1. El Movimiento Realista
El realismo es un movimiento artístico y literario que alcanza su plenitud en Europa en la segunda mitad del siglo XIX. En la literatura, el realismo encuentra su cauce de expresión predilecto en el género narrativo y, más concretamente, en la novela. En estos dos enunciados se sintetiza la pretensión fundamental: ofrecer un retrato fiel de la vida cotidiana contemporánea. Se desplaza en el realismo hacia el mundo social en el que este desarrolla su vida, que se intenta reflejar de manera objetiva, con exactitud y rigor. La novela realista nace vinculada indisociablemente a la burguesía.1.1. Características de la Novela Realista
– Verosimilitud: presentan argumentos creíbles y excluyen sucesos sobrenaturales. Los autores hacen un minucioso trabajo de observación y documentación para reflejar la realidad.
– Contemporaneidad: los narradores ambientan sus novelas en la época en la que viven y en escenarios reconocibles. No buscan evadirse, sino describir y analizar el mundo que los rodea.
– Descripción de ambientes y personajes: las novelas están llenas de extensas y detalladas descripciones del aspecto, carácter, lugares y objetos del entorno.
– Personajes antiheroicos: son personajes comunes, de clase media y sin atributos especiales, que experimentan conflictos con el medio social (lucha por la subsistencia o choque con las normas sociales). Son frecuentes las novelas de adulterio (Madame Bovary, Anna Karénina, La Regenta, Fortunata y Jacinta, El primo Basilio), donde el matrimonio se muestra como una estructura coercitiva que condena a la mujer a la insatisfacción y el hastío.
– Intención crítica: aunque aparentan objetividad, la ideología del autor impregna el punto de vista del narrador, mediante comentarios valorativos o una denuncia implícita de los defectos de la sociedad burguesa.
2. La Generación del 98
La generación del 98 está formada por escritores españoles nacidos entre 1860 y 1875 que publican sus primeras obras en el cambio de siglo. Incluyen, entre otros, a Ángel Ganivet (precursor), Ramiro de Maeztu, Azorín (José Martínez Ruiz), Pío Baroja, Miguel de Unamuno y, con matices, a Antonio Machado y Ramón M.ª del Valle-Inclán.
2.1. La Angustia Existencial y el Tema de Dios
El spleen finisecular se manifiesta como un hastío vital y abulia que caracteriza a personajes de Azorín (en Diario de un enfermo o La voluntad) y de Baroja (en Camino de perfección o El árbol de la ciencia). El tema de Dios, vinculado al antipositivismo y al irracionalismo de la época, se desarrolla de varias formas:
– La reflexión sobre la ausencia o el silencio de Dios está presente en poemas de Antonio Machado (como «Anoche cuando dormía») y en la obra de Miguel de Unamuno (poemas como «La oración del ateo» y ensayos como Del sentimiento trágico de la vida).
– El motivo del sacerdote que pierde la fe aparece en novelas como San Manuel Bueno, mártir (Unamuno) y El cura de Monleón (Baroja), cuyos protagonistas viven atormentados por el derrumbe de sus creencias.
2.2. El Problema de España
El contexto histórico, especialmente el Desastre del 98, lleva a estos escritores a analizar la realidad social, política y cultural de España en numerosos escritos. Surge así la figura del intelectual, una voz crítica e independiente que, a través de sus artículos en la prensa, se convierte en una referencia para la sociedad. La conciencia de la decadencia española, la identificación de sus causas y la búsqueda de soluciones vinculan a esta generación con el regeneracionismo de Joaquín Costa. El problema de España se aborda desde dos enfoques principales: la reflexión sobre la identidad de España y la crítica social.
La Reflexión sobre la Identidad Española
Frente a las propuestas prácticas del regeneracionismo, los autores del 98 defienden una regeneración espiritual basada en recuperar o modificar los rasgos de la identidad nacional. Para ellos, la esencia de España está en su paisaje y su literatura. Sienten fascinación por Castilla, cuyos paisajes y ciudades decadentes simbolizan la decadencia del país y, a la vez, valores como la austeridad, la nobleza y la espiritualidad. Esto se refleja en obras como Castilla (Azorín) o Campos de Castilla (Machado). Unamuno, en Vida de don Quijote y Sancho, ve en el personaje de Cervantes la encarnación del idealismo y la espiritualidad española, opuestos al materialismo burgués. Por otro lado, estos autores identifican rasgos negativos que, según ellos, impiden la regeneración del país: la abulia (Ganivet), el cainismo (Machado), la envidia (Unamuno en Abel Sánchez) y la religiosidad tradicional pasiva (Machado). Esta reflexión implica un debate constante entre europeísmo y nacionalismo. Unamuno, por ejemplo, pasa de proponer la «europeización» de España en En torno al casticismo, a defender la necesidad de «españolizar Europa», mostrando una postura cada vez más antieuropea.
La Crítica Social
Las obras de la Generación del 98 critican diversos aspectos concretos de la realidad social española:
– El caciquismo: Se critica en novelas como César o nada de Pío Baroja, cuyo protagonista lucha contra el cacique local, don Calixto. También aparece en el poema burlesco de Antonio Machado, «Llanto de las virtudes y coplas por la muerte de don Guido».
– El poder de la Iglesia: Se cuestiona su influencia, especialmente en la educación, en novelas como Camino de perfección (Baroja). La obra central sobre este tema será AMDG de Ramón Pérez de Ayala.
– Otras lacras: Los autores también denuncian el subdesarrollo económico (en Hacia otra España de Maeztu), la brutalidad policial (en Luces de bohemia de Valle-Inclán), el militarismo (en Martes de carnaval de Valle-Inclán) y la necesidad de una reforma agraria (en La voluntad de Azorín).
3.3. El Primitivismo
El rechazo de la sociedad burguesa y el progreso genera actitudes primitivistas, que buscan un regreso a la inocencia y autenticidad perdidas. Este ideal se manifiesta de varias formas en el 98:
– Exaltación de lo pequeño y popular: Rasgo característico de la prosa de Azorín y presente en fragmentos de Baroja como los «Elogios» del acordeón y de los caballitos del tiovivo en Paradox, rey.
– Interés por la literatura medieval: Se refleja en poemas de Machado dedicados a Manrique y Berceo, y en el poemario Aromas de leyenda de Valle-Inclán, inspirado en una cantiga de Alfonso X.
– Recuperación de un vocabulario popular y arcaico: Estrategia de renovación lingüística visible en textos de Azorín, que emplea términos como «allozos» (almendros) o «maguillo» (manzano).
3.4. El Subjetivismo
Los escritores del 98 se caracterizan por una intensa subjetividad, oponiéndose a la objetividad del Realismo y Naturalismo. Para ellos, la conciencia del yo es más importante que el mundo exterior. Como afirma Azorín en La voluntad: «La sensación crea la conciencia; la conciencia crea el mundo». Baroja, en El árbol de la ciencia, expresa una idea similar. Esta visión subjetiva se manifiesta en:
– El intimismo de la poesía de Machado.
– El tono vehemente y paradójico de los ensayos, novelas y poesía de Unamuno.
– La introspección en la novela finisecular.
3.5. La Renovación Formal
Los autores del 98 transformaron profundamente el lenguaje y los géneros literarios, superando el paradigma realista. Ejemplos de esta voluntad renovadora son:
– La innovación en la novela de Azorín, Unamuno, Baroja y Valle-Inclán.
– La influencia del Simbolismo en la poesía de Machado.
– La creación de los esperpentos dramáticos por Valle-Inclán.
9. La Novela Anterior a 1936: Panorama General
La narrativa española anterior a la Guerra Civil se divide en tres etapas: la novela de Fin de Siglo, la del periodo de entreguerras y la de los años treinta.
9.1. La Novela de Fin de Siglo
En esta etapa conviven los modelos narrativos del siglo XIX con nuevas tendencias que los cuestionan. Las principales tendencias son:
– Novela realista y naturalista: Autores como Emilia Pardo Bazán (La quimera, 1903) y Benito Pérez Galdós (Casandra, 1905) siguen activos, evolucionando dentro de estas corrientes.
– Novela erótica, galante o sicalíptica: Continuadores del Naturalismo, influidos por Blasco Ibáñez, centran sus argumentos en la vida sexual de los protagonistas. Destacan Eduardo Zamacois (El seductor) y Felipe Trigo (Las ingenuas, Jarrapellejos).
– Novela conservadora: Exalta los valores patrióticos y cristianos. Autores como Concha Espina (La esfinge maragata) y Ricardo León (Casta de hidalgos) alcanzaron gran popularidad, al margen de la crisis espiritual de la época.
– Novela de Fin de Siglo: Cultivada por autores vinculados al Modernismo o la Generación del 98 (Azorín, Baroja, Unamuno, Valle-Inclán), manifiesta los rasgos propios de esta sensibilidad y transforma profundamente la narrativa española.
9.2. La Novela en el Periodo de Entreguerras
Durante las décadas de 1920 y 1930, los autores de la Generación del 14 publican sus obras principales, introduciendo nuevas orientaciones narrativas:
– Novela intelectual: Cultivada por Ramón Pérez de Ayala, hereda aspectos del 98 (como en La voluntad de Azorín o El árbol de la ciencia de Baroja).
– Novela descriptiva o formalista: Representada por la obra de Gabriel Miró.
– Novela de vanguardia: Su principal exponente es Ramón Gómez de la Serna.
9.3. La Novela en los Años Treinta
En los años previos a la Guerra Civil (1936-1939) continúa la novela de vanguardia, con autores como Benjamín Jarnés (Locura y muerte de nadie) y Mauricio Bacarisse (Los terribles amores de Agliberto y Celedonia). Además, surge la novela social, que pretende reflejar el clima de tensión social y política del momento. Entre sus cultivadores destacan Joaquín Arderius (Campesinos), Manuel Domínguez Benavides (Un hombre de treinta años), José Díaz Fernández (El blocao) y César Muñoz Arconada (Los pobres contra los ricos).
10. La Novela de Fin de Siglo: Aspectos
A principios del siglo XX, la novela experimenta una ruptura con el paradigma realista del siglo XIX, reflejo de la crisis social, política e ideológica de la época. En 1902 se publican cuatro novelas clave que marcan esta superación e inician la renovación novelística.
Novelas de 1902
– Amor y pedagogía, de Miguel de Unamuno. Satiriza el positivismo científico a través de Avito Carrascal, que intenta educar a su hijo Apolodoro como un genio mediante métodos pedagógicos racionales. El plan fracasa: Apolodoro, infeliz y sin sentido vital, se suicida tras ser rechazado por Clara, pero antes deja embarazada a la criada Petra, buscando así una forma de perpetuarse y vencer simbólicamente a la muerte.
– Camino de perfección, de Pío Baroja. Narra el viaje introspectivo y físico de Fernando Ossorio, un joven atormentado y apático. En su trayecto desde Madrid a Levante, descubre el atraso de la España interior (que atribuye al catolicismo) y recibe influencias filosóficas (como el nihilismo y Nietzsche). Encuentra la redención y una nueva vitalidad en Alicante con Dolores, una mujer sencilla. Juntos tendrán un hijo, al que educarán en contacto con la naturaleza y alejados de la religión.
– La voluntad, de Azorín. Sigue una estructura similar a la anterior. Antonio Azorín busca infructuosamente un propósito que alivie su angustia existencial y su abulia. Tanto en Yecla (Murcia) como en Madrid, solo encuentra atonía y resignación, lo que profundiza su nihilismo. Al final, regresa a Yecla y, según se revela en el epílogo, lleva una vida vacía e indiferente, como un «muerto en vida».
– Sonata de otoño, de Ramón M.ª del Valle-Inclán. Pertenece al ciclo modernista de las Sonatas. El marqués de Bradomín, un donjuán decadente y cínico, acude al palacio de Brandeso donde su antigua amante, Concha, agoniza. La novela es una elegía esteticista que convierte la enfermedad, la muerte y la decadencia en materia de belleza literaria. En estas cuatro novelas de 1902 se definen las características de la nueva narrativa finisecular:
– Introspección: Las novelas de Fin de Siglo suelen tener protagonistas masculinos, abúlicos y desorientados (como Apolodoro, Fernando Ossorio, Antonio Azorín, Andrés Hurtado o Augusto Pérez), cuya crisis vital y conflicto interior constituyen el eje de la obra. Esto refleja las inquietudes de los autores y contrasta con los relevantes personajes femeninos del Realismo.
– Simbolismo: Los personajes son la expresión de la crisis de la sociedad burguesa y de la decadencia de España. Como señala La voluntad, Antonio Azorín es «casi un símbolo» de una generación sin voluntad. Además, aparecen elementos simbólicos concretos; por ejemplo, en el final de Camino de perfección, la suegra cose una página del Evangelio en la fajita del bebé, sugiriendo la imposibilidad de vencer a la España tradicional y el pesimismo regeneracionista de las primeras novelas del 98.
11. Azorín
El tema central de la obra narrativa y ensayística de Azorín es la reflexión sobre el tiempo. En su literatura hay una aguda percepción de la vida como transcurso hacia la muerte, lo que produce en el autor una profunda melancolía o “dolorido sentir”.
11.1. Características de la Narrativa de Azorín
Los rasgos característicos de su narrativa se relacionan con la obsesión por el paso del tiempo y la muerte:
– El tiempo como repetición: influido por Nietzsche y su idea del eterno retorno, Azorín concibe el tiempo como una reiteración inexorable de emociones y situaciones a lo largo de la historia.
– La literatura como fuente de inspiración: muchas de sus obras parten del análisis de los clásicos de la literatura española y de la recreación de personajes y mitos literarios (Lecturas españolas, Clásicos y modernos, Valores literarios, Al margen de los clásicos, El licenciado Vidriera, Don Juan, Doña Inés). Estas referencias se vinculan con la idea noventayochista de que en la creación artística se condensa la identidad de España y con el tema del tiempo, ya que en la literatura se destila «lo permanente o esencial».
– La reivindicación de los pequeños detalles: el interés por lo pequeño o lo nimio refleja la voluntad de captar o eternizar el instante. Se manifiesta en un estilo singular, con léxico preciso y rico, frases cortas y yuxtaposición.
– La deliberada ausencia de acción o fábula: los relatos fragmentados y discontinuos se interrumpen con descripciones y digresiones sobre temas como la vida activa o contemplativa, la vida e inteligencia, la disolución de la voluntad, el tiempo o la muerte.
El realismo es un movimiento artístico y literario que alcanza su plenitud en Europa en la segunda mitad del siglo XIX. En la literatura, el realismo encuentra su cauce de expresión predilecto en el género narrativo y, más concretamente, en la novela. En estos dos enunciados se sintetiza la pretensión fundamental: ofrecer un retrato fiel de la vida cotidiana contemporánea. Se desplaza en el realismo hacia el mundo social en el que este desarrolla su vida, que se intenta reflejar de manera objetiva, con exactitud y rigor. La novela realista nace vinculada indisociablemente a la burguesía.1.1. Características de la Novela Realista
– Verosimilitud: presentan argumentos creíbles y excluyen sucesos sobrenaturales. Los autores hacen un minucioso trabajo de observación y documentación para reflejar la realidad.
– Contemporaneidad: los narradores ambientan sus novelas en la época en la que viven y en escenarios reconocibles. No buscan evadirse, sino describir y analizar el mundo que los rodea.
– Descripción de ambientes y personajes: las novelas están llenas de extensas y detalladas descripciones del aspecto, carácter, lugares y objetos del entorno.
– Personajes antiheroicos: son personajes comunes, de clase media y sin atributos especiales, que experimentan conflictos con el medio social (lucha por la subsistencia o choque con las normas sociales). Son frecuentes las novelas de adulterio (Madame Bovary, Anna Karénina, La Regenta, Fortunata y Jacinta, El primo Basilio), donde el matrimonio se muestra como una estructura coercitiva que condena a la mujer a la insatisfacción y el hastío.
– Intención crítica: aunque aparentan objetividad, la ideología del autor impregna el punto de vista del narrador, mediante comentarios valorativos o una denuncia implícita de los defectos de la sociedad burguesa.
2. La Generación del 98
La generación del 98 está formada por escritores españoles nacidos entre 1860 y 1875 que publican sus primeras obras en el cambio de siglo. Incluyen, entre otros, a Ángel Ganivet (precursor), Ramiro de Maeztu, Azorín (José Martínez Ruiz), Pío Baroja, Miguel de Unamuno y, con matices, a Antonio Machado y Ramón M.ª del Valle-Inclán.
2.1. La Angustia Existencial y el Tema de Dios
El spleen finisecular se manifiesta como un hastío vital y abulia que caracteriza a personajes de Azorín (en Diario de un enfermo o La voluntad) y de Baroja (en Camino de perfección o El árbol de la ciencia). El tema de Dios, vinculado al antipositivismo y al irracionalismo de la época, se desarrolla de varias formas:
– La reflexión sobre la ausencia o el silencio de Dios está presente en poemas de Antonio Machado (como «Anoche cuando dormía») y en la obra de Miguel de Unamuno (poemas como «La oración del ateo» y ensayos como Del sentimiento trágico de la vida).
– El motivo del sacerdote que pierde la fe aparece en novelas como San Manuel Bueno, mártir (Unamuno) y El cura de Monleón (Baroja), cuyos protagonistas viven atormentados por el derrumbe de sus creencias.
2.2. El Problema de España
El contexto histórico, especialmente el Desastre del 98, lleva a estos escritores a analizar la realidad social, política y cultural de España en numerosos escritos. Surge así la figura del intelectual, una voz crítica e independiente que, a través de sus artículos en la prensa, se convierte en una referencia para la sociedad. La conciencia de la decadencia española, la identificación de sus causas y la búsqueda de soluciones vinculan a esta generación con el regeneracionismo de Joaquín Costa. El problema de España se aborda desde dos enfoques principales: la reflexión sobre la identidad de España y la crítica social.
La Reflexión sobre la Identidad Española
Frente a las propuestas prácticas del regeneracionismo, los autores del 98 defienden una regeneración espiritual basada en recuperar o modificar los rasgos de la identidad nacional. Para ellos, la esencia de España está en su paisaje y su literatura. Sienten fascinación por Castilla, cuyos paisajes y ciudades decadentes simbolizan la decadencia del país y, a la vez, valores como la austeridad, la nobleza y la espiritualidad. Esto se refleja en obras como Castilla (Azorín) o Campos de Castilla (Machado). Unamuno, en Vida de don Quijote y Sancho, ve en el personaje de Cervantes la encarnación del idealismo y la espiritualidad española, opuestos al materialismo burgués. Por otro lado, estos autores identifican rasgos negativos que, según ellos, impiden la regeneración del país: la abulia (Ganivet), el cainismo (Machado), la envidia (Unamuno en Abel Sánchez) y la religiosidad tradicional pasiva (Machado). Esta reflexión implica un debate constante entre europeísmo y nacionalismo. Unamuno, por ejemplo, pasa de proponer la «europeización» de España en En torno al casticismo, a defender la necesidad de «españolizar Europa», mostrando una postura cada vez más antieuropea.
La Crítica Social
Las obras de la Generación del 98 critican diversos aspectos concretos de la realidad social española:
– El caciquismo: Se critica en novelas como César o nada de Pío Baroja, cuyo protagonista lucha contra el cacique local, don Calixto. También aparece en el poema burlesco de Antonio Machado, «Llanto de las virtudes y coplas por la muerte de don Guido».
– El poder de la Iglesia: Se cuestiona su influencia, especialmente en la educación, en novelas como Camino de perfección (Baroja). La obra central sobre este tema será AMDG de Ramón Pérez de Ayala.
– Otras lacras: Los autores también denuncian el subdesarrollo económico (en Hacia otra España de Maeztu), la brutalidad policial (en Luces de bohemia de Valle-Inclán), el militarismo (en Martes de carnaval de Valle-Inclán) y la necesidad de una reforma agraria (en La voluntad de Azorín).
3.3. El Primitivismo
El rechazo de la sociedad burguesa y el progreso genera actitudes primitivistas, que buscan un regreso a la inocencia y autenticidad perdidas. Este ideal se manifiesta de varias formas en el 98:
– Exaltación de lo pequeño y popular: Rasgo característico de la prosa de Azorín y presente en fragmentos de Baroja como los «Elogios» del acordeón y de los caballitos del tiovivo en Paradox, rey.
– Interés por la literatura medieval: Se refleja en poemas de Machado dedicados a Manrique y Berceo, y en el poemario Aromas de leyenda de Valle-Inclán, inspirado en una cantiga de Alfonso X.
– Recuperación de un vocabulario popular y arcaico: Estrategia de renovación lingüística visible en textos de Azorín, que emplea términos como «allozos» (almendros) o «maguillo» (manzano).
3.4. El Subjetivismo
Los escritores del 98 se caracterizan por una intensa subjetividad, oponiéndose a la objetividad del Realismo y Naturalismo. Para ellos, la conciencia del yo es más importante que el mundo exterior. Como afirma Azorín en La voluntad: «La sensación crea la conciencia; la conciencia crea el mundo». Baroja, en El árbol de la ciencia, expresa una idea similar. Esta visión subjetiva se manifiesta en:
– El intimismo de la poesía de Machado.
– El tono vehemente y paradójico de los ensayos, novelas y poesía de Unamuno.
– La introspección en la novela finisecular.
3.5. La Renovación Formal
Los autores del 98 transformaron profundamente el lenguaje y los géneros literarios, superando el paradigma realista. Ejemplos de esta voluntad renovadora son:
– La innovación en la novela de Azorín, Unamuno, Baroja y Valle-Inclán.
– La influencia del Simbolismo en la poesía de Machado.
– La creación de los esperpentos dramáticos por Valle-Inclán.
9. La Novela Anterior a 1936: Panorama General
La narrativa española anterior a la Guerra Civil se divide en tres etapas: la novela de Fin de Siglo, la del periodo de entreguerras y la de los años treinta.
9.1. La Novela de Fin de Siglo
En esta etapa conviven los modelos narrativos del siglo XIX con nuevas tendencias que los cuestionan. Las principales tendencias son:
– Novela realista y naturalista: Autores como Emilia Pardo Bazán (La quimera, 1903) y Benito Pérez Galdós (Casandra, 1905) siguen activos, evolucionando dentro de estas corrientes.
– Novela erótica, galante o sicalíptica: Continuadores del Naturalismo, influidos por Blasco Ibáñez, centran sus argumentos en la vida sexual de los protagonistas. Destacan Eduardo Zamacois (El seductor) y Felipe Trigo (Las ingenuas, Jarrapellejos).
– Novela conservadora: Exalta los valores patrióticos y cristianos. Autores como Concha Espina (La esfinge maragata) y Ricardo León (Casta de hidalgos) alcanzaron gran popularidad, al margen de la crisis espiritual de la época.
– Novela de Fin de Siglo: Cultivada por autores vinculados al Modernismo o la Generación del 98 (Azorín, Baroja, Unamuno, Valle-Inclán), manifiesta los rasgos propios de esta sensibilidad y transforma profundamente la narrativa española.
9.2. La Novela en el Periodo de Entreguerras
Durante las décadas de 1920 y 1930, los autores de la Generación del 14 publican sus obras principales, introduciendo nuevas orientaciones narrativas:
– Novela intelectual: Cultivada por Ramón Pérez de Ayala, hereda aspectos del 98 (como en La voluntad de Azorín o El árbol de la ciencia de Baroja).
– Novela descriptiva o formalista: Representada por la obra de Gabriel Miró.
– Novela de vanguardia: Su principal exponente es Ramón Gómez de la Serna.
9.3. La Novela en los Años Treinta
En los años previos a la Guerra Civil (1936-1939) continúa la novela de vanguardia, con autores como Benjamín Jarnés (Locura y muerte de nadie) y Mauricio Bacarisse (Los terribles amores de Agliberto y Celedonia). Además, surge la novela social, que pretende reflejar el clima de tensión social y política del momento. Entre sus cultivadores destacan Joaquín Arderius (Campesinos), Manuel Domínguez Benavides (Un hombre de treinta años), José Díaz Fernández (El blocao) y César Muñoz Arconada (Los pobres contra los ricos).
10. La Novela de Fin de Siglo: Aspectos
A principios del siglo XX, la novela experimenta una ruptura con el paradigma realista del siglo XIX, reflejo de la crisis social, política e ideológica de la época. En 1902 se publican cuatro novelas clave que marcan esta superación e inician la renovación novelística.
Novelas de 1902
– Amor y pedagogía, de Miguel de Unamuno. Satiriza el positivismo científico a través de Avito Carrascal, que intenta educar a su hijo Apolodoro como un genio mediante métodos pedagógicos racionales. El plan fracasa: Apolodoro, infeliz y sin sentido vital, se suicida tras ser rechazado por Clara, pero antes deja embarazada a la criada Petra, buscando así una forma de perpetuarse y vencer simbólicamente a la muerte.
– Camino de perfección, de Pío Baroja. Narra el viaje introspectivo y físico de Fernando Ossorio, un joven atormentado y apático. En su trayecto desde Madrid a Levante, descubre el atraso de la España interior (que atribuye al catolicismo) y recibe influencias filosóficas (como el nihilismo y Nietzsche). Encuentra la redención y una nueva vitalidad en Alicante con Dolores, una mujer sencilla. Juntos tendrán un hijo, al que educarán en contacto con la naturaleza y alejados de la religión.
– La voluntad, de Azorín. Sigue una estructura similar a la anterior. Antonio Azorín busca infructuosamente un propósito que alivie su angustia existencial y su abulia. Tanto en Yecla (Murcia) como en Madrid, solo encuentra atonía y resignación, lo que profundiza su nihilismo. Al final, regresa a Yecla y, según se revela en el epílogo, lleva una vida vacía e indiferente, como un «muerto en vida».
– Sonata de otoño, de Ramón M.ª del Valle-Inclán. Pertenece al ciclo modernista de las Sonatas. El marqués de Bradomín, un donjuán decadente y cínico, acude al palacio de Brandeso donde su antigua amante, Concha, agoniza. La novela es una elegía esteticista que convierte la enfermedad, la muerte y la decadencia en materia de belleza literaria. En estas cuatro novelas de 1902 se definen las características de la nueva narrativa finisecular:
– Introspección: Las novelas de Fin de Siglo suelen tener protagonistas masculinos, abúlicos y desorientados (como Apolodoro, Fernando Ossorio, Antonio Azorín, Andrés Hurtado o Augusto Pérez), cuya crisis vital y conflicto interior constituyen el eje de la obra. Esto refleja las inquietudes de los autores y contrasta con los relevantes personajes femeninos del Realismo.
– Simbolismo: Los personajes son la expresión de la crisis de la sociedad burguesa y de la decadencia de España. Como señala La voluntad, Antonio Azorín es «casi un símbolo» de una generación sin voluntad. Además, aparecen elementos simbólicos concretos; por ejemplo, en el final de Camino de perfección, la suegra cose una página del Evangelio en la fajita del bebé, sugiriendo la imposibilidad de vencer a la España tradicional y el pesimismo regeneracionista de las primeras novelas del 98.
11. Azorín
El tema central de la obra narrativa y ensayística de Azorín es la reflexión sobre el tiempo. En su literatura hay una aguda percepción de la vida como transcurso hacia la muerte, lo que produce en el autor una profunda melancolía o “dolorido sentir”.
11.1. Características de la Narrativa de Azorín
Los rasgos característicos de su narrativa se relacionan con la obsesión por el paso del tiempo y la muerte:
– El tiempo como repetición: influido por Nietzsche y su idea del eterno retorno, Azorín concibe el tiempo como una reiteración inexorable de emociones y situaciones a lo largo de la historia.
– La literatura como fuente de inspiración: muchas de sus obras parten del análisis de los clásicos de la literatura española y de la recreación de personajes y mitos literarios (Lecturas españolas, Clásicos y modernos, Valores literarios, Al margen de los clásicos, El licenciado Vidriera, Don Juan, Doña Inés). Estas referencias se vinculan con la idea noventayochista de que en la creación artística se condensa la identidad de España y con el tema del tiempo, ya que en la literatura se destila «lo permanente o esencial».
– La reivindicación de los pequeños detalles: el interés por lo pequeño o lo nimio refleja la voluntad de captar o eternizar el instante. Se manifiesta en un estilo singular, con léxico preciso y rico, frases cortas y yuxtaposición.
– La deliberada ausencia de acción o fábula: los relatos fragmentados y discontinuos se interrumpen con descripciones y digresiones sobre temas como la vida activa o contemplativa, la vida e inteligencia, la disolución de la voluntad, el tiempo o la muerte.
11.2. Obras Narrativas de Azorín
De las dieciséis novelas publicadas por Azorín, destacan las cuatro primeras, caracterizadas por el uso de material autobiográfico:
– Diario de un enfermo (1901): el protagonista narrador es un joven indolente e hipersensible que, tras un desengaño amoroso, decide suicidarse.
– Trilogía de Antonio Azorín: formada por las novelas La voluntad (1902), Antonio Azorín (1903) y Confesiones de un pequeño filósofo (1904), todas protagonizadas por Antonio Azorín. En la segunda, el personaje regresa a su tierra natal, Monóvar, y encuentra en el escepticismo una salida a su amargura. Confesiones de un pequeño filósofo es una colección de estampas líricas, donde el autor evoca su infancia en primera persona, identificando personaje y creador.
– Castilla (1912): volumen formado por doce textos, algunos entre el ensayo y el cuento, considerados una de sus obras maestras. En tres de ellos recrea personajes de obras literarias (La Celestina, El Lazarillo y La ilustre fregona), y en cinco aparece el motivo de la reiteración en el tiempo de una escena o sentimiento («Las nubes», por ejemplo).
12. Pío Baroja
Pío Baroja, considerado el gran novelista de la Generación del 98, nació en San Sebastián. Tras licenciarse en Medicina, ejerció como médico rural y luego regentó un horno de pan en Madrid, donde conoció la realidad social de España. De carácter huraño, simpatiza con el anarquismo y rechazó la democracia liberal.
12.1. Obra Narrativa
Escribió más de sesenta novelas, agrupadas en trilogías:
– La tierra vasca: La casa de Aizgorri, El mayorazgo de Labraz, Zalacaín el aventurero.
– La vida fantástica: Silvestre Paradox, Camino de perfección, Paradox, rey.
– La lucha por la vida: La busca, Mala hierba, Aurora roja.
– La raza: El árbol de la ciencia, La dama errante, La ciudad de la niebla. También escribió Memorias de un hombre de acción, sobre Eugenio de Aviraneta durante la Guerra de la Independencia, donde mezcla historia y novela.
El Árbol de la Ciencia
Relata la formación de Andrés Hurtado, desde sus estudios de Medicina hasta su suicidio, tras vivir la miseria rural, la muerte de su hermano y la de Lulú, su esposa.
Estilo
Baroja mezcla realismo y reflexión interior, dando más importancia a las sensaciones y pensamientos que a la acción o descripción.
12.2. Características Temáticas y Formales
– Pesimismo: Influido por Schopenhauer, Baroja ve la vida como una lucha continua, llena de sufrimiento y sin finalidad. Desde una visión individualista y escéptica, muestra una crítica a la realidad española y un fuerte anticlericalismo.
– Personajes polarizados: Hombre de acción: Vitalista, busca la aventura (Martín Zalacaín, Shanti Andía, César Moncada, Manuel Alcázar, Eugenio de Aviraneta). Hombre abúlico: Desorientado, sin voluntad ni sentido vital (Fernando Ossorio, Andrés Hurtado).
– Estructura abierta: Las acciones se suceden sin plan definido, en episodios inconexos, para reflejar el fluir de la vida. Se relaciona con la novela vivípara de Unamuno.
– Estilo claro: Lenguaje sencillo y funcional, con diálogos frecuentes, sin virtuosismo formal y propio de la tendencia antirretórica del 98.
13. Miguel de Unamuno
La novela es, para Unamuno, medio de expresión de problemas filosóficos y existenciales. Su obra literaria, en narrativa, ensayo, teatro y lírica, refleja constantes temáticas que expresan su yo más íntimo. El tema central de su narrativa es el ansia de inmortalidad. Tras su crisis vital de 1897, Unamuno vive el conflicto entre fe y razón: la necesidad de creer frente a la idea de que la inmortalidad es un contrasentido lógico. Esta fe agónica, marcada por la duda, muestra la influencia de Kierkegaard. El deseo de perdurar, eje de Del sentimiento trágico de la vida, también aparece en Niebla, San Manuel Bueno, mártir y en los poemas del Rosario de sonetos líricos. En su narrativa, este tema se manifiesta también en la paternidad (Amor y pedagogía) y la maternidad (La tía Tula).
Principales Novelas de Unamuno
– Niebla (1914): Augusto Pérez, engañado por su prometida Eugenia, decide suicidarse y acude a hablar con su autor, Unamuno, quien determina su muerte. El personaje se rebela y pide seguir viviendo. La novela trata temas como el anhelo de inmortalidad, el conflicto entre libertad y determinismo, y el paralelismo entre el hombre y Dios.
– San Manuel Bueno, mártir (1930): Don Manuel, párroco de Valverde de Lucerna, ha perdido la fe pero la finge ante sus feligreses. Unamuno contrapone la verdad desoladora a la ilusión que da sentido y consuelo.
– Abel Sánchez (1917): Reflexiona sobre la envidia, «fermento de la vida social española», a través del mito de Caín y Abel. Oponen a Abel Sánchez, pintor admirado, y Joaquín Monegro, hombre inteligente pero envidioso, que mata a Abel en un arrebato.
Tipos de Novelas según Unamuno
En A lo que salga (1904), Unamuno distingue dos tipos de novelas:
– Novelas ovíparas: Nacen tras un largo proceso de documentación y planificación. Ejemplo: Paz en la guerra (1897), ambientada en la guerra carlista.
– Novelas vivíparas: Escritas sin plan previo, representan el concepto de nivola, término creado por Unamuno para diferenciarse de la novela realista y naturalista. Las nivolas se centran en el conflicto interior del personaje, con acción esquemática y ausencia de espacio o tiempo definidos. Se eliminan las descripciones y predominan los diálogos y monólogos, donde los personajes expresan sus angustias íntimas. Algunos pasajes de Niebla (cap. IV) son consideradas las primeras manifestaciones de este tipo de novela.
14. Ramón Mª del Valle-Inclán
La narrativa de Valle-Inclán se organiza en cuatro bloques: las Sonatas, la trilogía carlista, Tirano Banderas y la serie El ruedo ibérico.
14.1. Las Sonatas
Las cuatro Sonatas (primavera, estío, otoño e invierno) representan la culminación de la prosa modernista de Valle-Inclán. Narran las memorias amorosas del marqués de Bradomín, definido como «un donjuán feo, católico y sentimental», símbolo del decadentismo y del rechazo a la burguesía del fin de siglo. Destacan por su estilo musical y sensorial, la abundante adjetivación y el uso de imágenes eróticas y religiosas.
14.2. La Trilogía de la Guerra Carlista
Formada por Los cruzados de la causa, El resplandor de la hoguera y Gerifaltes de antaño, tiene como trasfondo la guerra carlista. Las obras muestran desde la búsqueda de recursos por parte de los carlistas hasta la brutalidad del combate. En Gerifaltes de antaño aparecen personajes grotescos y tonos burlescos que anticipan el esperpento.
14.3. Tirano Banderas
Ambientada en la república imaginaria de Santa Fe de Tierra Firme, narra los últimos tres días del dictador Santos Banderas, inspirado en tiranos hispanoamericanos. Inaugura la novela de dictadores y destaca por su gran riqueza lingüística, que mezcla mexicanismos, argentinismos y antillanismos. Presenta una visión crítica del poder absoluto y la deshumanización del caudillo.
De las dieciséis novelas publicadas por Azorín, destacan las cuatro primeras, caracterizadas por el uso de material autobiográfico:
– Diario de un enfermo (1901): el protagonista narrador es un joven indolente e hipersensible que, tras un desengaño amoroso, decide suicidarse.
– Trilogía de Antonio Azorín: formada por las novelas La voluntad (1902), Antonio Azorín (1903) y Confesiones de un pequeño filósofo (1904), todas protagonizadas por Antonio Azorín. En la segunda, el personaje regresa a su tierra natal, Monóvar, y encuentra en el escepticismo una salida a su amargura. Confesiones de un pequeño filósofo es una colección de estampas líricas, donde el autor evoca su infancia en primera persona, identificando personaje y creador.
– Castilla (1912): volumen formado por doce textos, algunos entre el ensayo y el cuento, considerados una de sus obras maestras. En tres de ellos recrea personajes de obras literarias (La Celestina, El Lazarillo y La ilustre fregona), y en cinco aparece el motivo de la reiteración en el tiempo de una escena o sentimiento («Las nubes», por ejemplo).
12. Pío Baroja
Pío Baroja, considerado el gran novelista de la Generación del 98, nació en San Sebastián. Tras licenciarse en Medicina, ejerció como médico rural y luego regentó un horno de pan en Madrid, donde conoció la realidad social de España. De carácter huraño, simpatiza con el anarquismo y rechazó la democracia liberal.
12.1. Obra Narrativa
Escribió más de sesenta novelas, agrupadas en trilogías:
– La tierra vasca: La casa de Aizgorri, El mayorazgo de Labraz, Zalacaín el aventurero.
– La vida fantástica: Silvestre Paradox, Camino de perfección, Paradox, rey.
– La lucha por la vida: La busca, Mala hierba, Aurora roja.
– La raza: El árbol de la ciencia, La dama errante, La ciudad de la niebla. También escribió Memorias de un hombre de acción, sobre Eugenio de Aviraneta durante la Guerra de la Independencia, donde mezcla historia y novela.
El Árbol de la Ciencia
Relata la formación de Andrés Hurtado, desde sus estudios de Medicina hasta su suicidio, tras vivir la miseria rural, la muerte de su hermano y la de Lulú, su esposa.
Estilo
Baroja mezcla realismo y reflexión interior, dando más importancia a las sensaciones y pensamientos que a la acción o descripción.
12.2. Características Temáticas y Formales
– Pesimismo: Influido por Schopenhauer, Baroja ve la vida como una lucha continua, llena de sufrimiento y sin finalidad. Desde una visión individualista y escéptica, muestra una crítica a la realidad española y un fuerte anticlericalismo.
– Personajes polarizados: Hombre de acción: Vitalista, busca la aventura (Martín Zalacaín, Shanti Andía, César Moncada, Manuel Alcázar, Eugenio de Aviraneta). Hombre abúlico: Desorientado, sin voluntad ni sentido vital (Fernando Ossorio, Andrés Hurtado).
– Estructura abierta: Las acciones se suceden sin plan definido, en episodios inconexos, para reflejar el fluir de la vida. Se relaciona con la novela vivípara de Unamuno.
– Estilo claro: Lenguaje sencillo y funcional, con diálogos frecuentes, sin virtuosismo formal y propio de la tendencia antirretórica del 98.
13. Miguel de Unamuno
La novela es, para Unamuno, medio de expresión de problemas filosóficos y existenciales. Su obra literaria, en narrativa, ensayo, teatro y lírica, refleja constantes temáticas que expresan su yo más íntimo. El tema central de su narrativa es el ansia de inmortalidad. Tras su crisis vital de 1897, Unamuno vive el conflicto entre fe y razón: la necesidad de creer frente a la idea de que la inmortalidad es un contrasentido lógico. Esta fe agónica, marcada por la duda, muestra la influencia de Kierkegaard. El deseo de perdurar, eje de Del sentimiento trágico de la vida, también aparece en Niebla, San Manuel Bueno, mártir y en los poemas del Rosario de sonetos líricos. En su narrativa, este tema se manifiesta también en la paternidad (Amor y pedagogía) y la maternidad (La tía Tula).
Principales Novelas de Unamuno
– Niebla (1914): Augusto Pérez, engañado por su prometida Eugenia, decide suicidarse y acude a hablar con su autor, Unamuno, quien determina su muerte. El personaje se rebela y pide seguir viviendo. La novela trata temas como el anhelo de inmortalidad, el conflicto entre libertad y determinismo, y el paralelismo entre el hombre y Dios.
– San Manuel Bueno, mártir (1930): Don Manuel, párroco de Valverde de Lucerna, ha perdido la fe pero la finge ante sus feligreses. Unamuno contrapone la verdad desoladora a la ilusión que da sentido y consuelo.
– Abel Sánchez (1917): Reflexiona sobre la envidia, «fermento de la vida social española», a través del mito de Caín y Abel. Oponen a Abel Sánchez, pintor admirado, y Joaquín Monegro, hombre inteligente pero envidioso, que mata a Abel en un arrebato.
Tipos de Novelas según Unamuno
En A lo que salga (1904), Unamuno distingue dos tipos de novelas:
– Novelas ovíparas: Nacen tras un largo proceso de documentación y planificación. Ejemplo: Paz en la guerra (1897), ambientada en la guerra carlista.
– Novelas vivíparas: Escritas sin plan previo, representan el concepto de nivola, término creado por Unamuno para diferenciarse de la novela realista y naturalista. Las nivolas se centran en el conflicto interior del personaje, con acción esquemática y ausencia de espacio o tiempo definidos. Se eliminan las descripciones y predominan los diálogos y monólogos, donde los personajes expresan sus angustias íntimas. Algunos pasajes de Niebla (cap. IV) son consideradas las primeras manifestaciones de este tipo de novela.
14. Ramón Mª del Valle-Inclán
La narrativa de Valle-Inclán se organiza en cuatro bloques: las Sonatas, la trilogía carlista, Tirano Banderas y la serie El ruedo ibérico.
14.1. Las Sonatas
Las cuatro Sonatas (primavera, estío, otoño e invierno) representan la culminación de la prosa modernista de Valle-Inclán. Narran las memorias amorosas del marqués de Bradomín, definido como «un donjuán feo, católico y sentimental», símbolo del decadentismo y del rechazo a la burguesía del fin de siglo. Destacan por su estilo musical y sensorial, la abundante adjetivación y el uso de imágenes eróticas y religiosas.
14.2. La Trilogía de la Guerra Carlista
Formada por Los cruzados de la causa, El resplandor de la hoguera y Gerifaltes de antaño, tiene como trasfondo la guerra carlista. Las obras muestran desde la búsqueda de recursos por parte de los carlistas hasta la brutalidad del combate. En Gerifaltes de antaño aparecen personajes grotescos y tonos burlescos que anticipan el esperpento.
14.3. Tirano Banderas
Ambientada en la república imaginaria de Santa Fe de Tierra Firme, narra los últimos tres días del dictador Santos Banderas, inspirado en tiranos hispanoamericanos. Inaugura la novela de dictadores y destaca por su gran riqueza lingüística, que mezcla mexicanismos, argentinismos y antillanismos. Presenta una visión crítica del poder absoluto y la deshumanización del caudillo.
