al bien, disminuyendo la posibilidad de una mala elección. De modo que la libertad se realiza en la verdad, y la verdad nos hace libres.
Conexión de las virtudes entre sí
Las virtudes se dividen según sus objetos formales. Distinguimos cuatro virtudes cardinales, llamadas así porque son las bisagras alrededor de las cuales gira todo el sistema.
- Prudencia: por la cual se procura la rectitud de cualquier elección. Reside en el intelecto, pero es una virtud moral porque requiere cierta rectitud de la voluntad.
Las virtudes pueden dividirse en:
- Generales: que se ejercitan en todo acto recto. Ej: la prudencia, la fortaleza y la sinceridad se requieren, en mayor o menor grado, en todo acto virtuoso.
- Particulares: que rigen la actividad en un orden más limitado. Ej: la magnificencia, el sentido del humor, etc., solo se ejercitan en determinadas circunstancias.
La educación moral consiste en educar las virtudes generales. Podemos ver que hay virtudes que se prefieren más que otras por dos motivos:
- Objetiva y absolutamente: Una preferencia que depende de la posición tomada acerca de la formalidad y norma del valor moral.
- Subjetiva y prácticamente: Una preferencia que depende de cada uno.
Si consideramos las cuatro virtudes cardinales según que importan ciertas condiciones generales de las virtudes, entonces se conectan en el sentido de que no basta una sola de estas condiciones, a no ser que estén presentes todas. Pero si se trata de las otras virtudes (no cardinales), la perfección de una trae consigo la perfección de la otra. Es decir, que el que es verdaderamente virtuoso, dada la ocasión, practicará sin mayor dificultad la virtud que requieren las nuevas circunstancias.