Introducción
Este documento explora la relación de las personas con Dios a lo largo de las distintas etapas de la historia de Israel. Comenzaremos con los patriarcas, seguiremos con el Éxodo, continuaremos con el periodo de los jueces y la monarquía, abordaremos el exilio en Babilonia, y concluiremos con la espera apocalíptica del reino de Dios.
Los Patriarcas
Empezaremos por los patriarcas, quienes fueron los primeros padres del pueblo de Israel, protagonistas de los relatos iniciales de la Sagrada Escritura. Tienen gran interés por ser el elemento básico en la Historia de la Salvación, a la cual se refiere Cristo en numerosas ocasiones. Las figuras patriarcales se recogen en el libro de Génesis, que narra la historia de la humanidad y la formación del pueblo de Israel. Cubren la historia desde los orígenes de la humanidad hasta los tiempos de los faraones. Los grandes patriarcas fueron:
- Adán y Eva
- Abel
- Noé
- Abraham
- Isaac
- Jacob
- José
- Judá
- y otros.
El Éxodo
Respecto al Éxodo, se trata de un texto que narra la esclavitud de los hebreos en el antiguo Egipto y su liberación a través de Moisés, quien los condujo hacia la Tierra Prometida. Este libro se encuentra en el Antiguo Testamento. El propósito del Éxodo es mantener vivo en la memoria del pueblo hebreo el relato fundacional de dicho grupo como nación: a partir de la salida de Egipto, una vez libre y dirigiéndose hacia la Tierra Prometida, el pueblo israelita adquirió por primera vez conciencia de su unidad étnica, filosófica, religiosa y nacional. El Libro del Éxodo se refiere a la esclavitud de los hebreos en Egipto y la epopeya que condujo a liberarlos de tal condición, haciendo de ellos un grupo libre, con identidad nacional propia y, a su vez, provisto de Ley. Moisés desempeñó el papel de líder, conductor y legislador del pueblo de Israel.
Jueces y Monarquía
Seguiremos con el libro de los Jueces, un libro bíblico del Antiguo Testamento que presenta a los jueces que salvaron al pueblo de la esclavitud y, después de liberarlos, los gobernaron. En tiempo de los jueces, Israel estaba desorganizado. El libro narra el periodo que va desde la muerte de Josué hasta el nacimiento de Samuel, un tiempo en el que los judíos habían abandonado su vida nómada y acababan de instalarse como sedentarios. Este libro intenta ser una demostración teológica de que la infidelidad a Dios fue la causa de todos los males de Israel. Él es misericordioso y compensa con la llegada de los jueces la impiedad del pueblo. Cuando el hebreo peca y cae esclavo, Dios le envía un libertador.
Después, los israelitas pidieron un rey, como tenían los demás pueblos. Dios tolera esta petición y se servirá de la instauración del Reino en Israel para sus designios salvíficos. El primer rey es Saúl, pero por sus pecados, Dios escoge a David. Con Salomón, su hijo, el reino llega a su máximo esplendor. En el reino de Israel se suceden dinastías conseguidas con violencia, lo que lleva a la caída definitiva. La monarquía es el tiempo en el que Dios se sirvió más de los profetas para hablar y anunciar la esperanza de que el Mesías había de venir.
El Exilio a Babilonia
Continuaremos con el exilio a Babilonia, que es la toma de Jerusalén por el rey Nabucodonosor. Esto significaría para los israelitas un largo exilio en tierras de Mesopotamia, donde darían forma a una nueva idea de Dios. El exilio se recuerda como un tiempo de nostalgia por la patria perdida. Pero en realidad, el episodio tuvo consecuencias decisivas en la configuración de la religión y de la identidad nacional judía. Si anteriormente a la conquista de Jerusalén el pueblo hebreo había tendido al politeísmo, los sacerdotes del exilio elaboraron un pensamiento rigurosamente monoteísta.
La Espera Apocalíptica del Reino de Dios
Finalmente, la espera apocalíptica del reino de Dios. Apocalipsis se asocia a menudo con imágenes terroríficas de destrucción total. Sin embargo, Apocalipsis significa revelación. La revelación a la que se refiere es la del desenlace de la historia. En la Biblia, la revelación definitiva es la del triunfo del bien, la de la salvación. En los evangelios aparecen discursos apocalípticos en boca de Jesús, y además, él se autodenomina Hijo del hombre, que es una figura apocalíptica. La apocalíptica surge en el judaísmo, y el apocalipsis más prototípico será el que aparece en la Biblia como profecía de Daniel. Así como los profetas habían descubierto que Dios era Dios de todos los pueblos y el que regía la historia universal, así los visionarios apocalípticos ven a Dios sentado en su trono, como lo hacían los reyes cuando iban a ejercer su soberanía. Los apocalípticos llevan a los creyentes el mensaje de que Dios tiene la última palabra, la que decidirá todo. Dios lleva a cabo su acción salvadora a través de la figura del Hijo del hombre. Dios ejerce su soberanía humanamente desde el hombre Jesús.