Personajes de la obra la divina comedia


Jorge Manrique nacíó hacia 1440, probablemente en Paredes de Navas, en una de las familias castellanas más ilustres. SU familia participó en las luchas políticas que sacudieron la Castilla de su tiempo hasta la consolidación del poder de los Reyes Católicos. Murió en 1479, en una de estas batallas. Su obra, exceptuando las Coplas a la muerte de su padre, pertenece al tipo de poesía cortesana propia de su época, y en ella predomina el tema amoroso.
Las Coplas debieron de ser compuestas entre 1477 y 1478, ya que en 1476 muere su padre y en 1479 él mismo, aunque cabe la posibilidad de que la parte inicial, donde no hay referencia alguna a la muerte del padre, sea anterior. Por el tema, pertenecen al género elegíaco.

La elegía es un poema lírico en que se lamenta la muerte de una persona o cualquier otro acontecimiento digno de ser llorado. Es habitual que aparezcan en ella consideraciones generales sobre la muerte, el lamento de los supervivientes o planto y una alabanza del difunto o panegírico.

Aparecen diversos temas, entre ellos la mortalidad, el tiempo, la fama, la Fortuna, y la fu­gacidad de todo lo terreno. Quizá el más importante sea la con­dición mortal del ser humano.

Las


Coplas:


carácterísticas y recursos estilísticos.
Como ser­món funerario que es, tiene los tres objetivos clásicos del ser­món: enseñar, deleitar y conmover. El primero se refleja en el estilo expositivo y el tono sentencioso. «Deleitar» se identifica con el cuidado de la forma. El deseo de «conmover» se logra mediante el tono exhortativo, de apelación al receptor.
Las Coplas recogen el saber de su tiempo en los temas que tratan, sin que puedan rastrearse fuentes concretas. Parte de su orí­ginalidad consiste precisamente en presentar lo que dice como algo consabido, al tiempo que renueva materiales de larga tra­dición poética.
Entre los aciertos del poeta destaca su habilidad para escoger el punto de vista más amplio posible ante el tema, en este caso la condición mortal del ser humano, que implica a todo recep­tor sin excepción de época o lugar. Hay además un gran equili­brío entre el enfoque general del tema (la condición mortal humana) y el particular (la muerte de su padre).
Finalmente, es de destacar su capacidad selectiva. Entre los materiales que le ofrece la tradición, Manrique realiza una cui­dadosa selección.
Rechaza la tradición macabra de las Danzas de la muerte, con su insistencia en los aspectos más desagradables del hecho, opta por un estilo más sobrio.
Desecha también la tradición alegórica procedente de la Divina Comedia, escrita en el primer cuarto del Siglo XIV por poeta italiano Dante Alighieri, por recargada y vacía, en favor de un estilo más sencillo, que además resulta más auténtico. La sobriedad es pues su elección, tanto en lo emotivo como en lo estilístico.

Las Coplas:


estructura y contenido. La estructura de la obra sigue un proceso que va de lo general, la condición mortal del hombre, a lo particular, la muerte de don Rodrigo Manrique. Esta organización de la obra tiene la doble ventaja de situar el elogio de la figura de don Rodrigo sobre una base filosófica y existencial sólida, que justifica tal elogio, al tiempo que reserva al protagonista el lugar más destacado de la composición.
La primera parte de la obra (coplas I a XXIV) induce a la reflexión sobre el sentido de la vida a partir de su fugacidad. Al prin­cipio (coplas I a XIII) se expone cómo el objetivo de la vida terre­nal es ganar la vida eterna, dado que los bienes humanos son tan transitorios como el propio ser humano. La juventud, la belleza, la condición social, las riquezas, sucumben ante el tiempo, la Fortuna y la muerte.
Ejemplificando esta visión de la vida, el autor evoca a algunos de los protagonistas del pasado inmediato castellano, para seña­lar cómo no sólo han desaparecido físicamente, sino también de la memoria de la gente. Esta parte del poema (coplas XIV a XXIV) adopta la forma del tópico del ubí sunt (‘¿dónde están?’). Este tópico, de origen bíblico y muy utilizado en la Edad Media consistía en preguntar retóricamente qué se había hecho de una serie de personajes importantes tomados de la Antigüedad clási­ca. La respuesta, sobreentendida, apuntaba a la temporalidad de la condición humana. Manrique mantiene la forma y el sentido de este tópico, renovándolo al sustituir la extensa nómina de personajes del mundo antiguo por una corta lista de personajes próximos en el tiempo y el espacio. Acerca así la materia a la sen­sibilidad de sus oyentes y gana en fuerza al mostrar que éstos también han sido olvidados. Todo un estilo de vida, cortesano y placentero, resulta además enjuiciado.
La segunda parte del poema (coplas XXV a XL,) se centra en la figura de don Rodrigo Manrique. El elogio del difunto o pane­gírico (coplas XXV a XXXIII) se inicia con su comparación con personajes del mundo clásico que han pervivido en el recuerdo por sus virtudes (vida de la fama). Luego el poeta pasa a aspectos más concretos de la biografía del difunto. A partir de la estrofa XXXIV se inicia el diálogo de don Rodrigo con la Muerte, que anima al caballero a abandonar este mundo con la conformidad propia del cristiano que confía en la vida eterna, cosa que don Rodrigo hace, después de encomendarse a Dios y rodeado de los suyos
Destacan en la obra las siguientes ideas: la reivindicación de la vida desde una óptica cristiana como lugar donde ganar el cielo; la idea de las tres vidas: la terrenal, la de la fama y la vida eterna; el estoicismo, ideal de serenidad ante la adversidad; la importancia de la Fama, elemento prerrenacentista; la Fortuna, alegoría de que los estados humanos son transitorios.
La Celestina
El texto y el autor.
La Celestina, una de las cumbres de la lite­ratura española, ha planteado grandes interrogantes a los estu­diosos acerca del sentido de la obra, o de lo abrupto de su inicio o de la procacidad de algunas de sus escenas, e incluso acerca del autor. Por lo tanto, se han dado multitud de opiniones e inter­pretaciones que a menudo difieren radicalmente.
Existen dos versiones de la obra: la Comedia (16 actos) y la Tra­gicomedia (21 actos). La primera edición conservada de la Co­media es la de Burgos, publicada en 1499. En 1500 aparece la edi­ción de Toledo, donde se añaden los argumentos y que lleva por título Comedia de Calisto y Melibea. Esta edición incluye, además, un argumento general, unos versos acrósticos que señalán a Fernando de Rojas como autor de la obra, una carta del autor a «un su amigo» y los versos finales del editor Alonso de Proaza.
La primera edición española de la Tragicomedia de Calisto Melibea es la publicada en Zaragoza en 1507. La Tragicomedia pre­sentá bastantes cambios e interpolaciones con respecto al texto de la Comedia e incluye el denominado Tratado de Centuria (debí­do a la aparición de este personaje), que está formado por cinco actos que se insertan entre el XIV y el XV de la Comedia. En defi­nitiva, la Tragicomedia consta de veintiún actos.
La obra, que obtuvo un gran éxito, fue reeditada y traducida a casi todos los idiomas europeos. Por otra parte, la importancia. De Celestina llevó a que la obra fuera pronto conocida por su nombre.
Después de mucha controversia, la crítica parece haberse puesto de acuerdo en admitir que, como dicen los acrósticos y la carta a un amigo, el autor de toda la obra, con excepción del acto I, es Fernando de Rojas. El bachiller Fernando de Rojas, descendiente de conversos, nacíó en la Puebla de Montalbán (Toledo) en la de cada de 1470 y estudió Leyes en Salamanca. Posteriormente se
trasladó a Talavera de la Reina (de la que parece que llegó a ser alcalde) y allí se casó, tuvo seis hijos y murió en 1541. De entre los bienes que dejó al morir destaca su biblioteca, que contaba con libros de Petrarca y autores españoles y latinos.

El género


Tanto Rojas como Proaza la denominan obra dramática. Hasta el Siglo XVII todos la consideran como tal pero aunque totalmente dialogada, es demasiado extensa para ser representada. En el Siglo XIII y durante el Romanticismo , calificó de novela dialogada y, hoy en día, hay diversidad de opiniones, aunque la predominante es que el libro de Rojas es obra dramática que se inspira en la comedia humanística liana de los siglos xiv y xv, imbuida de la comedia romana y escrita principalmente en latín.
Hay una serie de rasgos propios de las comedias humanísticas que se pueden aplicar a La Celestina:
– Impresión próxima, amplia y móvil de la realidad cotidiana.
– Trama relativamente simple y lentamente desarrollada.
– Interés por las clases bajas y las escenas cotidianas.
– Importancia del diálogo, que oscila entre lo coloquial y lo cul­to, como recurso básico de la obra.
– Tratamiento libre, incluso inverosímil, del espacio y el tiempo.
– Aparición de héroes cuya pasión ilícita los lleva a ponerse en ma­nos de criados y alcahuetas que buscan el propio provecho.
Pero hay otros rasgos de La Celestina que no se hallan en la comedia humanística, como por ejemplo su final trágico. Este final, la profundidad de sus personajes (especialmente el de la vieja alcahueta), la brillantez de los apartes y del estilo hacen que la obra de Rojas supere a su modelo humanístico y se con­vierta en un libro originalísimo, con detalles novelescos, y espe­jo de un mundo burgués emergente.
Intención del autor y sentido de la obra.
La Celestinas fue escrita en un momento histórico muy particular. La Edad Media finalizaba y se iniciaba el Renacimiento con toda una serie de nuevas ideas y valores que en buena parte se opónían a los del periodo medieval. En la obra conviven ideas de ambas etapas históricas y ello ha dado pie a interpretaciones diversas y diver­gentes de lo que el autor pretendíó decir al escribir su obra. Al­gunas de las más importantes son:

La tesis cristiano-didáctica


Según algunos estudiosos, Rojas critica el loco amor de Calisto y sus consecuencias funestas -a través de la parodia y la tragedia- y su intención moralizadora sigue los pasos de los tópicos medievales más conocidos.

La tesis judeo-pesimista


Para otros críticos, la condición de con­verso del autor influye en la ausencia de lo religioso que se ob­serva en el libro, y el pesimismo escéptico que transmite. Se muestra una realidad en permanente contienda y en la que to­do se mueve impulsado por fuerzas ciegas e irracionales.

La tesis de la originalidad artística


Sin negarle a la obra un trasfondo moral, destaca su original valor artístico. No es la Providencia la que castiga, idea típicamente medieval, sino la ley fatal de la existencia humana.

La tesis de la crítica social


Se resta importancia al origen con­verso del autor. Hay un innegable fondo moralizador en la obra, pero la irrupción de una nueva conciencia de lo personal pro­duce una forma

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