Todo comenzó cuando tenía 17 años. En ese momento y actualmente, me encantan las mujeres maduras, pero en esa oportunidad fue con una vecina que me volvía loco. Buscaba cualquier excusa para verla o me la encontraba en los pasillos del edificio. La obsesión era tal que sabía las horas de sus salidas y llegadas, y siempre salía a su encuentro, pero siempre era un simple «Hola, ¿cómo estás?». Y yo me volvía loco nada más de verla. Era una mujer impresionante y, a pesar de tener dos hijos, estaba buenísima. Todo lo tenía en su lugar y lo que más me gustaba era cómo se vestía; siempre andaba muy sexy, todo lo que se ponía lo combinaba con zapatos de tacón alto y eso me excitaba demasiado (aún me encantan esos zapatos). Solamente veía sus zapatos y se me paraba, y eso era motivo de hacerme una paja con locura, imaginando que ella me violaba.
Un día en el edificio hicieron una reunión para rifar un puesto de estacionamiento para un carro y, como en mi casa no podía ir nadie, yo fui. Esa noche, estando en la reunión, entró mi vecina. Disculpen, se llamaba Cecilia. Por supuesto, ella se veía recién bañada, tenía el cabello mojado y un vestido negro pegado al cuerpo, y por supuesto, unos zapatos negros de tacón alto. Para mi suerte, se iba a sentar al frente de mí. Comenzó todo el mundo a hablar y yo pendiente de que se sentara para ver si podía verle sus pantaletas o algo para hacerme una paja esa noche. Terminó de hablar con otra vecina y se sentó. Al momento, cerró las piernas bien y no pude ver nada. Luego cruzó las piernas y no pude ver nada, pero en ese momento ella notó que la miraba y me dio pena. No podía verle la cara de la pena, pero mis deseos eran más grandes que mis penas y decidí seguir viendo. En el momento que le tocó su número, separó las piernas y se veía oscuro hacia adentro. Imaginé que tenía ropa interior negra, pero al rato las volvió a cruzar y me miró. Siguieron dando los números y cuando me tocó el mío, lo agarré y voltee a verla. Mi sorpresa fue que estaba hablando con el de al lado y tenía las piernas semi abiertas. Logré ver que no tenía nada abajo; se le veía la cuquita rica y se me paró al instante. Ella volteó y me miró; mi cara era tal que ella sonrió y comenzó a jugar con sus piernas para que yo la viera. Eso me puso a mil y ella lo que hacía era poner cara de pícara y seguir enseñándome todo. En lo que terminó la reunión, se paró todo el mundo y yo estaba tan excitado que no me podía parar. Me quedé sentado y ella se me acercó y me dijo en el oído que era un mirón y que le había encantado, que se imaginaba lo que yo iba a hacer esa noche. Me dio un besito en la mejilla y se fue. Esa noche me masturbé con locura.
Esos días la veía pasar y ella se me acercaba y me daba un besito y me preguntaba cómo estaba. Me preguntó que desde cuándo la miraba y yo le dije que siempre porque era una mujer espectacular y que me encantaba verla. Ella me dijo que el día de la fiesta se vestiría para mí. (A pocos días teníamos una fiesta en el edificio, en el salón de fiestas).
Llegó el día y llegué de primero a la fiesta. No quería perderme su entrada. Yo estaba con mi familia completa (papá, mamá y hermano) y ella llegó con su esposo e hijos. Su entrada fue impactante; todo el mundo la vio. Al entrar, me miró seriamente y pasó por el frente de nuestra mesa para que la viera y se pararon a saludar a mis padres y a nosotros. Siguieron y se sentaron en la mesa de al lado y ella se ubicó donde yo la viera. Tenía un vestido con un cierre en todo el medio, le llegaba a las rodillas y unos tacones altísimos; todo era rojo. Al sentarse, metió las piernas debajo de la mesa y volteó a verme y se sonrió como diciendo: hoy no podemos jugar. Pero al pasar la noche, entre tragos y música, se alborotó la fiesta y me atreví a sacarla a bailar. Le pedí permiso a su esposo y él me dijo que no había problema. Bailando con ella estaba a millón y ella me dijo al oído que en un rato iba a comenzar el show. Se acabó la canción y nos fuimos a sentar. La dejé en su mesa y yo me fui a la mía. En ese momento, ella se sentó como acalorada, remangó su vestido y puso las piernas hacia fuera de la mesa para darme el show. Comenzó a enseñarme su pantaletas; también eran rojas y yo estaba emocionado. Al rato, ella se paró y fue al baño. A su regreso, se sentó igual, pero en lo que abrió las piernas no tenía nada abajo y yo le veía su cuquita y los tacones y me quería masturbar allí mismo. Ella se reía y comenzó a jugar con unos hielos; se los chupaba y se los pasaba por su cuello. Al rato, me mandó una nota con su hija que decía: quiero verte el pene, sácatelo. Así lo hice; ella metió la mano debajo del vestido y comenzó a masturbarse viéndome mi miembro bien parado. Eso me encantó, pero me daba miedo que me vieran, pero estaba pilas para que nadie se percatara de lo que estaba pasando. Comenzó a ponerse caliente y yo igual, viéndola y haciéndome una paja. Parecía un sueño verla en esas cosas, pero era real. Al rato, acabé y ella comenzó a sonreírme. Me limpié y guardé mi pene y ella se sacó la mano de su cuquita. Estaba enloquecido. Ella se levantó y me sacó a bailar; era un merengue bien rico y comenzó a decirme al oído lo rico que había estado todo y que se moría de ganas porque la violara en el medio de esa pista, ya que estaba muy caliente.
La fiesta estaba terminando y ya se había ido mucha gente. En mi mesa quedábamos solo mi hermano y yo. Al rato, se levantó su esposo, cargó a una de sus hijas y ella agarró a la otra. Pasaron por la mesa y se despidieron. Ella me dijo en voz alta y delante de su marido: estamos pendientes, bailas muy rico, te felicito, sueña bonito. Al rato, ya me iba y ella regresó. La vi entrar y me senté. Pasó y me dijo que venía a buscar la chaqueta de la hija. De regreso, se acercó a la mesa y al oído me dio las gracias por la masturbada y me dijo que se iba a violar a su esposo porque estaba muy caliente, que él la estaba esperando, pero que se iba a imaginar que era yo y me pidió que me masturbara pensando en ella, que me quedara tranquilo porque lo de esta noche no se quedaba así. De despedida, me dio un beso en la boca sin que nadie nos viera. Así lo hice; me fui y me masturbé pensando en ella, en lo que me había calentado y en la imagen que tenía de sus piernas, cuca y zapatos de tacón que me matan.
A los pocos días, en el estacionamiento vi al esposo de mi vecina arreglando el carro y me acerqué para prestarle ayuda. Aceptó porque solo no podía. Me puso a agarrar unas piezas mientras él las ajustaba y allí estuve como 2 horas ayudándolo hasta que el carro encendió. Me dio las gracias por mi ayuda y, como estábamos full de grasa, sacó una crema para quitar la grasa, pero se la acabó y no alcanzó para mí. Le dije que no importaba, que yo iba a mi casa y ahí me bañaba. Él me dijo que me iba a costar mucho quitármela con jabón y me pidió que subiera a su apartamento a buscar otro pote de crema, que le tocara a Cecilia y se la pidiera, que le dijera que estaba en su estudio, que la usara y se la regresara. Me pidió también que le dijera a ella que él iba a salir a probar el carro y luego lo iba a llevar a hacerle el lavado y engrase. Así lo hice; subí en el ascensor y toqué el timbre. Ella me abrió y me saludó con mucho cariño, pero asustada. Estaba con un camisón y descalza, pero bella como siempre. Me preguntó qué hacía allí y así, todo lleno de grasa. Le eché el cuento y le di su recado. Me dijo: pasa adelante y te busco la crema y no hagas mucho ruido porque las niñas están dormidas.
Entró hacia los cuartos y vi cuando cerró las puertas de los cuartos. Salió, se me acercó diciéndome que iba a buscar las llaves del estudio, que estaba cerrado. Al ratito salió con el mismo camisón, pero con unos zapatos de tacón alto negros. Al verme la cara, sonrió y me dio un beso y me dijo que sabía que me encantaban esos zapatos y por eso se los puso para que me deleitara. Me pidió que la siguiera al estudio, lo abrió y comenzó a buscar la crema hasta que la consiguió. Comenzó a limpiarme y me preguntó si vi a su esposo salir con el carro. Le dije que sí. Siguió limpiándome y yo no le quitaba la vista de sus piernas y de los tacones. Me dijo: te encantan mis tacones. Le dije que sí y me besó con mucha pasión. Me empujó contra el escritorio, me bajó el short y comenzó a comerse mi miembro que estaba parado desde que salió con los tacones. Al rato, me sacó del escritorio y se sentó. Ella abrió las piernas y apoyó los tacones encima del escritorio. ¡Qué vista tenía tan rica! Veía sus tacones, piernas y su hermosa cuca. Me dijo que se la mamara, que me iba a enseñar a hacerlo porque eso era lo más rico del mundo, una buena mamada de cuca. Así lo hice; me agaché y comencé a mamarle la cuca siguiendo sus instrucciones que eran muy ricas. Me pedía que le mordiera el clítoris y que le metiera tres dedos y se los moviera adentro. Eso estaba divino. Comencé a sentir un jugo saliendo de su cuca y ella me pegaba en la cabeza y me jalaba los pelos. Se quitó el camisón; sus tetas eran perfectas, duritas, y subí a chuparselas y le dije que eran bellísimas. Me contestó: son operadas, mámalas, me encanta y mientras las mamas, mételo todo, dale, mételo ya. Abrí bien sus piernas y lo metí; estaba caliente y húmeda. Comenzamos a gemir, pero callados por las chamas. Ella me mordía el cuello y me rasguñaba. ¡Qué placer! Y decía: cógeme y veme los zapatos, cógeme, papi, cógeme, siénteme tuya, que rico tienes el guevo. De pronto, me apartó y se bajó del escritorio. Se volteó y se lo metí parada en su cuquita que estaba hirviendo. Ella volteaba y me besaba; yo le mordía la oreja y se la chupaba también, su cuello y espalda mientras la penetraba. Me puse derecho para verle los tacones y esas piernas con esos tacones me pusieron a mil. Le abrí las nalgas y la incliné un poco más y me pidió que le escupiera el culito y me mojara un dedo y se lo metiera poco a poco y siguiera cogiendo. Comenzó a gritar y con la otra mano le tapé la boca y me mordía. Sentía que mis bolas iban a explotar. El culito estaba rico y en eso me pidió que se lo metiera por el culo, que quería sentir mi leche en el culo. Así lo hice; me dolió un poco, pero era mi primer culo, ¡qué delicia! Y de la mujer de mis sueños. Me decía: dame duro, papi, dame duro, reviéntame, hazme sentir mujer, ¡sí, rico, rico, rico! Comencé a respirar más profundo; iba a acabarle en el culo y ella se separó y se bajó. Me lo agarró y comenzó a mamárselo hasta que le acabé en la boca y le llené toda su boca. Agarró una copa que estaba en la biblioteca y escupió mi leche en la copa. Se me acercó y me dio un beso y me dijo que había gozado como nunca. Con la copa en mano, me dijo: salud y se la tomó toda. Eso me enloqueció y la agarré y besé con pasión. Nos dimos un abrazo y me apuró para que me fuera, que se iba a bañar y que podía llegar su esposo. Me dio la crema quita grasa y me pidió que se la llevara cuando su marido no estuviera, que ella me avisaba.
La primera noche llegué un poco bebido y me pilló Esti y me mandó quedarme castigado la siguiente noche. No podía salir y me tenía que quedar desde las 10 hasta las 2 en el hall sin moverme hasta que viniesen todos. Yo bajé y me senté a escuchar música mientras los profesores hablaban en una mesa. Uno de los profesores dijo de ir a dar una vuelta por la calle, el otro aceptó, pero Esti dijo que estaba cansada y se quedó en el hotel. Yo, aburrido, me fui a dar una vuelta por el hotel que era bastante grande. Fui a una zona en la que había un billar y me puse yo solo a jugar. Al cabo de un rato, vino Esti donde estaba yo.
Esti tenía 35 años y era mi profesora de dibujo. Empezamos a hablar, me preguntó si lo estaba pasando bien, qué tal el curso y algunas cosas más. Ella me preguntó si podía jugar conmigo al billar. Yo le dije que sí, que si no era muy aburrido jugar solo. Empezamos a jugar y ella era muy buena jugando. Hacía calor y ella se quitó la chaqueta; llevaba un escote impresionante. Me impresionaron mucho sus tetas. Cuando se puso a tirar, yo me quedé fijamente mirando su escote al ver que no llevaba sujetador y se le veían los pezones. Ella me pilló, pero no me dijo nada y seguimos jugando, pero yo seguía mirando con más disimulo.
Ella me ganó y me dijo que me iba a enseñar a jugar bien al billar. Yo me coloqué para darle a la bola y ella se acercó y me empezó a colocar en la posición adecuada para darle bien a la bola. Me cogió de la cintura y me la movió un poco mientras pasaba su mano por mi culo. Yo empecé a excitarme bastante.
Le di mal a la bola adrede para que me lo volviese a explicar. Entonces ella se pegó a mí, me puse en posición para darle a la bola y ella pegó su vagina contra mi culo y con las manos me tocaba la espalda mientras me explicaba cómo darle. Yo le volví a dar peor todavía. Ella se puso otra vez tocándome ya un poco los abdominales y moviendo cada vez más su vagina por mi culo. Ella se cayó y yo no decía nada mientras llevaba sus manos desde mis abdominales hasta mis pantalones, en donde, sin meter la mano, vio que estaba bastante erecto. Yo me reincorporé de la posición que tenía para darle a la bola. Y ella, por mi espalda, empezó a tocarme los abdominales y comenzamos a besarnos locamente. Me cogió de la mano y, sin decir nada, me metió en el ascensor donde seguimos besándonos. Ella me llevó a su habitación, en la que dormía ella sola.
Cerró la puerta y me tiró sobre la cama y se me abalanzó encima. Me besó mientras me quitaba la camiseta y empezó a besarme los abdominales hasta llegar a mis pantalones. Me los desabrochó y me quitó los calzoncillos y comenzó a hacerme la mamada más increíble que me hayan hecho nunca. Cuando me corrí, ella se lo tragó todo. Le quité su camisa y le empecé a pellizcar los pezones mientras ella comenzaba a gemir. Le quité su pantalón vaquero y me di cuenta que estaba húmedo en la entrepierna. Ella debía estar muy excitada. Comencé a chuparle toda la concha; cada vez gemía más fuerte. Ella me empezó a gritar que se la metiese y yo me resistía mientras ella cada vez más fuerte me suplicaba que se la metiese. Comencé a penetrarle y ella me agarró del culo con sus preciosas manos y gemía muy fuerte, hasta que llegamos al orgasmo casi al mismo tiempo. Seguimos un poco más hasta que ya no podíamos.
Nos quedamos los dos dormidos y abrazados en la cama hasta el día siguiente. Ella me preguntó que si me quería volver a quedar castigado. Yo le dije que sí. Ella me dijo que había sido el polvo en el que mejor lo había pasado. Yo le dije que también. Nos seguimos acostando las otras dos noches que pasamos de viaje. Y ahora, en la ciudad en la que vivimos, nos seguimos viendo de vez en cuando, hasta que un día me dijo que se había quedado embarazada de mí. Que no podía ser de otro porque llevaba medio año divorciada y con el único que estaba manteniendo relaciones sexuales era conmigo. Entonces nos planteamos formalizar nuestra relación y se puede decir que somos pareja. Llevamos 3 meses de relación formal y llevamos 2 meses viviendo juntos en otra ciudad. No lo sabe todavía nadie, porque mis padres creen que estoy en un piso de universitario, pero en realidad estoy viviendo con Esti los 2 meses más increíbles de mi vida, manteniendo relaciones sexuales increíbles todos los días. Si seguimos bien a lo largo de este año, estamos pensando en casarnos y cuidar a nuestro hijo juntos.
Soy profesora de enseñanza secundaria, de la asignatura de Cultura clásica. Tenía por aquel entonces 36 años, no soy fina, más bien llenita, con unas anchas caderas y un culote redondito. Mis pechos son bastante llamativos y despiertan pasiones, por los que he podido comprobar.
Soy viuda; mi marido murió a los 3 años de casados en un accidente de tráfico cuando iba en viaje de negocios. En mi casa había tenido malas experiencias con el sexo. Digo esto porque estaba ya de mayorcita un poco traumatizada con el tema del sexo.
Gracias a que mi marido, cuando éramos novios, me respetó siempre, fue comprensivo y fuimos descubriendo las mieles del sexo juntos y pausadamente.
Al final llegué a disfrutar mucho con el sexo, pero de un modo más bien conservador. Lo hacíamos del modo habitual y solo los fines de semana. No siempre disfruté de orgasmos; para que él se contentara, fingía que me lo pasaba bien.
Yo ya era profesora cuando me casé. Los primeros años, todos los compañeros notaron mi alegría y simpatía, pero con la muerte de mi marido quedé bastante triste por él y porque me faltaba el sexo. Me masturbaba a menudo, pero no era suficiente; necesitaba un hombre, sentirme deseada y querida.
Como dije, estaba bien físicamente, así que notaba las miradas de compañeros y hombres por la calle, aunque yo soy recatada en el vestir. Sin embargo, para satisfacerme, siempre me compré ropa interior sexy, ligas, medias negras y bragas y sujetadores provocativos. Me miraba al espejo y me desnudaba, mientras me tocaba la vagina y los pechos. Era todo lo que podía hacer.
Yo daba clase a chicos y chicas de la ESO de 18 años. Más de un chico me miraba y sentía deseos por mí. Hasta había notado a alguna chica miradas pasionales, pero no le di importancia. Hasta que un día, Jorge, un chico estudioso, se me acercó a consultar sobre un problema. Yo ese día tenía prisa y no sé cómo se me ocurrió decirle que si podía venir a mi casa, que no estaba lejos del instituto. Dijo que le parecía bien, que iría a las 6 de la tarde.
Estuve todo el día pensando en el asunto; era un chico atractivo, pero había mucha diferencia de edad y, aunque era uno de los que me miraban al pasar, no sabía si se sentía atraído por mí.
Me puse mi vestido más provocador, de seda, casi transparente, falda ceñida negra, medias y zapato de aguja. Me mojaba solo de pensar lo que iba a pasar en unos minutos. Fue puntual; abrí sonriente y noté que se quedó helado solo de ver lo atractiva que estaba. Pasó y comencé a explicarle sus dudas; me acercaba cada vez más a él y le puse mi mano sobre la suya. Nos miramos a los ojos.
Le dije que para aprobar la asignatura no era necesario que supiese mucho de Cultura clásica; había otro camino más corto. Le puse mi mano sobre su pierna. Estaba muy nervioso y me dijo que estaba dispuesto a hacer lo que fuese. Acerqué mis labios a los suyos y nos besamos suavemente.
Nos sentamos en el sofá; a esas alturas, mi falda estaba subida de modo que se me veían las braguitas negras. Me acariciaba las piernas y puso su mano sobre mi pecho por encima de la blusa. Nos seguíamos acariciando y besando como desesperados. Estábamos muy calientes. Noté un bulto en su pantalón; su pene rozaba con mis bragas. Me empezó a tocar las nalgas y todo el cuerpo con sus manos, los senos por encima del sujetador que aprisionaba mis grandes pechos deseosos de explotar.
Manoseaba sobre mi sujetador negro; me acariciaba con timidez. Le ayudé con mi mano para darle confianza, mientras uníamos nuestras bocas en un beso húmedo.
Mis pechos son grandes, pero nada caídos; su aureola es rosa rojiza y cubre gran parte de mis senos… con unos pezones que en reposo son de medio centímetro, grandes y deseables. Pensé que se le salían los ojos. Mi vagina era realmente peluda; hacía más de un mes que no me la había afeitado y mis vellos púbicos estaban todos desordenados… mi culo es más bien grande y blanco.
Yo estaba en sujetador, braguitas que no cubrían mi vello y medias negras con liguero. Le dije que esperara, que íbamos a mi habitación, estaríamos más cómodos. Le quité los pantalones y la camisa, mientras besaba su cuerpo con cariño, como una caricia. Me tumbé en la cama, subí las piernas despacio, las flexioné; mi vagina quedaba perfectamente a la vista. La vio y se le salían los ojos de pasión; se mordía los labios, babeaba, miró detenidamente aquella vagina; sus labios eran grandes, muy grandes, rosados, húmedos.
Se acercó a oler porque el olor que de ella emanaba se podía percibir perfectamente en el ambiente.
Mis jugos empezaban a escurrirse por mi entrepierna; puso su lengua allí, la movía despacio, me iba a matar de placer. Cerré los ojos y acerqué su cabeza más a mi vagina húmeda; le crucé las piernas detrás de su cabeza, no se podía escapar, quería más, más placer.
Mi clítoris se podía ver a simple vista; siempre lo he tenido muy prominente en plena excitación. Creo que se sorprendió de su tamaño; lo tocaba con la lengua, lo succionaba. No pude más; tuve un fuerte orgasmo, me puse a gritar como una loca. Se asustó un poco, pero seguía chupando, lamiendo, mamando.
De repente se incorporó, se arrodilló en la cama, levantó bien mi culo. Le dije que me acariciara y si quería, era todo suyo.
La vista era impresionante; aquel culo marrón y grande latía, los labios de la vagina le colgaban y ya su color era púrpura. Le pedía que me la metiese por ahí. Y así fue; puse su glande apoyado en aquel culazo y de un empujón me penetró.
Estuvimos al menos 10 minutos con arremetidas y vaivenes.
Fue muy excitante. Finalmente, eyaculó en mi trasero; noté el escozor de la leche caliente en mi interior. Quedamos exhaustos, satisfechos, nos dormimos unos minutos.
Me levanté, fui al baño y le dije que si quería podía venir a verme a esa hora los martes. Me dijo que no pensaba faltar ni un solo día. Espero que sea así; es mi alumno preferido.
Este es mi relato. Así como cualquier hombre a los 17 años, mi sueño era follarme a una mujer de 30 con un cuerpo perfecto. ¿Quién diría que podría lograrlo? Aún no sé si fue suerte o se debió a mis esfuerzos, pero lo conseguí. Todo comenzó en uno de mis tantos juegos de conquista con mis amigos. Para empezar, esto, me gustaría decir primero cómo era mi situación en esos momentos. Hace apenas un año, yo era un joven de 17 años, piel blanca y un tanto doradita, pelo castaño y al estilo de los Beatles, un tanto delgado y una altura decente. La verdad, no me consideraba feo, pero tampoco era ese tipo hermoso al que las mujeres bellas se le acercan solas. Es más, varias amigas me decían que era atractivo, aunque yo la verdad no lo sentía, pues mi suerte con las mujeres no era lo que se decía buena. Sí tenía mi «pegue», pero no con las mujeres que me gustaban.
En fin, debido a que no encontraba una novia linda con quien estar, practicaba con mis 3 amigos un juego de conquista, en el que el reto era irnos a un lugar con muchas mujeres lindas y tratar de conseguir hablarles y, con suerte, conseguir también sus teléfonos y/o emails.
Las reglas eran: por simplemente hablarle, 1 punto; por conseguir su email, 2 puntos; y por conseguir su teléfono, 3 puntos. Al final, al ganador se le invitaba la comida que se consumía ese día y cualquier otro «capricho». En fin, como decía, yo era un tanto atractivo y normalmente terminaba en segundo lugar. Hasta que un día decidimos practicar el juego en una conocida plaza aquí en México, y entre bromas y juegos, todos vimos a una mujer hermosa llegar a la plaza. Era perfecta; desde lejos se podían notar esas perfectas curvas que tiene una mujer que te provocan deseos de lujuria y pasión carnal. En esos momentos estábamos en la zona de comida, ya saben, donde hay muchos restaurantes, y vas a donde más te guste. Ella fue al menú de ensaladas y se sentó a 4 mesas de distancia de nosotros. Al momento, noté que mis amigos y yo no éramos los únicos que la veían, pues todos los señores de la plaza la veían con los mismos ojos que yo, solo que más perversos, esos ojos de ganas de follar.
Todos la veían caminar y notaba que lo que más veían eran sus enormes y redondas tetas, que eran obviamente operadas, pero encajaban perfecto con su pequeña cintura y su enorme trasero. Era la mujer perfecta. Iba vestida de camisa escotada blanca, pantalones ajustados y un brasier morado; lo sabía porque a través de la camisa se transparentaba todo. Tenía una piel entre blanca y bronceada, pelo lacio y negro un poco más allá de los hombros y muy lindos ojos café. Aparte de tener el cuerpo perfecto, era simplemente hermosa.
Mis amigos y yo no parábamos de mirarla, así como el resto de la gente. Lo más maravilloso es que iba completamente sola. Así que les dije a mis amigos: «Lo tengo decidido, le hablaré a esa mujer». Ellos simplemente se rieron, pues obviamente era un imposible; era de unos 30 años y yo solamente tenía 17. Solo dejaron de reír cuando les dije que era en serio, aunque todavía creían que no lo lograría. Esperé unos 5 minutos para planear lo que haría y para quitarme lo nervioso, y me paré para caminar directo a su mesa, sin titubeos ni nada. Fue cuando llegué y empecé a conversar. Pese a mi edad, soy alguien muy maduro; sé conversar sobre temas políticos, religiosos, de actualidad, etc.
Supongo que eso fue lo que le gustó de mí, pero en todo ese tiempo no paraba de verle esas enormes tetas. Es que eran tan enormes y perfectas; las miraba cuando ella volteaba a otra parte. Una parte en mí me decía: «respétala», pero otra me incitaba a seguir viéndola. Normalmente no soy pervertido ni degenerado, pero esa mujer provocaba en mí un fuerte deseo de tomarla. En lo que ella me hablaba de sus cosas, en mi mente me imaginaba a mí llevándola al baño y fornicándomela, quitándole toda su ropa y tomando sus tetas, mientras se la metía por detrás, para que después me la mamara y acto seguido correrme en su cara.
En fin, no sé cómo lo logré, pero después de hora y media de plática, ella me dio su número de teléfono y, al momento de despedirnos, me dio un delicado y bien dado beso en la mejilla. Esto provocó una erección en mí que oculté guardando mi celular, y ella jamás se dio cuenta. Al momento de voltearme, me sentía como una leyenda. Pues todos los viejos me miraban con envidia y, naturalmente, gané el juego con mis amigos.
Después de esa vez, pasaron 2 semanas en las que sabía que ella jamás me marcaría y en las cuales no dejaba de masturbarme pensando en ella, en su hermosa figura, en su enorme trasero y en sus enormes tetas, y no me dejaba de imaginar las posiciones que le haría: metérsela por el ano, de perrito, ella arriba de mí, unos cuantos orales y después correrme en todo su cuerpo, solo para seguir otra y otra vez, hasta que el miércoles de la segunda semana ella me marcó diciéndome que si me gustaría volver a verla otra vez, a lo que contesté que sí. Ella me citó el sábado en su casa, como por las 8:00 pm. No me lo podía creer; era tan obvio, quería verme, solos en su casa, y aparte en la noche. Era tan obvio, ¡yo iba a tener sexo con ella! Iba a perder mi virginidad, y aparte con una mujer hermosa. Estaba tan contento.
Ese sábado me alisté, me puse la ropa más cara y perfecta que tenía, compré un paquete de condones, de los buenos, y me fui a su casa. Vivía en una zona bastante bien cuidada. Cuando llegué, ella me recibió con una camisa de tirantes verde y unos pantalones que dejaban escapar exageradamente los hilos de una hermosa tanga. Eso era; ella estaba esperando a que me la cogiera. Después de una larga plática, ella me dijo que si tomaba alcohol, y, pues, aunque no me gusta del todo, le dije que sí. Después, aunque ninguno de los dos estaba ebrio, en uno de los pocos silencios que teníamos, utilicé el valor que te dan unas cuantas copas de alcohol y la besé. Creí que me daría una cachetada por lo apresurado que fui, pero al contrario.
Ella empezó a meter su lengua en mi boca; estaba demasiado excitado. Fue cuando entre los dos le quitamos su camisa y su sujetador, y al ver esas dos grandes tetas desnudas no me pude contener y empecé a estrujarlas y chupar esos redonditos y centrados pezones que tenía. Sus tetas eran mucho mejores de lo que imaginaba. Pasé varios tiempo excitándola mientras le chupaba las tetas y, al mismo tiempo, metía mis dedos en su vagina. Ella estaba gimiendo y era lo que me excitaba aún más, hasta que ella dijo: «ahora te toca a ti». Fue cuando me bajó el pantalón y me empezó a dar una deliciosa mamada. Mientras me la mamaba, yo jalaba de su tanga, aún con pantalón, y esto hacía que rozara su vagina. Mientras ella devoraba mi pene, me decía: «no te detengas, sigue, sigue». Estaba a punto de venirme cuando, para durar un poco más, le dije: «quítate el pantalón». Ella simplemente sonrió y sacó su boca de mi pedazo y, después de ponerme el condón, comenzó a hacerme un baile mientras se quitaba el pantalón. Mientras, no pude evitar darle unas nalgadas, aún con pantalón, pues no sé por qué, pero me enciende más ver un pantalón apretado por un enorme culo.
Después de quitárselo, ella era la que mandaba, pues yo era un inexperto; era mi primera vez, en cambio para ella no. Ella era la que cambiaba de posición, aunque claro, siempre beneficiándola a ella. Pero era más que eso; era como si ella supiera que me masturbaba pensando en esas posiciones. Primero, ella me acostó en el sillón y se puso encima de mí, y empezaba a saltar, mientras yo la sujetaba fuerte de las tetas y no dejaba de gemir, que era lo que me volvió completamente loco. Después se puso contra la pared y me pidió que la cargara de piernas para metérsela mientras nos dábamos unos besos con todo y lengua. Pero no me podía quedar así; ella era la que estaba dando todas las órdenes, así que la puse contra el sillón y realicé mi máxima fantasía. Lo hicimos en la posición de perro; la estaba penetrando mientras esas enormes nalgas chocaban contra mi cuerpo y la sujetaba con una mano del pelo y con la otra de una teta. Como esta era mi máxima fantasía, no tardé mucho en correrme, pero fue una cantidad enorme de semen; hasta creí que el condón se iba a romper. Después de finalizar, ella me pidió el condón; se lo mostré y empezó a beberse todo el semen que estaba ahí. Y sin que yo preguntara, me dijo: «Es que la verdad me gusta el sabor del semen y me hiciste feliz porque eyaculaste demasiado y, aparte, el tuyo sabe delicioso». Esta línea final la dijo mientras se pasaba la lengua por la boca, como saboreando mi eyaculación.
Al final de la noche, simplemente nos sonreímos y me fui, pero antes de salir por la puerta, ella me dijo: «Me la pasé muy bien contigo, créeme que cuando necesite divertirme te llamará, o si tú también quieres acción, ya tienes mi teléfono». Le dije que sí y, con una sonrisa, me fui de su casa.
Aún no me ha llamado y, aunque ya le he llamado como 20 veces en todo este año, no me responde. Le llamaría más veces, pero no me gusta molestar mucho a la gente. Aparte, a veces pienso que no me contesta porque ya se encontró otro hombre al que haga feliz. Quién sabe, tal vez otro adolescente como yo al que complazca infinitamente. Lo que sé es que nunca en mi vida he tenido un momento como ese y, hasta la fecha, ignoro el porqué de que una mujer mayor y perfecta haya tenido relaciones con un menor, pero sea cual sea la razón, estoy infinitamente complacido. Espero algún día volver a verla.