Pablo de Tarso y su Época
Estamos en los primeros años del siglo I de nuestra era, en una ciudad llamada Tarso. En Tarso, desde la dominación de Alejandro Magno, normalmente se hablaba griego. Roma era la potencia política y militar del momento. Gobernaba el emperador Augusto y había un ambiente de paz en todo el Imperio. En Tarso, aunque estaba alejada de Jerusalén y fuera de Palestina, había judíos. En una de esas familias en las que la religión judía era importante, nació Saulo, más tarde llamado Pablo.
Pablo estudió en Jerusalén con un conocido maestro de la ley judía llamado Gamaliel. La familia de Saulo tenía recursos económicos y una buena posición, lo que le permitió adquirir la ciudadanía romana, una condición que no todos podían disfrutar. En ese contexto urbano, culto y religioso, creció y fue educado Saulo. No es de extrañar que se convirtiera en un judío convencido y militante, muy cercano a los fariseos.
El Encuentro con Jesús
Desde esa postura, tomó contacto con los seguidores de Jesús que proclamaban abiertamente que su maestro era el Mesías esperado por los judíos. Para Saulo, eso era imposible: Jesús no se correspondía con el Mesías que anunciaban las Escrituras, ese que restablecería de manera gloriosa el Reino de Dios. Un día, camino hacia Damasco, tuvo una profunda experiencia de encuentro con Jesús y se convirtió. La clave de su vida religiosa cambió. Ahora lo más importante era esa relación íntima con Jesucristo: “Mi vida es Cristo”, diría en una de sus cartas.
De Saulo a Pablo
El nuevo Saulo se llamó entonces Pablo y se convirtió en uno de los más fervientes apóstoles de la nueva religión. Le interesaba especialmente llevar la predicación de Jesús fuera de Palestina, hacia las tierras que él conocía bien: Asia Menor, Grecia e incluso Roma.
Figura Clave del Cristianismo Primitivo
Pablo fue una figura clave en la expansión inicial del cristianismo. Su procedencia, su mayor integración en el Imperio, su hábito de viajar y su propia educación y nivel cultural, puestos al servicio del Evangelio, le permitieron implantar con fuerza las primeras comunidades cristianas fuera de Palestina, la pequeña región de la que Jesús nunca salió. Pablo fue uno de los primeros que conectó el cristianismo con la cultura grecorromana que se vivía entonces. Murió decapitado en Roma, probablemente durante las persecuciones de Nerón.
El Cristianismo y el Imperio Romano: Conflictos y Adaptación
Dificultades con la Sociedad Romana
En primer lugar, existían las sospechas del poder político. Los cristianos se negaban a dar culto al emperador y eran vistos como posibles culpables de cualquier revuelta política. Eran acusados de no comportarse como buenos ciudadanos. También eran rechazados por los intelectuales de la época. Por último, los cristianos procedían de las clases más populares, trabajadores manuales sobre todo, lo que ponía también en entredicho la supremacía de las clases más poderosas.
La Reacción de los Cristianos: El Nacimiento de la Teología
Frente a estas acusaciones e incomprensiones, los cristianos iniciaron una reflexión para explicar a la sociedad quiénes eran y por qué hacían lo que hacían. Así nació la reflexión teológica: un esfuerzo para razonar la fe que tenían, comprenderla mejor y comunicarla a toda la sociedad.
La Vida Interna de la Iglesia Primitiva
En el interior de la Iglesia también aparecieron dificultades. En ese proceso de razonar sobre la fe, aparecieron pronto algunas herejías, lo que obligó a un proceso de reflexión serio sobre el contenido de la fe. Durante los siglos II y III, los cristianos se seguían reuniendo en casas particulares. Solo aparecieron lugares de culto a finales del siglo III.
De la Iglesia Perseguida a la Iglesia Oficial del Imperio
De la Iglesia Perseguida a la Permitida
Constantino atribuyó esta victoria al auxilio divino. En el año 313, publicó el Edicto de Milán, que otorgó la libertad de culto a todos los ciudadanos romanos.
De la Iglesia Permitida a la Iglesia Oficial
El emperador Teodosio, con el Edicto de Tesalónica, convirtió el cristianismo en la religión oficial del Imperio. La Iglesia pasó a ser protegida por las leyes y el emperador.
La Nueva Situación de la Iglesia: Desafíos y Consecuencias
Esta situación de privilegio comportó nuevos problemas para la Iglesia. El poder civil y político la protegió, elevándola a rango de religión oficial, lo que provocó el gran peligro de la contaminación de ese poder político, la falta de libertad y el posible abandono de los ideales evangélicos.
La Iglesia Frente a las Herejías y el Poder Imperial
Las herejías eran interpretaciones erróneas de la doctrina cristiana. Las herejías suponían un mayor peligro que las persecuciones porque dividían y confundían a la comunidad cristiana. Fue un periodo de dura polémica sobre la figura de Jesús.
Preguntas Clave:
- ¿Es Cristo inferior al Padre?
- ¿Es Cristo Dios?
Concilio de Nicea (325 d.C.)
Condenó la doctrina que afirmaba que Jesucristo no era igual al Padre, sino inferior y que, por tanto, Cristo no era Dios, sino alguien creado por Dios.
Concilio de Éfeso (431 d.C.)
Salió al paso de Nestorio, quien afirmaba que en Cristo no estaba la naturaleza divina y que, por tanto, María no era Madre de Dios, sino solo Madre de Jesús. El concilio afirmó que Cristo era Dios y que María era Madre de Dios (Theotokos).
Concilio de Calcedonia (451 d.C.)
Condenó la teoría de Eutiques, quien afirmaba que la naturaleza divina de Cristo anuló su naturaleza humana. El concilio declaró que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre.