Las Guerras Mundiales y la Gran Depresión: Transformaciones Económicas y Políticas del Siglo XX


La Primera Guerra Mundial (1914-1918): El Inicio de una Nueva Era de Inestabilidad

La Primera Guerra Mundial (1914-1918) es reconocida como la primera gran catástrofe económica del nuevo siglo. En Puerto Palacio, este conflicto, conocido como la Gran Guerra, provocó una desestructuración de las instituciones liberales y tuvo un impacto significativo en el crecimiento económico de la época. Prácticamente destruyó el sistema de comercio internacional y puso fin a la hegemonía económica y militar del Reino Unido. A su vez, paradójicamente, impulsó la globalización y transformó los patrones de comercio internacional. En resumen, la guerra dio paso a un mundo nuevo, marcado por una profunda inestabilidad económica, social y política.

A lo largo de la década de 1920, Europa intentó restaurar las instituciones del siglo XIX, como el patrón oro. Sin embargo, los desequilibrios económicos, exacerbados por errores políticos, contribuyeron al surgimiento de la Gran Depresión de 1929, considerada la mayor crisis económica del siglo XX, que a su vez desembocó en la Segunda Guerra Mundial. Esta segunda guerra resultó aún más devastadora que la primera.

Cabe señalar que las reparaciones impuestas a los países derrotados, especialmente a Alemania, intensificaron el descontento de la población alemana y fomentaron la hiperinflación de la posguerra. Esta crisis económica fue crucial para el ascenso del nazismo, que, como fuerza política, desencadenó la Segunda Guerra Mundial en Europa. Todos estos acontecimientos extraordinarios sembraron la duda sobre la supervivencia del sistema capitalista y desestabilizaron las democracias.

El periodo de entreguerras, que afectó tanto al capitalismo de mercado como a los regímenes democráticos, cuestionó dos de los pilares fundamentales del liberalismo. Estos sistemas fueron desafiados por fuerzas revolucionarias y violentas, como el fascismo en la derecha y el comunismo en la izquierda, movimientos que propugnaban alternativas totalitarias al capitalismo liberal. Mientras tanto, el Reino Unido perdió su hegemonía económica y militar, lo que aceleró su declive a raíz del inicio de la Primera Guerra Mundial, a pesar de que la Segunda Revolución Industrial ya había reducido la competitividad de la manufactura británica frente a las nuevas potencias industriales como Estados Unidos, Japón y Alemania.

Esta nueva economía industrial también reflejaba aspiraciones imperialistas, ya que las naciones consideraban esencial el control de mercados y recursos para consolidarse como potencias económicas globales.

Como resultado, se crearon diversos conflictos diplomáticos y armados, lo que fue preparando el terreno para las guerras venideras. Así, el viejo equilibrio mundial se rompió en 1914, pero el nuevo equilibrio político internacional y económico no se alcanzó hasta la resolución de la Segunda Guerra Mundial.

Causas Económicas y Políticas de la Primera Guerra Mundial

Las causas de la Primera Guerra Mundial fueron múltiples y complejas, resultado de varios factores interrelacionados. Entre las principales causas destacan las siguientes:

  • Generalización de los Nacionalismos: A finales del siglo XIX, el nacionalismo se había expandido por Europa, impulsando a los países a consolidar sus identidades nacionales y a expandir su influencia. Esto generó tensiones, especialmente en los Balcanes, una región caracterizada por fuertes movimientos nacionalistas. Este «avispero nacionalista» alimentó conflictos entre las grandes potencias.
  • Enfrentamiento entre Grandes Imperios: Las tensiones entre las potencias europeas, debido a la competencia por territorios, recursos y la supremacía mundial, fueron constantes. El imperialismo, con la expansión de países como Alemania, Japón y Estados Unidos, también jugó un papel importante en este enfrentamiento global. Estados Unidos, por ejemplo, tras vencer a España en 1898, adquirió territorios como Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. Japón, por su parte, derrotó a Rusia en 1905 y comenzó su expansión por Asia, ocupando Corea en 1910, lo que generó inseguridad en Rusia y contribuyó a la Revolución Rusa de 1917.
  • La Estrategia Política de Alemania: Desde 1897, Alemania había desarrollado una estrategia para expandir su influencia, basada en la construcción de un ejército potente y la creación de alianzas. El sistema de alianzas entre las potencias europeas, que inicialmente pretendía mantener el equilibrio, acabó rompiéndose, lo que aumentó la desconfianza mutua.
  • El «Avispero Nacionalista» en los Balcanes: Los Balcanes se convirtieron en un punto caliente de conflictos nacionalistas. La rivalidad entre Serbia, Austria-Hungría y otros países de la región provocó enfrentamientos que contribuyeron al estallido de la guerra.
  • Expansión Colonial y Carrera Armamentística: A finales del siglo XIX, las potencias europeas se embarcaron en una competencia agresiva por expandir sus territorios coloniales, especialmente en África. La Conferencia de Berlín de 1885 repartió los territorios africanos entre las potencias, pero la expansión colonial no fue pacífica. Fue un proceso violento, como se vio en la Guerra de los Bóeres, donde el Imperio Británico movilizó grandes recursos para anexar Sudáfrica. Alemania también participó activamente en la expansión en África y Asia, aspirando a convertirse en una potencia mundial.
  • Destrucción del Equilibrio Político e Internacional: La carrera por el colonialismo y el aumento de las tensiones internacionales destruyeron el equilibrio político que había existido en el siglo XIX. Además, la hegemonía británica comenzó a desmoronarse, en parte debido a la creciente industrialización y el aumento de la producción militar, que provocaron una nueva carrera armamentística.
  • Reticencia de Francia e Inglaterra: Francia, que había sido derrotada por Alemania en 1871 y perdió importantes territorios como Alsacia y Lorena, mantenía un fuerte resentimiento. Por su parte, Inglaterra, aunque dominante en el siglo XIX, se vio desafiada por el rápido crecimiento de la economía alemana y su expansión en África, lo que intensificó las rivalidades y desconfianzas entre los países europeos.

La Frágil Prosperidad de los «Felices Veinte» (1924-1929)

Los efectos de la crisis económica mundial derivada de la Gran Guerra se centraron principalmente en los altos gastos bélicos y la inflación, lo que condujo a un aumento significativo del desempleo. Sin embargo, estos problemas fueron pronto olvidados al comenzar lo que se conoce como la «década de la prosperidad» o los «Felices Veinte».

Durante este período, se produjo un boom económico estrechamente ligado al resurgir de la sociedad de masas, la reactivación de la producción y el comercio mundial, impulsados por la Segunda Revolución Industrial. El crecimiento del consumo masivo, sobre todo impulsado por el crecimiento urbano, la racionalización del trabajo, las cadenas de montaje, etc., transformó la economía y la sociedad. Estados Unidos se posicionó como el modelo a seguir, destacándose por su gran potencial empresarial, su democracia económica y lo que se vendió como un «capitalismo del bienestar».

Por el contrario, la recuperación de Europa fue más difícil y estuvo marcada por muchos obstáculos, ya que combinaba viejas estructuras económicas con realidades estancadas en ciertas regiones. La década estuvo marcada por un debate entre el declive y la vitalidad, pues, aunque la industria y el comercio mostraron signos de crecimiento, las estructuras económicas seguían siendo desajustadas. En particular, la agricultura sufrió de sobreproducción, lo que generó grandes deudas entre los agricultores. En términos de comercio y finanzas, también existían contradicciones, como el crecimiento comercial entre países y una creciente rivalidad financiera.

El comercio mundial se reactivó y se superaron los niveles de producción previos a la guerra en muchos sectores, lo que favoreció la estabilidad monetaria, aunque de manera desigual. La producción fue impulsada por los avances de la Segunda Revolución Industrial, en áreas como la radiodifusión, las telecomunicaciones, el transporte aéreo y el automóvil. No obstante, es importante señalar que este crecimiento económico no siguió un ritmo uniforme en todos los países, y esos avances productivos se concentraron sobre todo en los Estados Unidos y en los sectores nuevos de la industria.

En particular, la industria automovilística creció enormemente en la década de 1920 en países como Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, con figuras como Henry Ford

y su modelo de producción masiva. Este aumento de la productividad se logró gracias a la mecanización, la estandarización y la organización más racional del trabajo, procesos que impulsaron la productividad, la organización de la producción, la cadena de montaje (fordismo) y la concentración empresarial.

La década de 1920 también vio el auge de la sociedad de masas, donde la producción se orientó a satisfacer las necesidades de un consumidor creciente, impulsado por la publicidad y la expansión del crédito. Estados Unidos lideró la adopción de sistemas de crédito a gran escala, lo que permitió que más personas pudieran acceder a préstamos para consumir bienes masivos. Este aumento del consumo dio paso a una transformación de las condiciones de vida y trabajo, con una mayor urbanización de la población y el crecimiento de las concentraciones industriales.

Los avances en los medios de comunicación, como la prensa, la radio y el cine, contribuyeron al desarrollo de una cultura de masas. En particular, el cine, con Hollywood a la vanguardia, se convirtió en un medio de entretenimiento favorito. Las películas estadounidenses dominaron las salas de cine europeas, donde surgieron grandes compañías como Universal Paramount, a pesar de los intentos de países como Alemania y el Reino Unido por frenar esta influencia mediante cuotas de pantalla. Se construyeron grandes salas de exhibición y se aplicó una política de precios populares, que fomentaba la asistencia al cine al menos una vez por semana. Esta difusión del «americanismo» provocó un cambio en las costumbres y la forma de ocio de las personas, impregnando la cultura popular global.

Por otro lado, Europa vivió una situación distinta. Mientras Estados Unidos gozaba de un crecimiento económico notable, el resto del mundo industrializado no experimentó la misma prosperidad, enfrentándose a dificultades económicas y sociales más profundas, a pesar de la recuperación en ciertos sectores.

La Crisis de 1929 y la Gran Depresión de los Años 30

La Gran Depresión fue un efecto diferido de la Primera Guerra Mundial. Aunque el detonante inmediato de la crisis económica de 1929 fue el crack de la Bolsa de Nueva York, debemos destacar que las crisis bursátiles por sí solas no generan secuelas tan graves, especialmente en una economía real como la de España, donde los inversores en bolsa eran una minoría. La razón de que esta crisis fuera tan profunda radica en que la caída de la bolsa tuvo un impacto significativo en una economía internacional que ya arrastraba desequilibrios estructurales heredados de la Primera Guerra Mundial. Entre esos desajustes, destacaban el sistema monetario internacional, aún marcado por una desorganizada restauración del patrón oro, así como desequilibrios financieros y comerciales, y una depresión estructural en el sector agrario desde la década de 1920.

En Estados Unidos, la crisis fue el resultado de una combinación de deficiencias en la economía real y excesos de especulación financiera. En sectores industriales se observaba una producción desmesurada, pero el problema más grave se encontraba en la agricultura, donde la sobreproducción hundía los precios y arruinaba a las familias de agricultores, que estaban endeudadas con los bancos. Además, el auge especulativo en la Bolsa, alimentado por una burbuja financiera, no reflejaba los valores reales de la economía. Este fenómeno alcanzó su punto culminante en lo que se conoce como el «Jueves Negro», un día en que la caída de la Bolsa arrastró no solo a los inversores, sino a toda la economía, extendiéndose rápidamente a nivel mundial.

La crisis afectó especialmente a las economías más endeudadas, como la alemana, que estaba vinculada a los pagos de las reparaciones de guerra. Alemania no pudo seguir cumpliendo con estos pagos y dejó de abonar sus deudas a Francia e Inglaterra, lo que a su vez llevó a estos países a suspender sus pagos a Estados Unidos. Este ciclo de impago global generó una espiral económica que afectó gravemente el crecimiento, y la interdependencia entre los países con deudas mutuas mundializó la crisis.

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