Hacia la sociedad de clases en la España del siglo XIX
Ya hemos visto el paso en la Europa del siglo XIX de una sociedad estamental, basada en el privilegio, a una sociedad de clases, en la que domina el aspecto económico. En España también se produce este fenómeno pero, dadas las dificultades del Estado liberal y el escaso desarrollo de la Revolución Industrial, hemos de señalar algunos matices:
- La aristocracia no desaparece, sino que incluso se fortalece y se une a los nuevos grupos.
- Aunque el clero desaparece como clase social, sigue manteniendo una gran influencia en la sociedad.
- La burguesía se convierte en el grupo social más influyente, pero no es tan dinámico como en el resto de Europa.
- Las escasas reformas agrarias impiden el desarrollo de una clase de propietarios agrícolas. Los campesinos con “hambre de tierras” serán un grupo muy numeroso e inestable.
- Aunque aparece un proletariado asociado a las fábricas, existe una enorme variedad de tipos en las clases urbanas (artesanos, pequeños comerciantes, etc.).
La nueva clase dirigente
La alta nobleza (aristocracia) no pierde su posición social e incluso aumenta su poder económico como propietarios o inversores. Se une a la alta burguesía, en pleno ascenso social. Las transformaciones económicas de la época promovieron el crecimiento de una nueva alta burguesía basada en los negocios, el comercio, la banca y la propiedad de tierras. Se trata de una burguesía no demasiado innovadora, tanto en economía como en política. La burguesía industrial se limita a pocas zonas de España (Cataluña, País Vasco, Asturias).
Los grupos urbanos
El crecimiento de las ciudades que se produce en España favorece la existencia de una cada vez más numerosa población urbana, caracterizada sin embargo por su gran diversidad. Así, entre los grupos populares siguen siendo muy numerosos los artesanos, aunque poco a poco va surgiendo una nueva clase de proletarios (obreros) asociada a las nuevas fábricas. También abundan las profesiones relacionadas con los servicios: empleados de comercio, servicio doméstico. La consolidación del Estado liberal permite la creación de un cuerpo de funcionarios, que, junto con las profesiones liberales y los pequeños fabricantes o comerciantes, van conformando una clase media burguesa.
El campesinado
El proceso de reforma agraria no trajo consigo la creación de una clase de propietarios agrícolas. Al contrario, favoreció la consolidación en el Sur de España de grandes latifundios trabajados principalmente por jornaleros, o en otras zonas de España aparecen propiedades medias en las que los campesinos eran solo simples arrendatarios. En las zonas donde dominan los minifundios, como en Galicia, apenas hay para sobrevivir, por lo que la emigración se multiplica en esas zonas. Todo esto, unido al aumento numérico de la población agraria, provocó una enorme inestabilidad política, social y económica en el campo, con numerosas revueltas agrarias y un importante éxodo del campo.
Nuevos paisajes urbanos
Las ciudades españolas hubieron de transformarse, obligadas por los cambios demográficos, económicos y sociales del siglo. La Desamortización de conventos e iglesias permitió abrir nuevos espacios en las ciudades, pero estas, todavía estranguladas por las antiguas murallas, y el aumento de población, provocaban el hacinamiento urbano. Así, se produjo a mediados de siglo en muchas ciudades el derribo de las murallas y la aparición de nuevos espacios urbanos. El ferrocarril necesitó de una estación, lo que provocó la creación de un entorno propio. Aparecen también las primeras fábricas y las barriadas obreras, normalmente carentes de servicios. La pujante burguesía exigió nuevos barrios, que hubieron de ser construidos extramuros: se trata normalmente de ensanches, amplios espacios de la ciudad planificados –normalmente con un diseño en cuadrícula– y dotados de mayores comodidades e infraestructuras. Incluso las ciudades en crecimiento se anexionaron pueblos cercanos, ahora convertidos en nuevos barrios urbanos.
Los inicios del movimiento obrero en España
Los inicios del movimiento obrero español fueron similares a los del resto de Europa: ludismo, asociacionismo y huelgas. Es durante el Sexenio Democrático cuando los obreros comienzan a tener un protagonismo activo en la política, ya sea unidos a demócratas y a republicanos, ya sea como movimiento independiente: representantes de la AIT (la Primera Internacional) llegan a España tras la revolución de 1868, e incluso se crea su sección española en 1870. Pronto comenzaron las diferencias entre anarquistas y socialistas, lo que, unido a la instauración de la Restauración y a la ilegalización de la AIT en España, debilitó momentáneamente el movimiento obrero. En 1869, Isabel huye y los obreros comienzan a tener mayor protagonismo.
Anarquismo y socialismo
El anarquismo se convirtió en la principal ideología del movimiento obrero, tanto entre los obreros industriales de Cataluña como entre los jornaleros agrícolas de Andalucía. Dentro del movimiento hubo dos tendencias: la corriente sindical federalista y la corriente violenta, que recurría a los atentados. La represión del régimen se dirigió contra ambas tendencias sin distinción. El socialismo tuvo menos fuerza y se concentró en los trabajadores especializados. En 1879 se fundó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), al mando de Pablo Iglesias. Su sindicato, la Unión General de Trabajadores (UGT), se creó en 1888.