Antecedentes: Instituciones Políticas de la Corona de Castilla
En la Corona de Castilla, la autoridad de la monarquía se fortaleció durante la Baja Edad Media (siglos XIV y XV). A ello contribuyó la difusión de teorías políticas que defendían la supremacía absoluta del rey, cuyo poder se consideraba de origen divino. En el ámbito estatal, la organización política se fue consolidando con nuevas instituciones:
- El Consejo Real: Heredero de la antigua Curia, asesoraba al rey en todo tipo de decisiones.
- Las Cortes: Nacieron como órgano de representación estamental.
- Las Audiencias: Se establecieron como órganos supremos de justicia.
Las Cortes Medievales y los Municipios
Las Cortes medievales eran convocadas por el rey y estaban compuestas por tres brazos (nobleza, clero y ciudades), que deliberaban por separado. Sus funciones eran esencialmente dos:
- Atender las consultas del rey (consilium).
- Votar los subsidios o impuestos extraordinarios (auxilium).
En cualquier caso, estas Cortes estamentales no son equiparables a las actuales, ya que no representaban la voluntad de la población ni tenían el poder legislativo (la capacidad de hacer leyes). El auge de las ciudades ofreció a los monarcas una nueva posibilidad de obtener recursos para sus campañas; a cambio, la burguesía se incorporó a las Cortes, en principio reservadas a los privilegiados.
Los municipios disfrutaban de cierta autonomía y jurisdicción propia. Inicialmente estaban regidos por cabildos, pero más tarde fueron controlados por los monarcas. En Castilla surgió la figura del corregidor, un representante directo del poder real en las ciudades.
El Imperio de los Austrias: Apogeo y Defensa de la Hegemonía (Siglo XVI)
El Imperio Universal de Carlos V
La política exterior del emperador Carlos V se centró, desde 1520, en mantener la unidad de la Europa cristiana y católica. Sus principales frentes fueron:
- Lucha contra el protestantismo: Se enfrentó a los príncipes alemanes protestantes, con quienes finalmente aceptó en la Paz de Augsburgo que cada gobernante decidiera la religión de su territorio.
- Defensa frente al Imperio otomano: Luchó contra los turcos otomanos, que amenazaban el Mediterráneo y llegaron a sitiar Viena.
- Rivalidad con Francia: Mantuvo una dura competencia con la monarquía francesa, con la que libró seis guerras por el control de Italia y mantuvo conflictos en Navarra y Borgoña.
Agotado y enfermo, Carlos V abdicó en su hijo Felipe II, a quien dejó la mayor parte del imperio, a excepción de los territorios de Austria y el título imperial, que pasaron a su hermano Fernando.
El Reinado de Felipe II: La Monarquía Hispánica
Felipe II gobernó desde Madrid y El Escorial, centralizando el poder y consolidando un vasto imperio. Su reinado se caracterizó por la defensa a ultranza del catolicismo.
Política Interior: Centralización y Defensa del Catolicismo
Felipe II impuso los principios del Concilio de Trento y reprimió los particularismos, especialmente los de los moriscos, cuya rebelión en las Alpujarras fue duramente sofocada. Aunque serían finalmente expulsados en 1609, bajo el reinado de Felipe III, las tensiones y la represión durante este periodo causaron graves efectos económicos en Levante y Aragón. La monarquía usó la religión para justificar acciones políticas, como en el controvertido caso de su secretario Antonio Pérez. El Estado se burocratizó enormemente y sufrió graves problemas financieros debido a las deudas heredadas, los altos gastos militares y la insuficiencia de recursos, pese a la llegada masiva de metales preciosos de América.
Economía y Sociedad
Los impuestos recayeron principalmente sobre los no privilegiados (el pueblo llano), mientras la economía castellana dependía de la exportación de lana y de una agricultura poco productiva. Socialmente, predominaban la nobleza y el clero, pero la mayoría de la población estaba formada por campesinos y habitantes urbanos que pagaban tributos, además de minorías como moriscos y conversos.
Política Exterior: Mantenimiento de la Hegemonía
En política exterior, Felipe II buscó mantener la hegemonía española y la unidad católica, lo que le llevó a enfrentarse con múltiples potencias:
- Francia: Derrotó a los franceses en la batalla de San Quintín (1557) y firmó la Paz de Cateau-Cambrésis en 1559. Posteriormente, apoyó al bando católico en las guerras de religión francesas.
- Imperio otomano: En el Mediterráneo, la Liga Santa, liderada por España, venció a los turcos en la decisiva batalla de Lepanto (1571).
- Inglaterra: Las relaciones se rompieron tras la llegada al trono de la protestante Isabel I, lo que culminó en el desastre de la Armada Invencible (1588).
- Países Bajos: Su mayor y más costoso conflicto fue la rebelión en los Países Bajos, motivada por causas fiscales, religiosas y nacionalistas. El sur (Flandes) permaneció bajo control español, pero las provincias del norte (la futura Holanda) continuaron la lucha por su independencia.
El Declive de los Austrias Menores (Siglo XVII)
El siglo XVII registró la pérdida progresiva de la hegemonía política de la monarquía hispánica en Europa. Los reyes de la Casa de Austria de este siglo, Felipe III, Felipe IV y Carlos II, son denominados Austrias menores, ya que durante sus reinados se consumó el declive español, acelerado por una profunda crisis económica. Durante estos reinados, los monarcas renunciaron a ejercer personalmente las tareas de gobierno, que pasaron a manos de ministros plenipotenciarios conocidos como validos o privados.
Felipe III y el Duque de Lerma: La Pax Hispánica
Durante el reinado de Felipe III (1598-1621), el poder real lo detentó su valido, el duque de Lerma. Su gestión estuvo marcada por la corrupción, los abusos, el despilfarro y la ruina de la hacienda pública. Carente de recursos, el rey buscó acuerdos en los frentes de conflicto, en un periodo conocido como la Pax Hispánica. Se firmó la Tregua de los Doce Años con los holandeses (1609-1621), se alcanzaron acuerdos con la nueva dinastía Estuardo en Inglaterra y se establecieron lazos matrimoniales con Francia. No obstante, España intervino en la fase inicial de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648). En el ámbito interno, el acontecimiento más relevante fue la expulsión de los moriscos en 1609.
Felipe IV y el Conde-Duque de Olivares: El Intento de Reforma
La parte central del siglo XVII está ocupada por el reinado de Felipe IV (1621-1665). El gobierno lo ejerció su valido, Gaspar de Guzmán, el conde-duque de Olivares, cuyo gobierno se caracterizó por el autoritarismo y la centralización. Pretendió integrar a todos los reinos de la monarquía en uno solo, con las mismas leyes e instituciones, siguiendo el modelo castellano. Su intento fracasó y generó graves revueltas internas. También intentó unificar el esfuerzo militar de la Corona mediante la Unión de Armas, exigiendo a todos los territorios la aportación de tropas. Estas medidas provocaron protestas y sublevaciones en Cataluña y Portugal en 1640. Esta última lograría su independencia definitiva (se había incorporado a la Corona en 1580).
En el exterior, España se vio forzada a firmar la Paz de Westfalia (1648), que reconocía la independencia de Holanda y certificaba la hegemonía de Francia. Esta hegemonía se reforzó con la Paz de los Pirineos (1659), tras la cual España pasó a ser una potencia de segundo orden.
Carlos II y la Crisis Sucesoria
La dinastía concluye con el reinado de Carlos II (1665-1700), un monarca enfermizo e incapaz que murió sin descendencia. Durante su reinado se sucedieron los validos: durante su minoría de edad ejerció el cargo el jesuita Nithard, que fue sustituido por Francisco de Valenzuela y, posteriormente, por su hermanastro Juan José de Austria. La falta de un heredero preocupaba a toda Europa, cuyas potencias ambicionaban la Corona española, lo que desembocaría en la Guerra de Sucesión a su muerte.
La Dinastía Borbónica y el Reformismo Ilustrado (Siglo XVIII)
El Regalismo y las Relaciones con la Iglesia
Los Borbones, al igual que en Francia, aplicaron una política regalista que buscaba someter la Iglesia a la autoridad del rey en todo lo no doctrinal. Este proceso culminó con el Concordato de 1753, por el cual el Papa concedió a la monarquía española el Patronato Universal, es decir, el derecho a proponer obispos y otras altas dignidades eclesiásticas. Aunque los Reyes Católicos ya habían obtenido ese patronato en Granada y América, las relaciones con la Santa Sede se tensaron en el siglo XVIII por el apoyo papal a Austria durante la Guerra de Sucesión.
Conflictos Internos: El Motín de Esquilache
Tras la guerra, el principal conflicto interno fue el motín de Esquilache (1766), ocurrido bajo el reinado de Carlos III. Las malas cosechas y la subida del precio del trigo generaron un gran descontento popular. La prohibición del uso de capa larga y sombrero de ala ancha, decretada por el ministro Esquilache por motivos de seguridad, actuó como detonante de una revuelta que se extendió por varias ciudades. Para restablecer el orden, Carlos III aceptó muchas de las demandas: destituyó a Esquilache y reguló el precio del pan.
La Expulsión de los Jesuitas
En este clima, el gobierno aprovechó para llevar a cabo la mayor demostración del regalismo borbónico: la expulsión de los jesuitas en 1767. Fueron acusados de instigar los motines, aunque la causa real era su inmenso poder, su influencia en la educación y su obediencia directa al Papa, que chocaba con el absolutismo monárquico. España no fue el único país en expulsarlos: Portugal (1759) y Francia (1764) ya lo habían hecho. Finalmente, el Papa Clemente XIV disolvió la Compañía de Jesús en 1773, aunque fue restablecida en 1814.
