La poesía en España desde 1939 hasta los años 70


La poesía desde 1939 a los años 70

Tras la guerra civil, el exilio exterior de buena parte de los escritores que sobrevivieron (afines a la República), el asesinato de Federico García Lorca y el encarcelamiento del joven Miguel Hernández dejaron apenas sin modelos a las nuevas generaciones poéticas y la producción lírica de los que se quedan en el llamado exilio interior tuvo que esquivar la fuerte presión de la censura.

Miguel Hernández

Así, en primer lugar, merece mención especial una personalidad singular: Miguel Hernández (1910-1942), que representa el paso de la poesía tradicional a la comprometida políticamente. Nacido en Orihuela en 1910, participó como soldado junto al ejército republicano durante la guerra civil y, al acabar, fue encarcelado en diversas ciudades españolas y condenado a muerte. La sentencia fue conmutada por treinta años de reclusión; pero su vida se vio truncada definitivamente en 1942, en la cárcel de Alicante, a consecuencia de la tuberculosis. En su producción poética, se han establecido cuatro etapas:

  • Etapa caracterizada por una poesía de tono barroco, que se refleja en Perito en lunas (1934). Son cuarenta octavas reales de influencia gongorina y vanguardista, llenas de metáforas y símbolos.
  • En 1936 publica El rayo que no cesa, en la que trata sus tres temas predilectos, la vida, el amor y la muerte, presente esta en su célebre Elegía a Ramón Sijé, una de las mejores elegías a la amistad en lengua española.
  • Durante la guerra, Miguel Hernández emplea su poesía para luchar por la causa republicana y escribe Viento del pueblo, obra con la que se suma al romancero de la guerra civil. En esta tercera etapa también escribe Miguel Hernández El hombre acecha, donde la palabra es todavía símbolo de resistencia, pero la muerte del hijo y la derrota de la guerra sumen al poeta en la desolación.

Poesía desnuda y profunda. Las metáforas se han reducido sensiblemente en busca de una expresión directa y esencial. Son los poemas, escritos la mayoría en la cárcel, que se recogen en Cancionero y Romancero de ausencias (1938-1941): el poeta se duele de la ausencia de los suyos y escribe intensos poemas de amor a su mujer; también recuerda una guerra que sólo ha provocado odio y destrucción, pero aun así no renuncia a la esperanza. Uno de los poemas es Nanas a la cebolla, dedicado a su segundo hijo.

Poesía testimonial

En los años 40 la producción literaria está ligada a las revistas literarias. Así, en torno a la revista Garcilaso, fundada con apoyo oficial del régimen franquista, se consolida una poesía al servicio de la dictadura. Su director fue José García Nieto y sus autores son Luis Rosales, Leopoldo Panero o Luis Felipe de Vivanco, entre otros. Los temas fundamentales son Dios, la patria, el paisaje castellano o el amor; muestran un admirable dominio de la técnica y una poesía esteticista y de evasión que Dámaso Alonso denominó “poesía arraigada”, ofreciendo una visión positiva del mundo y obviando la dura realidad española del momento.

Como contrapunto a esta, nace en León la revista Espadaña, que reúne a una serie de escritores que reclaman una poesía con mayor contenido humano y existencial, que refleje la desgarradora realidad española de la época, “poesía desarraigada” la llamó Dámaso Alonso. Sus temas son la angustia histórica (causada por la guerra) y la angustia existencial (la ausencia de Dios, la soledad, la muerte…). Fecha clave es el año 1944 en que se publica Hijos de la ira de Dámaso Alonso (“Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres”) y Sombra del Paraíso de Vicente Aleixandre. En este grupo, destacan autores como Gabriel Celaya y Blas de Otero (sus primeros poemarios), Eugenio de Nora, Victoriano Crémer, Carlos Bousoño o José Hierro.

Además de los dos polos señalados (poesía arraigada y poesía desarraigada), hay escritores que intentan enlazar con la generación del 27, con una poesía barroca, preciosista de temática frecuentemente religiosa. Se trata del grupo reunido en torno a la revista Cántico, agrupados en Córdoba, con autores como García Baena, Juan Bernier o Ricardo Molina. Junto a estos, en torno a la revista Postismo (abreviatura de postsurrealismo, de la que solo vio la luz un número), surge otro movimiento heredero del surrealismo anterior a 1936. Fundado por Carlos Edmundo de Ory, en su poesía, el deseo se constituye en el motor del mundo. Los principales recursos estilísticos son metáforas encadenadas que tienen su base en el sueño, la alucinación y el subconsciente, y reivindican la imaginación, el sentido lúdico del arte.

Poesía social

Los años 50 se caracterizan por la consolidación del llamado “realismo social”. El año 1955 es una fecha importante, pues dos libros de poemas marcan un hito: Pido la paz y la palabra de Blas de Otero y Cantos íberos de Gabriel Celaya. En ellos, ambos poetas superan su anterior etapa de angustia existencial para situar los problemas humanos en un marco social. Su estela será seguida por muchos de los que antes se inscribían en la “poesía desarraigada”.

En cuanto a la temática, hay que destacar la gran proporción que alcanza el tema de España, más obsesivo aún que en los noventayochistas y con un enfoque distinto (más político). Dentro de la preocupación general por España y del propósito de un realismo crítico, se sitúan temas concretos que resultan paralelos a los tratados en la novela y el teatro de la misma tendencia: la injusticia social, la alienación, el mundo del trabajo, el anhelo de libertad y de un mundo mejor… Estilísticamente, se trata de una poesía que emplea un lenguaje claro de tono coloquial, sencillo y directo, pues va dirigida a “la inmensa mayoría”; sigue la estela de Antonio Machado o Miguel Hernández.

Poesía del conocimiento

Desde finales de los 50 y ya en los años 60, comienza una renovación de quienes, sin dejar los temas sociales, buscaban una mayor elaboración del lenguaje poético y un desplazamiento de lo colectivo a lo personal. Para ellos, el poema es un instrumento que permite al ser humano -y, por tanto, al poeta-conocer el mundo, conocerse a sí mismo. Son los autores conocidos como la “Promoción de los sesenta”: Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, Carlos Barral, Ángel González, José Ángel Valente, Antonio Gamoneda, Francisco Brines, Claudio Rodríguez…

Se puede establecer una temática común a todos ellos: la reflexión sobre el paso del tiempo (el tiempo pasa y destruye, solo la infancia y la adolescencia se verán como un paraíso perdido); la amistad, el amor o el erotismo; la reflexión sobre la creación poética; en algunos poemas tratan asuntos de tema social y político, pero con ironía, un cierto distanciamiento autocrítico y una mayor perfección estilística.

En el estilo, es muy visible que el lenguaje conversacional, “hablado”, es compatible con una exigente labor de depuración y de concentración de la palabra. Cada poeta se propone la búsqueda de un lenguaje personal, nuevo, más sólido. Sin embargo, no les tientan las experiencias vanguardistas y frecuentemente, recurren al empleo de la ironía.

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