Romanización
Organización y división administrativa
La Hispania romana fue dividida en distintas estructuras territoriales: provincias, conventos y ciudades. La división provincial más antigua se dio tras la ocupación del Levante y el sur peninsular: la Hispania Citerior y la Ulterior, cuyas fronteras se irían modificando según avanzaba la conquista de nuevos territorios. La reforma administrativa de Augusto dividió Hispania en tres provincias: una senatorial, bajo la administración del Senado de Roma, y dos imperiales.
Los romanos crearon una extensa red de ciudades que se convirtieron en el centro administrativo, jurídico, político y económico de Hispania. El modelo urbano romano supuso el factor esencial del proceso de romanización, ya que las ciudades cohesionaban el territorio y actuaban como núcleos a partir de los cuales se romanizaba la población.
Las ciudades, unidas entre sí por vías o calzadas, tenían diversos orígenes: podían ser antiguos centros urbanos o nuevos centros fundados por la administración o el ejército, a partir de los primitivos campamentos militares. La ciudad romana estaba formada por un amplio territorio rural dividido en tierras de propiedad privada y tierras de aprovechamiento comunal. El núcleo urbano actuaba como centro económico, político, religioso y de ocio. La autonomía de cada ciudad dependía de su grado de integración en la dominación romana.
Las ciudades romanas se dividían de mayor a menor categoría. En segundo lugar, estaban las ciudades no romanas que tenían diversos tipos según su relación con Roma: libres, federadas y estipendiarias.
Características Generales de la Economía
Roma propició una economía de tipo colonial, en la que Hispania exportaba fundamentalmente materias primas a Roma e importaba de esta productos manufacturados. La producción principal de Hispania era de trigo, vino y aceite que se exportaba a Roma. La economía creció de forma considerable durante la administración romana.
La actividad agrícola y ganadera fue la base económica de Hispania. La tierra estaba dividida en latifundios donde se introdujeron mejoras y cuya producción se dedicaba a la exportación. La minería era otro de los sectores económicos esenciales, con el perfeccionamiento de las técnicas extractivas y la apertura de nuevas explotaciones, entre las que destacan las minas de Riotinto, el aprovechamiento aurífero del río Sil y las explotaciones de oro, plata y cobre en Sierra Morena.
La economía del Bajo Imperio entró en un proceso de ruralización con la tendencia a adquirir grandes latifundios y abandonar las ciudades, que habían entrado en crisis, para retirarse a vivir en lujosas villas.
Romanización
La Estructura Social
La posición social en el mundo romano estaba determinada por la categoría jurídica del individuo. La sociedad romana estaba dividida en hombres libres y esclavos. Entre los hombres libres existía también una diferenciación jurídica entre ciudadanos romanos y no ciudadanos. Existían las siguientes categorías:
- Patricios: Ciudadanos pertenecientes a órdenes, que eran una minoría privilegiada y dominante que desempeñaba altos cargos políticos, financieros, militares y religiosos.
- Plebeyos: Ciudadanos romanos no pertenecientes a órdenes. Al tener el estatuto de ciudadanos romanos, gozaban de privilegios políticos, militares y sociales, aunque existían grandes diferencias de fortuna en el conjunto de los ciudadanos.
- Incolae: Hombres libres pero no ciudadanos, que carecían de derechos políticos pero tenían derechos civiles como el de contraer matrimonio, tener propiedades y heredar.
- Esclavos: No tenían ni derechos políticos ni civiles. La condición de esclavo se tenía de nacimiento o por captura.
El Legado Cultural Hispanorromano
La superioridad militar, tecnológica, económica y cultural de Roma sobre las tribus de la Península terminó por imponer la cultura, la legislación, la religión, la lengua y las formas de organización romanas. El latín se impuso como la lengua común. El derecho romano reguló la vida social y política de la península. El cristianismo se difundió por Hispania. La nueva religión se fue extendiendo y cuando el emperador Constantino la legalizó en el año 313, estaba ya organizada en numerosas zonas.
La culminación del proceso de romanización se alcanzó cuando el emperador Caracalla extendió la ciudadanía romana a todos los habitantes libres del Imperio. Durante el dominio romano se desarrolló un intenso proceso de urbanización. Estas ciudades eran construidas sobre el modelo urbano romano, que seguía el esquema de los campamentos militares con el cruce perpendicular de dos vías principales, el cardo y el decumano. Estas ciudades estaban unidas mediante una red viaria constituida por un excelente entramado de calzadas.
La arquitectura romana tenía tres objetivos esenciales: la utilidad del edificio, su perfección técnica y la propaganda del patrocinador de la obra. Las obras de ingeniería respondían a las necesidades militares y urbanas, al tiempo que cumplían la función de propaganda del poder. Las vías militares cubrían en una red todo el imperio. La vida urbana imitó el estilo de vida de Roma, donde en las ciudades de Hispania se construyeron termas, teatros, anfiteatros, circos y templos.
Al-Andalus
La conquista musulmana de la península
La llegada de los musulmanes a la Península Ibérica se debe a una doble motivación: por un lado, la intervención en la lucha civil entre los visigodos y por otro, la expansión propia de su dominio por el Norte de África. A principios del siglo VIII, el reino visigodo pasaba por su etapa de mayor debilidad debido a las luchas internas por el poder entre Akhila, hijo del rey visigodo Witiza, y don Rodrigo. En el 711, los musulmanes vencieron a los ejércitos del rey Rodrigo en la batalla de Guadalete. En los años posteriores, Muza y Abd-al-Aziz conquistaron e implantaron un nuevo gobierno musulmán, convirtiendo la península en provincia dependiente del califato de Damasco. En el 720 ya dominaban toda la península, salvo la franja cantábrica, a la que denominaron Al-Andalus.
La conquista se llevó a cabo mediante pactos o capitulaciones, gracias a los cuales los hispanovisigodos mantuvieron sus tierras y jurisdicciones a cambio de la sumisión a las autoridades islámicas y el pago de un impuesto territorial y personal. En general, se mostraron respetuosos con la población al considerarlos dhimnies o “gentes del libro”, es decir, protegidos del Islam por poseer textos sagrados fruto de revelaciones anteriores a Mahoma.
Tras la derrota musulmana contra los francos (732), la frontera quedó establecida en los Pirineos. Los hispanovisigodos que no aceptaron el dominio musulmán se refugiaron en las zonas pirenaicas y cantábricas.
El Emirato Dependiente de Damasco
La península quedó estructurada como un emirato dependiente del Califato de Damasco. Al-Andalus era una provincia gobernada por un emir. Fueron años de inestabilidad política y de fuertes enfrentamientos entre los propios grupos musulmanes (árabes y bereberes). Los árabes se asentaron en las tierras más fértiles, reservándose el papel político y militar dominante. Los bereberes habían sido conquistados y después islamizados por los árabes. La comunidad islámica hacía a todos iguales ante la fe, pero las diferencias étnicas y las rivalidades provocaban tensiones que desembocaron en disputas, donde muchos abandonaron sus tierras. Los árabes reclamaron la ayuda de las tropas sirias, y estos grupos sirios se establecieron con carácter definitivo en Al-Andalus.
- Batalla de Covadonga: Garantizó la independencia del núcleo cristiano de Asturias.
- Victoria de los francos dirigidos por Carlos Martel: En la batalla de Poitiers.
El Emirato Independiente
Abd al-Rahman I tuvo apoyo de los sirios andalusíes, derrotó al valí de Córdoba y se proclamó emir independiente. Tuvo que hacer frente a una situación inestable, donde sustituyó su política inicial de pacificación por otra de mano dura. Consiguió la división territorial del emirato y un ejército profesional mediante mercenarios. La rebelión iniciada por un muladí reconvertido al cristianismo, Omar Ibn Hafsun, creó muchos problemas. En los últimos años del emirato, el clima era de anarquía, aprovechando esta situación los núcleos cristianos se expandieron hacia el sur. Se puede considerar al emirato independiente como una etapa de consolidación y organización del poder musulmán.
El Califato de Córdoba
Abd al-Rahman III dio el paso definitivo para la independencia de Al-Andalus en el año 929 al autoproclamarse califa, lo que rompió el vínculo religioso con Oriente. Durante esta etapa, las luchas con los cristianos fueron intensas y Abd al-Rahman III reforzó el aparato militar e hizo campañas contra Ordóñez III, venciéndole en Valdejunquera. El período del Califato de Córdoba representa el culmen del poder político musulmán, donde fue la época de máximo esplendor cultural y artístico de Al-Andalus.
En el territorio militar, la figura más destacada fue Almanzor, que ejerció el poder efectivo. El califato se convirtió bajo su mando en una dictadura militar y emprendió numerosas campañas contra los núcleos cristianos del norte. A partir de 1008, Al-Andalus pasó por una etapa de grave agitación política por culpa de los enfrentamientos entre los aspirantes al califato.
Los Reinos de Taifas
En 1031, una rebelión en Córdoba depuso al último califa y el territorio de Al-Andalus se fragmentó en más de veinte pequeños estados. El número y la extensión de las taifas variaban según su poder y su riqueza, aunque su elevado número inicial se fue reduciendo. Fueron muy frecuentes las disputas entre los distintos reinos de taifas. A finales del siglo XI, ante el avance militar y la fuerza creciente de los reinos cristianos, que se encontraban en plena expansión, los reinos de taifas comprendieron la necesidad de ponerse de acuerdo para hacer causa común.
La Unificación Almorávide
Su máximo dirigente, Yusuf Ibn Tashfin, desembarcó en la península y venció de forma contundente a las tropas de Alfonso VI, tras lo cual regresó al norte de África. Cuatro años después, retornó a la península con el objetivo de incorporar al imperio almorávide los reinos de taifas hispanos, que fueron cayendo uno a uno en su poder. El poder de los almorávides no logró consolidarse del todo y la unificación de Al-Andalus bajo su mando tuvo una breve duración. La descomposición del poder almorávide había propiciado en Al-Andalus un retorno a la fragmentación política.
La Unificación Almohade
Una nueva etapa de reunificación se produjo con la llegada de los almohades, también de origen africano. Desde el norte de África cruzaron a la península con el objetivo de destruir los últimos resquicios del poder almorávide. La completa unificación no se alcanzó hasta 1172, y Sevilla se convirtió en la capital del imperio almohade hispano.
El Reino de Granada
El reino nazarí de Granada fue fundado por Muhammad I, quien se rebeló contra los almohades y se proclamó sultán. Fue escenario de disputas internas casi constantes. La presión exterior ejercida por Castilla obligó a sus emires al pago de parias y al reconocimiento de vasallaje al rey de Castilla. Finalmente, los Reyes Católicos emprendieron una guerra de conquista de diez años de duración que concluyó con la incorporación definitiva del reino de Granada a la corona de Castilla. De este modo, desapareció el último estado musulmán en la península.