España en el Siglo XIX: De la Crisis del Antiguo Régimen a la Revolución Gloriosa


Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

El inicio del siglo XIX en España estuvo marcado por profundas transformaciones políticas y sociales, comenzando con la crisis del Antiguo Régimen y la búsqueda de un nuevo modelo de Estado.

El Proceso de Formación de las Cortes

Tras las Abdicaciones de Bayona en 1808, España quedó sin un gobierno legítimo, lo que propició la creación de juntas locales y regionales para organizar la resistencia contra la invasión napoleónica. En ese mismo año, se formó la Junta Suprema Central, que asumió la soberanía nacional y, en 1810, convocó las Cortes de Cádiz con el objetivo de establecer un nuevo sistema político para el país.

La Constitución de 1812 («La Pepa»)

Promulgada el 19 de marzo de 1812, la Constitución de Cádiz fue la primera constitución liberal de España y un hito fundamental en su historia. Representó una ruptura con el absolutismo, aunque se mantuvo dentro de la legalidad vigente. Sus principales redactores fueron figuras destacadas como Agustín Argüelles, Diego Muñoz Torrero y Pérez de Castro.

Principales Aspectos de la Constitución de 1812

  • Soberanía Nacional: El poder residía en la nación, no en el rey, marcando un cambio radical en la concepción del Estado.
  • Derechos y Libertades: Estableció derechos fundamentales como la libertad de imprenta, la igualdad ante la ley, la propiedad privada y la ciudadanía para todos los españoles del Imperio.
  • Monarquía Constitucional: España se declaró una monarquía constitucional, con una clara división de poderes:
    • Legislativo: Recaía en las Cortes unicamerales, con amplios poderes para elaborar leyes, aprobar presupuestos, ratificar tratados y controlar el ejército.
    • Ejecutivo: Ejercido por el Rey, cuyo poder quedaba limitado. No podía suspender la Constitución ni actuar sin la aprobación de las Cortes.
    • Judicial: Independiente, con tribunales exclusivos para la administración de justicia.
  • Sufragio Universal Masculino Indirecto: Se estableció para mayores de 25 años.
  • Otros Aspectos Relevantes:
    • Religión: Se mantuvo la exclusividad del catolicismo como religión oficial del Estado.
    • Ejército y Orden Público: Se estableció un ejército permanente y la creación de la Milicia Nacional.
    • Administración Territorial: Se reorganizó el territorio con la creación de Diputaciones y Jefes Políticos en las provincias.

Esta Constitución sentó las bases liberales en España, aunque fue suspendida y restaurada en varias ocasiones a lo largo del siglo XIX.

La Obra Legislativa de las Cortes de Cádiz

Las Cortes de Cádiz no solo redactaron la Constitución, sino que impulsaron una serie de reformas legislativas cruciales para modernizar el país y desmantelar las estructuras del Antiguo Régimen:

  • Abolición del Feudalismo: Se suprimieron los señoríos jurisdiccionales, eliminando los privilegios nobiliarios y la servidumbre.
  • Eliminación del Tribunal de la Inquisición: Un paso fundamental hacia la libertad de pensamiento y la secularización.
  • Libertad de Imprenta: Un derecho esencial para la difusión de ideas liberales.
  • Reformas Económicas: Se buscaron medidas para liberalizar la economía y fomentar el desarrollo.

A pesar de su trascendencia, la Constitución y gran parte de esta obra legislativa fueron abolidas en 1814 con la restauración absolutista de Fernando VII.

El Reinado de Fernando VII: Absolutismo y Liberalismo (1814-1833)

El regreso de Fernando VII al trono marcó un periodo de inestabilidad y confrontación entre las fuerzas absolutistas y liberales en España.

El Retorno al Absolutismo (1814-1820)

Tras su regreso, Fernando VII reinstauró el absolutismo de forma inmediata, anulando la Constitución de 1812 y persiguiendo a los liberales. Su gobierno se caracterizó por una fuerte represión y censura, contando con el apoyo de la Santa Alianza. Sin embargo, la grave crisis económica y la persistente oposición liberal llevaron a numerosas conspiraciones contra el régimen.

El Trienio Liberal (1820-1823)

Un levantamiento militar liderado por el coronel Rafael del Riego en 1820 obligó a Fernando VII a restaurar la Constitución de 1812. Durante este periodo, se promovieron importantes reformas económicas y sociales, como la abolición del feudalismo y la reducción del poder de la Iglesia. No obstante, la división interna entre los liberales moderados y exaltados debilitó el régimen. En 1823, la Santa Alianza intervino enviando los «Cien Mil Hijos de San Luis», un ejército francés que restauró el absolutismo en España.

La Década Ominosa (1823-1833)

El segundo retorno de Fernando VII al absolutismo estuvo marcado por una represión aún más severa contra los liberales. A partir de 1826, la crisis económica y la pérdida de apoyos llevaron a intentos de conciliación con sectores liberales moderados, impulsando algunas reformas administrativas. Sin embargo, la oposición interna, tanto liberal como ultrarrealista, se mantuvo latente.

El Conflicto Dinástico y la Sucesión

En 1830, Fernando VII promulgó la Pragmática Sanción, una ley que permitía la sucesión femenina al trono, lo que significaba que su hija Isabel podría heredar la corona, excluyendo a su hermano Carlos María Isidro. Esta decisión generó un profundo conflicto dinástico entre los partidarios del absolutismo (carlistas) y los defensores de Isabel (isabelinos o liberales), sentando las bases para la Primera Guerra Carlista tras la muerte del rey en 1833.

La Primera Guerra Carlista (1833-1840)

Tras el fallecimiento de Fernando VII, el infante Carlos se proclamó rey, dando inicio a un prolongado y sangriento conflicto civil. Los carlistas defendían el absolutismo monárquico, la tradición y los fueros, con un fuerte apoyo en el País Vasco, Navarra, Cataluña y el Maestrazgo. Los isabelinos, por su parte, eran los defensores de la monarquía liberal de Isabel II y contaban con el respaldo de los liberales y gran parte del ejército. Los carlistas recurrieron a la guerra de guerrillas, destacando líderes como Tomás de Zumalacárregui y Ramón Cabrera. La guerra concluyó con el Abrazo de Vergara en 1839, un acuerdo que permitió la integración de parte del ejército carlista en el realista, aunque Cabrera resistió hasta 1840.

La Evolución Política del Reinado de Isabel II (1833-1868)

El reinado de Isabel II fue un periodo de consolidación del Estado liberal, pero también de gran inestabilidad política, marcado por la alternancia de moderados y progresistas.

La Regencia de María Cristina (1833-1840)

Durante la minoría de edad de Isabel II, su madre, María Cristina de Borbón, asumió la regencia. En 1834, se promulgó el Estatuto Real, una carta otorgada de carácter muy limitado que generó descontento entre los liberales más avanzados. Los progresistas, mediante la Revolución de 1836, lograron la promulgación de la Constitución de 1837, de carácter más liberal, que establecía la división de poderes y la soberanía nacional. Durante este periodo, también destacó la importante reforma administrativa de Javier de Burgos.

La Regencia de Espartero (1840-1843)

Tras la dimisión de María Cristina, el general Baldomero Espartero, héroe de la Primera Guerra Carlista, asumió la regencia. Sin embargo, su autoritarismo y políticas impopulares, como la libre importación de tejidos que perjudicó a la industria catalana, provocaron una fuerte oposición. Esta situación llevó a su destitución en 1843, abriendo paso al reinado efectivo de Isabel II.

El Reinado Efectivo de Isabel II (1843-1868)

El reinado personal de Isabel II se caracterizó por la alternancia de gobiernos y la inestabilidad, culminando en su destronamiento.

La Década Moderada (1843-1854)

Este periodo estuvo dominado por los liberales moderados. Se adoptó la Constitución de 1845, de carácter más conservador que la de 1837, que reforzaba el poder de la Corona y limitaba las libertades. Se crearon instituciones clave para el Estado liberal, como la Guardia Civil (1844), y se centralizó la administración pública.

El Bienio Progresista (1854-1856)

Con la Revolución de 1854 (la Vicalvarada), los progresistas volvieron al poder, nuevamente con Espartero al frente. Se impulsaron importantes reformas económicas, como la aprobación de la Ley de Ferrocarriles y la desamortización de Madoz, que afectó a bienes comunales y eclesiásticos.

Los Últimos Años del Reinado (1856-1868)

Este periodo se caracterizó por una creciente inestabilidad política, con alternancia entre moderados, progresistas y la Unión Liberal. Las tensiones políticas, el descontento social y la crisis económica se intensificaron, culminando en la Revolución de 1868, conocida como «La Gloriosa», que destronó a Isabel II y abrió un nuevo capítulo en la historia de España.

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