El Ocaso del Imperio Español: La Crisis del 98 y sus Repercusiones


El Desastre del 98: El Ocaso del Imperio Español y la Crisis Nacional

Durante el último cuarto del siglo XIX, España sufrió la pérdida de los últimos residuos de su viejo imperio colonial frente al empuje irresistible del nuevo imperialismo norteamericano. La pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas significó un durísimo golpe para la opinión pública española, dando lugar a la llamada Crisis del 98.

Contexto Internacional: La Era de los Imperialismos

A nivel internacional, nos encontramos en la época de los imperialismos, en la que surgen las grandes potencias mundiales. El Imperio Alemán, protagonista de las relaciones internacionales durante el último tercio del siglo, inició en 1890 una política de claro intervencionismo mundial, cuyo objetivo era el aislamiento de Francia. Para ello se alió con Austria, Rusia e Italia, mientras Francia y Gran Bretaña se repartían África y Asia (colonialismo). EE. UU. continuaba con su expansión por América, el Caribe y el Pacífico. España, por su parte, quedó aislada del reparto y, además, perdería los territorios por la remodelación del mapa colonial de las grandes potencias industriales. El Desastre del 98 supuso la pérdida de los territorios que le quedaban en el Caribe y en el Pacífico a favor de EE. UU.

Causas del Levantamiento Cubano

Las causas del levantamiento cubano fueron:

  • Incumplimiento del Convenio de Zanjón (1878): Debido a la inexistencia de una política colonial. La concesión de la autonomía a partir del 1 de enero de 1898 llegaba demasiado tarde; los cubanos solo se conformaban con la emancipación definitiva.
  • Imperialismo Norteamericano: Necesitado de nuevos mercados donde colocar los excedentes de producción y capital, fijó su atención en los territorios españoles del Pacífico y del Caribe.

Desarrollo del Conflicto en Cuba

Todo esto hizo que en 1895 la parte oriental de la isla se levantara (el «Grito de Baire»), poco después de la aprobación en las Cortes de un proyecto de autonomía que llegaba tarde. La insurrección fue protagonizada por un grupo de independentistas liderados por José Martí, autor del Manifiesto de Montecristi.

La actitud negociadora del general Martínez Campos se convirtió, desde 1896, en una táctica militar de aplastamiento de la insurrección. Al negársele tomar medidas contra la población civil, que secundaba la guerrilla, solicitó su regreso a España. Ni Cánovas ni Sagasta estaban dispuestos a perder un territorio que tan buenas expectativas económicas ofrecía. A consecuencia de esto, el gobierno envió al general Weyler, quien dividió el territorio mediante largas líneas fortificadas de mar a mar para evitar el apoyo civil a los sublevados. Se entraba así en una guerra larga y dura como consecuencia del envío de armas a los independentistas desde Estados Unidos.

El retraso de la guerra coincidió con la llegada del nuevo presidente republicano McKinley. Desde ese momento se precipitó la intervención norteamericana y McKinley amenazó meses más tarde con la intervención militar en España si no accedía a la venta de la isla por 300 millones de dólares, oferta que sería rechazada.

Otros Frentes: Puerto Rico y Filipinas

Mientras tanto, en Puerto Rico tenía lugar un movimiento autonomista criollo, debido al descontento generado por la miseria, el analfabetismo y la estructura agraria patriarcal, que exigía la autonomía de la isla aunque prometía fidelidad a España.

A su vez, se estaba dando la insurrección filipina cuyo origen se debía al descontento de los grupos indígenas con la administración española y con las órdenes religiosas. Esto creó un movimiento independentista que se plasmó en 1892 con la creación de la Liga Filipina por José Rizal y Katipunán, organización clandestina que buscaba la expulsión de los españoles y las órdenes religiosas y la confiscación de sus latifundios. Dicho sentimiento se expandió a partir de 1896, coincidiendo con el envío del general Polavieja, quien acabó con el conflicto y detuvo a Rizal. El intento de Emilio Aguinaldo de reiniciar el conflicto desde su exilio en Hong Kong coincidió con el comienzo de la Guerra Hispanoamericana.

El Estallido de la Guerra Hispanoamericana

La Guerra Hispanoamericana comenzó tras el hundimiento del acorazado USS Maine en la bahía de La Habana, con la excusa de proteger los intereses norteamericanos en Cuba. España rechazó el ultimátum elaborado por EE. UU., ya que exigía el rechazo inmediato de España sobre Cuba. En este contexto, el conflicto bélico comenzó el 25 de abril de 1898 y se desarrolló en el Pacífico y en el Atlántico.

Desarrollo de la Guerra

Frente del Pacífico

En el frente del Pacífico, la escuadra comandada por el almirante Montojo fue aniquilada en la bahía de Manila por la escuadra del comodoro Dewey. La rendición de Cavite y la sublevación generalizada filipina impulsada por Emilio Aguinaldo trajeron consigo que España solo conservara Manila, que caería meses después. Un destacamento español prolongaría la resistencia hasta junio de 1899.

Frente del Atlántico

En cuanto al frente Atlántico, la escuadra española al mando del almirante Cervera quedó cercada en Santiago de Cuba por el bloqueo naval impuesto por EE. UU. cuando se dirigía a Puerto Rico y en julio fue aniquilada en el combate naval de Santiago. La guerra había terminado; las fuerzas americanas desembarcaban en Puerto Rico y ocupaban la isla.

El Tratado de París (1898)

Tras el conflicto armado, tuvo lugar en París durante diciembre de 1898 el conocido Tratado de París, que fue un dictado de exigencias norteamericanas que España tuvo que aceptar sin posibilidad de réplica, y de cuya ratificación fueron excluidos cubanos, puertorriqueños y filipinos. Por dicho acuerdo, España cedía a EE. UU. sus posesiones de ultramar:

  • Cuba
  • Puerto Rico
  • Filipinas

También se fijaba el trato de favor por diez años para los barcos y mercancías españolas destinadas a Filipinas. Además, hubo un intercambio de prisioneros de guerra. Varios artículos aludían a problemas de derecho privado, condición de los bienes, personas y procedimientos judiciales en curso, derechos de propiedad intelectual e industrial y derecho consular.

En definitiva, mientras que las potencias europeas colonizaban el mundo, España, además de quedar al margen del reparto, perdía posesiones. El 1 de enero de 1899, el general Jiménez Castellanos hizo entrega oficial de Cuba a EE. UU. Idéntico proceso se realizó con Filipinas.

Consecuencias del Conflicto

Las consecuencias tras la Guerra Hispanoamericana fueron múltiples:

Para Cuba

Para Cuba, devastada, arruinada y hambrienta, supuso cambiar de «amo»: EE. UU. la convirtió en su protectorado, ocupándola militarmente entre 1899 y 1902, bajo el pretexto de proporcionarle las condiciones necesarias para su andadura política en solitario. La isla obtenía la independencia política, aunque mediatizada por la influencia de EE. UU.

Para Estados Unidos

Para EE. UU. supuso el inicio de una etapa imperialista. Dueño del Caribe, aplicaron la «diplomacia del dólar» en toda América Latina y el control de Filipinas ponía en contacto al gigante americano con Asia Oriental. De esta forma, EE. UU. se consolidó como potencia mundial durante toda la primera mitad del siglo XX.

Para España

Para España, el Desastre del 98 abrió un debate sobre las responsabilidades de la guerra, el revisionismo político y el regeneracionismo nacional. Nunca se debió entrar en guerra, pues la derrota estaba asegurada, pero influyó la prensa y el deshonor que ocasionaría la renuncia.

El Regeneracionismo y la Generación del 98

El 98 marcó, junto con el fin del dominio colonial, la irrupción de la burguesía no integrada en los bloques de poder, de la pequeña burguesía, de los intelectuales y de la clase obrera, en la crítica y en el replanteamiento de España como nación y de las posibles salidas a la realidad sociopolítica del país. En este sentido, los escritores de la Generación del 98Unamuno, Baroja, Azorín, entre otros– aportaron una contribución fundamental. El 98, pues, cerró una etapa y abrió otra nueva para España.

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