La Pasión de Cristo: El Dolor Supremo y los Efectos de la Redención


Los Sufrimientos de Cristo

Los sufrimientos de Cristo fueron múltiples y atroces:

  • La Flagelación: Se realizaba con varas espinosas y garfios de hierro, siendo extremadamente dolorosa. La piel se entumecía al principio, después se desgarraba y, por último, los azotes caían sobre la carne viva y despedazada.
  • La Corona de Espinas: Las espinas eran fuertes y agudas, y penetraron hondamente en su santa cabeza.
  • El Nuevo Desgarro de su Carne: Supuso quitar los vestidos para la crucifixión. Como estaban adheridos a la carne, al separarlos se abrían cruelmente todas las llagas. Así permaneció a la intemperie de los elementos durante las tres horas de crucifixión.
  • El Enclavamiento en la Cruz: Fue un suplicio de inconcebible dolor. Los clavos, al penetrar sus manos y sus pies, desgarraron sus nervios y tendones y separaron sus huesos.
  • La Crucifixión: Permaneció varias horas en la cruz, posición de por sí muy dolorosa. Soportó todo el peso de su cuerpo en sus manos y pies taladrados, sin poderse mover ni valer en ninguna forma, pues tenía impedida la movilidad hasta de sus manos.
  • La Sed: Fue causada por todo el desgaste físico, sus muchas heridas y la pérdida de sangre. Para quien tiene heridas, el mayor de sus tormentos es el de la sed; también lo fue para Cristo.

La Magnitud del Dolor de Cristo

Cristo padeció de todo tipo de dolores. Santo Tomás de Aquino, apoyándose en el texto de Isaías que dice: «Mirad y ved si hay dolor como mi dolor» (Isaías 1:12), explica por qué el dolor físico y moral de Cristo ha sido el mayor de todos:

  1. Por las causas de los dolores: El dolor corporal fue acerbísimo, tanto por la generalidad de sus sufrimientos como por la muerte en la cruz. El dolor interno fue intensísimo, pues lo causaban todos los pecados de los hombres, el abandono de sus discípulos, la ruina de los que causaban su muerte y, por último, la pérdida de la vida corporal, que naturalmente es horrible para la vida humana.
  2. Por causa de la sensibilidad del paciente: El cuerpo de Cristo era perfecto, óptimamente sensible, como conviene al cuerpo formado por obra del Espíritu Santo. De ahí que, al tener finísimo sentido del tacto, era mayor el dolor. Lo mismo puede decirse de su alma: al ser perfecta, aprehendía eficacísimamente todas las causas de la tristeza.
  3. Por la pureza misma del dolor: Otros que sufren pueden mitigar la tristeza interior y también el dolor exterior con alguna consideración de la mente; Cristo, en cambio, no quiso hacerlo.
  4. Porque el dolor asumido era voluntario: Y así, por desear liberar de todos los pecados, quiso tomar tanta cantidad de dolor cuanto era proporcionado al fruto que de ahí se había de seguir.

Con estas cuatro razones, concluye el santo, se sigue que el dolor de Cristo ha sido el mayor de cuantos dolores ha habido (Cfr. S. Th. III, q. 46, a. 6).

Reflexión sobre la Pasión

Los santos estallaban en lágrimas de dolor al pensar en la Pasión de nuestro Señor. Yo en cambio… Quizá es que tú y yo presenciamos las escenas, pero no las ‘vivamos’.

Josemaría Escrivá de Balaguer, Vía Crucis, VIII, I

Las Siete Palabras de Cristo en la Cruz

Estando en la cruz, Jesús pronunció siete palabras:

  1. Perdón para los verdugos: Fue en favor de sus verdugos y de los pecadores: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23:34).
  2. Promesa de salvación: Una palabra de salvación para el buen ladrón. Este, arrepentido, le dijo: «Señor, acuérdate de mí cuando estés en tu reino» (Lc 23:43), y el Señor le contestó: «En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso».
  3. Entrega de María como Madre: Para dejarnos a María como nuestra madre. «Mujer», dijo Jesús a María, señalándole a Juan, y en la persona de Juan a todos nosotros: «Ahí tienes a tu hijo», y luego a San Juan: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19:27).
  4. Clamor de abandono: Fue un hondo clamor hacia su Padre: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mt 27:46).
  5. Manifestación de la sed: Una manifestación de la sed que lo devoraba: «Tengo sed» (Jn 19:28).
  6. Consumación de la Redención: Anuncio de que la Redención estaba consumada: «Todo está consumado» (Jn 19:30).
  7. Encomienda al Padre: Para encomendar su espíritu al Padre: «Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23:46).

Signos y Prodigios tras la Muerte

Varios prodigios se verificaron a la muerte de Jesús:

  • El velo del templo se rasgó.
  • El sol se eclipsó.
  • Tembló la tierra.
  • Hendieronse las rocas.
  • Se abrieron varias tumbas y muchos muertos resucitaron y fueron vistos en Jerusalén.

Todas estas manifestaciones de la naturaleza eran otras tantas pruebas de la divinidad de Cristo. Así lo comprendió el Centurión, quien bajó dándose golpes de pecho y diciendo: «¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!» (Mc 15:29).

El significado de INRI

La palabra INRI, que se coloca sobre el crucifijo, está formada por las iniciales de las cuatro voces de Iesus Nazarenus Rex Iudeorum (Jesús Nazareno, Rey de los Judíos).

La Redención: Efectos y Cualidades

Efectos de la Redención

La Redención obrada por Cristo en la Cruz transformó radicalmente la relación del hombre con Dios, revirtiendo las consecuencias del pecado:

Consecuencia del PecadoSatisfacción de Cristo en la Redención
1. La Ofensa a Dios: Mancha el alma y la hace merecedora de una pena.Reparación de la Ofensa:
  1. Reparó la ofensa.
  2. Borró la culpa.
  3. Remitió la pena.
2. La Degradación del Hombre: Se ve privado de la gracia y la gloria.El Mérito de Cristo: Restauró al hombre, mereciéndole de nuevo la gracia y la gloria.
3. La Sujeción al Demonio.El Rescate de Cristo: Nos libertó del poder del demonio.

Sobre la satisfacción de Cristo, el Papa Pablo VI afirmó: «Creemos que nuestro Señor Jesucristo nos redimió, por el sacrificio de la cruz, del pecado original y de todos los pecados personales cometidos por cada uno de nosotros, de modo que mantenga verdadera la afirmación del Apóstol: ‘Donde abundó el delito, sobreabundó la gracia’ (Rom 5:20)» (Pablo VI, El Credo del Pueblo de Dios, n. 17).

Cualidades de la Satisfacción de Cristo

Voluntaria y Completa

  • Voluntaria: «Fue ofrecido porque él mismo lo quiso», dice Isaías (53:7). Y el mismo Jesucristo exclama: «Nadie me arranca la vida, sino que la doy por propia voluntad» (Jn 10:18).
  • Completa: Porque tiene la virtud suficiente para reconciliarnos con Dios y borrar nuestros pecados. «La sangre de Cristo nos purifica de todo pecado» (I Jn 1:7).

Bienes merecidos por Cristo

¿Qué bienes mereció Cristo para nosotros?

  • La Gracia: «Si por el pecado de uno solo murieron todos los hombres, mucho más copiosamente la gracia de Dios se derramó sobre todos» (Rom 5:10).
  • La Gloria: «Tenemos la firme esperanza de entrar en el santuario del cielo por la sangre de Cristo» (Heb 10:19).
  • Toda clase de bienes espirituales: «Nos bendijo con toda suerte de bienes espirituales en Jesucristo» (Ef 1:3). «El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó, ¿cómo será posible que no nos dé con él todos los bienes?» (Rom 8:32).

¿Por qué pudo Cristo merecer por nosotros?

Santo Tomás de Aquino explica: «La cabeza y los miembros pertenecen a la misma persona; siendo, pues, Cristo nuestra cabeza, sus méritos no nos son extraños, sino que llegan hasta nosotros en virtud de la unidad del Cuerpo Místico» (Sent. 3, c. 18, a. 3). San Pablo lo confirma: «Como todos mueren en Adán, todos en Cristo han de recobrar la vida» (I Cor 15:22).

Universalidad de la Redención y Cooperación Humana

San Juan afirma: «Cristo es propiciación por nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino por los del mundo entero» (I Jn 2:2). San Pablo añade: «Cristo se dio a sí mismo en rescate por todos» (I Tim 2:6).

Aunque Cristo murió por todos los hombres, no podemos salvarnos sin la cooperación de nuestra parte. Es el mismo Cristo quien nos enseña: «Si quieres entrar en la vida eterna, guarda los mandamientos» (Mt 19:17). Y San Agustín: «El que te creó sin ti, no te salvará sin ti».

Juan Pablo II, en la encíclica Redemptor Hominis, subraya la centralidad del hombre redimido:

Este hombre es el camino de la Iglesia, camino que conduce en cierto modo al origen de todos aquellos caminos por los que debe caminar la Iglesia, porque el hombre ha sido redimido por Cristo, porque con el hombre se ha unido Cristo de algún modo, incluso cuando ese hombre no es consciente de ello. Cristo, muerto y resucitado por todos, da siempre al hombre su luz y su fuerza para que pueda responder a su máxima vocación.

Juan Pablo II, Enc. Redemptor Hominis, n. 14 (cfr. Prueba n. 1310)

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