Interpretación de la Sagrada Escritura
De la verdad sobre la inspiración divina de la Sagrada Escritura se derivan, lógicamente, algunos criterios que se refieren a su interpretación. El Concilio Vaticano II expresa un principio fundamental para la interpretación:
En la Sagrada Escritura, Dios habla al hombre a la manera de los hombres. Por tanto, para interpretar bien la Escritura, es preciso estar atento a lo que los autores humanos quisieron verdaderamente afirmar y a lo que Dios quiso manifestarnos mediante las palabras.
En consecuencia, para interpretar la Sagrada Escritura, deben estudiarse tanto lo que escribieron los autores humanos –lo que suele llamarse interpretación histórico-literaria–, como lo que Dios quiso revelar en las palabras inspiradas –lo que se designa con la expresión interpretación teológica–.
Interpretación Histórico-Literaria
El estudio de la Sagrada Escritura debe comenzar por el análisis de los textos, para conocer la verdadera intención de los autores sagrados. Este análisis se concreta, principalmente, en el estudio de los géneros literarios y de las demás expresiones culturales de la época:
Los Géneros Literarios
En primer lugar, hay que tener en cuenta los géneros literarios, es decir, las formas de expresión que los autores han utilizado en sus escritos, pues la verdad se presenta y enuncia de modo diverso según que los libros tengan como fin, por ejemplo, narrar un hecho histórico, o proclamar una enseñanza, o expresarse de modo poético. El sentido de lo escrito por el autor humano depende precisamente de estos géneros literarios.
La Cultura de la Época
Para comprender exactamente lo que el autor sagrado propone en sus escritos, también hay que tener muy en cuenta las condiciones de su tiempo y de su cultura, los géneros literarios usados en aquella época, las maneras de sentir, de hablar y de narrar en aquel tiempo, así como las expresiones que entonces solían utilizarse con mayor frecuencia en la conversación ordinaria.
Interpretación Teológica
Si es necesaria la interpretación histórico-literaria, aparece sobre todo como más importante la interpretación teológica, es decir, la investigación y estudio de las verdades que Dios ha querido revelar por medio de los autores sagrados para la salvación de los hombres. El Catecismo recoge esta enseñanza del Vaticano II:
La Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita.
para sacar el sentido exacto de los textos sagrados.
El Concilio Vaticano II señala tres criterios para una interpretación de la Sagrada Escritura conforme al Espíritu que la inspiró:
- Prestar una gran atención al contenido y a la unidad de toda la Escritura, que tiene a Dios como autor principal.
- Leer la Escritura en la Tradición viva de toda la Iglesia; los Padres afirmaban que:
La Escritura está más en el corazón de la Iglesia que en la materialidad de los libros escritos.
- Estar atento a la analogía de la fe, es decir, a la cohesión o armonía de las verdades de la fe entre sí y en el proyecto total de la Revelación, pues Dios no se contradice ni puede engañar.
La Cena de Pascua
El pueblo de Israel tiene como celebración principal la Cena de Pascua:
El día 10 de este mes tomará cada uno un cordero por familia, uno por casa… Lo habéis de comer así: ceñidas vuestras cinturas, las sandalias en los pies y el bastón en vuestras manos. Lo comeréis deprisa: pues es la Pascua del Señor.
(Ex 12, 3. 11). Con estas palabras, el Señor, instituye la Pascua de Israel, acontecimiento clave que conmemora la intervención prodigiosa de Dios en la liberación y en el origen del pueblo elegido. La palabra Pascua significa paso, que será liberación salvadora para los hebreos y exterminio para los egipcios tiranos. En el NT, la palabra Pascua se aplicará al paso de la Iglesia al reino eterno.
Jesús instituyó el sacramento de la Eucaristía en el contexto de una cena ritual con la que se conmemoraba el acontecimiento fundamental del pueblo de Israel: la liberación de la esclavitud de Egipto. Esta cena ritual, relacionada con la inmolación de los corderos, era memoria del pasado, pero al mismo tiempo también era memoria profética, es decir, anuncio de la liberación del pecado. Enseña el Catecismo:
Cristo el Señor realizó esta obra de la redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas que Dios hizo en el pueblo de la antigua Alianza, principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión, de su resurrección de entre los muertos y de su gloriosa ascensión. Por este misterio, “con su muerte destruyó nuestra muerte y con su resurrección restauró nuestra vida”. Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia. Por eso, en la liturgia, la Iglesia celebra principalmente el Misterio pascual por el que Cristo realizó la obra de nuestra salvación.
El misterio de la Eucaristía se convierte en el factor renovador de la historia y de todo el cosmos.