Mitos Clásicos en el Arte: Historias Inmortales
La Fábula de Aracne o Las Hilanderas
Velázquez; siglos XVI-XVII. Museo del Prado, Madrid.
Aracne, una famosa tejedora, se la representa habitualmente sentada en el telar mientras la diosa Minerva, con armadura, la observa trabajar. A veces, la joven, en pie con el brazo extendido, muestra orgullosa su obra, o bien se la representa con la telaraña entre las manos.
Una de las atribuciones de la diosa Atenea es la de vigilar algunas actividades domésticas, sobre todo el hilado y el tejido. Es famoso el episodio en que la diosa transforma en araña a Aracne, la hilandera que se atrevió a desafiarla.
Aracne, según nos cuenta Ovidio en las Metamorfosis, es una joven de Lidia, hija de un famoso teñidor de púrpura, Idmón de Colofón, y era tan hábil en el arte del tejido que incluso las ninfas se acercaban a observarla mientras trabajaba.
Engreída, Aracne se declaró superior a la misma Minerva y desafió a la diosa, protectora de todas las artes, incluida la de fabricar tejidos. Adoptando la apariencia de una vieja, Minerva intentó primeramente inducir a Aracne a que se excusase por su descaro.
De modo que Minerva se descubrió y aceptó el desafío. Sin intimidarse, Aracne comenzó a tejer su tela, en la que representaba los amores y las infidelidades de los dioses: Europa raptada por Júpiter transformado en toro; Asteria forcejeando contra el mismo dios metamorfoseado en águila; Leda, seducida por aquel tomando la forma de cisne; Alcmena, a la que engañaba usurpando los rasgos de Anfitrión; Dánae y la lluvia de oro; Egina y la llama viva; Mnemósine y el pastor.
Sin embargo, a la diosa no le agradó el tema representado y, furiosa, hizo jirones la tela y golpeó a Aracne con la lanzadera. Entonces, la muchacha, abrumada por la ira de la diosa, intentó ahorcarse desesperada, pero Minerva, compadecida de la joven, la sostuvo en los aires para que no acabara de estrangularse y la transformó en araña. Bajo esta nueva forma, Aracne conserva aún su pasión por hilar y tejer la tela. De hecho, los antiguos creían que la araña —en griego aráchne— producía la tela tejiéndola.
Representación en la obra de Velázquez
El mito aparece representado en dos planos bajo la apariencia de un día cotidiano en la Fábrica de Tapices de Santa Isabel.
Al fondo de la escena, el rapto de Europa aparece hilado en el tapiz que cuelga de la pared y, ante él, Atenea, vestida con armadura, castiga a Aracne. Las mujeres que observan el suceso, y que podríamos confundir con clientas de la fábrica, serían en realidad las jóvenes lidias, testigos del momento. En primer término, las hilanderas representarían el desarrollo del concurso. Atenea, hilando en la rueda, y Aracne, devanando una madeja.
Filemón y Baucis
Rubens; siglo XVI-XVII. Museo de Historia del Arte de Viena.
Estos personajes solo aparecen en el libro Las Metamorfosis, de Ovidio. En la escena se ve al anciano matrimonio sentado a la mesa con dos personajes, los dioses Júpiter y Mercurio.
Un día, Júpiter y Mercurio, tras un viaje transformados en mendigos, llegaron a la ciudad de Frigia en medio de una tormenta, y allí pidieron a sus habitantes un lugar para pasar la noche. Tras la negativa del resto, solo los ancianos Filemón y Baucis les permitieron entrar en su humilde cabaña y se mostraron hospitalarios con ellos.
Después de servir comida y vino a sus invitados, Baucis notó que, a pesar de llenar varias veces los vasos de los visitantes, la jarra de vino estaba aún llena, de lo que dedujo que aquellos extranjeros eran en realidad deidades.
Pensando que la humilde comida servida no era digna de tales invitados, Filemón decidió ofrecerles el ganso que guardaban en casa (el cual era su único animal). Pero cuando el campesino se acercó al ave, el animal corrió hacia el regazo de Júpiter, quien aseguró que no era necesario tal sacrificio, pues debían marcharse. El dios avisó al matrimonio que iba a destruir la ciudad y a todos aquellos que les habían negado la entrada. Les dijo que deberían subir a lo alto de la montaña con él y no darse la vuelta hasta llegar a la cima. Ya allí, la pareja vio su ciudad destruida por una inundación que provocó el dios, que siempre se mantuvo como vagabundo y no les descubrió su verdadera identidad.
Sin embargo, Júpiter había salvado su cabaña, que posteriormente fue convertida en templo. Cuando este les ofreció un deseo, el matrimonio pidió ser guardianes del nuevo templo, vivir todavía la mayor cantidad de tiempo posible juntos y morir al mismo tiempo. Tras su muerte, Zeus los convirtió en árboles que se inclinaban uno hacia el otro mientras ellos decían sus últimas palabras. A Filemón lo convirtió en tilo; y a Baucis, en roble.
Representación en la obra de Rubens
En la escena, podemos identificar a los dioses, en la parte izquierda del cuadro: Júpiter, con la apariencia de un hombre adulto con barba, y Mercurio, como un muchacho con sombrero (el pétaso); y a la derecha, el anciano matrimonio, con Filemón tratando de agarrar al ganso.
El Rapto de Proserpina
Bernini, siglo XVII. Villa Borghese, Roma.
Proserpina, hija de Júpiter y Ceres, es la reina del Inframundo. Plutón (Hades en Grecia), hijo de Rea y Saturno y, por tanto, hermano de Júpiter, es el señor del reino de las sombras; se enamoró de la muchacha y la raptó mientras ella cogía flores con unas ninfas en la llanura de Enna, en Sicilia, y la hizo su esposa. Orgulloso con su presa, echó a correr con sus caballos negros, abrió la tierra con un golpe de su cetro y se hundió en el reino de las tinieblas. Este rapto se realizó con la complicidad de Júpiter y sin saberlo su madre.
Al enterarse Ceres, partió precipitadamente en busca de su hija; recorrió las montañas, exploró las cavernas y los bosques, atravesó los ríos, encendiendo al llegar la noche dos antorchas para poder continuar su camino en la oscuridad.
Al llegar al lago de Siracusa, encontró allí el velo de Proserpina y comprendió que el raptor de su hija había pasado por aquel lugar; después supo por boca de la ninfa Aretusa que el raptor era Plutón. Entonces, se retiró enojada, lo que provocó carestías y sequía en la tierra (Ceres es la diosa de la agricultura y de las cosechas). Tal es la situación que Júpiter ordena a Plutón que restituya a Proserpina a su madre; sin embargo, la joven ha comido un grano de granada y eso basta para unirla definitivamente al mundo del más allá. En efecto, según la tradición, quien llegue al mundo de los muertos y coma allí cualquier cosa, no puede volver al mundo de los vivos. Así pues, Júpiter ordena que Proserpina pase dos tercios del año en la tierra junto a su madre y un tercio con Plutón en el reino de los muertos.
Según otros autores, debe pasar la mitad del año en la tierra y la otra mitad en los infiernos. En cualquier caso, este mito está en el centro del ciclo de la naturaleza (en otoño e invierno, no hay cosechas, pues Proserpina está en el mundo subterráneo y su madre, entristecida, no permite el crecimiento de las plantas; en primavera y verano, Proserpina está en el centro de las fiestas eleusinas, organizadas también en honor de Ceres (Deméter en el mundo griego)). El culto de la diosa estaba difundido sobre todo en Sicilia, donde se pensaba que había ocurrido el rapto. La granada, en cuanto fruto relacionado con Proserpina, fue considerada ya desde la Edad Media símbolo de resurrección.
Representación en la obra de Bernini
A Proserpina se la representa con los brazos levantados al cielo en señal de desesperación; a Plutón, como un hombre de barba tupida y negros cabellos; en esta escultura, lleva una corona, símbolo de su condición de rey del inframundo; a un lado, aparece Cerbero, el perro de tres cabezas, guardián del mundo subterráneo.