Vínculos Afectivos Tempranos: Emociones y Desarrollo de los Estilos de Apego en la Infancia


Texto de Apoyo: Psicología del Desarrollo Infantil

Apego

Diferencias individuales en la calidad del apego

Las primeras investigaciones detalladas de las diferencias individuales en apego fueron dirigidas por Ainsworth (Feeney & Noller, 2001), quien trabajó con Bowlby en una asociación importante y prolífica (Marrone, 2001). Basándose en una serie de observaciones realizadas a través de un procedimiento estandarizado de laboratorio llamado Situación Extraña (Strange Situation), de interacciones madre-hijo, Ainsworth, Blehar, Waters y Wall (1978) desarrollaron la primera clasificación de apego en niños y describieron tres patrones generales: **seguro**, **inseguro evitativo** y **ambivalente**. A través de la Situación Extraña, bebés con **apego seguro** presentan conductas de **exploración activa**, se disgustan ante la separación del cuidador, pero cuando este vuelve tienen una respuesta positiva frente a él y suelen consolarse con facilidad; bebés con **apego evitativo** presentan conductas de **distanciamiento**, no lloran al separarse del progenitor, suelen concentrarse en los juguetes y evitan el contacto cercano; por último, bebés con **apego ambivalente** reaccionan fuertemente a la separación, presentan conductas **ansiosas y de protesta** como llorar y aferrarse, suelen mostrar rabia, no se calman con facilidad y no retoman la exploración. Posteriormente, Main y Solomon (1986) agregaron una cuarta categoría, **desorganizada**, para algunos bebés que muestran conductas desorientadas en presencia del progenitor. Un aspecto interesante de esta clasificación es que se basa en la **expresión y regulación emocional**; la calidad del apego se establece fundamentalmente dependiendo de cuán bien está la **regulación emocional diádica** al servicio de la **exploración y el dominio** (Sroufe, 2000b).

Estilos de Apego y Emociones Características

Existe cierto acuerdo actualmente en relación con la presencia de **emociones específicas**, en mayor o menor grado e intensidad, en cada **estilo de apego**. Tomando el aporte de distintos autores, es posible dilucidar qué relaciones se han ido estableciendo y, aunque existe un amplio espectro de investigaciones en el área, se aprecian ciertas **coincidencias** que son las que se tratará de relevar.

Apego seguro

Ainsworth et al. (1978) señalan que las emociones más frecuentes de los bebés con **apego seguro** en la **Situación Extraña** son la **angustia** ante las separaciones del cuidador y la **calma** cuando este vuelve; en la interacción con el cuidador, relevan la **calidez, confianza y seguridad**. Kobak y Sceery (1988), en una investigación sobre adolescentes y apego, concluyen que cuando los pares evalúan a sujetos con **apego seguro** aprecian menores índices de **ansiedad** en comparación con ambos grupos inseguros, e índices más bajos de **hostilidad** que en el estilo evitativo; el reporte de los sujetos con apego seguro involucra menos **síntomas de estrés**.

Mikulincer, Shaver y Pereg (2003) reportan que en el **estilo seguro** existe **baja ansiedad y evitación**, **seguridad en el apego**, **comodidad con la cercanía y con la interdependencia**, y **confianza en la búsqueda de apoyo** y otros medios constructivos de afrontamiento al estrés. Para Magai, Hunziker, Mesias y Culver (2000), este estilo está marcado por **expresiones faciales de alegría** y un sesgo favorecedor de la vergüenza; por el contrario, está negativamente asociado al rasgo de **emoción negativa** y a la tendencia de que los afectos negativos recorran la conciencia. En la **rabia** en particular, Mikulincer (1998) señala que cuando personas seguras están enojadas tienden a **aceptar su ira**, **expresar su enojo controladamente** y **buscar soluciones** a la situación. En un estudio que explora la relación entre **estilos de apego** y **síntomas de ansiedad y depresión** (Muris, Mayer & Meesters, 2000), se reporta que niños con **estilo de apego seguro** exhiben **menores niveles de ansiedad y depresión**, comparado con los niños con estilos inseguros.

Kerr, Melley, Travea y Pole (2003) exploran la relación entre **apego adulto**, **experiencia y expresión emocional**, y encuentran que el grupo seguro reporta **niveles más altos de afecto positivo**, gran cantidad de energía y placer, alta concentración y bajos niveles de tristeza y apatía. En la vejez, Consedine y Magai (2003) señalan que mayor **seguridad en el apego** se asocia con mayor **alegría, interés, tristeza, rabia y miedo**; esto se explica por la presencia de un **repertorio emocional balanceado** y **apertura a la experiencia emocional**, lo que incluye la habilidad de reconocer y expresar estrés emocional; además, este estilo se asocia no solo con contacto más frecuente y mayor intimidad, sino también con un mayor número de individuos en la **red social**, lo que posibilita en estos sujetos mayor cantidad de experiencia emocional.

Apego ansioso ambivalente

Ainsworth et al. (1978) señalan que las emociones más frecuentes de los bebés con **apego ambivalente** en la **Situación Extraña** es la **angustia exacerbada** ante las separaciones del cuidador y la dificultad para lograr la calma cuando este vuelve; en la interacción con el cuidador, relevan la **ambivalencia, enojo y preocupación**. Kochanska (2001), en una investigación con niños pequeños, señala que el grupo ambivalente exhibe la mayor disminución en el desarrollo de **emociones positivas** entre los 9 y 33 meses, y el mayor malestar en episodios dirigidos a elicitar emociones positivas; responden más temerosos no solo a estímulos que producen temor, sino también a estímulos elicitadores de alegría. El **miedo** fue la emoción más fuerte.

Mikulincer (2003) enfatiza que en el **estilo ansioso ambivalente** se aprecia **alta ansiedad y baja evitación**, **inseguridad en el apego**, fuerte necesidad de cercanía, preocupaciones en cuanto a las relaciones y **miedo a ser rechazado**. En la misma línea, Mikulincer, Gillath y Shaver (2002) señalan que en este estilo se facilita la accesibilidad a las **preocupaciones en relación al rechazo**; para Lecannelier (2002b), el estado emocional predominante es la **preocupación y el miedo a la separación**. Valdés (2002), además de enfatizar las emociones de **miedo y ansiedad**, indica una **baja tolerancia al dolor**. Consedine y Magai (2003) coinciden al señalar que en la vejez tardía el **estilo ambivalente** posee **alta afectividad negativa**, presentando **miedo, ansiedad y vergüenza**.

Kobak y Sceery (1988) incluso llaman **preocupado** a este estilo; se caracteriza por evidentes sentimientos de **ansiedad** durante la entrevista de apego adulto; los pares también los caracterizan con un predominio en los índices de ansiedad, y los sujetos con este patrón tienen una percepción mayor de síntomas que el estilo seguro. Magai et al. (2000) coinciden en el **estilo preocupado**, encontrando que este se asocia con la presencia de un **conflicto interno**, emociones de **rabia, enojo, estrés y afecto depresivo**. Asimismo, Crittenden (1995) enfatiza la presencia de **rabia y ansiedad** en este estilo. Considerando la **rabia** en particular, Mikulincer (1998) señala que los sujetos ambivalentes propenden a la **ira**, caracterizándose por presentar enojos con **alta hostilidad**. Kerr et al. (2003) señalan que sujetos pertenecientes al **estilo ambivalente** reportan los **niveles más altos de afecto negativo**: **malestar, enojo, repugnancia, culpa, miedo y nerviosismo**, y menores niveles de calma y serenidad.

Apego ansioso evitativo

Ainsworth et al. (1978) señalan que las emociones más frecuentes de los bebés con **apego evitativo** en la **Situación Extraña** es la **ausencia de angustia y de enojo** ante las separaciones del cuidador, y la **indiferencia** cuando vuelve; en la interacción, relevan **distancia y evitación**. Mikulincer (2003) enfatiza que en el **estilo evitativo** no hay seguridad en el apego, se produce una **autosuficiencia compulsiva** y existe preferencia por una **distancia emocional** de los otros. Sin embargo, se ha constatado en niños con este estilo que, aunque estos parecen despreocupados por las separaciones, muestran **signos fisiológicos** que denotan la presencia de **ansiedad** y esta activación se mantiene por mucho más tiempo que en los niños seguros (Byng-Hall, 1995), lo que también ha sido demostrado en bebés (Sroufe & Waters, 1977). En una investigación realizada con niños en la etapa de ingreso a la guardería, Ahnert, Gunnar, Lamb y Barthel (2004) encontraron **mayores niveles de cortisol, de llanto y agitación**, en la fase de adaptación de los niños con **apegos inseguros** a la madre. Lo anterior concuerda con los resultados de Kobak y Sceery (1988), quienes señalan que el **autorreporte** de los sujetos con **estilo evitativo** no refleja **afecto negativo** ni **síntomas de estrés** y, sin embargo, los pares los consideran **ansiosos** y con un predominio de la **hostilidad**. Los autores conceptualizan esta incongruencia como un **sesgo hacia el no reconocimiento de afecto negativo**.

Kochanska (2001) reporta que los niños evitativos son muy **temerosos** a los 33 meses, y con altas probabilidades de expresar ese temor, y que presentan los puntajes más altos al examinar el total de **emociones negativas** a esta edad. Kerr et al. (2003) coinciden al señalar que este grupo reporta **bajos niveles de emociones positivas**; experimentan más afecto negativo que el grupo seguro y menor afecto negativo que el grupo ambivalente. Específicamente en relación con la **rabia**, Mikulincer (1998) señala que el **estilo evitativo** se inclina a la **ira** pero, aunque presenten intensos episodios de enojo con **alta hostilidad**, tienden a **esconder su ira** mediante la negación de su emoción o mostrándose positivo. En la vejez tardía, este estilo se asocia con **menor alegría y más interés, menos vergüenza y miedo**; esto es conceptualizado por los autores como un indicador de la tendencia de este estilo a la **minimización del afecto** (Consedine & Magai, 2003).

Desarrollo de los Estilos de Apego

En la teoría e investigación acerca del **apego**, se mantiene la hipótesis de que las reglas que regulan el **estrés relacionado con los afectos**, evolucionan en el contexto de la **responsividad parental** a las señales de estrés del niño (Kobak & Sceery, 1988; Sroufe, 2000a). En esta línea, una propuesta interesante de cómo pueden desarrollarse los distintos estilos a través de la **interacción de los niños con sus figuras de apego**, es realizada por Crittenden (1995). En el **apego seguro**, los cuidadores responden a las **conductas reflejas, afectivas y condicionadas** del niño, y son capaces de confortarlos cuando es necesario, de modo que estos son reforzados en su comportamiento (Crittenden, 1995); las principales características del cuidador son la capacidad de **animar e interactuar con el niño**, **sensibilidad a las señales emocionales** y habilidades en apaciguar y modificar conductas en respuesta a las señales del niño (Perris, 2000). Los sujetos de este grupo representan a sus padres como **amables y disponibles en momentos de estrés**, y tienen un buen recuerdo de sus **experiencias de apego** (Kobak & Sceery, 1988). Lo anterior se relaciona con los resultados encontrados por Magai et al. (2000), ya que el **apego seguro** presenta una **asociación negativa con las prácticas de crianza** que incluyen como método la **retirada del amor** al niño.

En los niños con **apego evitativo**, de algún modo las madres han **rechazado las señales afectivas**, lo que se convierte en un castigo, y el niño aprende a **inhibir las respuestas castigadas**. Si el niño protesta por el rechazo de la madre, esta responde con la emoción de **rabia**; así, al inhibir la señal afectiva se reduce el rechazo y la rabia de la madre y, a la vez, el niño aprende que la **expresión de afectos es contraproducente** (Crittenden, 1995). Perris (2000) señala que los cuidadores de estos niños se caracterizan por una **carencia en la validación de las señales emocionales**, **no disponibilidad emocional**, **rechazo en forma manifiesta** y **aversión al contacto corporal cercano**. También Byng-Hall (1995) refiere que al observar niños con **estilo evitativo** en sus hogares, se aprecia que son **rechazados por sus padres**; estos sienten aversivo que el niño busque contacto físico y tienden a retirarse ante su tristeza. Esto coincide con el reporte de sujetos con este estilo, quienes señalan haber experimentado considerable **rechazo y carencia de amor** desde los padres (Kobak & Sceery, 1988). En cuanto a las **prácticas de crianza** de los padres de niños con **estilo evitativo**, se señala que giran en torno al **castigo físico y la retirada del amor** (Magai et al., 2000).

En el caso del **apego ambivalente**, la **conducta afectiva de los cuidadores es errática, cambiante o inconsistente**, ya que la mayoría de las veces no responden de forma adecuada a las necesidades del niño, pudiendo producirse una **sobre o sub-responsividad**. Así, el niño no logra predecir cómo responderán sus cuidadores, lo que les genera **rabia y ansiedad** (Crittenden, 1995). Son cuidadores que se caracterizan por la **intermitencia en su capacidad de responder con sensibilidad**, **inaccesibles en lo emocional**, y con **mezclas impredecibles de respuestas** que no satisfacen de modo consistente las necesidades de apego del niño (Perris, 2000). En relación con la **teoría del aprendizaje**, esto se explica a través del **condicionamiento operante**, donde la conducta de la madre se estructura en un **programa de reforzamiento impredecible**, lo que aumentaría la tasa de respuesta del niño; estos experimentan la asociación temporal de su deseo y satisfacción, con emociones de **rabia, miedo e incertidumbre** (Crittenden, 1995).

Todo lo anterior implica la generación de **emociones diversas** que integran **estructuras cognitivo-afectivas**; niños seguros aprenden el **valor predictivo y comunicacional de las señales interpersonales**, dando sentido a cogniciones y afectos; niños evitativos aprenden a utilizar su cognición en ausencia de interpretación de señales afectivas y niños ambivalentes se refuerzan por sus conductas afectivas, aunque no aprenden una **organización cognitiva** que les permita reducir la inconsistencia en sus madres (Crittenden, 1995). Aun considerando esta propuesta, es necesario señalar que no todas las investigaciones muestran la **primacía de las conductas de la madre** como fuente principal en la formación de los **estilos de apego** (Grossmann et al., 2002; Grossmann, Grossmann & Zimmermann, 1999; Lamb, 2005). De Wolff e Ijzendoorn (1997) realizan un **meta-análisis** que incluye 66 estudios con antecedentes parentales que se relacionan con **seguridad en el apego**, con el objetivo de dilucidar si la **sensibilidad materna** se asocia con la seguridad del apego en el niño, y con qué fuerza. Los resultados muestran una **asociación mediana entre sensibilidad materna y apego seguro**, concluyendo que es un factor importante pero no único, lo que subraya la necesidad de una **aproximación multidimensional** de los **determinantes del apego y la regulación emocional**, en lugar de centrarse solo en la sensibilidad materna; parece necesario acercarse al **contexto global y ambiental**, que incluya la interacción entre la **sensibilidad materna, acumulación de estresores y factores de riesgo, sistemas familiares y eventos vitales** (De Wolff & Ijzendoorn, 1997). Esto ya ha sido incorporado en investigaciones actuales, en que se han integrado otras posibles **figuras de apego** como la presencia de abuelas en el caso de madres adolescentes (Carrillo, Maldonado, Saldarriaga, Vega & Díaz, 2004).

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