El Reinado de Carlos I de España y V de Alemania (1516-1556)
El reinado de Carlos I de España y V de Alemania (1516-1556) marcará el inicio real de la hegemonía española durante más de un siglo. La política matrimonial de los Reyes Católicos (RRCC), en función de los avatares del tiempo, tuvo como consecuencia que su nieto acumulara amplísimos territorios.
La Herencia de Carlos V
Carlos I unió en su persona:
- Las coronas de Castilla y Aragón, junto con las posesiones en América, Italia y el norte de África.
- De su abuela María de Borgoña, recibió el Franco-Condado y Flandes.
- De su abuelo Maximiliano, los territorios propios de la Casa de Austria, junto con los derechos a aspirar al trono imperial.
La decisión de Carlos de conseguir el título de Emperador hizo que la monarquía hispana, sin abandonar la línea marcada por los RRCC, reorientara su política exterior en función de esta nueva realidad.
El Proyecto Imperial y sus Límites
La política imperial se sumaba a las líneas tradicionales de la política exterior de la monarquía hispana:
- Seguridad en el norte de África.
- Aislamiento de Francia.
- Aproximación a Portugal.
Carlos I consideró la herencia recibida como un todo y fijó su norte en la configuración de un imperio cristiano donde los reinos reconocieran su autoridad, restaurando la forma del Sacro Imperio Romano Germánico, y que, gracias a la riqueza y la fuerza militar de Castilla, defendiera la cristiandad frente al gran poder expansivo de la época: los turcos. La imposibilidad de alcanzar esa Universitas Christiana le llevó a la abdicación en 1556.
Felipe II y el Mantenimiento de la Hegemonía
Felipe II, por su parte, defendería la hegemonía española por un lado y el predominio de la Casa de Austria por otro. La monarquía hispana era la primera potencia del mundo, que contaba con la más eficaz máquina militar de la época, los tercios. Sin embargo, esto implicaba mantener unos gastos sufragados por el oro y la plata americanos, devorando estos inmensos recursos. La economía hispana acusó el esfuerzo, abriéndose un proceso de desestabilización económica.
Expansión Americana y la Unión Ibérica
La Conquista y Organización de América
A lo largo del siglo XVI se completó el dominio español sobre los territorios americanos. Durante el reinado de Carlos I se produjo la conquista y colonización de gran parte de los territorios:
- Hernán Cortés conquista México (1519-1521).
- Francisco Montejo ocupa Yucatán (1527-1546).
- Francisco Pizarro derrota a los incas y conquista Perú (1532-1533).
- Valdivia se hace con Chile y Orellana conquista el valle del Aconcagua (1541).
Estos territorios fueron organizados en dos virreinatos: Nueva España y Perú. En 1542 el emperador publicó las Leyes Nuevas de Indias, donde se reconoce a los nativos como súbditos. Serán numerosas las exploraciones realizadas por los españoles en este tiempo, destacando la primera vuelta al mundo realizada por Magallanes-El Cano (1519-1522). Durante su reinado, Felipe II apoyó nuevas expediciones por el Pacífico, lo que permitiría el dominio de las Filipinas, abriendo nuevas rutas comerciales (el galeón de Manila).
La Anexión de Portugal
La política de aproximación a Portugal se vio confirmada con el matrimonio de Carlos I con Isabel de Portugal. Felipe II, al morir sin descendencia el monarca portugués, reclamó sus derechos, siendo coronado en 1581 (Cortes de Tomar) tras la entrada en el reino de sus tropas al mando del duque de Alba. Ambos reinos quedaron unidos en la Corona, conformando la Unión Ibérica.
Evolución de la Política Exterior durante el Reinado de Carlos V
Durante su reinado, Carlos V tuvo que hacer frente a cuatro focos de tensión que le obligaron a estar prácticamente en conflicto permanente, lo que le obligó a estar muy poco tiempo en sus territorios hispanos, gobernados durante varios años por su esposa, Isabel de Portugal:
- La guerra con Francia.
- La rebelión protestante.
- La amenaza turca.
- El norte de África.
Conflicto con Francia
Francia se convertiría en el principal opositor al proyecto imperial de Carlos V, del que también desconfiaba el papado. A lo largo de su reinado, el emperador libraría cinco guerras contra Francia, la última finalizada por su hijo. Las victorias obtenidas hasta 1530 —Pavía en 1525 con la firma del Tratado de Madrid (1526) y la Paz de Cambray (1529) tras el Saco de Roma (1527)— le permitieron tomar el Milanesado y dejar abierto el estratégico y vital “camino español” hasta los Países Bajos. Francisco I, rey de Francia, que llegó a caer prisionero de Carlos, optó entonces por apoyar a los enemigos del emperador, los príncipes luteranos. Una segunda guerra estallaría en 1535, quedando en tablas en la Tregua de Vaucelles (1538). La tercera guerra acabaría con la Paz de Crepy (1544). En 1552 se reanudaría el conflicto tras la toma por los franceses de Metz, Toul y Verdún.
La Amenaza Turca y el Norte de África
La expansión turca por los Balcanes amenazó directamente los territorios alemanes. En 1529, Carlos los detuvo a las puertas de Viena. Posteriormente, el norte de África pasó a ser objeto de su preocupación, por la alianza entre los turcos y los piratas de Barbarroja. En 1535 conquistaría Túnez, pero no así Argel (1541).
La Reforma Protestante
A partir de 1530, la reforma protestante se convirtió en el principal problema político para el emperador, dado que suponía el fin de la unidad religiosa y de su proyecto imperial, llevando la inestabilidad a los territorios alemanes. Tras intentar encontrar una solución pacífica (Dieta de Worms, 1521), los príncipes protestantes se unieron formando la Liga Smalkalda. Carlos V entendía que para frenar el avance protestante era necesaria tanto una solución religiosa como militar. Impulsó la convocatoria del Concilio de Trento (1545) y los tercios españoles bajo su mando derrotaron a los protestantes en Mülhberg (1547). A pesar de ello, no consiguió su objetivo. Poco después sería derrotado en Innsbruck (1552) y fracasaría ante la ciudad de Metz (1553). Todo ello le condujo a firmar en 1555 la Paz de Augsburgo, que conllevaba admitir la libertad religiosa para los príncipes alemanes (principio cuius regio, eius religio).
Evolución de la Política Exterior durante el Reinado de Felipe II
Felipe II subió al trono en 1556 tras la abdicación de su padre. No ostentaba el título imperial (Carlos lo cedió a su hermano Fernando) ni las posesiones alemanas de los Austrias, pero durante su reinado se conformó uno de los imperios más extensos de la historia, aquel en cuyos territorios “no se ponía el sol”. Su programa tenía como objetivos: defender el catolicismo y mantener la hegemonía de la monarquía hispánica junto con la de la Casa de Austria.
El Conflicto con Francia
Felipe II heredó el tradicional conflicto con Francia por el dominio de Italia. La guerra se había reanudado en los últimos años del reinado de Carlos I. En 1557 derrotó a Enrique II en la batalla de San Quintín, firmándose la Paz de Cateau-Cambrésis (1559) y acordándose el matrimonio del rey con Isabel de Valois, pues el rey había enviudado de María de Inglaterra.
La Lucha contra el Imperio Otomano
Decidido a acabar con la amenaza turca, Felipe II impulsó la creación de una gran armada con el concurso de Venecia, Malta y el papado. La armada de la Santa Liga (228 naves y 91.000 hombres), comandada por don Juan de Austria, se enfrentó a los bajeles de Solimán el Magnífico (297 naves y 120.000 hombres) en Lepanto el 7 de octubre de 1571, en la, según Cervantes que participó en el combate, “mayor ocasión que vieran los siglos”. La victoria situaría a Felipe II en el cénit de su poder, pero su frágil situación económica, junto con la guerra en Flandes y el enfrentamiento con Inglaterra, le obligaría a firmar un acuerdo de paz con los turcos (1581).
La Guerra en Flandes (Países Bajos)
La monarquía católica tenía que hacer frente a la expansión del protestantismo en los Países Bajos, donde se había impuesto el calvinismo. La llegada de la Inquisición y la decisión de acabar con la relativa autonomía del territorio incrementó una protesta que se transformó en guerra abierta tanto por razones religiosas como políticas. Un conflicto que iba a durar ochenta años. Ante la gravedad de la situación, Felipe II optó por una política de mano dura enviando al duque de Alba (1567) en sustitución de la conciliadora gobernadora Margarita de Parma. Alba, con los tercios, asaltó la ciudad de Amberes, creó el Tribunal de Tumultos y ordenó la ejecución de los líderes y de numerosos rebeldes, lo que incrementó los problemas.
Los rebeldes holandeses, dirigidos por Guillermo de Orange, iban a contar, para poner límites a la hegemonía española, con el apoyo de Francia y sobre todo de Inglaterra. Desarrollaron una campaña de propaganda contra el enemigo. Nacía así La Leyenda Negra (El rey sería acusado de asesinar a su hijo y a su hermanastro, así como de envenenar a la reina. Una imagen que perduraría en la literatura —Schiller— y en la música —la ópera Don Carlos de Verdi—). A la política de represión sucedieron los mandatos de Luis de Requesens y don Juan de Austria, ambos combinaron las victorias militares con políticas de contención. El último gobernador, Alejandro Farnesio, no pudo más que mantenerse en sus posiciones debido a la falta de fondos para sostener la guerra.
El Conflicto con Inglaterra y la Armada Invencible
En 1558 moría en Inglaterra la reina María, segunda esposa de Felipe II, sin descendencia, que había restaurado el catolicismo. La llegada al poder de Isabel I, quien rechazaría la propuesta de matrimonio del rey español, supuso el triunfo del protestantismo. Desde ese momento, los navíos corsarios ingleses (Sir Frances Drake y John Hawkins) hostigarían las flotas españolas que transportaban el oro y la plata en el Caribe (1568) e incluso atacarían las costas españolas. El apoyo brindado por la reina Isabel a los rebeldes holandeses y la ejecución de la escocesa reina católica María Estuardo (1587) decidieron a Felipe II a intentar la invasión de Inglaterra, para lo que reunió una gran escuadra.
La poderosa armada española, conocida más tarde como la Armada Invencible, debería recoger a los temibles tercios estacionados en los Países Bajos. El desastre de la armada (1588) colocó a las fuerzas españolas en Flandes en una situación delicada. Alejandro Farnesio, buen general y mejor político, mantendría en la línea de Luxemburgo y Bélgica a los católicos de la Unión de Arrás, pero los protestantes de la Unión de Utrecht dominaban el norte del territorio. Felipe II intentó mantener el territorio nombrando a su hija, la infanta Isabel Clara Eugenia, gobernadora con la pretensión de crear una dinastía propia. La falta de descendencia lo hizo inviable y la guerra se reproduciría en los reinados siguientes, pues a la muerte de Felipe II las Provincias Unidas eran en la práctica independientes.