Clases de juicios en filosofia


Immanuel Kant

El pensamiento de Kant representa la culminación filosofía del pensamiento moderno. Los tres puntos fundamentales de la filosofía de Kant son la ilustración, la filosofía empirista y el auge de las ciencias impulsadas por la revolución científica.

La finalidad de la filosofía kantiana se constituye como el intento ilustrado de una crítica a la misma razón, que ha de comenzar por establecer cuáles son sus límites y posibilidades. Su obra es una síntesis conciliadora entre las dos corrientes filosóficas más importantes de ese periodo, el racionalismo y el empirismo; aunque todo conocimiento ha de provenir de la experiencia no se agota en ella, de lo contrario nunca obtendríamos certezas de carácter universal y necesario.

La razón ha de responder a las cuatro grandes preguntas de la filosofía ¿Qué puedo saber? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué me cabe esperar? ¿Qué es el hombre? Para responderlas emplea el método crítico, mediante el cual la razón se examina a si misma con la intención de averiguar cuál es su uso, limite y validez.

En esta obra Kant se esforzara por resolver no solo ese problema, sino que plateara también  la cuestión de la metafísica como ciencia.
Par poder responderla, Kant analiza loa juicios utilizados por la ciencia. Estos deben ser universales y necesarios, característica que determina su independencia de la experiencia)   aumentando nuestro conocimiento gradualmente.

Distingue dos tipos de juicios: por un lado lo analíticos, en los cuales el predicado está incluido en la noción de sujeto (“el triángulo tiene tres ángulos”); son meramente explicativos, universales, necesarios y a priori, es decir, que su validez se establece con independencia de la experiencia. Por otro lado, en los juicios sintéticos el predicado no está contenido en la noción de sujeto (“el triángulo es amarillo”), amplían nuestro conocimiento; son extensivos y a posteriori, es decir, dependen de la experiencia por lo que no aportan universalidad y necesidad.
Los juicios sintéticos a priori son aquellos que siendo de carácter universal y necesario tienen la propiedad extensiva de los juicios a posteriori, por lo que amplían nuestro conocimiento (“la recta es la distancia más corta entre dos puntos”). Son los únicos juicios que según Kant pueden llamarse científicos.

Así pues, aunque todo conocimiento comienza por la experiencia (empirismo), no todo el proviene de ella, sino que además una serie de formas a priori que pone la mente del sujeto que conoce (racionalismo). Esta interpretación recibe el nombre de Idealismo trascendental, que permite replantear el problema del conocimiento desde otra perspectiva, el llamado giro copernicano, según el cual el papel activo ya no pertenece solamente a la cosa, sino al sujeto cognoscente, de manera que el objeto de nuestro conocimiento es una síntesis entre las estructuras lógicas a priori del sujeto y los objetos percibidos del mundo exterior.                       A lo que es dado y se presenta indeterminado Kant lo denomina noúmeno  (un caos de sensaciones), mientras que a lo que el sujeto  “aporta” en el acto de conocer, y que no corresponde a lo dado en sí, lo llama fenómeno. Esta forma es un principio a priori del propio cognoscente, sujeto activo que introduce su propia estructura racional en la realidad.

La crítica kantiana de las tres facultades implicadas en el conocimiento responde a  tres preguntas: la estética trascendental intenta explicar cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en las matemáticas. Se hace una crítica a la sensibilidad y se fundamentan las matemáticas al descubrir las formas puras a priori de la sensibilidad, esto es, el espacio y tiempo.

La analítica trascendental, por su parte, responde a la pregunta de cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la física. Para ello se hace una crítica del entendimiento y se fundamenta la física al descubrir las formas puras a priori del entendimiento, las categorías.

Por último, la dialéctica trascendental aborda la cuestión de si son posibles los juicios sintéticos a priori en la metafísica. En ella hace un análisis de la razón que demuestra la imposibilidad de una metafísica como ciencia, al rebasar esta los límites de toda experiencia posible.

Pero estas ideas a las que la Crítica de la razón pura le niega validez cognoscitiva van a encontrar otro camino al ser exigidas como postulados de la razón práctica.

Dichas ideas, desempeñan un papel muy importante en la ética formal kantiana, en la que se trata de fundamentar la idea del deber en una ley moral universalmente válida, presente a priori en la razón del sujeto: el imperativo categórico que le ordena al sujeto cómo debe comportarse, no  por utilidad o satisfacción sino con arreglo exclusivo al deber, considerado como “la necesidad de una acción por respeto a la ley”.

El imperativo categórico exige la libertad del sujeto ya que sólo si el individuo posee voluntad libre (autonomía) puede darse a sí mismo una ley moral. La voluntad pide postular, por tanto, la libertad del hombre y, con ella, la inmortalidad del alma (como garantía de que, tras esta vida, será posible un progreso infinito hacia la virtud) y la existencia de Dios (garantía de que nuestra virtud será recompensada con la felicidad).

Estos tres postulados muestran qué puede esperar el hombre y el verdadero significado de la ideas de la razón, noúmenos inaccesibles para la ciencia, cuyo auténtico sentido no es especulativo, sino práctico o moral.

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