Obra teatral Federico García Lorca


2.El teatro renovador

El teatro renovador fracasó en sus intentos de atraer al público, aunque hoy es el más apreciado. Comenzaremos viendo, de manera general, las propuestas de renovación de los autores del 98 y el 27 para centrarnos después en uno de los autores fundamentales de esta tendencia: Federico García Lorca.
Los hombres del 98 parten se  sirvieron de la ensoñación y el idealismo para renovar el género teatral, hasta llegar a la creación de obras individuales de gran originalidad, como vemos en Azorín o Unamuno. El primero incorporó técnicas surrealistas para acercarse al teatro de lo irreal y lo simbólico. Así lo vemos en Old Spain! o en Lo invisible, su obra teatral más importante. Por su parte, Unamuno transforma el drama en una especie de ensayo psicológico donde los recursos técnicos se reducen hasta dificultar su puesta en escena, como vemos en Fedra. Curiosa es también la labor desarrollada por Jacinto Grau.
Dedicado únicamente a la escritura de textos teatrales, Grau desarrolló una interesante producción de hallazgos especialmente sorprendentes. Hallazgos felices que, como ocurre en muchas ocasiones, no fueron bien acogidos por un público burgués apegado a los parámetros más tradicionales. Sus obras más interesantes las escribíó en el exilio, donde fue mejor comprendido.Trató Grau en sus escritos temas históricos (El conde Alarcos), bíblicos (El hijo pródigo) y literarios (El burlador que no se burla). Dentro de este último bloque debemos situar su obra más representativa: El señor de Pigmalión, donde siguiendo la línea unamuniana y pirandelliana, presenta a un artista creador de muñecos que terminan rebelándose y asesinando a su creador. Por su parte, los hombres del 27 mostraron a través del trabajo teatral su sentido de solidaridad, reflejado en la preocupación por el pueblo. Una actitud reflejada en dos posiciones: de un lado las actividades políticas oficialistas, traducida en el nacimiento del “Teatro de arte y progreso”, preocupado por un teatro convertido en instrumento de educación del pueblo; y por otro, aunque en la misma línea, la aparición de grupos como La barraca (Lorca)
, El caracol (Rivas Cherif) o las Misiones pedagógicas de la República. Además de los autores mencionados no podemos olvidar a otros como Gómezde la Serna (El drama del palacio deshabitado), Rafael Alberti (El hombre deshabitado, de carácter surrealista),  Miguel Hernández (Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras), Enrique Jardiel Poncela (Usted tiene ojos de mujer fatal)… quienes, cada cual desde la individualidad de su trabajo, crearon una brillante dramaturgia, en muchos casos truncada por la guerra. Mención especial merece Alejandro Casona, quien estrenó antes de la guerra

La sirena varada y Nuestra Natacha. Ya en el exilio continuó su producción con títulos como La dama del alba o Los árboles mueren de pie. A su regreso a España escribíó El caballero de las espuelas de oro, su última obra. El tratamiento poético de la acción dramática y la mezcla de realidad y fantasía son las cualidades más importantes de sus obras. De entre todos los hombres de teatro de las primeras décadas del Siglo XX destacan dos que se convirtieron en los verdaderos abanderados de la renovación teatral: Ramón del Valle-Inclán y Federico García Lorca. Aparte de la experiencia de La Barraca, Federico García Lorca compuso importantes obras teatrales, especialmente a partir de 1930. El tema central es “el mito del deseo imposible”, “el conflicto entre la realidad y el deseo”, “el enfrentamiento entre el principio de autoridad y el principio de libertad”, la frustración. El conflicto surge siempre del enfrentamiento entre el individuo (normalmente una mujer) y las fuerzas externas que impiden su realización personal, con el consiguiente sentimiento de frustración. Se ha calificado su teatro como teatro poético, tanto por las cualidades líricas de su lenguaje como porque cada obra se concibe como un largo poema dramático. Algunas de sus obras son: El maleficio de la mariposa, el drama histórico Mariana Pineda, sus farsas para guiñol y para personas (Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín. Bajo el influjo del Surrealismo escribíó sus comedias imposibles o criptodramas, cuya denominación alude a las dificultades de su representación e interpretación: el público de los años 30 no estaba preparado para un teatro cuyo tema versa sobre la identidad sexual de los protagonistas y que se articula alrededor de símbolos oníricos de difícil comprensión. Pero pese a las bondades de las obras que hemos señalado, tres son los textos teatrales que muestran al granadino en su plenitud: Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba. En ellas, Lorca trata de comunicar su realidad de manera más clara, no exenta de simbolismo y carga poética. En estas obras se elaboran sobre argumentos realistas que reflejan la situación de moral de la España de los años 30 siempre, al igual que hace en su poesía, a través de personajes marginales: la mujer del mundo rural. Bodas de sangre trata sobre una pasión que supera las normas sociales y los odios familiares, y que no puede tener otro final que la muerte. Yerma es la tragedia de una mujer estéril que ve frustrada su realización personal, cifrada únicamente en ser madre. La casa de Bernarda Alba presenta el conflicto entre el autoritarismo de Bernarda y el deseo de libertad de sus cinco hijas, condenadas a ocho años de luto y reclusión. La obra presenta dos salidas a la voluntad de Bernarda: la locura de María Josefa, madre de Bernarda, y la muerte de Adela, la hija pequeña.

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