Morfologia de la oracion


EL LENGUAJE Y LA GRAMÁTICA EN LA ANTIGUA GRECIA

El lenguaje: naturaleza o convención


Buena parte de los grandes temas del pensamiento occidental tienen en la antigua Grecia su punto de partida. A lo largo de la historia podemos observar el desarrollo de dos tendencias lingüísticas: una corriente teórica o especulativa que trata de indagar sobre la naturaleza del lenguaje y una corriente practica que estudia lenguas concretas con el fin de establecer sus clases gramaticales o partes de la oración.
Ambas tendencias se inician ya en Grecia.
El problema que se plantea es, pues, el del origen y la naturaleza de las palabras y nace de una pregunta central:

Qué relación existe entre las palabras y lo que estas designan

Esta cuestión, y el subsiguiente debate, se inscribe en un ámbito mas amplio: el origen y la naturaleza de las leyes que regían la vida de la polis. Para su asombro, pudieron observar que los habitantes de estos pueblos eran, por naturaleza, semejantes a ellos… y, sin embargo, tenían diferentes normas de comportamiento. Las reglas procedían no de una instancia superior al hombre, sino del hombre mismo y, por tanto, eran los hombres quienes podían sustituir una convención o pacto por otro. Se había descubierto el relativismo de las leyes por las que se regía la comunidad.
Estamos ahora en condiciones de situar la polémica lingüística en su marco adecuado: no es una pura y aislada discusión sobre el lenguaje, sino que se inscribe en preocupaciones de mayor alcance.


La obra básica que nos ilustra sobre este problema, en su consecuencia lingüística, es el Cratilo de Platón.
En el dialogo participan Hermógenes (pro convencionalista)
y Cratilo (pro naturalista)
y Sócrates el moderador no imparcial de la polémica. La discusión se inicia con el examen de lo que significa el nombre Hermógenes. Cratilo, defensor de la tesis naturalista, parece negar incluso la existencia de la diversidad de lenguas, al considerar que la palabras emanan de las cosas y son su fiel representación. Por el contrario, Hermógenes defiende la postura convencionalista: en su opinión cualquier nombre que damos a una cosa es un nombre correcto y si lo cambiamos por otro, este será tan correcto como el primero.
En definitiva, lo que plantea en el dialogo de Platón no es sino una discusión sobre la corrección o no corrección de las palabras; sobre si conviene o no, por naturaleza, a las cosas designadas; sobre las características de ese lazo que conecta una señal con lo señalado. Y el peso de la argumentación, como acabamos de apuntar, se orientó hacia la defensa de la tesis naturalista. La defensa de esta postura se asentó sobre dos pilares: la etimología y el simbolismo fonético. Por lo que a la etimología se refería ciertos nombres griegos fueron explicados por medio de otros nombres.
El segundo argumento resulta, desde ciertas perspectivas algo menos grosero que el recurso a seudo-etimologías. En definitiva, a los objetos suaves le corresponderán palabras en la que aparezcan la letra «lambda» considerada como suave; a los objetos ásperos se les asignarán vocablos que contengan la «gamma»,


considerada como áspera; las acciones o movimientos serán designados con palabras que posean la «ro» porque imita el movimiento; etc.

En esta primera discusión de tipo teórico de que tenemos noticia y es extremadamente interesante en sus propósitos: se trataba de indagar sobre la fuente de lenguaje y sobre su naturaleza. Pero ni la metodología utilizada fue la correcta, ni las conclusiones fueron atinadas.

La estructura del lenguaje


La dos posiciones que acabamos de describir tuvieron su prolongación en el siglo III y II a.C. en una disputa entre lo anomalistas y los analogistas.
Los anomalistas consideraban que el lenguaje era destacable el desorden, mientras que para los analogistas predominaba la regularidad.
Los anomalistas eran defensores de las tesis naturalistas;
Los analogistas en cambio derivaban del convencionalismo.
Históricamente, estas son las conexiones que se produjeron entre los partidarios de una y otra posición: los naturalistas dieron en ser anomalistas; los convencionalistas en analogistas.
La controversia a la que nos estamos refiriendo tuvo que ver, como afirma Robins, con la importancia que el orden y, en especial, la regularidad proporcional tenían en la lengua griega y, por implicación, en el lenguaje en general, y hasta qué punto las irregularidades, las anomalías formaban parte de la misma. En este sentido, debemos decir que la polémica es, desde un punto de vista estricto, mas lingüista que la anterior, en la medida en que aqui se discute sobre las características del propio


sistema de la lengua, sin referencias a factores extralingüísticos. Pero históricamente se debatía si el mundo era «caos» (si estaba regido por la casualidad y el desorden) o era «cosmos» (si predominaba en él el orden y la proporción). Atenas vivió todo su esplendor como centro político y cultural del mundo griego. Ahora, la capitalidad de la cultura está escindida en los centros de Pérgamo y de Alejandría.
Los filósofos estoicos, partidarios de la anomalía, observaron predominantemente los desajustes designativos y lo que hoy algunos llaman > a la regularidad morfológica. Los filósofos alejandrinos, en cambio, dirigieron su interés hacia la observación de los fenómenos de regularidad.

En realidad, una consideración parcial y partidista de las lenguas naturales podría dar pie a cualquiera de las dos posiciones que comentamos. Los analogistas centraron la atención en proporciones tales como la de género (perro-perra, etc.), la de número (mesa-mesas, etc.) y la de los paradigmas verbales regulares (abro-abriste-abrirás, etc.). Los anomalistas atienden a los desajustes de género (toro-vaca, etc. Y elementos sin flexión de género mosca, etc.), a los de número (síntesis, etc.) y a los de los verbos irregulares (soy-fui-serás, etc.).
Los anomalistas estoicos problematizaron sobre algo que excedía del dominio puramente gramatical: trataron de indagar sobre el lenguaje como medio de designación y destacaron, como no tenían más remedio que hacerlo, que no existía una relación unívoca entre palabra y significado.


Los objetivos de los filólogos alejandrinos fue la necesidad de elaborar una gramática del griego clásico lo que determinó el establecimiento de los paradigmas regulares de la lengua y, en definitiva, el analogismo. La orientación analogista en la base de una gramática occidental que establecería las partes de la oración de una lengua tras reconocer ciertos rasgos que permitían la agrupación de las palabras en clases de palabras.

Los orígenes de la gramática occidental


Las partes de la oración debemos considerarlas como el primer caso en el estudio sistemático de las lenguas. Una cosa es decir que en griego existen palabras y otra muy distinta afirmar que en griego existen clases de palabras. Una aseveración del segundo tipo implica el conocimiento de un rasgo común y distintivo para toda una serie de palabras y hace posible su agrupación en clase. Una cosa es afirmar la existencia de sonidos del habla y otra muy distinta es establecer que hay tipos invariantes de sonidos que se definen o delimitan por la presencia de ciertos rasgos que cumplen una función distintiva.
En la antigua Grecia se dio el paso decisivo para el establecimiento de las clases gramaticales o partes de la oración.

La primera gramática que se conserva es el Arte gramatical atribuido a Dionisio, alejandrino

Ya Platón en el Cratilo, establecía de pasada una distinción entre ónoma (nombre) y rhêma (verbo), entendiendo que eran los elementos básicos constitutivos de la oración. Con la combinación de las sílabas, formaremos nombres y verbos.


Y con los nombres y los verbos construiremos una expresión grande, hermosa y completa.
Aristóteles recoge esta primera clasificación y añade el sýndesmos (conjunción). Eran por tanto los elementos de que estaba necesitada la oración para ser una expresión completa.
Platón y Aristóteles no eran gramáticos y sus divisiones de la oración no obedecían a criterios gramaticales. Los estoicos llegaron a establecer seis partes de la oración: nombre común, nombre propio, verbo, preposición (y conjunción), pronombres (y artículos) y adverbios. Notemos que, en parte, esta división no se basaba en criterios formales o morfosintácticos, sino más bien semánticos.
Los estoicos fueron los primeros que, al estudiar las relaciones entre palabras (semaínon), su significado (semainómenon) y la cosa( tynchánon), establecieron de forma bastante explícita lo que hoy conocemos con el nombre de «triangulo semántico» y postularon una relación natural entre la palabra y la cosa.
Platón y Aristóteles, consideraron la oración como una expresión completa, compuestas por sujeto y predicado. Estas oraciones se analizaban en cuatro niveles: las letras y las sílabas constituían los dos primeros, sin significado; mientras que las palabras y las frases conllevaban significado.
Con relación al nombre establecieron cinco casos para el griego: nominativo (agente), vocativo (llamada), acusativo (del efecto causado por el nominativo), genitivo (o caso general) y dativo (o del destinatario). Por lo que al verbo se refiere, tuvieron especial interés en el estudio del tiempo.


Suele decirse que la gramática occidental tienen su origen en la obra de los filósofos alejandrinos


La realidad es que ya los filósofos estoicos trazaron las líneas maestras de la gramática, tanto por lo que se refiere al concepto de oración, como por lo que atañe a sus partes y a los accidentes de cada una de ellas (caso género, tiempo, etc.).
La gramática atribuida a Dionisio de Tracia está considerada como el compendio de los conocimientos alejandrinos sobre la lengua griega. Hasta bien entrada la Edad Media fue la llave que permitió acceder al conocimiento de la lengua griega y antes fue ampliamente imitada por los gramáticos latinos.
En un principio se entendió que la gramática tenía como tarea el aprendizaje de «la lectura en voz alta, la escritura, el conocimiento de los valores de la letras y su combinación en sílabas». Con los alejandrinos la gramática eleva sus prestaciones y se instituye como el primer paso del trayecto filológico.
Hay que advertir que para los griegos existían cuatro niveles, progresivamente ascendentes, en el caso al conocimiento: peîra (habilidad), empeiria (conocimiento práctico), téchê (arte) y episteme (ciencia).

La Téchne es una gramática de la palabra


Por debajo de la palabra no se reconocen unidades menores. No obstante, hay que introducir un importante matiz: al caracterizar al nombre y el verbo se aludirá, con relativa extensión, a sus variaciones formales y en este sentido puede afirmarse que se sientan las bases para la descomposición de la palabra en morfemas. Las partes de la oración quedarán establecidas en


ocho y, como antes hemos señalado, este número se mantuvo con bastantes estabilidad en las gramáticas posteriores:

Nombre, verbo, participio, artículo, pronombre, preposición, adverbio y conjunción

A partir de Donato y Prisciano, organizaron las clasificaciones recurriendo a criterios dispares: el formal, el funcional y, sobre todo, el nominal, abiertamente entremezclados. La gramática del alejandrino era una gramática de orientación formal y fue el reconocimiento de las formas gramaticales lo que le permitió establecer las partes de la oración, para el autor de la Téchne el nombre se caracteriza ante todo por tener caso; el verbo, por no tenerlo y sí, en cambio, tiempo; el participio posee caso y tiempo; el adverbio carece de flexión; etc. Es decir, son sobre todo las diferencias formales las que dan pie para hablar de diferentes grupos o clases de palabras. Y solo en tres ocasiones se aludirá a las características nocionales en términos típicamente estoicos: el nombre designa una cosa o una acción; el verbo denota o acción o pasión; el pronombre designa persona determinada.
La existencia de ese inmenso cajón de sastre constituido por la séptima parte de la oración: los adverbios. En ella se reúne palabras como ahora, ay, cómo, sí, etc. Solo hay un motivo que nos permita entender esta heterogénea clasificación: ninguno de estos elementos tiene flexión y, al faltar aquello que le permitía a Dionisio de Tracia establecer clases distintas, no tuvo más remedio que colocarlos en un mismo casillero.

Si nos hemos detenido en la presentación de la gramática de Dionisio de Tracia es porque históricamente está en la base misma de la gramática tradicional.
Apolonio Díscolo estableció que las letras eran elementos constitutivos de las sílabas así como las palabras lo eran de las oraciones gramaticales. Y así como las vocales por sí mismas podían formar sílaba, así también las dos partes mayores (nombre y verbo) podían constituir una oración.
La Sintaxis de Apolonio Díscolo fue considerada por Prisciano como el más alto punto de referencia entre las gramáticas griegas, y su autor como maestro indiscutible al que era preciso seguir en todo momento. Con el trabajo de los estoicos y las obras de la escuela de Alejandría se habían echado los cimientos de la tradición gramatical de occidente

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