Transformaciones Políticas en España: Del Absolutismo al Liberalismo y la Crisis del 98


El Reinado de Carlos IV (1788-1808)

Política Interior y Crisis de la Monarquía

En 1792, el rey Carlos IV nombró a Manuel de Godoy, un joven oficial sin estudios pero ambicioso, como jefe de gobierno debido a su relación con la reina María Luisa de Parma. A pesar de su falta de experiencia, Godoy adquirió poder y riquezas, pero sus errores provocaron la pérdida de confianza popular. La aristocracia y el clero lo rechazaban por considerarlo un intruso y temían por su influencia pro-napoleónica. En este contexto, surgieron tres posiciones ideológicas:

  • Ilustrados reformistas: Promovían reformas moderadas para modernizar España (Floridablanca, Jovellanos).
  • Antiilustrados inmovilistas: Defendían la tradición (Diego José de Cádiz).
  • Liberalismo: Influenciado por Francia, con los primeros liberales españoles (José Mª Blanco White).

El Colapso Económico de la Monarquía

Entre 1780 y 1790, la economía española empezó a declinar debido a la caída de la productividad agrícola, el estancamiento demográfico y nuevas epidemias. La creciente deuda y los gastos militares relacionados con la guerra llevaron al país al borde de la bancarrota. Además, los ingresos fiscales disminuyeron debido a las exenciones de nobleza y clero, y la interrupción del flujo de plata desde América por los ataques británicos, lo que evidenció la ineficacia del Antiguo Régimen.

El Enfrentamiento entre Carlos IV y su Hijo Fernando

A principios del siglo XIX, la crisis de legitimidad de la monarquía se agravó. Los enemigos de Godoy, incluidos la nobleza y el clero, apoyaron a Fernando, quien conspiró para derrocar a Godoy y destronar a su padre. Tras un primer intento fallido en 1807, en el Motín de Aranjuez de 1808, Fernando logró su objetivo: Godoy fue encarcelado y Carlos IV abdicó a favor de su hijo.

Política Exterior: Impacto de la Revolución Francesa

La política exterior estuvo marcada por el impacto de la Revolución Francesa, con dos fases:

  1. Hostilidad contra Francia (1789-1795): España trató de aislarse de la influencia francesa, censurando publicaciones y viajeros. Esto llevó a la guerra con Francia tras la proclamación de la Primera República y la ejecución de Luis XVI, resultando en la derrota de España y la firma de la Paz de Basilea en 1795, que otorgó ventajas comerciales y territoriales a Francia.
  2. Alianza con Francia (1796-1808): Tras la Paz de Basilea, España se alió con Francia mediante el Tratado de San Ildefonso, combatiendo contra Gran Bretaña y Portugal. A pesar de derrotas como la destrucción de la flota española en 1797 y la derrota en Trafalgar en 1805, la alianza continuó.

En 1807, España permitió la entrada de tropas napoleónicas para invadir Portugal, lo que aumentó la dependencia de España hacia Francia.

La Guerra de la Independencia (1808-1814)

Contexto y Abdicaciones de Bayona

Napoleón, tras su victoria sobre las tropas austriacas, rusas y prusianas en 1807, planeó invadir España, aprovechando los conflictos internos y la presencia de tropas francesas en la Península. Así, en mayo de 1808, forzó a Carlos IV y Fernando VII a abdicar en Bayona, entregando el trono a su hermano José I Bonaparte. Los españoles reaccionaron con una fuerte oposición, siendo la mayoría contraria a la ocupación. Solo un pequeño grupo de españoles, conocidos como los «afrancesados», apoyaron a José I.

El Gobierno de José I Bonaparte y el Estatuto de Bayona

El Estatuto de Bayona, promulgado en julio de 1808, fue una «carta otorgada» que reconocía ciertos derechos individuales, pero mantenía el control del poder en manos de Napoleón. José I Bonaparte, aunque proclamado rey, nunca logró gobernar de manera efectiva, debido a la influencia de Napoleón.

Fases del Conflicto

La Guerra de la Independencia (1808-1814) fue un conflicto violento entre España y Francia, marcado por la lucha de resistencia y el enfrentamiento entre patriotas y afrancesados:

  1. Primera Fase (Mayo a finales de 1808): El 2 de mayo de 1808, comenzaron los levantamientos populares en Madrid contra el ejército francés. Estos se extendieron a otras regiones, destacando la victoria española en la Batalla de Bailén y la expulsión temporal de los franceses de Madrid.
  2. Segunda Fase (Finales de 1808 a finales de 1811): Napoleón intervino personalmente con un ejército de 250.000 soldados y recuperó Madrid en 1809. Sin embargo, la guerrilla española, apoyada por tropas británicas, dificultó la ocupación francesa del territorio.
  3. Tercera Fase (1812-1814): Con la disminución de las fuerzas napoleónicas, los ejércitos españoles y británicos, comandados por Wellington, derrotaron a los franceses en batallas clave como Arapiles, Vitoria y San Marcial, obligándolos a retirarse a los Pirineos.

Consecuencias de la Guerra

La guerra causó la muerte de medio millón de españoles y 300.000 franceses, la destrucción de ciudades como Gerona y Zaragoza, grandes pérdidas materiales y el colapso de las actividades comerciales y financieras en España.

El Reinado de Isabel II (1833-1868): Regencias y Consolidación Liberal

La Primera Guerra Carlista (1833-1840)

Durante el reinado de Isabel II (1833-1868), se implementaron medidas para consolidar el Estado liberal en España. La Primera Guerra Carlista (1833-1840) comenzó tras la muerte de Fernando VII, cuando los carlistas, liderados por Carlos María Isidro, se rebelaron contra Isabel II. El conflicto reflejó la división ideológica y social entre los carlistas, que defendían el absolutismo, la Iglesia y los fueros, y los liberales, que apoyaban un sistema centralista y moderno.

El carlismo fue apoyado por la Iglesia, la pequeña nobleza y el campesinado en regiones como el País Vasco y Navarra. Los isabelinos contaron con el apoyo de liberales, clases medias y el ejército. La guerra tuvo una dimensión internacional, con apoyo de países liberales a Isabel II y de monarquías absolutistas a los carlistas.

Etapas Militares

Militarmente, hubo tres etapas:

  1. Primera (1833-1835): Los carlistas lograron controlar áreas rurales, pero no ciudades importantes.
  2. Segunda (1836-1837): El general Espartero venció a los carlistas, pero estos siguieron luchando en otras regiones.
  3. Tercera (1838-1840): Los carlistas se dividieron y, tras la derrota final, se firmó el Convenio de Vergara en 1839, poniendo fin a la guerra en el norte de España.

Consecuencias del Conflicto

Las consecuencias incluyeron 150.000 muertos; se consolidó la división interna del liberalismo, y la guerra aumentó la deuda y dificultó el desarrollo económico.

La División del Liberalismo y Hitos Constitucionales

La reina regente María Cristina se alió con los liberales para asegurar el trono de Isabel II, lo que dividió al liberalismo en dos grupos principales:

  • Moderados: Buscaban combinar el antiguo Estado con principios liberales, favoreciendo la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, con un monarca de amplios poderes. Fueron apoyados por la alta burguesía y la nobleza.
  • Progresistas: Defendían la soberanía nacional y limitaban los poderes del monarca, con apoyo de la burguesía. Líderes como Espartero y Mendizábal destacaron. En 1849, los progresistas se dividieron con la creación del Partido Demócrata, que defendía el sufragio universal.

El Estatuto Real de 1834

Durante el reinado de Isabel II, el gobierno de Martínez de la Rosa aprobó el Estatuto Real de 1834, que intentaba transitar del absolutismo al liberalismo, estableciendo un sistema bicameral. A pesar de buscar el apoyo de los sectores ricos, no convenció a los liberales más radicales.

La Desamortización de Mendizábal y la Constitución de 1837

El Estatuto Real causó revueltas en 1835. Bajo Mendizábal, se implementó la desamortización. La reacción contra el Estatuto llevó al Motín de Sargentos de La Granja en 1836, que suspendió el Estatuto y restauró la Constitución de 1812, culminando en una nueva Constitución en 1837. Este periodo dio lugar a facciones liberales y la transición hacia un sistema constitucional en España.

Durante la regencia de Espartero (1841-1843), se recortaron privilegios forales, pero fue destituido por falta de apoyo.

La Restauración Borbónica (1874-1902)

A finales de 1874, las guerras continuas, el caos económico, los avances carlistas y las amenazas de desintegración debido a las insurrecciones cantonalistas facilitaron el triunfo del pronunciamiento del general Martínez Campos el 29 de diciembre de 1874 y la proclamación de Alfonso XII, quien entró en Madrid el 14 de enero de 1875.

Fundamentos del Sistema Canovista

Cánovas del Castillo, tras el golpe de Estado, asumió el poder y creó el sistema político que caracterizó la Restauración en España. Inspirado en el modelo inglés, su proyecto se basó en tres pilares: la monarquía y las Cortes como instituciones fundamentales, el bipartidismo (Partido Conservador y Partido Liberal) para alternar el poder, y una Constitución moderada como marco jurídico. El sistema se orientó a desarrollar la Monarquía borbónica y un régimen liberal-conservador no democrático, excluyendo a las clases bajas para evitar movilizaciones populares.

El Manifiesto de Sandhurst de 1874, redactado por Cánovas, plasmó los principios de su programa político, destacando la legitimidad histórica de la monarquía, la monarquía constitucional y un sentimiento patriótico, católico y liberal. Este manifiesto buscaba estabilidad política, poner fin a la guerra carlista, a la insurrección cubana y al militarismo.

Cánovas logró victorias: la derrota carlista en 1876, que llevó a la abolición del régimen foral en el norte y la integración de Navarra y las provincias vascas en el sistema tributario y militar, y la Paz de Zanjón en 1878, que convirtió a Cuba en una provincia española. Sin embargo, el incumplimiento de las reformas provocó nuevos conflictos en Cuba.

La Constitución de 1876

La Constitución de 1876 fue la más duradera, en vigor hasta 1923. Sus aspectos clave fueron:

  • Monarquía como sistema político: El rey participaba en la función legislativa, nombrando ministros, convocando y suspendiendo las Cortes, y ejerciendo el mando supremo de las fuerzas armadas, lo que fortaleció su relación con el ejército.
  • Soberanía compartida: Entre el rey y las Cortes; el rey podía elegir al jefe de gobierno, disolver las Cortes y vetar leyes.
  • Cortes bicamerales: El Congreso, cuya forma de elección no se precisó, y el Senado, compuesto por senadores elegidos por sufragio censitario y vitalicios (grandes de España, jerarquías militares y eclesiásticas).
  • Derechos y libertades individuales: Se reconocieron todos los derechos y libertades, permitiendo la libre organización política.
  • Carácter centralista: Los ayuntamientos y diputaciones estaban controlados por el Gobierno.
  • Tolerancia religiosa: Se permitían cultos no católicos, pero el catolicismo era la religión del Estado.

En 1878 se implementó el sufragio censitario, que otorgaba el voto a propietarios e individuos con alto nivel de instrucción. En 1890, se volvió al sufragio universal masculino.

El Sistema Político: Turno de Partidos, Caciquismo y Fraude Electoral

La estabilidad política de la Restauración se sustentaba en la alternancia pacífica del poder entre los partidos dinásticos: conservadores (liderados por Cánovas) y liberales (liderados por Sagasta). Este sistema dependía del acuerdo entre los políticos y la intervención de la Corona para asegurar el compromiso, eliminando el recurso al pronunciamiento militar o la insurrección y evitando que grupos extremistas tomaran el poder. Se mantenía el orden socioeconómico en beneficio de las clases dominantes.

Los Partidos Políticos Dinásticos

Los partidos políticos que alternaban en el poder surgieron de alianzas entre 1880 y 1885, dando lugar a:

  • Partido Conservador: Su líder era Cánovas hasta su asesinato en 1897, y luego Francisco Silvela. Su ideología era el liberalismo conservador, con apoyo de grandes propietarios agrarios y la alta burguesía industrial y financiera.
  • Partido Liberal: Sagasta fue su figura central hasta 1903, con dirigentes como Moret y Martínez Campos. Su ideología era progresista pero ordenada, defendiendo el régimen burgués y aceptando la dinastía borbónica, pero manteniendo la idea del sufragio universal masculino.

El Falseamiento Electoral

El turno de partidos se mantenía por manipulación electoral. Cuando el partido en el poder enfrentaba presiones, el rey llamaba a otro partido, y para asegurar respaldo en las Cortes, se organizaban nuevas elecciones manipuladas. Este sistema descansaba en dos condiciones pactadas:

  • La implicación de la Corona como árbitro entre los partidos, que impedía la democratización y la expresión libre de la voluntad popular.
  • El falseamiento electoral: se realizaba mediante el encasillado (reparto de distritos entre los partidos dinásticos) y el pucherazo (fraude electoral mediante coacciones, compra de votos, nombres de fallecidos, etc.). Aunque la corrupción electoral no era nueva, las élites pactaron su ejecución.

El Caciquismo

El caciquismo era la relación entre el cacique (jefe local) y sus clientes, y se basaba en el control de la administración del Estado. Intercambiaban votos por favores, siendo intermediarios entre el Estado y la comunidad. Este sistema era más fuerte en los pueblos que en las ciudades.

Evolución del Régimen: La Regencia de María Cristina y el «Gobierno Largo» de Sagasta

El Partido Conservador se mantuvo en el gobierno durante los primeros años de la Restauración, estableciendo las bases del sistema hasta 1881. La muerte de Alfonso XII en 1885 dio inicio a la Regencia de María Cristina de Habsburgo, y se firmó el Pacto de El Pardo (1885), por el cual Cánovas cedió el gobierno al Partido Liberal, dando comienzo al «gobierno largo» de Sagasta (noviembre 1885-julio 1890). Durante este periodo, se realizaron reformas legislativas clave para modernizar el Estado:

  • El Código de Comercio y el Código Civil (1885 y 1889), que buscaban mejorar el funcionamiento administrativo del Estado.
  • La Ley de Jurados y la Ley de Asociaciones (1887), que favorecieron la libertad de prensa al eliminar la censura previa y restringir la jurisdicción militar en delitos de difamación, además de legalizar la formación de partidos y sindicatos. Gracias a estas leyes, en 1888 se celebraron los congresos fundacionales de la UGT y el PSOE.
  • La Ley de Sufragio (1890), que implantó el sufragio universal masculino, permitiendo la integración de los republicanos posibilistas moderados. Sin embargo, esta ley no significó una democracia plena, ya que la manipulación electoral, la fabricación de las Cortes y el turno continuaron después de 1890.

La Oposición al Sistema

El sistema de la Restauración marginó a amplios sectores políticos y sociales, pero su diversidad impidió plantear una alternativa efectiva.

Los Republicanos

Tras el fracaso de la Primera República, el republicanismo español tardó en rehabilitarse. Su ideario, basado en el anticlericalismo, el progreso y las reformas sociales, se mantuvo vivo en la prensa y entre intelectuales. La fragmentación del republicanismo llevó a la creación de partidos como el Partido Federal, Progresista, Histórico y Centralista. Las principales divergencias se centraban en el federalismo del Estado y la estrategia para alcanzar el poder. Posteriormente, surgieron nuevos movimientos republicanos: el Partido Radical en Barcelona, liderado por A. Lerroux, y el partido de Vicente Blasco Ibáñez en Valencia.

Los Carlistas

La derrota militar del carlismo en 1876 provocó una crisis. Perdió el apoyo del clero español y del Vaticano, especialmente tras la llegada de León XIII. A partir de 1890, los neocatólicos triunfaron y formaron el partido Unión Católica, dirigido por Alejandro Pidal.

Regionalismos y Nacionalismos

A finales del siglo XIX surgieron los nacionalismos periféricos en Cataluña, País Vasco, Galicia y Comunidad Valenciana:

  • El catalanismo: Buscó justificar sus demandas políticas con el pasado histórico medieval. Hitos destacados incluyen la Renaixença, el Memorial de Greuges de Valentí Almirall (1885), y la creación de la Unió Catalanista de Enric Prat de la Riba (1891). En 1901, la Liga Regionalista defendió la autonomía para Cataluña y sus intereses económicos.
  • El nacionalismo vasco: Fundado por Sabino Arana en 1895 con el Partido Nacionalista Vasco (PNV), abogó por la independencia de las tres provincias vascas y Navarra, basándose en el fuerismo y el integrismo ultracatólico.
  • Regionalismo gallego: Impulsado por propietarios agrarios y comerciantes, tuvo un componente cultural como el Rexurdimiento y buscaba descentralización administrativa y el uso del gallego.
  • El andalucismo: Se originó en los movimientos cantonalistas de 1873 y fue promovido por Blas Infante, quien proclamó la Constitución Federalista Andaluza en 1883.
  • Regionalismo valenciano: Surgió de forma tardía con la creación de la sociedad Lo Rat Penat en 1878, centrada en el valencianismo cultural.

Movimiento Obrero: Socialismo y Anarquismo

La industrialización del siglo XIX trajo condiciones de vida miserables para la clase obrera. La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), fundada en 1864, coordinó la lucha de los trabajadores contra el capitalismo. La corriente anarquista, liderada por Bakunin, y el marxismo, liderado por Marx, se separaron en 1872:

  • Anarquismo: Llegó a España en 1868 con Fanelli, y en 1870 se fundó la Federación Regional Española. Las estrategias anarquistas incluyeron la acción violenta, con atentados en Barcelona y Andalucía, y la acción sindical mediante huelgas.
  • Socialismo: Se organizó alrededor de la Asociación del Arte de Imprimir en 1871, fundando el PSOE en 1879 bajo la inspiración marxista. En 1888, se fundó el sindicato Unión General de Trabajadores (UGT) en Barcelona, buscando mejorar las condiciones laborales mediante huelgas y negociaciones. La Fiesta del 1º de Mayo se convirtió en un evento clave del movimiento obrero, y en 1910, Pablo Iglesias logró ser diputado.

Guerra Colonial y Crisis de 1898

En 1898, el imperio colonial español terminó tras la guerra con Estados Unidos, que tuvo lugar en Cuba y Filipinas, donde surgieron movimientos independentistas.

El Conflicto en Cuba

Los movimientos autonomistas en Cuba comenzaron en 1868 con la sublevación liderada por Manuel de Céspedes, que buscaba la abolición de la esclavitud y la autonomía política. La Guerra de los Diez Años (1868-1878) terminó con la Paz de Zanjón, pero las promesas de autonomía no se cumplieron. En 1895, José Martí impulsó nuevamente la lucha por la independencia con el “Grito de Baire”. La guerra se recrudeció bajo los generales Máximo Gómez y Antonio Maceo. España, por su parte, envió al general Weyler, quien aplicó una dura política represiva, pero la situación empeoró. Mientras tanto, Estados Unidos, con intereses económicos en la isla, intervino en el conflicto, en parte debido al hundimiento del buque Maine en 1898. Esto desató una guerra entre España y Estados Unidos, que culminó con la derrota española y la pérdida de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam para España.

La Guerra en Filipinas

En Filipinas, los movimientos independentistas también estaban en marcha. El líder filipino José Rizal fue una figura clave, pero su ejecución en 1896 intensificó la lucha, siendo sustituido por el grupo radical Katipunan. En 1898, la guerra en Filipinas dio un giro con la intervención de Estados Unidos, que derrotó a la flota española en la Batalla de Cavite. Manila fue tomada, y la resistencia española en Baler, en la isla de Luzón, fue uno de los últimos episodios de la guerra, con los soldados resistiendo durante 337 días. El Tratado de Paz de París de 1898 puso fin a la guerra, y Filipinas, al igual que Cuba, Puerto Rico y Guam, fue cedida a EE.UU.

Repercusiones del Desastre de 1898

La derrota en la guerra de 1898 generó un sentimiento de desastre nacional, ya que España perdió su imperio colonial y se hizo evidente que el país no estaba a la altura de las potencias internacionales de la época. Las consecuencias de la Crisis de 1898 fueron profundas:

  • Demográficas: La guerra dejó un saldo de 120.000 muertos, principalmente por enfermedades. La alta mortalidad reflejaba las malas condiciones de la guerra y la falta de recursos.
  • Económicas: España adoptó un proteccionismo económico, iniciado con el arancel de 1891, y se impulsaron políticas de defensa del mercado interior. Se empezó a consolidar un nacionalismo económico, buscando la autosuficiencia del país frente a la crisis.
  • Sociales y políticas: Tras la derrota, surgió una corriente regeneracionista liderada por figuras como Joaquín Costa, que abogaban por reformas profundas en los ámbitos político, social y económico. Criticaban la corrupción, el caciquismo y la falta de reformas políticas en España. La regeneración se convirtió en un tema central del debate político de la época.
  • Antimilitarismo: A raíz de la guerra, creció el antimilitarismo entre la población, en parte debido a las malas condiciones del reclutamiento y la percepción de que la clase política había llevado al país a una guerra injustificada. Se generó un sentimiento de desconfianza hacia los políticos y la clase militar.
  • Cambio de enfoque colonial: Tras la pérdida de las colonias ultramarinas, España comenzó a centrarse más en la región de Marruecos y en el norte de África. La política colonial española se volcó hacia el africanismo, con la obsesión por el control de Marruecos, en un intento de mantener alguna forma de presencia internacional.
  • Cultural: La derrota también influyó en la literatura y el pensamiento español, dando origen a la llamada «Generación del 98«, un grupo de escritores y pensadores como Miguel de Unamuno, Ángel Ganivet y el propio Joaquín Costa, que criticaron duramente la situación de España y propugnaron una regeneración cultural, política y social.

Dejar un Comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *