Mester de Clerecía: Berceo y Juan Ruiz en la Literatura Medieval Española


Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo: Obra Cumbre del Mester de Clerecía

Esta obra, cumbre del Mester de Clerecía del siglo XII, es una colección de 25 relatos breves en cuaderna vía precedidos de una introducción alegórica. Fueron escritos hacia la mitad de la centuria.

Gonzalo de Berceo se basó en una de las muchas colecciones de milagros escritas en latín que circulaban por Europa. La práctica de la imitación era tan frecuente en la Edad Media que otros autores también recogieron en sus obras algunos de esos mismos relatos; aparecen, por ejemplo, en las Cantigas de Santa María del rey Alfonso X el Sabio.

Con todo, Berceo tiene el mérito de infundir realismo y viveza en el relato latino al añadir diálogos, elementos expresivos como los diminutivos y comentarios personales. El estilo popular de Gonzalo de Berceo, que no es obstáculo para que aparezcan numerosísimos cultismos en sus libros, se manifiesta también en la manera en que se dirige al auditorio, imitando a los juglares.

Estructura de los Milagros de Nuestra Señora

Muchos de los 25 milagros comparten una misma estructura interna:

a) Presentación de los protagonistas

Estos suelen ser personas pecadoras, pero devotas de la Virgen.

b) Desarrollo del relato

Los protagonistas pasan por un problema grave (un ladrón es condenado a muerte, un labrador avaro muere en pecado, un romero sufre el naufragio del barco donde viajaba, un sacristán aficionado a las mujeres se ahoga, etc.).

c) Desenlace

La Virgen María, como los señores feudales con sus vasallos, siempre acude a socorrer a sus fieles. Uno de los principales méritos de Berceo es su habilidad para acercar lo divino a lo humano, pues caracteriza a María como una mujer muy real, que se indigna y lucha por los que la necesitan y, si es necesario, increpa con fuertes palabras al que la traiciona. También los ángeles y los demonios se comportan como personajes cotidianos, de tal modo que resultan parecidos a hombres del siglo XIII que se pelean en un mercado castellano o que se gritan en la calle.

d) Moraleja

Al final de cada milagro, se hace un elogio del poder y la gracia de María como figura redentora.

El Mester de Clerecía en el Siglo XIV: Evolución y Obras Clave

Aunque en el siglo XIV continúa la producción del Mester de Clerecía, se ponen de manifiesto modificaciones importantes en los cánones literarios del siglo anterior. Por un lado, se rompe la uniformidad de la cuaderna vía y, por otro, los contenidos eruditos y religiosos dejan paso a un fuerte realismo. Además del Libro de Buen Amor, de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, los libros más importantes del Mester de Clerecía del siglo XIV son los Proverbios Morales, del rabino Santob (o Sem Tob) de Carrión, y el Rimado de Palacio, del canciller Ayala. Los Proverbios Morales se enmarcan en la literatura gnómica o sentenciosa, bastante rara en castellano.

Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, y el Libro de Buen Amor

Solo contamos con indicios bastante imprecisos de la existencia de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita. Dadas las características de la obra, no sería raro que el autor hubiese ocultado su identidad o que el Arcipreste fuese simplemente un protagonista ficticio del libro. El problema que presenta el Libro de Buen Amor es la ambigüedad en cuanto a su intención.

El loco amor es el amor mundano, el que busca el placer, mientras que el buen amor es solo el de Dios. Es posible, por tanto, creer en la intención didáctica y moral del Arcipreste, pues la mayoría de aventuras amorosas que protagoniza terminan de forma insatisfactoria para él. Además, el libro está salpicado de digresiones morales en tono serio, de cantigas a la Virgen María y de oraciones de cuya sinceridad es difícil dudar. Sin embargo, inmediatamente a continuación de la cita anterior, aparece el primer signo de ambigüedad.

En consecuencia, existe la posibilidad de entender el Libro de Buen Amor más como una invitación a gozar de los placeres del amor que como un tratado didáctico. Parece más bien que el Arcipreste aprovecha las formas literarias del Mester de Clerecía para construir una parodia que pretende entretener y hacer reír a su público.

Posiblemente, Juan Ruiz representa los gustos de un nuevo grupo social, la burguesía, que tiene una mentalidad pragmática e individualista y se interesa por la realidad tal y como es, por el comportamiento humano y por los placeres terrenales, aunque siga manteniendo sus creencias religiosas.

La ideología burguesa abre la puerta a una literatura antiheroica, poco respetuosa con los valores de los caballeros y de los clérigos medievales. Como, además, la burguesía castellana no se desarrolló tanto ni fue tan refinada como la de otros lugares, hay bastante popularismo en las obras que prefieren, como también lo hay en el Libro de Buen Amor, lleno de refranes y de expresiones coloquiales.

En este contexto, quizá no resulte necesario elegir una única interpretación del Libro de Buen Amor. Lo más probable es que convivan en la obra la religiosidad medieval y el vitalismo de los burgueses: puede que Juan Ruiz, clérigo hedonista y mundano, sea tan sincero cuando peca como cuando se arrepiente.

Estructura y Estilo del Libro de Buen Amor

Otros de los rasgos sobresalientes de la obra son, sin duda alguna, su originalidad y su variedad. El hilo argumental, que a veces resulta difícil de seguir, es una autobiografía amorosa ficticia salpicada de otros materiales que, en general, eran bastante conocidos entre los estudiantes de la época y que el Arcipreste transforma y parodia a su gusto.

Los componentes que integran el Libro de Buen Amor son muy variados. Aparecen dispersos y de manera discontinua a lo largo de la obra, cuya estructura es complicada. Los más importantes son los siguientes:

  • Las aventuras amorosas del protagonista

    Tras sus primeros fracasos, el Arcipreste recibe los consejos del propio Don Amor (que constituyen una parodia del Ars Amandi de Ovidio), que le recomienda que elija bien a la mujer amada y busque la ayuda de alguna intermediaria. Según esos consejos, sigue intentando nuevas conquistas. Continúan los encuentros amorosos, como sus grotescas peripecias en la sierra, donde salen al paso sucesivamente cuatro mujeres forzudas, hombrunas y feas. Al final del cuaderno se enamora de la monja Doña Garoza, que le corresponde, pero esta muere y el Arcipreste se consuela pretendiendo fallidamente a una mora.

  • Una imitación de una comedia anónima del siglo XII: el Pamphilus de Amore

    El protagonista (que al comienzo de la historia se identifica con el Arcipreste, pero después pasa a llamarse Don Melón de la Huerta), se enamora de la joven viuda Doña Endrina y consigue su amor con engaños. Además, es la única historia que termina en boda, algo impensable si el protagonista fuese un sacerdote.

    Juan Ruiz cambia los nombres de la obra latina original, le da mayor realismo y viveza y, sobre todo, introduce la novedad del personaje de Trotaconventos, la alcahueta que ayuda a Don Melón. Trotaconventos es el antecedente de La Celestina, una de las protagonistas de la obra de Fernando de Rojas (1499).

  • La alegórica lucha entre Don Carnal y Doña Cuaresma

    Es una parodia de las batallas descritas por la épica. Don Carnal, acompañado de perdices, lechones y otros manjares, pelea valientemente con Doña Cuaresma, que, en contrapartida, resulta estar rodeada de pescados de todo tipo. La lucha representa el esfuerzo de la Iglesia por imponer la contención y el ayuno, empeño que solo consigue durante los días que dura la Cuaresma. Cuando termina ese periodo, el desenfreno de Don Carnal vuelve a dominar el mundo. Cuando esto sucede, resulta que los primeros que quieren acoger a Don Carnal y, sobre todo, a Don Amor, su aliado, son los clérigos, frailes y monjas.

  • Fábulas de animales y cuentos diversos

    Numerosas fábulas de animales (la de las ranas que pedían un rey a Júpiter, la del alano que llevaba un pedazo de carne en la boca, la fábula del león y el caballo, etc.) y cuentos diversos. Aunque muchos relatos son de origen oriental, circulaban por Europa colecciones traducidas a las lenguas vulgares (baste recordar el Sendebar o Calila e Dimna). Hay además narraciones realistas al estilo francés. Entre ellos encontramos algunos de los textos más divertidos del Arcipreste, como la historia del pintor Pitas Payas.

  • Composiciones líricas

    Hay poemas de alabanza a la Virgen (llamados cantigas de loor) y también poemas amorosos, que muestran una gran variedad de estrofas.

  • Digresiones moralizadoras

    La censura contra los pecados capitales, la protesta contra los desastres que causa el amor y las quejas contra la muerte son algunos ejemplos.

  • Otros materiales y episodios satíricos

    Hay además otros materiales difíciles de clasificar: el elogio de las mujeres pequeñas (pues, como asegura irónicamente el poeta, las mujeres son el mal, y del mal, cuanto menos tomes, mejor), la simpática enumeración de las milagrosas propiedades que tiene el dinero, o el episodio satírico de los clérigos de Talavera, en el que todos lloran y se lamentan porque una carta del arzobispo Gil de Albornoz les prohíbe por orden del Papa tener concubinas viviendo con ellos. La asombrosa variedad del léxico es también un rasgo del estilo de Juan Ruiz, que destaca sobre todo por su uso del lenguaje popular: refranes y frases hechas, diminutivos, juegos de palabras, dobles sentidos y chistes. Uno de sus principales méritos es el realismo y la expresividad de sus diálogos, así como la sabia combinación de lo culto y lo popular para llevar a cabo muchos de sus juegos paródicos. Frente a su contemporáneo Don Juan Manuel, Juan Ruiz entrega su obra al público e incluso da abiertamente su autorización para que cada uno, si trobar sopiere, añada o corrija lo que le parezca.

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *