Los Reyes Católicos: Unión Dinástica e Instituciones de Gobierno
La unión dinástica de los Reyes Católicos, ambos de la dinastía Trastámara, no se reflejó en una unidad nacional. La boda secreta de 1469 estuvo rodeada de intereses políticos y estratégicos y derivó en una guerra civil en Castilla al desobedecer Isabel el Pacto de los Toros de Guisando (1468). Tras la intervención de Portugal, este conflicto terminó después de la batalla de Toro y con el Tratado de Alcaçovas (1479), que entronizó a Isabel. En ese mismo año, Fernando heredó la corona al morir su padre, el rey Juan II.
La unión dinástica no suponía la unión política o institucional de los territorios, tal y como se había acordado en la Concordia de Segovia (1475). Los reinos mantuvieron sus leyes, monedas, idiomas e instituciones propias. Los Reyes Católicos consiguieron restaurar la autoridad monárquica. Su modelo autoritario encajó mejor en Castilla que en Aragón, reino en el que el pactismo seguía vigente.
En Castilla encontramos el Consejo Real (formado por letrados), apoyado por otros como los de Estado, Hacienda y Justicia. Se nombraron Secretarios Reales y las Cortes prácticamente no tuvieron capacidad legislativa, limitándose a aprobar cargos y subsidios. En cuanto a la justicia, existían tres instituciones principales: el Corregidor, las Chancillerías (Valladolid y Granada) y el Consejo Real. Para mantener el orden, los monarcas organizaron en 1476 la Santa Hermandad. Otras novedades institucionales fueron los Capitanes Generales, los Gobernadores, Virreyes, Adelantados y Merinos. El poder municipal continuó con los alcaldes, concejos y corregidores. En cuanto a la Hacienda, para aumentar las recaudaciones, se acudió a las bulas papales y a los subsidios extraordinarios. La Corte siguió siendo itinerante, sin capital fija.
A la muerte de Isabel, y siguiendo su testamento, se publicaron las Leyes de Toro (1505), reinando ya Juana I, que recopilaron y coordinaron toda la legislación anterior, especialmente el mayorazgo, que garantizaba el predominio social de la alta nobleza. En Aragón se mantuvo su modelo pactista, con fueros y privilegios señoriales, gracias al poder de las Cortes, la Generalitat y el Justicia Mayor de Aragón. Fernando pasó poco tiempo en sus reinos, por lo que se nombraron virreyes. También se cerró la cuestión de los payeses de remensa con la Sentencia Arbitral de Guadalupe (1486), poniendo fin a la servidumbre. Las instituciones comunes para ambos reinos eran de carácter político-religioso: el Regio Patronato y la Inquisición. Asimismo, bajo su reinado, su activa política exterior incorporó a la corona de Castilla las islas Canarias, Granada y Navarra, consolidando la expansión aragonesa en el Mediterráneo, especialmente en Italia. Con los Reyes Católicos se consolida la monarquía autoritaria (como la de Enrique VIII en Inglaterra o Francisco I en Francia) y avanza el llamado Estado moderno, representado por la burocracia, la diplomacia y los ejércitos permanentes.
El Significado de 1492: La Guerra de Granada y el Descubrimiento de América
El año 1492 es la fecha que abre el periodo de la Edad Moderna, y su importancia viene dada por la enorme trascendencia del descubrimiento de América. A partir de ese momento, España y Portugal, y luego el resto de Europa, ocuparon para su explotación un nuevo, vasto y riquísimo continente que empezó así a integrarse en las dinámicas históricas europeas. La magnitud de este hecho fue tal que modificó las estructuras económicas y sociales del viejo continente, que acabó imponiéndose al resto del mundo.
En la península ibérica, en 1492 coincidieron además otros dos hechos de enorme importancia: la expulsión de los judíos y la conquista del reino nazarí de Granada. Unidas las dos Coronas, los Reyes Católicos coincidían en la necesidad de completar, por una parte, la unificación religiosa (expulsión de los judíos en 1492 y conversión forzosa de los moriscos en 1502) y, por otra, la unificación territorial de los reinos hispánicos para consolidar un Estado fuerte que pudiera expandirse fuera de la península. Por esta razón, actuaron en el reino de Granada (1492), incorporaron el reino de Navarra (1512) e iniciaron, mediante una hábil política matrimonial, la anexión de Portugal.
Con la conquista del Reino Nazarí se puso fin al poder del islam en la península tras ocho siglos de presencia continuada. La guerra fue larga (1482-1492), destacando en ella la conquista de Málaga (1487) y la de Baza (1489). La ocupación de la capital del reino supuso la construcción de la fortaleza de Santa Fe como base para las operaciones militares, a la vez que se establecieron conversaciones con Boabdil ‘el Chico’, aprovechando la crisis dinástica de su familia. Tras varios años de asedio, Granada fue definitivamente ocupada el 2 de enero de 1492, tras las capitulaciones que Boabdil, el último rey de Granada, había firmado a finales del año anterior. Para la monarquía hispánica, esta guerra supuso un enorme esfuerzo tanto económico, sufragado en parte mediante la “bula de cruzada”, como bélico, ya que se llevó a cabo un despliegue militar sin precedentes, con la puesta en práctica de ingentes recursos humanos y, por primera vez, nuevas estrategias y tácticas que culminaron con la victoria y el fin del proceso de Reconquista.
A lo largo del siglo XV, Castilla y Portugal se habían postulado como los dos reinos pioneros en las exploraciones atlánticas, pero sin duda eran los portugueses, pioneros en viajes y descubrimientos, los que dominaban las rutas marítimas. En este contexto surge la figura de Cristóbal Colón —navegante de origen genovés— que presentó, primero a la corte portuguesa y luego a la castellana, un proyecto basado en la esfericidad de la Tierra, que consistía en abrir una nueva ruta hacia el oeste para alcanzar los mercados asiáticos y así conseguir sin intermediarios los productos que demandaba Europa (especias, sedas y oro). Al principio, el proyecto fue rechazado por ambas coronas, pero finalmente Isabel de Castilla aceptó y puso a disposición del navegante los medios para el viaje. El contrato entre Colón y los Reyes (Capitulaciones de Santa Fe, 1492) establecía los cargos y beneficios que le reportaría el éxito de su empresa. El 3 de agosto de 1492 salieron de Palos (Huelva) tres naves que, después de una escala en Canarias, alcanzaron tierra el 12 de octubre del mismo año en una de las islas del Caribe (Guanahani o San Salvador, Cuba y La Española). Las expectativas de riqueza generadas por el descubrimiento hicieron que el viaje siguiente, en septiembre de 1493, incluyera 17 barcos y 1200 hombres. Colón realizó una tercera y una cuarta expedición (los llamados “viajes menores”) que alcanzaron las costas del continente americano. Murió en 1506, convencido todavía de haber llegado a tierras asiáticas. En 1511 había concluido, prácticamente, la conquista de las grandes islas, y el conjunto de las Antillas estaba bajo el control de la monarquía. Las miras estaban puestas ahora en un nuevo continente con grandes extensiones de tierra.
El Imperio de los Austrias: España bajo Carlos I. Política Interior y Conflictos Europeos
Carlos I, nacido y educado en Flandes, era hijo de Felipe de Habsburgo, ‘el Hermoso’, y de Juana ‘la Loca’. Como resultado de un cúmulo de casualidades, en 1516, tras la muerte de su abuelo Fernando, fue reconocido como rey de la Corona de Aragón y de Castilla. También recibiría una inmensa herencia territorial en Europa y el título imperial por parte de sus abuelos paternos. Con él asistimos al fin de la dinastía Trastámara y la entronización de una nueva: la de los Habsburgo (los ‘Austrias’). Con ella, la monarquía autoritaria evolucionará hacia un absolutismo combinado con el respeto a los derechos, leyes y privilegios jurídicos de los distintos territorios que conformaban el Imperio.
El gobierno de Carlos V se asentó sobre dos pilares que marcaron toda su labor política: 1) la defensa de la idea de Imperio Universal Cristiano bajo la figura del Emperador y, 2) la defensa del cristianismo como factor de unidad europea. A la defensa de estos dos objetivos —imperio y cristianismo— subordinó todos los ingresos y hombres que llegaron a su alcance.
Política Exterior
En política exterior mantuvo tres frentes:
- Guerras contra Francia por la hegemonía europea. Carlos I y Francisco I se enfrentaron por el dominio de los reinos y ducados de Italia y por el control de Flandes y Borgoña. Carlos venció en Pavía (1525) y sus tropas saquearon Roma (1527) por la actitud profrancesa del papa. Acabó incorporando el Milanesado.
- Guerra contra los turcos. En defensa de la cristiandad y de la estabilidad del comercio mediterráneo. Para dominarlos, Carlos lanzó con éxito un ataque contra Túnez (1535), pero fracasó en la conquista de Argel (1541).
- Guerra contra los protestantes. En defensa de la unidad católica. La ruptura de la unidad católica, como consecuencia de la Reforma protestante, fue el principal problema de la monarquía de Carlos I. Martín Lutero obtuvo el respaldo de los príncipes alemanes y, de este modo, intereses políticos y económicos se unieron a los puramente religiosos. El conflicto terminó con la Paz de Augsburgo en 1555, por la que cada príncipe alemán pudo elegir la religión de sus Estados.
Política Interior
En política interior cabe señalar los conflictos de las Comunidades y las Germanías:
- Sublevación de las Comunidades en Castilla (1520-1521): El rey llegó a España en 1517 por primera vez, a la edad de 17 años, rodeado de una camarilla de consejeros flamencos para convocar Cortes que votaran nuevos impuestos con el fin de sufragar su nombramiento como emperador en Alemania. Esta situación provocó el descontento entre sus súbditos, que temían que los intereses peninsulares fueran sacrificados en favor de los intereses imperiales. El descontento cristalizó en la sublevación de las Comunidades castellanas, con el levantamiento de varias ciudades que demandaban la retirada del subsidio aprobado, una mayor implicación del rey en los asuntos de Castilla y un mayor protagonismo de las Cortes. Finalmente, se produjo la derrota de los comuneros en la batalla de Villalar en 1521, en la que el monarca contó con la ayuda de la nobleza.
- La rebelión de las Germanías (1519-1523): En este caso, debemos hablar de un conflicto social —más que político— entre burgueses y artesanos, por un lado, y la nobleza, por otro. Reivindicaban la abolición de la jurisdicción señorial y el control gremial de los municipios. El escenario inicial fue Valencia, pero acabó extendiéndose a Murcia y Mallorca. Como en el caso anterior, la corona contó con el apoyo de la aristocracia, acabando con las revueltas.
La Monarquía Hispánica de Felipe II: Gobierno, Administración y Conflictos
Felipe II, a diferencia de su padre, fue solo rey y no emperador, aunque sus dominios fueran incluso más amplios y heterogéneos. Además, había heredado de su padre dos de sus objetivos políticos fundamentales: la lucha por la hegemonía en Europa y la defensa a ultranza de los territorios que formaban su patrimonio. De ahí que también heredara todos los enemigos que había tenido en Europa. Sin embargo, a diferencia de él, viajó poco, apenas salió de la Península, y estableció la capital en Madrid (1561). En 1580 hizo valer sus derechos en Portugal e incorporó este reino (y todas sus colonias) a la corona. En materia religiosa, se convirtió en un gran impulsor de la Contrarreforma y en la defensa de la religión católica justificó gran parte de su política interior y exterior.
Gobierno y Administración
El aparato de gobierno de los Austrias era muy complejo. Su base se asentó en las reformas introducidas en el siglo XV por los Reyes Católicos, pero evolucionó a medida que las necesidades crecían en número y complejidad. Se fundamentaba en el rey como la cabeza de gobierno y de la administración, del que dependían directamente los secretarios. Por debajo, los consejos se ocupaban de asuntos más concretos y se dividían en territoriales (los distintos reinos) y técnicos (Indias, Guerra o Hacienda). Las Cortes se siguieron celebrando en los distintos reinos, aunque cada vez tenían menos poder. Fuera de Castilla se conservaban las antiguas instituciones y en el Señorío de Vizcaya, Aragón y Navarra, los fueros (leyes y privilegios). Se aumentó el número de virreyes para gobernar en los nuevos territorios, se amplió el número de Audiencias y se consolidaron los Tercios como fuerza de defensa de los intereses de la Monarquía.
Problemas Internos y Política Exterior
Su política interior se caracterizó por un aumento de las rebeliones, principalmente debido a su autoritarismo político y a su intolerancia religiosa: la Rebelión de los moriscos en Granada (“Rebelión de las Alpujarras”, 1568-1570) y la rebelión en Aragón (problema de Antonio Pérez, 1590-1592).
La política exterior, muy similar a la de su padre, estuvo marcada en gran medida por su liderazgo religioso no solo entre los católicos (líder de la Contrarreforma), sino también frente a los principales enemigos del catolicismo en ese momento: turcos y protestantes. Aunque estos no fueron los únicos conflictos a los que tuvo que enfrentarse:
- Sublevación de los Países Bajos: Probablemente el principal problema del reinado de Felipe II. Eran territorios de gran importancia económica y estratégica, donde los motivos nacionalistas se unieron a los religiosos, pues el calvinismo había triunfado en gran parte de los territorios del norte. La rebelión se originó por el descontento ante los fuertes impuestos.
- Enfrentamientos con Francia: Continuación de la rivalidad por los territorios italianos de los reinados anteriores. Con la victoria de las tropas españolas en la batalla de San Quintín (1557) y la posterior paz de Cateau-Cambrésis (1559), se inició una etapa de relativa calma.
- Enfrentamientos con Inglaterra: Las relaciones entre ambos países fueron empeorando hasta el punto en que Felipe II encontró como única solución la invasión de las Islas Británicas. Para ello reunió la llamada “Armada Invencible” (1588). Toda la operación fue un fracaso y la expedición regresó diezmada y vencida.
- Guerra contra los turcos: Venecia, la Santa Sede y la monarquía hispana formaron una coalición en 1571, la llamada “Liga Santa”, y organizaron una flota que se enfrentó a los turcos en la Batalla de Lepanto, logrando una gran victoria.
- La unión con Portugal: La unión con Portugal en 1580 sería el único ámbito en que triunfó la política exterior de Felipe II, ya que la unificación peninsular en época de Felipe II fue fruto de la política matrimonial iniciada por los Reyes Católicos.
Exploración y Colonización de América: Consecuencias de los Descubrimientos
Durante el reinado de los Reyes Católicos, Colón realizó cuatro viajes a América. En el primero se produjo el descubrimiento (1492) y el asentamiento en las islas, y desde la base de La Española, en los siguientes viajes (1493-1504), se exploraron algunos territorios de tierra firme, aunque no se tuvo conciencia de haber descubierto un nuevo continente hasta el siglo XVI. Ante la magnitud del descubrimiento y el temor de los portugueses de que los castellanos les adelantaran en el camino a la India, se llegó a un acuerdo por el Tratado de Tordesillas (1494), ratificado por el papa Alejandro VI, en el que quedaron delimitadas las áreas de influencia y expansión de Castilla y Portugal, quedando Brasil en manos de Portugal.
Después de la muerte de Isabel en 1504, Fernando perdió interés en la expansión atlántica, ocupado como estaba con su política mediterránea, y Colón murió en 1506 sin conseguir volver a América. Este reconocimiento, y la falta de metales y mercancías preciosas, hizo que los conquistadores buscaran un paso a la India. En 1513, Núñez de Balboa atravesó Panamá, el punto más estrecho del continente, y descubrió el océano Pacífico (los enfrentamientos entre Balboa y el Gobernador del Rey terminaron con el apresamiento y ejecución de Balboa).
Desde 1512 se mandaron expediciones desde las islas hacia el continente, hacia Yucatán, de donde llegaron rumores de que en el interior existía un gran imperio. El gobernador real de Cuba, Velázquez, encargó la expedición a Hernán Cortés, que partió en 1519. En la costa fundó la ciudad de Veracruz, la primera de América, y avanzó hacia el centro del imperio azteca con ayuda de algunos indios descontentos con el gobierno azteca, sin encontrar oposición hasta entrar en la capital, Tenochtitlan. Fueron recibidos amistosamente, pero tomaron al rey Moctezuma como prisionero, convirtiéndose en los amos del imperio, sin que, en un primer momento, los aztecas opusieran resistencia. Finalmente, se produjo un enfrentamiento en la batalla de Otumba (1520) que ganaron los españoles, volviendo a entrar en Tenochtitlan y dominando definitivamente todo México.
El imperio inca se extendía por todo el norte de los Andes, con capital en Cuzco, aunque cuando llegaron los españoles atravesaba una grave crisis política por las luchas entre los hijos del Inca (Atahualpa y Huáscar) por la sucesión. En 1531, los españoles, dirigidos por Almagro y Pizarro, y ayudados por las tribus sometidas por los incas, derrotaron a los dos hijos del Inca y se adueñaron del Imperio Inca. Almagro inició después una expedición hacia el sur, conquistando Chile (1535), pero a su regreso se enfrentó con Pizarro, que le derrotó y ejecutó. El hijo de Almagro y sus seguidores mataron a Pizarro.
Administración Colonial y Consecuencias
Desde el primer momento de la conquista se pusieron las bases para la dominación posterior. No se pretendía establecer enclaves comerciales, sino ejercer un control efectivo sobre el territorio y la población. Por eso se evitó la concesión de señoríos con jurisdicción a los conquistadores, y los gobernadores eran designados por el rey y enviados desde España. Las posesiones americanas fueron estructuradas en dos virreinatos: Nueva España (1535) y Perú (1543), que más tarde se fragmentaron en cuatro con la creación en 1719 del de Nueva Granada y el del Río de la Plata en 1776. Los virreyes actuaban como gobernadores bajo la única autoridad del rey, encargándose la Audiencia de la administración de justicia.
Las minas (propiedad real) se explotaron por colonos emigrantes a cambio de dar la quinta parte del material a los reyes. Se estableció el sistema de la encomienda, por el cual un colonizador tenía un número de indios que trabajaban para él o pagaban tributos, a cambio de civilizarlos y evangelizarlos, lo que a menudo derivó en una forma de esclavitud. El padre Bartolomé de las Casas y Francisco de Vitoria denunciaron los abusos y se aprobaron las Leyes de Burgos en 1512, que regulaban las encomiendas. Las Leyes Nuevas (1542-1543) mejoraron las condiciones del indio y prohibieron los abusos.
En cuanto a las consecuencias de los descubrimientos, podríamos citar las siguientes:
- La población americana fue diezmada al contacto con los europeos.
- Llegada masiva de metales preciosos a Europa y aumento desproporcionado de los precios (la ‘Revolución de los precios’ en el siglo XVI).
- Llegada de nuevos productos americanos a Europa como consecuencia de la activación de un fructífero comercio con España (tomates, tabaco, cacao, pimientos, maíz, patata, etc.).
- Modificación de las estructuras económicas y sociales europeas, ya que el eje mediterráneo empezó a perder peso en beneficio del eje atlántico.
- Europa empezó a forjarse como el continente más dinámico y poderoso del mundo.
Los Austrias del Siglo XVII: El Gobierno de Válidos y la Crisis de 1640
El siglo XVII se caracteriza por un aumento del poder real, del Absolutismo. Carlos V y Felipe II habían tenido secretarios que les ayudaban en tareas administrativas. La novedad fue la tendencia de los reyes a dejar la responsabilidad del gobierno en manos de ministros todopoderosos llamados ‘validos’.
Con Felipe III gobernaron el Duque de Lerma (de ambición desmedida, se centró en acumular cargos y mercedes para los suyos) y su hijo, el Duque de Uceda, que siguió sus pasos. Durante su reinado se produjo la expulsión de los moriscos (antiguos musulmanes convertidos al cristianismo). Por razones que todavía se debaten, entre 1609 y 1613 más de 300.000 moriscos tuvieron que abandonar España, lo que agravó la crisis demográfica y económica que asolaba a Castilla desde finales del siglo XVI. En el ámbito internacional, tras una tregua de doce años firmada en 1609 con Holanda, resurgió el movimiento independentista, reiniciándose las hostilidades en 1621. Este enfrentamiento solo terminará con el reconocimiento de la independencia de Holanda durante el reinado de Felipe IV con la firma del Tratado de Münster (1648). Mientras tanto, los Países Bajos del Sur (Bélgica) se mantuvieron leales.
Con Felipe IV gobernó el Conde-Duque de Olivares, trabajador incansable que intentó hacer las reformas necesarias para superar la crisis en que había caído Castilla por la política imperialista anterior. Una serie de pensadores, los arbitristas, dieron la voz de alarma y exigieron buscar las causas y poner los remedios. Estas exigencias fueron la base de los intentos de reforma posteriores y se dirigían a: 1) una mejor distribución de los gastos del Estado en todos los reinos para descargar a Castilla, agotada y despoblada; 2) una disminución del gasto público; 3) el estímulo de la agricultura y la industria; y 4) la reducción del número de monasterios.
Estas reformas no se produjeron ni con Felipe III ni con Felipe IV, a pesar de los esfuerzos del Conde-Duque de Olivares, debido a los intereses en contra, las dificultades políticas y las guerras que dispararon el gasto. Los intentos por mejorar la distribución del gasto del Estado chocaron con las leyes proteccionistas de la Corona de Aragón (que prohibían sufragar gastos de tropas fuera de sus reinos) y con el temor a que Olivares acabara con las leyes de la Corona de Aragón, imponiendo las castellanas. Esta situación generó el levantamiento de Cataluña (1640, Corpus de Sangre), dirigido por Pau Claris y con la ayuda de Francia. Tras doce años de rebelión, y tras la muerte de Claris, muchos catalanes estaban cansados del desorden y de haber cambiado la obediencia a Madrid por la obediencia a París. En 1652, Cataluña se rindió y Felipe IV concedió un indulto general, comprometiéndose a respetar las leyes y fueros del Principado.
Sin embargo, un levantamiento simultáneo en Portugal (1640) no pudo sofocarse y acabaría con la independencia de Portugal en 1668 (Tratado de Lisboa). Además de Cataluña y Portugal, también se produjeron conatos de rebelión en Aragón y en Andalucía, donde una conspiración, dirigida por nobles andaluces que pretendía la destitución del Conde-Duque y la independencia de Andalucía, acabaría frustrada. Definitivamente, los intentos de reforma de Olivares habían fracasado, por lo que España seguiría manteniendo su estructura de reinos independientes, unidos por el monarca. La crisis se saldó con la destitución de Olivares en 1643 y su sustitución por su sobrino Luis de Haro, que emprendió una pacificación al reconocer la independencia de Portugal (1668), la pérdida de Holanda (Westfalia, 1648) y firmar la Paz de los Pirineos (1659) con Francia, lo que supuso el fin de la hegemonía española. La crisis económica se agudizó y el agotamiento de Castilla, que sufragaba esta costosa política, aumentó.
La Guerra de los Treinta Años y la Pérdida de la Hegemonía Española en Europa
En política exterior, el contraste entre el siglo XVI (Austrias mayores) y el siglo XVII (Austrias menores) es enorme. El siglo XVI representó para la monarquía hispana su momento de máximo poder y hegemonía en el mundo; por el contrario, a lo largo del XVII, y sobre todo tras la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), España quedó relegada a un segundo plano en el escenario internacional, mientras Francia emergía como la nueva e indiscutible potencia europea.
Los objetivos de la política exterior de los Austrias menores fueron similares a los de la centuria anterior: defensa a ultranza de su patrimonio, protección de la religión católica, colaboración con los Habsburgo alemanes y defensa de su monopolio comercial con América. Al iniciarse el reinado de Felipe III (1598-1621), la monarquía hispánica era la mayor potencia territorial y militar del planeta. El rey de España, dueño de la totalidad de la península ibérica desde la anexión de Portugal en 1580, dominaba al mismo tiempo la cuenca occidental del Mediterráneo. De la herencia borgoñona se conservaba el Franco Condado y los Países Bajos. Finalmente, fuera de Europa, un inmenso imperio colonial. Pero también había heredado una situación económica crítica y una serie de conflictos que se recrudecerían durante el siglo XVII, acabando con la hegemonía española.
Felipe III mantuvo la situación heredada, ya que durante su reinado se buscó el apaciguamiento en todos los frentes: Tregua de los Doce Años con Holanda en 1609; Paz de Vervins con Francia en 1598, poco antes de la muerte de Felipe II, que se reafirmó en 1615 con una alianza matrimonial entre los monarcas de ambos países (Luis XIII con Ana de Austria y Felipe III con Isabel de Borbón). Esta política dio paso a la Pax Hispánica y significó el freno a la agresiva política exterior del periodo anterior.
En 1618 finalizó este periodo de paz y dio comienzo la Guerra de los Treinta Años, al apoyar España al rey de Bohemia y futuro emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Fernando II de Habsburgo, contra el elector del Palatinado, Federico V. Esta fue una guerra librada principalmente en la Europa central entre los años 1618 y 1648, y aunque aparentemente fue un conflicto religioso (protestantes y católicos), lo que en realidad estaba en juego era la hegemonía de los Habsburgo de España y de Austria en Europa.
Felipe III murió en 1621, recién comenzada la guerra, y subió al trono su hijo, Felipe IV. El Conde-Duque de Olivares, valido de Felipe IV, llevó a cabo una política imperialista que le enfrentó tanto con los territorios de su imperio como con Francia, que mantenía la disputa por la hegemonía en Europa. En 1635, estalló nuevamente la guerra. Bajo la dirección del Cardenal Richelieu, ministro de Luis XIII, España vio retroceder sus posiciones en sus posesiones europeas. La diversidad de frentes y la crisis económica en que se encontraba el estado dieron al traste con los ambiciosos proyectos de Olivares, que fue obligado a dimitir en 1643, tras la derrota de los Tercios en la batalla de Rocroi (1643). Su sucesor, Luis de Haro, tuvo que afrontar la crisis y ocuparse de la pacificación. Para ello, reconoció la independencia de Holanda (Tratado de Westfalia, 1648) y de Portugal (Tratado de Lisboa, 1668), lo que implicó la pérdida también de su imperio ultramarino. Además, se firmaría con Francia la Paz de los Pirineos en 1659. Aunque en el tratado España no hacía grandes concesiones territoriales, la paz supuso el reconocimiento de la decadencia española y la aparición de Francia como potencia de primer orden. El tratado se selló con el matrimonio entre Luis XIV y María Teresa de Austria, por el que, años más tarde, su nieto, Felipe de Anjou, aspiraría al trono español.
Factores de la Crisis Demográfica y Económica del Siglo XVII
La Crisis Demográfica
A lo largo del siglo XVII, la población se estancó. Castilla se vio más afectada que la periferia, en especial el núcleo central de la meseta. El periodo de crisis más intensa fue de 1630 a 1680. Los factores que contribuyeron a este nulo crecimiento fueron:
- Las sucesivas crisis de subsistencia: malas cosechas y hambre, todo ello dificultado por las constantes guerras que impedían las importaciones.
- Las epidemias: favorecidas por la desnutrición. La peste reapareció y en este siglo se dieron las peores epidemias de la Edad Moderna.
- Las guerras: entre 1640 y 1668 las guerras fueron permanentes. La falta de mercenarios llevó a reclutas forzosas, lo que provocó rebeliones y la pérdida de jóvenes en edad de producir.
- Expulsión de los moriscos: unos 300.000 entre 1609 y 1614.
A estos factores hay que añadir la emigración a América, que, aunque no fue decisiva, sí incidió de forma significativa en Andalucía y Castilla. Todos estos factores hicieron que hacia 1700 la población de Castilla fuera la misma que un siglo antes.
La Crisis Económica y Social
El fenómeno más característico de la época es el aumento de la población improductiva y la disminución de la productiva, lo que frenó el desarrollo económico. Se estimaba que por cada hombre que trabajaba había 30 parásitos. Disminuyó el número de campesinos como consecuencia de la política imperialista del siglo anterior y de la emigración a América, a lo que se sumó la expulsión de los moriscos. La industria quedó paralizada porque la afluencia de plata americana hizo que fuera más fácil importar los productos que fabricarlos en España, donde la inflación elevaba los precios. La burguesía, al contrario que en otras zonas de Europa, tendió a ennoblecerse, convirtiéndose en una clase improductiva, fenómeno denominado “la traición de la burguesía” (salvo en el caso de Cataluña). La nobleza tendió a hacerse cortesana, viviendo de cargos y prebendas, que disparaban el gasto de la corte. Mientras Castilla se despoblaba, Madrid crecía. La corte atraía a todo tipo de gentes: estudiantes, pícaros, ambiciosos, que esperaban encontrar allí alguna forma de vida. Creció el número de conventos y, por tanto, el del clero improductivo, que encontraba dentro de la Iglesia un medio fácil de ganarse la vida.
Durante la primera mitad del siglo, la inflación se disparó. La causa de este aumento de los precios fue la llegada masiva de metales preciosos de América, que se usaron sobre todo para la adquisición de productos de lujo que había que importar. A este panorama se sumaba la crisis financiera del Estado. Tras un siglo de una política imperialista, el Estado estaba endeudado. Castilla, que había sostenido el gasto de esa política, se encontraba agotada. El resto de los reinos, debido a sus leyes proteccionistas, aportaban muy poco al Estado. La falta de una banca nacional hacía que la monarquía dependiera cada día más de los banqueros extranjeros, hipotecando los cargamentos de plata antes de que llegaran a España. Al final, la plata acababa en los grandes centros financieros de Europa. Cuando los cargamentos de plata empezaron a disminuir por el agotamiento de las minas, la monarquía financió su deuda mediante la emisión de juros (deuda pública), que solo aceleró la crisis. Felipe III consiguió no agravar la crisis tras las tres bancarrotas de su padre, pero con Felipe IV se sucedieron cuatro quiebras.
Aunque esta situación fue denunciada por los arbitristas, por el Consejo de Castilla, y aparece en el Memorial del Conde-Duque de Olivares, los intentos de reforma fracasaron. Solo tras ponerse fin a la desastrosa política imperialista española tras la Paz de los Pirineos (1659), con Carlos II, ministros como Oropesa y Medinaceli emprendieron una eficaz reforma monetaria; ajustaron el presupuesto del Estado reduciendo el gasto y mejorando los ingresos; e intentaron estimular el comercio y la industria. Aunque los resultados fueron muy limitados, sentaron las bases para el reformismo del siglo XVIII.
Crisis y Decadencia de la Monarquía Hispánica: El Reinado de Carlos II y el Problema Sucesorio
La muerte de Felipe IV (1665) dejó la corona en manos de su hijo, el débil y enfermizo Carlos II. Carlos fue el resultado de los matrimonios endogámicos entre los miembros de las mismas familias, los Habsburgo, que intentaron así evitar la división de sus posesiones patrimoniales. A pesar de la minoría de edad, los primeros años de la monarquía fueron de relativa tranquilidad, en gran parte debido a las paces firmadas tras el fin de la política imperialista de Olivares (Westfalia, 1648, y Pirineos, 1659). Es cierto que estas paces implicaron la pérdida de territorios y el fin de la hegemonía española, pero también desaparecieron con ellos los conflictos que habían generado. De esta manera, el gobierno pudo dedicarse a resolver problemas internos, principalmente la crisis financiera del Estado.
Felipe IV había dispuesto en su testamento que su viuda, Mariana de Austria, gobernara con ayuda de un ‘Consejo de Regencia’ formado por tres magnates castellanos y tres aragoneses. La reina prescindió pronto de dicho consejo y depositó su confianza en el jesuita austríaco Nithard, su confesor, que actuó como un verdadero valido. La corte se convirtió en un hervidero de intrigas y luchas por el poder entre facciones nobiliarias rivales, ya que pronto se comprobó la escasa capacidad intelectual del rey. En consecuencia, varios validos y hombres fuertes se sucedieron en el poder: Nithard, Valenzuela (durante la minoría) y Don Juan José de Austria, el duque de Medinaceli y el Conde de Oropesa, durante el reinado efectivo (estos últimos llevarían a cabo una acertada política financiera de contención del gasto público que sentaría las bases de la recuperación del XVIII).
Sin embargo, a medida que avanzaba el reinado, aumentó el clima de inestabilidad política, que se agudizó aún más al final, cuando surgió el problema sucesorio. En política exterior, como ya hemos visto, la monarquía hispánica había perdido la hegemonía en Europa, pero con el reinado de Carlos II se convirtió en la víctima favorita de las potencias europeas, en especial de la poderosa y emergente Francia. Una de las primeras medidas del nuevo monarca fue reconocer, finalmente, la independencia de Portugal en 1668 (Tratado de Lisboa). Francia aprovechó para ejercer sobre la monarquía su política agresiva y expansionista, obligándonos a participar en sucesivas guerras entre 1667 y 1697. El resultado de estas guerras fue la pérdida, en favor de Francia, de parte de los territorios europeos: el Franco Condado, la región de Artois, diversas plazas flamencas y Luxemburgo.
Al final del reinado, como ya hemos mencionado, se produjo el problema sucesorio. Carlos II contrajo dos matrimonios, pero no tuvo descendencia en ninguno de ellos. Al finalizar el siglo, nadie dudaba de la necesidad de elegir un sucesor para el trono español. Poco a poco se fueron perfilando las dos candidaturas más probables: la del archiduque Carlos de Austria (de la rama austríaca de los Habsburgo) y la de Felipe de Anjou, de la rama Borbón y nieto de Luis XIV. Poco antes de morir, Carlos II nombró heredero a Felipe de Anjou, con la intención de asegurar el apoyo de la poderosa Francia y evitar así la desmembración territorial de la monarquía hispánica. Sin embargo, el temor de algunas potencias europeas (en especial Inglaterra y Austria) a la formación de un importante bloque hispano-francés provocó, tras la muerte de Carlos II, el primer gran conflicto europeo del siglo XVIII: la Guerra de Sucesión española.
La Guerra de Sucesión Española y el Sistema de Utrecht. Los Pactos de Familia
En 1700 murió sin descendencia Carlos II. Los dos candidatos con más derechos al trono, por ser nietos de los reyes españoles, eran el archiduque Carlos de Austria, hijo del emperador Leopoldo, y, por otra parte, Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia. Carlos II había testado a favor de este último al considerar que con el apoyo de Francia se garantizaría la integridad del Imperio. Frente a Felipe de Anjou, se formó una Gran Alianza integrada por Austria, Gran Bretaña, Portugal y Holanda.
Inicialmente, la guerra fue favorable para la Gran Alianza —toma de Gibraltar y Menorca por los ingleses o el desembarco de Carlos de Austria en Barcelona—. Sin embargo, la guerra cambió de rumbo en 1707, cuando las tropas borbónicas derrotaron a la coalición en las batallas de Almansa, Brihuega y Villaviciosa. El conflicto llegó a su fin a raíz de la elección del archiduque Carlos como emperador de Alemania y el temor de la Gran Alianza de ver renovado el imperio de Carlos V. Ante esta posibilidad, Inglaterra presionó para firmar la Paz de Utrecht (1713) y los Acuerdos de Rastatt (1714).
La paz supuso el reconocimiento de Felipe V como rey de España y de las Indias, previa renuncia a los derechos al trono francés. A cambio de este reconocimiento, España tuvo que hacer una serie de concesiones tanto mercantiles (concesión a Inglaterra del navío de permiso y el asiento de negros) como territoriales (Inglaterra retuvo Menorca y Gibraltar y consiguió Terranova de Francia; a Saboya se le entregó Sicilia; a Austria, Flandes, Milán, Nápoles y Cerdeña; y a Portugal, Sacramento). La Paz de Utrecht supuso para España la pérdida de todas sus posesiones europeas, convirtiéndose en una potencia de segundo orden.
Para revertir la situación, España y Francia firmaron los Pactos de Familia. Por los dos primeros, los Borbones recuperaron Nápoles y Sicilia. Carlos III firmó el tercer pacto, por el que España se comprometió a ayudar a Francia en la Guerra de los Siete Años contra Inglaterra. El resultado fue un desastre, ya que tras la Paz de París (1763) se perdió Florida, aunque Francia compensó a España con La Luisiana, territorio de América del Norte situado al oeste del río Misisipi.
La Nueva Monarquía Borbónica: Decretos de Nueva Planta y Modelo de Estado
La nueva dinastía de los Borbones centró sus esfuerzos en la renovación interior del país y en restaurar el prestigio perdido en el exterior. Los primeros Borbones iniciaron una serie de reformas de cara al definitivo establecimiento de una monarquía absoluta, centralizada y unificada, frente al tradicional respeto a los derechos forales de los distintos territorios que habían mantenido los Austrias.
Reformas en la Administración Territorial
- Los Decretos de Nueva Planta: Nada más acceder al trono, Felipe V aplicó los llamados Decretos de Nueva Planta, que derogaban los fueros, privilegios, Cortes e instituciones tradicionales de los reinos de la Corona de Aragón (Valencia y Aragón en 1707, Mallorca en 1715 y el Principado de Cataluña en 1716), como castigo por haber apoyado al candidato austriaco en la Guerra de Sucesión. Navarra y el País Vasco conservaron sus fueros al haber permanecido fieles a Felipe V durante el conflicto.
- Nueva organización territorial: El territorio peninsular se dividió en once amplias divisiones territoriales o provincias, al frente de las cuales estaban las Capitanías Generales (se suprimieron los virreyes), que desempeñaban funciones gubernamentales y militares. Los intendentes se encargaban de los asuntos económicos de cada territorio. Las Audiencias se encargaban de los asuntos judiciales. Para el gobierno municipal se creó, como ya existía en Castilla, el cargo de corregidor, nombrado por el monarca.
- Ejército permanente: De cara a lograr un ejército permanente para la defensa de España y sometido a la autoridad real, se estableció un reclutamiento triple: voluntarios, levas obligatorias de vagos y maleantes, y las quintas.
Reformas en la Administración Central
Se suprimieron todos los Consejos, a excepción del de Castilla. En su lugar se crearon Secretarías (de Estado, Justicia, Marina, Guerra, Indias, Hacienda), a cuyo frente se situaban los Secretarios de Despacho, precedentes de los actuales ministros. Se establecieron unas Cortes únicas, las de Castilla, en representación de todos los territorios de España (con la excepción de Navarra), pero solo eran convocadas para la jura de los herederos a la Corona.
El Control de la Iglesia: el Regalismo
La nueva dinastía intensificó la política regalista, buscando la supremacía de la Corona (poder civil) sobre la Iglesia. En 1753 se firmó un Concordato con la Santa Sede que reconocía a la Corona el derecho del Patronato Universal, esto es, el rey presentaba al Papa sus candidatos a obispos. La más poderosa muestra de fuerza del regalismo se produjo en 1767 con la expulsión de los jesuitas. Asimismo, Carlos III también recortó los poderes de la Inquisición.
Intervención del Estado en la Economía
Se implantó el mercantilismo y se fomentó la industria mediante la creación de las Reales Fábricas. También se abordó una importantísima reforma fiscal con la implantación del impuesto único. Se impulsaron numerosas obras públicas y se creó el Banco de San Carlos (precedente del Banco de España).
La España del Siglo XVIII: Transformaciones Económicas y el Despegue de Cataluña
Durante el siglo XVIII, la ausencia de grandes guerras, el fin de la política imperial europea, las reformas introducidas por los Borbones y la recuperación del comercio colonial dieron lugar a transformaciones en la economía, que experimentó cierto crecimiento, aunque siempre limitado por la pervivencia del modelo social y económico del Antiguo Régimen. No obstante, la economía estaba limitada principalmente por la falta de competencia, la forma de propiedad de la tierra (tierras amortizadas) y una endémica oposición al cambio.
La agricultura tenía en el régimen de propiedad su principal obstáculo. Con Carlos III, se tomaron algunas medidas que resultaron insuficientes: arrendamientos municipales, colonización de tierras, pero no se acometió la Ley Agraria de Jovellanos.
La industria se incentivó por el aumento de la población, la demanda de productos y el aumento de las rentas de nobles y eclesiásticos, así como por la nueva política comercial con América. El principal obstáculo era el sistema gremial. Los reyes la potenciaron con el proteccionismo, las manufacturas reales y el fomento de la construcción naval.
Al comercio llegaron las ideas ilustradas a través de las Sociedades Económicas de Amigos del País. El comercio interior inició una política proteccionista y se creó el Banco de San Carlos. La política comercial con América se revitalizó, adoptándose medidas liberalizadoras como la creación de nuevas compañías comerciales privilegiadas, la introducción de navíos de registro y la promulgación del Reglamento de Libre Comercio (1778).
El Despegue Económico de Cataluña
Destaca el despegue económico de Cataluña. Cataluña duplicó su población a lo largo del siglo y la agricultura se orientó al mercado. Además, se desarrolló una burguesía agraria innovadora (comercio de vinos) y se aumentaron los intercambios peninsulares y con el exterior. El crecimiento generó excedentes de capital, que se invirtieron en modernizar el sector textil, sentando las bases de la revolución industrial del siglo XIX. La expansión de la manufactura catalana se vio favorecida además por la ampliación del mercado a Castilla (al desaparecer las fronteras interiores), medidas proteccionistas, la apertura de los mercados americanos al comercio catalán, la posibilidad de disponer de algodón en abundancia y a buen precio, y la existencia de capital derivado del comercio americano.
Ideas Fundamentales de la Ilustración y el Despotismo Ilustrado: Carlos III
La Ilustración es la corriente de pensamiento que se difundió por Europa en el siglo XVIII. Los rasgos de esta ideología son: el empleo de la razón y la crítica, el fomento de la economía nacional, el desarrollo del conocimiento científico y de la educación como base del avance técnico y económico, y la difusión del progreso y de la felicidad. Se difundió a través de Academias, consulados, Sociedades Económicas de Amigos del País y la prensa. Destacan intelectuales y artistas como Jovellanos, José Celestino Mutis, Malaspina, Feijoo, José Cadalso y Moratín.
El despotismo ilustrado fue la teoría política dominante en Europa en el mismo periodo, consecuencia de la aplicación de las ideas de la Ilustración a la práctica de gobierno por parte de “reyes filósofos” asistidos por las minorías ilustradas del país. El fin último de estas reformas era conseguir el progreso y la felicidad del pueblo, pero sin cambiar las estructuras de la sociedad ni el sistema de la Monarquía Absoluta (“todo para el pueblo, pero sin el pueblo”). El mejor representante español de esta concepción política fue Carlos III (1759-1788). Se rodeó de secretarios que impulsaron las reformas ilustradas: Campomanes, Floridablanca y Esquilache.
Este último dio lugar a la revuelta popular en Madrid conocida como Motín de Esquilache (1766) al liberalizar los precios del trigo e incrementar los impuestos, junto a otras medidas como la prohibición de usar sombreros de ala ancha y grandes capas. El motín acarreó consecuencias como la sustitución de Esquilache por el conde de Aranda y la expulsión de los jesuitas (1767). Carlos III mantenía así la política regalista, pero también los privilegios de la nobleza y los derechos señoriales. Los motines cesaron rápidamente y, pasado un tiempo, el rey continuó, ahora con ministros españoles y con más cautela, su programa de reformas. En política económica, Olavide, Jovellanos y Campomanes abordaron la Ley Agraria. También se llevaron a cabo medidas para fomentar el desarrollo de la industria: se rompió el monopolio de los gremios en 1772 y se crearon las Reales Fábricas (armas, astilleros, vidrio, tapices, etc.), con dudoso éxito. Se creó el Banco Nacional de San Carlos y comenzó la emisión de vales reales. También emprendió reformas en la educación, la justicia y el ejército (más profesional y al servicio del Estado).
La Guerra de la Independencia: Antecedentes, Causas, Bandos y Fases
Antecedentes
El reinado de Carlos IV, hijo de Carlos III, constituyó el inicio de la crisis del Antiguo Régimen. Esta crisis se manifiesta en cuatro factores:
- Crisis política: Como consecuencia del estallido de la Revolución Francesa, el primer ministro Floridablanca decretó un “cordón sanitario” para evitar la entrada de las ideas revolucionarias. Su fracaso provocó que fuera reemplazado por Manuel Godoy. Este político declaró la guerra a Francia (la Guerra de los Pirineos), que terminó con la Paz de Basilea, un desastre para España.
- Crisis militar: Tras la derrota, España firmó un acuerdo con Francia, el Tratado de San Ildefonso (1796), y se enfrentó a Inglaterra y Portugal. Esta alianza provocó los desastres navales del Cabo de San Vicente y Trafalgar.
- Crisis económica y social: La economía de España estaba en una situación deplorable. Las guerras y la caída de ingresos americanos provocaron una fuerte deuda. Además, la nobleza y el clero estaban enemistados con Carlos IV y Godoy, razón por la cual formaron un partido antigodoyista.
Causas
Las causas de la Guerra de la Independencia fueron tres:
- La firma del Tratado de Fontainebleau (1807) entre Napoleón y Godoy para repartirse Portugal.
- El descontento contra Godoy culminó en un golpe de estado contra Carlos IV. El Motín de Aranjuez de 1808 provocó la abdicación de Carlos en su hijo Fernando VII.
- Las Abdicaciones de Bayona fueron un desastre para la monarquía española. Carlos IV y Fernando VII acudieron a esta ciudad francesa para renunciar al trono español y cedérselo a Napoleón, quien se lo entregó a su hermano José I.
No obstante, la principal causa del levantamiento fueron los sucesos ocurridos el 2 de mayo de 1808, cuando el pueblo de Madrid se alzó en armas contra los franceses por la salida del último miembro de la Familia Real.
Etapas de la Guerra
La Guerra de Independencia presenta tres etapas:
- Primera Etapa (1808): Tras el levantamiento del 2 de mayo, los franceses sofocaron las sublevaciones en otras ciudades españolas. Solamente Zaragoza y Gerona resistieron unos meses al ejército francés. La primera derrota francesa ocurrió en Bailén, donde el ejército de Castaños obligó a José I a abandonar Madrid.
- Segunda Etapa (1808-1811): Esta etapa se caracteriza por la reacción francesa. Napoleón llegó con un ejército y derrotó a los españoles en Ocaña y Somosierra. Ante la superioridad militar de Francia, los españoles crearon las guerrillas. Las más importantes fueron la de Espoz y Mina y la del Empecinado.
- Tercera Etapa (1812-1814): Napoleón tuvo que retirar tropas francesas de España para la campaña contra Rusia. Los ejércitos hispano-ingleses derrotaron a los franceses en tres batallas clave. Finalmente, se firmó el Tratado de Valençay, que significó la devolución del trono a Fernando VII.
Bandos en Conflicto
Existían dos bandos: por un lado, los franceses que ocuparon el país, apoyados por los afrancesados; y por otro, los españoles patriotas, que contaban con el apoyo de Inglaterra y Portugal.
Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
Convocatoria y Organización de las Cortes
Tras las Abdicaciones de Bayona, las autoridades españolas se sometieron a Napoleón. Por ello, el pueblo fue organizándose en juntas; las primeras fueron las de Asturias y Sevilla. Todas estas juntas se unieron y formaron la Junta Suprema Central, presidida por Floridablanca. La junta asumió los siguientes principios: la soberanía nacional y la convocatoria de Cortes. La Junta Suprema traspasó sus poderes al Consejo de Regencia, que fue el encargado de convocar las Cortes de Cádiz en 1810.
Las Cortes de Cádiz estaban formadas por unos 300 diputados. Fundamentalmente, sus miembros eran clérigos (un tercio), la nobleza apenas tuvo presencia y el resto estaba formado por miembros de la burguesía como abogados, comerciantes y funcionarios. Las Cortes se dividieron en tres grupos ideológicos:
- Absolutistas: Conservadores de la cámara, defendían la sociedad estamental y la monarquía absolutista.
- Jovellanistas: Eran reformistas, pero respetaban algunos elementos del Antiguo Régimen. Querían imponer un sistema político similar al de Gran Bretaña.
- Liberales o doceañistas: Defendían ideas liberales como la soberanía nacional y la sociedad de clases. Había un predominio de la burguesía y abogaban por la aprobación de una constitución.
La obra legislativa de las Cortes fue la siguiente:
- Defensa de la soberanía nacional y la división de poderes.
- Aprobación de la ley de imprenta y supresión de la censura.
- Reforma administrativa con división de provincias.
- Supresión de los privilegios señoriales.
- Reformas económicas: libertad de trabajo, de comercio y reforma agraria.
- Abolición del tribunal de la Inquisición.
La Constitución de Cádiz de 1812
La Constitución de Cádiz fue el texto más extenso de la Historia de España. Este texto fracasó por ser demasiado moderno para la época en la que fue redactado. Sus características más importantes son:
- Defensa de la soberanía nacional.
- División de poderes: Según los escritos de Montesquieu, el poder legislativo residía en las Cortes unicamerales, que elaboraban las leyes, aprobaban los presupuestos y ejercían poder sobre el ejecutivo. El poder ejecutivo residía en el monarca, cuyas funciones eran nombrar un gobierno y ejercer el derecho de veto. El poder judicial era ejercido por los tribunales.
- Declaración de derechos del ciudadano: garantizaba la libertad de imprenta, la igualdad ante la ley y el derecho a la propiedad.
- Servicio militar obligatorio para defender la constitución.
- Enseñanza uniforme para la alfabetización.
- Centralismo político.
- Definía la religión católica como única y verdadera y no permitía otras religiones.
El Reinado de Fernando VII (1814-1833) y la Emancipación Americana
El Reinado de Fernando VII
El reinado de Fernando VII presenta tres etapas:
1. Sexenio Absolutista (1814–1820)
Al firmar el Tratado de Valençay, Fernando fue nombrado de nuevo Rey de España. Por ese motivo, firmó el Decreto del 4 de mayo de 1814, donde anuló toda la obra legislativa de las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812. Las principales consecuencias del absolutismo de Fernando VII fueron dos: la primera fue el encarcelamiento de liberales y afrancesados; la segunda fue la vuelta de las organizaciones del Antiguo Régimen, como la Inquisición o los Jesuitas. Los liberales protagonizaron pronunciamientos militares como los de Espoz y Mina, Díaz Porlier y Luis Lacy. Finalmente, el general Riego realizó un pronunciamiento en Cabezas de San Juan el 1 de enero de 1820, que obligó a Fernando VII a jurar la Constitución de Cádiz.
2. Trienio Liberal (1820-1823)
Esta etapa está marcada por los conflictos entre liberales; de hecho, el liberalismo español quedó dividido en dos grupos: liberales moderados y liberales exaltados. Además, el rey, la nobleza y la Iglesia se opusieron a los liberales. Estos gobiernos liberales recuperaron la mayor parte de la obra de las Cortes de Cádiz. Todas estas medidas provocaron la oposición de la nobleza y la Iglesia, ocasionando la formación de guerrillas absolutistas que pretendían acabar con el gobierno liberal. En este contexto, la Santa Alianza (Austria, Rusia y Prusia) envió un ejército para acabar con el trienio liberal, los Cien Mil Hijos de San Luis al mando del duque de Angulema, y así restaurar en el trono a Fernando VII.
3. Década Ominosa (1823-1833)
Esta etapa significó la vuelta al Antiguo Régimen, ya que se recuperaron todas las instituciones del absolutismo. Sin embargo, el rey intentó aplicar tímidas reformas para modernizar el país. Estas medidas provocaron una división dentro del absolutismo entre moderados y ultraderechistas (o apostólicos). Estos últimos provocaron sublevaciones contra el monarca. El mayor problema de la etapa final de Fernando VII fue la cuestión sucesoria. Hasta 1830, Carlos María Isidro era el heredero legal de Fernando VII. En esa fecha nació su hija Isabel, provocando una crisis sucesoria. Para garantizar el reinado de Isabel, el rey suspendió la Ley Sálica y aprobó la Pragmática Sanción, permitiendo a las mujeres gobernar. En 1833 murió Fernando VII, iniciando una guerra civil entre carlistas e isabelinos.
La Emancipación de la América Española
La emancipación americana coincidió con el reinado de Fernando VII. Sus principales causas fueron:
- La debilidad política y militar en España.
- La influencia de las ideas de la Ilustración y la independencia de EE. UU.
- Las reivindicaciones económicas de los criollos.
Este proceso de independencia presenta tres etapas:
- Antecedentes: En Perú, la revuelta de Túpac Amaru; la de Francisco de Miranda en Venezuela y la primera de Bolívar también en Venezuela.
- Paralelo a la Guerra de la Independencia (1810-1814): Ante el vacío de poder, los criollos formaron juntas con el objetivo inicial de defender al rey, para luego proclamar la independencia. Hay tres sublevaciones principales: la revuelta del Río de la Plata por José de San Martín, la segunda revuelta de Bolívar y la de México por Agustín de Iturbide.
- Coincide con el Reinado de Fernando VII (1814-1824): San Martín consiguió la independencia de Chile y Perú, mientras que Bolívar lo hizo en Colombia, Venezuela y Ecuador, culminando el proceso con la batalla de Ayacucho.
Para América, la principal consecuencia fue la división en varios estados, lo que marcó el inicio de la dependencia económica de EE. UU. e Inglaterra.
