La Restauración Borbónica en España (1874-1902)
La Restauración es un periodo de estabilidad que se inicia tras el golpe de Estado de Martínez Campos, que puso fin al tormentoso periodo del Sexenio Democrático. El golpe fue dado en diciembre de 1874 y proclamó rey a Alfonso XII, hijo de Isabel II, quien había partido al exilio con su madre y regresó a España en enero de 1875.
Antes del golpe de Estado, Cánovas del Castillo había planificado la restauración de la monarquía borbónica mediante la proclamación de Alfonso XII como rey por unas nuevas Cortes, pero el golpe de Estado frustró su plan. Además, Cánovas había diseñado un sistema político que se mantendría en funcionamiento durante todo el periodo de la Restauración.
El Sistema Político de la Restauración: Bipartidismo y Turno Pacífico
El sistema de la Restauración, diseñado por Cánovas del Castillo, mezclaba la tradición española (monarquía, relación Iglesia-Estado) con elementos del sistema parlamentario inglés (bipartidismo, supremacía del poder civil). El sistema consistía en un turno pacífico de dos grandes partidos dinásticos: el Partido Conservador, liderado por Cánovas, y el Partido Liberal, encabezado por Sagasta.
Características de los Partidos Dinásticos
- Partido Conservador: Defendía la monarquía tradicional, otorgando amplios poderes al rey, un Estado centralista, la propiedad privada, un sufragio censitario, un Estado confesional y unas libertades y derechos restrictivos.
- Partido Liberal: Difería del Partido Conservador en que este último mantenía un distanciamiento con la Iglesia, defendía el sufragio universal (a partir de 1890) y unos derechos y libertades más permisivos.
Mecanismo del Turno Político
Cuando el partido en el poder entraba en crisis, el rey intervenía: disolvía las Cortes, convocaba elecciones y nombraba un nuevo jefe de gobierno del partido opuesto, quien se encargaba de la celebración de las elecciones. El proceso seguía el siguiente orden:
- Primero, se nombraba al ministro de Gobernación.
- Después, se producía el encasillado, es decir, se acordaba el reparto de los escaños.
- Finalmente, se cambiaban los gobernadores civiles, se ponía en marcha la mecánica electoral y entraban en acción los caciques locales. Estos, generalmente dueños de tierras y fábricas, utilizaban su influencia económica para asegurar que los ciudadanos votaran al partido al que le correspondía el turno, cumpliendo así las instrucciones del ministro de Gobernación.
Este fue el funcionamiento del sistema, que se mantuvo gracias al acuerdo tácito entre ambos partidos y a que ninguno se salía de su «papel».
La Constitución de 1876 y el Reinado de Alfonso XII
Alfonso XII fue bien recibido en España, especialmente por los grupos conservadores (alta burguesía industrial y financiera, Iglesia, ejército, terratenientes). A su llegada, se celebraron elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal, que fueron amañadas, dando la victoria al Partido Conservador de Cánovas.
Las Cortes elaboraron la Constitución de 1876, una constitución breve que respondía a los principios básicos del liberalismo doctrinario, estableciendo la soberanía compartida. Presentaba una división de poderes en la que el poder ejecutivo recaía sobre el rey, quien además tenía la facultad de convocar, disolver y suspender las Cortes, y derecho de veto; el poder legislativo se encontraba en manos del rey y de las Cortes bicamerales, formadas por el Senado (compuesto por personas de derecho propio y elegidas por el rey y corporaciones) y el Congreso (electo por sufragio censitario hasta 1890 y, posteriormente, por sufragio universal); y el poder judicial, en manos de los jueces y tribunales. Establecía, también, la confesionalidad del Estado (con libertad de culto en privado y mantenimiento de la Iglesia) y remitía los derechos y libertades a leyes posteriores. El sufragio quedaba remitido a leyes posteriores, lo que permitía su fácil modificación.
La Oposición al Sistema de la Restauración
Los partidos opositores tuvieron su evolución fuera del sistema del turno.
Oposición Republicana
Del republicanismo, fuertemente dividido y con sus principales representantes en el exilio, surgieron las siguientes corrientes:
- Partido Republicano Posibilista (P.R.P.): Liderado por Castelar, dispuesto a aceptar la monarquía siempre que esta asumiera algunos principios básicos del republicanismo.
- Partido Republicano Progresista (P.R.P.): Dirigido por Ruiz Zorrilla, que tuvo cierta influencia en el ejército y optó por la vía insurreccional, aunque sin éxito por falta de apoyos.
- Partido Republicano Centralista (P.R.C.): Con su líder Salmerón, una escisión del partido de Zorrilla en 1883 que no apoyaba la vía insurreccional.
- Partido Republicano Federal (P.R.F.): Dirigido por Pi y Margall, con mayor influencia entre el pueblo, aunque debía enfrentarse al PSOE de Pablo Iglesias.
El republicanismo se recuperaría electoralmente tras su fracaso, ayudado por la implantación del sufragio universal masculino, y se crearía la Unión Republicana.
Oposición Carlista
Por otro lado, la oposición carlista entró en una grave crisis debido a la prohibición de la estancia de Don Carlos en España, a que la Constitución descartaba la posibilidad de que un Borbón de la rama carlista reinara, a la derrota en la Tercera Guerra Carlista y, sobre todo, al hecho de que algunos de sus principales dirigentes (como Cabrera) aceptaran a Alfonso XII como rey.
Carlos VII encargó la reorganización del movimiento carlista a Cándido Nocedal, quien aseguró la fuerza de las zonas de influencia tradicionales (Cataluña, País Vasco y Navarra) con la creación de los círculos carlistas, que trató de extender al resto del territorio sin éxito. El carlismo reformado renunció al Antiguo Régimen y aceptó el sistema liberal-capitalista, pero mantuvo el catolicismo, el fuerismo, etc. El partido carlista mantuvo también su carácter insurreccional con algunos movimientos fracasados, y creó una milicia denominada El Requeté. Dentro del partido se produjo una escisión en 1888, tras la cual Ramón Nocedal fundó el Partido Católico Nacional, de carácter integrista y no carlista.
Otras Fuerzas Políticas Opositoras
Otra fuerza política opositora de derechas fue la Unión Católica, que se uniría al Partido Católico Nacional; y de izquierdas, hubo diversos partidos liderados por antiguos dirigentes que no tuvieron una fuerte implantación.
Los Nacionalismos Periféricos
Nacionalismo Catalán
El nacionalismo catalán fue el pionero. El desarrollo industrial favoreció el crecimiento de una burguesía importante que no sentía representados sus intereses en el gobierno de Madrid, ya que deseaba mayores medidas proteccionistas para su industria. Esto se unió al renacimiento cultural (la Renaixença) de mediados del siglo XIX y dio lugar al catalanismo político, que se encontraba dividido en varias corrientes:
- La tradicionalista, con su mayor representante en el obispo Torras i Bages.
- La progresista de carácter federalista, con su representante Valentí Almirall, quien fundó en 1882 el Centre Català (autonomista).
Un paso muy importante para el catalanismo fue la elaboración de las Bases de Manresa, un documento producido por la Unió Catalanista de gran importancia hasta el primer tercio del siglo XX, que pretendía otorgar poder y autonomía a Cataluña a través de un pacto con la Corona. Posteriormente, Enric Prat de la Riba, junto con Francesc Cambó, creó la Lliga Regionalista, que tuvo éxito y se convirtió en el principal partido catalán durante el primer tercio del siglo XX.
Nacionalismo Vasco
El nacionalismo vasco, de carácter rural, católico y conservador, tuvo en Sabino Arana su figura principal. Arana sentía una fuerte pasión por la cultura vasca (Euskal Herria), estudió el euskera y lo dotó de sus reglas y estructura actual. Arana condenó a los ciudadanos vascos por mezclarse con los castellanos y aspiraba a la revitalización de la cultura vasca (lengua, costumbres), la defensa de la tradición y del catolicismo, así como a la búsqueda de la pureza racial. Estas propuestas calaron en los grupos burgueses y llevaron a la fundación del Partido Nacionalista Vasco (PNV), que desde un principio se proclamó independentista, aunque esta posición fue evolucionando hacia el autonomismo.
Nacionalismo Gallego
El nacionalismo gallego fue de carácter estrictamente cultural hasta el siglo XX. La conversión de la lengua gallega en una lengua literaria a mediados del siglo XIX dio lugar al nacimiento de la corriente del Rexurdimento (con su figura literaria más importante: Rosalía de Castro). Los gallegos comenzaron a culpar a España del atraso cultural de Galicia y de la necesidad de emigración de muchos de ellos. El principal representante del nacionalismo gallego fue Vicente Risco, ya en la segunda década del siglo XX.
Otros Nacionalismos
Otros nacionalismos de menor relevancia fueron el valencianismo, el aragonesismo y el andalucismo, con sus representantes principales Teodor Llorente, Joaquín Costa y Blas Infante, respectivamente.
La Crisis Colonial y el Desastre del 98
La Cuestión Cubana
Tras la Paz de Zanjón (1878), España no cumplió su promesa de conceder ciertos derechos y autonomía a Cuba, ni la abolición de la esclavitud. Esto llevó a la Guerra Chiquita (1879-1880), que fracasó. Durante este tiempo, en Cuba, al igual que en España, se había desarrollado el bipartidismo: el Partido Autonomista, de mayoría cubana, que pedía autonomía sin llegar a la independencia, y la Unión Constitucional, de mayoría de españoles situados en la isla.
El Partido Liberal de Sagasta había tratado de ir concediendo a Cuba lo prometido, pero tan solo consiguió implantar la abolición de la esclavitud (1888). No consiguió más, ya que entraba en conflicto con los intereses económicos de España. En 1893, se intentó variar el estatuto colonial, pero no se consiguió.
Ese mismo año, José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, que consiguió apoyos en el exterior, sobre todo de Estados Unidos. Este partido tenía una amplia base social que apoyaba el independentismo.
El gobierno español, en 1891, elevó las tarifas arancelarias para los productos importados a la isla no españoles (el Arancel Cánovas), lo cual perjudicó a Estados Unidos. El descontento norteamericano quedó manifestado cuando el presidente McKinley amenazó con cerrar las puertas del mercado estadounidense al azúcar y el tabaco cubanos. Esto provocó en España el temor a que Estados Unidos colaborase en la insurrección cubana, y así fue.
Pocos años después, con el Grito de Baire (1895), dio comienzo la rebelión, que se inició en la zona este de la isla y pronto se extendió a la capital (zona occidental). Para sofocarla, Cánovas envió a Martínez Campos, quien no logró reprimir la rebelión, por lo que fue sustituido por Valeriano Weyler. Este inició una férrea represión y, para evitar que la insurrección se extendiera entre los campesinos, organizó las concentraciones de campesinos, aislándolos para que no pudieran entrar en contacto con los revolucionarios. La guerra tuvo lugar en la selva, lo que perjudicó a los soldados españoles, quienes no estaban entrenados para ese tipo de conflictos y se vieron afectados por las enfermedades tropicales, que hicieron aumentar la mortalidad. Tras el asesinato de Cánovas (1897), se inició un gobierno liberal que destituyó a Weyler, quien fue sustituido por el general Ramón Blanco. Este último inició una estrategia de negociación, pero era demasiado tarde y fracasó.
La Cuestión Filipina
Al mismo tiempo, se desarrolló en Filipinas un movimiento independentista con la formación de la Liga Filipina, fundada por José Rizal (1892), y la organización clandestina Katipunan. La insurrección se extendió y el general Camilo Polavieja llevó a cabo una política represiva. El gobierno de 1897 nombró capitán general a Fernando Primo de Rivera, quien promovió una negociación con los jefes de la insurrección, dando lugar a una paz momentánea.
Intervención de Estados Unidos y Fin del Conflicto
Estados Unidos intervino del lado de los insurrectos y derrotó a España tanto en Cuba (Batalla de Santiago) como en Filipinas (Batalla de Cavite). La guerra finalizó con la Paz de París, por la que España perdió Cuba, Filipinas y Puerto Rico, que pasaron a ser protectorados estadounidenses.
Consecuencias del «Desastre del 98»
Las consecuencias del «Desastre del 98» fueron más un desastre moral y social que económico.
- Económicamente: La repercusión fiscal fue una subida de impuestos para sufragar los gastos de la guerra, lo que, unido a la situación de los combatientes, aumentó el malestar social. Sin embargo, tuvo como aspecto positivo un gran beneficio derivado de la repatriación de capitales, que sirvió para financiar la banca y la industria, sobre todo en la cornisa cantábrica.
- Políticamente: No provocó una crisis de régimen inmediata, pero sí favoreció la aparición de corrientes ideológicas que criticaban el sistema: el Regeneracionismo y la Generación del 98. También estimuló los nacionalismos, dejó patente la incapacidad de los partidos del turno y la necesidad de establecer reformas. Además, supuso el descrédito del ejército.