Locke
Locke nació en 1632 en Wrington, y vivió en un ambiente crítico y poco conservador que influyó en su educación. Estudió filosofía y ciencias naturales en la universidad de Oxford. La elevada posición de su amigo el conde de Shaftesbury le abrió las puertas de los ambientes sociales, políticos e intelectuales más prestigiosos de Inglaterra. Locke tuvo que exiliarse debido a su oposición al absolutismo real de los Estuardo y el apoyo a un parlamento fuerte y con competencias, pero tras la caída de los Estuardo y la llegada de Guillermo de Orange, Locke volvió a Inglaterra en 1688. La “Revolución Gloriosa” significó un revés para el poder absoluto de los monarcas, y en la obra política de Locke, especialmente en “Ensayo sobre el gobierno civil”, puede interpretarse una justificación a este cambio liberal.
El objetivo de la filosofía de Locke es indagar en la naturaleza humana, el conocimiento, la moralidad y la política, buscando establecer fundamentos sólidos para la comprensión y organización de la sociedad. Por ello, destacamos la teoría política de este filósofo.
Kant
Immanuel Kant fue un filósofo ilustrado alemán que logró sintetizar dos planteamientos epistemológicos de su época, el racionalismo y el empirismo, en su teoría conocida como idealismo trascendental, por lo que fue considerado el primero y más importante representante del criticismo e iniciador del idealismo alemán.
Nació en 1724 en Königsberg o Kaliningrado, y fue un hombre profundamente religioso, metódico y disciplinado en su trabajo.
Estaba impregnado en los ideales ilustrados y simpatizaba con los ideales de la independencia americana y de la revolución francesa. La obra de Kant hay que enmarcarla en el contexto de la Ilustración, un movimiento cultural del siglo XVIII cuya obsesión es conseguir el progreso llevando la educación y cultura al pueblo para que salgan de la ignorancia.
Kant compartió la razón para acabar con los problemas y avanzar hacia el progreso. Fruto de esta reflexión encontramos dos de sus obras: “Paz Perpetua”, donde reivindica la autonomía ante la heteronomía, y “Crítica a la razón pura”, donde expone el idealismo trascendental, que le hará ser el precursor del idealismo alemán.
Hume
David Hume nació en Edimburgo en 1711 (s.XVIII). Aunque nació en una familia acomodada, por su economía familiar tuvo que dedicarse a la abogacía, pero en verdad quería dedicarse exclusivamente a la filosofía, dejando finalmente su carrera de abogado y mudándose a Francia. Allí, creó su primera obra: Tratado sobre la naturaleza humana, donde estudió a Descartes (La Flèche). Más tarde, publicó 3 volúmenes de este “Tratado”, sin mucho éxito. Después tuvo éxito con “Ensayos sobre moral y política”, y reescribió el Tratado en “Investigación sobre el entendimiento humano”. Tras ser rechazado en la universidad, participó en una serie de actividades militares que mejoraron su situación económica.
De vuelta en Edimburgo, fue publicando más obras y dedicó su filosofía a problemas sociales, históricos y políticos. Luego se dirigió a París como secretario de embajada, donde entabló amistad con Rousseau. En Londres se ocupó durante 2 años de asuntos diplomáticos, hasta que acabó de vuelta en Edimburgo, donde continuó sus estudios e investigaciones. Murió allí en 1776, habiendo escrito previamente su autobiografía.
El naturalismo de Hume
Hume desarrolla un «naturalismo» que va más allá del empirismo tradicional. Busca establecer una ciencia sistemática de la naturaleza humana para fundamentar otras disciplinas. Sostiene que el conocimiento y la sociedad se basan en principios universales compartidos por todas las personas y culturas. Sin embargo, traspasar estos límites conduce a creencias irracionales. Su enfoque empirista se basa en la experiencia humana recogida por la observación. Critica las ideas tradicionales y examina sus fundamentos, argumentando que solo lo más común y aceptado debe considerarse normativo. Hume destaca la importancia de entender estas bases para la interacción social, mientras desafía la idea de que las supersticiones son tan válidas como las ideas fundamentadas.
Principios de la filosofía de Hume
El empirismo, una corriente filosófica que abraza la experiencia como la fuente y el límite del conocimiento, sostiene que la mente nace como una «tabula rasa«, es decir, un lienzo en blanco sin contenido previo. David Hume, un destacado exponente de esta corriente, explora los elementos fundamentales del conocimiento.
Hume comienza por analizar la percepción, desglosando los contenidos mentales en impresiones e ideas. Las impresiones, que son más intensas, provienen directamente de la experiencia, mientras que las ideas son copias menos intensas de estas impresiones. Por tanto, las impresiones son la base sobre la que se construye el conocimiento.
Estas impresiones pueden ser de dos tipos: de sensación, relacionadas con la percepción sensorial; y de reflexión, vinculadas a la percepción de una idea. Además, se clasifican en simples, como la percepción de un color, y complejas, como la percepción de una ciudad. Las ideas, por su parte, pueden ser simples, copias directas de impresiones simples, o complejas, derivadas de la combinación de otras ideas según ciertas leyes.
Hume establece tres leyes de asociación de ideas que explican cómo la mente conecta conceptos: la ley de semejanza, que relaciona ideas similares; la ley de contigüidad en el espacio y el tiempo, que une ideas que ocurren simultáneamente o en proximidad; y la ley de causa-efecto, que asocia ideas basadas en la suposición de que una es causa de la otra.
El filósofo distingue dos tipos de conocimiento: relaciones de ideas y cuestiones de hecho. Las primeras son conocidas mediante la razón y son independientes de la experiencia, como en las matemáticas. Las segundas se basan en la experiencia y la asociación de ideas, particularmente en la relación causa-efecto.
Hume plantea un criterio de certeza para determinar la veracidad de una idea: verificar si corresponde a una impresión. Aquellas ideas que carecen de impresión son consideradas producto de la fantasía, lo que impone límites al conocimiento, ya que este se basa en las impresiones sensoriales.
El filósofo critica la noción de causalidad, argumentando que no podemos conocer el futuro porque no tenemos impresiones de lo que sucederá. Este es un límite fundamental del conocimiento según Hume.
Además, Hume cuestiona la idea de sustancia, afirmando que todas las ideas son complejas y están compuestas por cualidades. Esto invalida las concepciones racionalistas de la realidad, incluyendo la existencia de Dios.
Sobre este último punto, Hume refuta los argumentos de filósofos como Locke y Descartes, quienes basan la existencia de Dios en el principio de causalidad. Hume argumenta que no hay impresiones de Dios, por lo que es imposible afirmar su existencia.
Finalmente, Hume aboga por un enfoque fenomenista, que limita la realidad a lo que percibimos, desafiando la fiabilidad de nuestra percepción y comprensión del mundo, así como los principios fundamentales que utilizamos para entenderlo.
En conclusión, la epistemología de Hume resalta la importancia de la experiencia y la observación en la formación de nuestro entendimiento del mundo, desafiando las concepciones tradicionales del conocimiento y la razón.