El Siglo XII en Al-Ándalus: Dinastías Almorávides y Almohades frente a la Reconquista Cristiana


El Siglo XII: Almorávides y la Consolidación del Imperio en Al-Ándalus

Los primeros años del siglo XII marcan el final de la conquista almorávide y la consolidación de su imperio en Al-Ándalus. Este proceso se representó, según algunas fuentes, a través de la conquista de Zaragoza en 1010, Baleares en 1115 y Coímbra en 1117, habiendo alcanzado la máxima expansión del Imperio: Zaragoza por el norte, el río Níger por el sur, Lisboa al oeste y Libia al este. Tras la muerte de Alfonso VI (1109), el proceso de Reconquista se paralizó y los almorávides reunificaron Al-Ándalus, estableciendo la frontera en el Tajo. De esta forma, vemos cómo en pocos años Al-Ándalus se integró como provincia, con capital en Granada, en el Imperio Almorávide, que se extendería hasta 1145 de forma bastante efímera y estaría dirigido por cinco emires.

El Reinado de Alí Yusuf y los Problemas del Imperio Almorávide

El primer emir encargado de consolidar el imperio fue Alí Yusuf, hijo y sucesor de Yusuf. No obstante, durante su reinado comenzaron a manifestarse una serie de problemas. Por tanto, únicamente los tres primeros emires fueron capaces de mantener el control, y el imperio comenzó a caer en decadencia rápidamente. Es posible resumir sus principales problemas a través de varios puntos:

  • Escasas visitas de los emires a Al-Ándalus: La lejanía de la capital imperial en Marrakech dificultaba la gestión directa.
  • Debilidad militar: El inicialmente triunfal aparato tribal bereber sufrió posteriormente importantes pérdidas y mostró limitaciones.
  • Inquisitivo sistema fiscal: Aunque inicialmente redujeron los abusos fiscales de los reinos de taifas (impuestos ilegales o extraordinarios), después impusieron un aumento de la limosna (zakat) y los impuestos territoriales (yizzia) para afrontar la gran presión que suponía el avance cristiano.
  • Rechazo de la aristocracia árabe (jassa) a la superioridad bereber: Las élites andalusíes no aceptaban la hegemonía almorávide.
  • Empeoramiento de la convivencia: La imposición de un rigorismo religioso más estricto empeoró la convivencia de los musulmanes con cristianos y judíos, generando un cierto orgullo musulmán que, paradójicamente, también contribuyó a la creación del hisba (un género moralizante que regulaba la moral pública).

Vemos cómo el prestigio almorávide se fue debilitando a mediados del siglo XII por sublevaciones de la masa popular, de la nobleza árabe marginada, por los problemas con judíos y cristianos, y por su debilidad militar; de tal forma que Al-Ándalus sufrió una segunda y efímera fragmentación, conocida como las Segundas Taifas.

El Ascenso de los Almohades y su Conquista de Al-Ándalus

Mientras los almorávides se desarrollaban en la Península, surgió una nueva dinastía bereber en Marruecos: los almohades. Esta provenía de la tribu antagónica a los Sinhaya (almorávides), la tribu de los Masmuda, siendo su origen el ideólogo Ibn Tumar, quien se designaba como descendiente de Mahoma por parte de Fátima. Estos se enfrentaron y conquistaron el territorio almorávide debido a la relajación religiosa de estos últimos y a su incapacidad para revigorizar los estados musulmanes o contener el avance cristiano peninsular.

La Clave del Ejército Almohade

La clave del ejército almohade recaía en diferentes puntos:

  • Dirección califal: A diferencia de los gobernadores almorávides, que tenían autonomía para dirigir sus propias guerras, la guerra almohade era dirigida exclusivamente por el califa.
  • Voluntarios de la fe: Estaban totalmente imbuidos en la ideología de la yihad, se situaban como infantería de choque en la vanguardia de los ejércitos, conscientes de que iban a morir.
  • Mercenarios especializados: Aunque el ejército almohade tenía mucho peso por sí mismo, también contaba entre sus filas con mercenarios turcos y kurdos que manejaban muy bien el arco, siendo una novedad que hizo muy vulnerable al ejército cristiano.

La Conquista Peninsular de Al-Mumin

Al-Mumin fue el iniciador de la conquista peninsular, quien ya había tomado Marrakech en 1147, y se aprovechó de la situación de inestabilidad de las Segundas Taifas, debido a las luchas internas almorávides y al rechazo generalizado hacia lo bereber almorávide en Al-Ándalus. Además, los almohades tuvieron que hacer frente al avance de los reinos cristianos:

  • Castilla: Cuyo rey Alfonso VII había conquistado el importante puerto de Almería.
  • León.
  • Portugal: Reino recién creado que conquistó Coímbra, Lisboa y Évora.
  • Aragón: Que conquistó Calatayud y Zaragoza.

Al-Mumin entró por Tarifa y se dirigió hacia Sevilla, que opuso una gran resistencia hasta que sucumbió en 1148 y se convirtió en la capital almohade andalusí. Esto se hizo para distinguirla de Granada (capital almorávide) y para alejarla de la frontera cercana a Córdoba, a pesar de que esta última había sido la capital del califato. Gibraltar fue fundada como punto estratégico de entrada y salida de la Península, restándole importancia a la Tarifa almorávide. La conquista almohade no fue tan rápida como la almorávide, pero en la década de 1150, Al-Mumin logró la caída de importantes plazas como Almería en 1157 (en poder castellano), así como Úbeda, Jaén, Badajoz, Málaga y Granada. La resistencia al poder almohade fue representada por Ibn Mardanish (1147-1171) en la Taifa de Murcia, una taifa extensa que había arañado territorio granadino y tenía un punto fuerte en Jaén. Las Baleares, que serían el último reducto almorávide, no fueron conquistadas hasta principios del siglo XIII. Sin embargo, la frontera finalmente no se movió del Tajo.

Características del Califato Almohade

Los almohades destacaron por una serie de puntos:

  • «Los Unitarios»: Se denominan así porque su dogma de fe es la unidad de Alá, y consideraban que los almorávides eran antropomorfistas.
  • Ruptura política: Este movimiento fue rupturista también en el plano político, ya que el califato almohade, a diferencia del emirato almorávide, rechazó cualquier califato externo, aunque tomaron algunos aspectos del califato Omeya cordobés para legitimarse y ser reconocidos por la sociedad andalusí.
  • Contacto directo con súbditos: Los califas almohades, al contrario que los emires almorávides, estuvieron en contacto con los súbditos de forma directa mediante la práctica de la itinerancia.
  • Rigorismo religioso y migraciones: Su gran rigorismo religioso provocó la tercera oleada de migraciones judías y cristianas a los reinos cristianos.
  • Reforma monetaria y economía: Cabe destacar que los almohades llevaron a cabo una reforma monetaria, acuñando el dinar con el mayor peso de la historia andalusí, lo que permitió una economía solvente y fuerte, rebajando la presión fiscal. También es importante señalar que el desarrollo comercial se dio no solo en el comercio interior, sino también en el exterior.

Declive del Poder Almohade

Los sucesores de Al-Mumin, Yusuf I y Yusuf II, fueron quienes verdaderamente consolidaron el poder almohade en la Península, siendo el segundo de ellos quien asestó un duro golpe a Alfonso VIII en 1195 en la batalla de Alarcos, cerca de Calatrava. A partir del cuarto califa, Muhammad al-Nasir, derrotado por Alfonso VIII en las Navas de Tolosa (1212), el poder almohade comenzó a debilitarse y a entrar en decadencia.

Las Terceras Taifas y el Fin del Califato Almohade

Este declive a nivel político se manifestó fundamentalmente en las luchas por el califato, siendo los dos siguientes califas asesinados. Aprovechando esta inestabilidad política en la sucesión del poder califal, hubo revueltas de las élites locales para proclamarse como reyes independientes de los almohades, lo que dio origen a lo que conocemos como las “Terceras Taifas” o “Taifas Almohades”.

El último califa almohade de la Península fue Al-Mamún (1127-1232), un personaje que se marchó a Marrakech en 1228 y nunca más volvió a Al-Ándalus. Incluso quiso retomar la vuelta al malikismo, algo que no fue aceptado y que le llevó a marcharse ante el poder de los territorios autónomos. Ninguno de los sucesores de Al-Mamún volvió a pisar la Península.

Los Reinos Cristianos en el Siglo XII: Consolidación y Expansión

El Reinado de Alfonso VI y la Crisis Sucesoria

Las prioridades de Alfonso VI, las complicadas relaciones entre el clero y los magnates de los distintos territorios, y la guerra contra los musulmanes (los almorávides eran grandes combatientes) fueron factores clave de su reinado.

Una de las batallas importantes fue la derrota de Alfonso VI en Uclés en 1108, que trajo consigo un problema sucesorio debido a la muerte del infante Sancho, no quedando más herederos varones. A esto se sumó que su hermana Urraca se había quedado viuda, por lo que la presionaron para que se casara con Alfonso I el Batallador de Aragón. El matrimonio tuvo lugar en 1109, el mismo año en que murió Alfonso VI. Sin embargo, este matrimonio fracasó y no hubo unión entre los reinos hispánicos, siendo además anulado por el Papado.

Desde el principio del reinado de Urraca (1109-1126), su gobierno fue un caos, ya que Alfonso I de Aragón intervenía en la parte oriental de Castilla y apoyaba todos los intentos de rebelión para conseguir más territorios e influencia para Aragón, buscando incluso el trono castellano.

El Imperio de Alfonso VII

De esta manera, surgieron las revueltas urbanas entre 1111 y 1116, teniendo lugar en Sahagún y Santiago. Aunque Alfonso el Batallador ganó las primeras batallas, perdió en Carrión y Burgos, lo que le llevó a abandonar sus pretensiones sobre el trono castellano. En 1116 fue proclamado sucesor de su madre en el trono Alfonso Raimúndez (hijo de Urraca con su difunto marido), quien sería Alfonso VII.

Alfonso VII heredó el trono en 1126. Las tensiones internas habían ido desapareciendo con el tiempo, y las relaciones con los condados catalanes mejoraron, aunque Alfonso el Batallador siguió siendo su máximo rival hasta su muerte en 1134. Debido a esto, Alfonso VII se convirtió en la persona más poderosa de la Península, y los demás reyes cristianos aceptaron su condición de emperador hispánico, declarándose vasallos suyos.

La única sombra en esta hegemonía de Alfonso VII fue Alfonso Henriques, quien, aunque se reconoció como vasallo del rey leonés en 1127, proclamó su condición de Rey de Portugal unos años después. Además, Alfonso VII logró importantes avances contra los musulmanes, aprovechando el debilitamiento de los almorávides y la proclamación de las Segundas Taifas. Obtuvo varias victorias, como Guadalajara (1133), Coria (1142) o Calatrava la Vieja (1147), que extendieron la frontera aún más al sur.

Sucesiones y Expansión en Aragón y Castilla

Tras la muerte de Alfonso el Batallador, García Ramírez (1134-1150) fue el sucesor del último rey en Navarra, estando siempre bajo el poder de Alfonso VII de León y Castilla, quien ostentaba el título de Imperator.

En Aragón, Pedro I (1094-1104) continuó la expansión por el valle del Ebro. En 1104, Pedro I murió sin heredero varón, por lo que el reino de Aragón lo heredó su hermano Alfonso I el Batallador (1104-1134). Durante su reinado, se produjo la mayor ampliación de fronteras por parte de los aragoneses, logrando llegar a la cabecera del Tajo, a las sierras del Maestrazgo, a las puertas del Levante y a las comarcas ribereñas del bajo Segre. Finalmente, en 1134 murió tras el fracaso de Fraga.

Alfonso VII dividió el reino entre sus hijos: Sancho III recibió Castilla y Fernando II recibió León. El reinado de Sancho III fue muy breve (1157-1158), dejando el trono castellano en manos de Alfonso VIII, que solo contaba con tres años de edad.

En 1179, Alfonso VIII firmó con la Corona de Aragón el Tratado de Cazorla, donde se repartieron las futuras tierras ganadas a los musulmanes, siendo este tratado bastante ventajoso para el reino castellano. La conquista más importante entre estos años fue la de Teruel hacia 1171.

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