La Poesía Española de Posguerra (1939-1970): Corrientes, Figuras y Legado Literario


A partir de 1939, la poesía española se ve marcada por la trágica pérdida de figuras clave: Federico García Lorca fue vilmente asesinado, y Miguel Hernández murió, encarcelado, en 1942. La gran mayoría de los poetas partieron al exilio, configurando la España «transterrada». Aquellos que permanecieron en el país plasmaron sus sentimientos a través de diversas revistas literarias.

Años 40: La Poesía de Posguerra y el Testimonio

Antes, durante o inmediatamente después de la Guerra Civil, comenzaron a publicar jóvenes poetas nacidos alrededor de 1919, quienes componen la llamada Generación del 36. Se ha dicho que se trata de una «generación escindida» entre dos caminos principales: la «poesía arraigada» y la «poesía desarraigada».

  • Poesía arraigada: Es la de quienes se sienten serenamente conformes con su existencia y con el mundo. En formas clásicas, encierran una visión del mundo presidida por un afán optimista de claridad y perfección, a lo que se une un firme sentido religioso. En ellos dejaron honda huella los «poetas del Imperio», con Garcilaso a la cabeza (se les llamó garcilacistas). En esta línea se sitúan Luis Rosales y Leopoldo Panero.
  • Poesía desarraigada: Presidida, en cierto modo, por el Dámaso Alonso de Hijos de la ira, expresa la desazón y la angustia de quienes se sienten disconformes en un mundo que les parece caótico y doloroso. Su religiosidad conflictiva y su humanismo dramático hacen que se les incluya en las corrientes existencialistas (muchos desembocarán más tarde en la «poesía social»). Su estilo, frente al de los garcilacistas, suele ser bronco y menos preocupado por los primores formales. En esta línea se sitúan poetas como Victoriano Crémer y Eugenio de Nora.

La actividad lírica de esta época se centró fundamentalmente en la colaboración en revistas literarias:

  • Garcilaso: Agrupa, grosso modo, a los poetas más cercanos al régimen oficial, que cultivan una lírica de corte clásico, ofreciendo una visión optimista del hombre y el mundo (Luis Rosales, Leopoldo Panero…). Destaca el formalismo clasicista, el deseo de armonía, orden y claridad, la presencia de temas religiosos o patrióticos, el intimismo (poesía arraigada en la familia y en Dios) y la sencillez del lenguaje.
  • Espadaña: Es la revista de los poetas contrarios al régimen, que aportan una visión desarraigada de un mundo conflictivo e imperfecto (Leopoldo de Luis, Blas de Otero, Gabriel Celaya…). Destaca la necesidad imperiosa de expresarse con rabia, ira y violencia a través de un lenguaje agrio y directo, con una métrica basada en el verso libre y el versículo, y una presencia frecuente de traumas ocasionados por la guerra. Todo ello se manifiesta a través del desorden sintáctico, exclamaciones e interrogaciones, imágenes irracionales, técnicas surrealistas y en el marco de una religiosidad angustiada en lucha abierta con Dios.

Debe advertirse, con todo, que la distinción entre estas dos tendencias no es tajante. Por lo demás, surgen en aquellos años autores difícilmente clasificables; por ejemplo, José María Valverde o José Hierro. También el grupo Cántico de Córdoba (Pablo García Baena y otros) que cultiva una poesía pura. El amor es el tema fundamental (normalmente, amores prohibidos). Aparecen temas como el placer, el amor en libertad, la belleza y el arte. Su estilo es elegante, culto y refinado. Rechazan el prosaísmo, la queja, la denuncia o la angustia. Niegan la poesía arraigada. Otros, como Carlos Edmundo de Ory, lanzan un movimiento post-surrealista que se autodefine como Postismo. Por problemas con la censura, la revista Postismo solo publicó un número.

Años 50: La Poesía Social

La primera poesía de posguerra se caracteriza por un tono individualista. Los poetas alzan sus ojos a Dios para pedirle explicaciones acerca de lo que observan a su alrededor. Poco a poco, esta tendencia inicial se irá modificando, de manera que a finales de los cuarenta surge en España una poesía denominada «social», en la que asistimos a una evolución del yo al nosotros. Esta poesía surge con la intención de denunciar las injusticias sociales, la marginación, el paro y la falta de libertad. Es una poesía colectiva que rechaza el esteticismo y la poesía pura. La solidaridad será ahora una palabra clave.

Las intenciones de estos poetas hacen que se dirijan «a la inmensa mayoría» y con un lenguaje claro y directo. Muchos caerán así en una poesía «prosaica», de escaso interés, pero también es cierto que otros aciertan a descubrir las posibilidades y los valores poéticos de la lengua cotidiana.

Años 60: Hacia una Nueva Poética y la Poesía del Conocimiento

Se comprende que era ilusorio querer «transformar el mundo» con libros de poesía de tiradas limitadísimas. El despego de la poesía social irá creciendo en los años 60. No se abandona la preocupación por el hombre ni el inconformismo ante el mundo, pero domina ahora cierto escepticismo. Se retorna a un intimismo (llamado «poesía de la experiencia») al que corresponde un estilo que huye del patetismo, un estilo antirretórico pero depurado y denso. Los temas más frecuentes son la amistad, el amor, el trabajo, la infancia y la juventud idílicas (desde una perspectiva irónica o escéptica). Destacan Jaime Gil de Biedma y José Manuel Caballero Bonald.

Los Novísimos

Tras la revolución cultural del «mayo del 68», surge un nuevo grupo de poetas conocido como «Generación del 68» o novísimos. Plantean un amplio concepto de la cultura, que incluye manifestaciones marginales (el cómic, el cine, nuevas formas musicales como el pop o el jazz). Junto con esta línea pop, otros novísimos –los culturalistas– optan por una poesía decadentista inspirada en la obra del griego Kavafis y toman a Venecia como el centro de su estética. Los novísimos sienten a Aleixandre o Cernuda como modelos. Vuelven sus ojos a las artes, la música, la historia… Destacan Pere Gimferrer, Guillermo Carnero y Leopoldo M.ª Panero. Son poetas que no conocieron la Guerra Civil y que, en su mayoría, comienzan a escribir en una «sociedad de consumo». Se percibe en ellos una nueva sensibilidad, formada tanto por muy amplias lecturas de autores como por los «tebeos», el cine o la música. Exaltarán los placeres sensoriales y la belleza, y los temas históricos, junto a preocupaciones existenciales y espirituales. Aunque, ante la sociedad, adoptan una actitud irónica, abominan de la «poesía social».

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