Sociología del Alumnado: Perspectivas Clave
1. La Construcción Social de la Infancia y la Adolescencia
Rousseau, en su obra Emilio (1762), postula que el niño debe ser protegido del mundo adulto, ya que este puede ejercer influencias corruptoras. Argumenta que la capacidad de razonamiento de los niños no se desarrolla plenamente hasta los doce años. También critica a Locke, quien defiende el uso de la razón en la relación con el niño desde edades tempranas. Rousseau enfatiza la existencia de un periodo sensible en la infancia, donde los niños corren el riesgo de no saber discriminar errores y vicios; si estos permanecen cerca de ellos a partir de los doce años, será difícil eliminarlos.
Marx, por su parte, sugiere que los niños que trabajan desde los nueve años adquirirían el conocimiento necesario para ser instrumentos de cambio. Al estar en contacto con los adultos, podrían interiorizar las condiciones de desigualdad y, consecuentemente, transformar la sociedad. En el contexto histórico de su teoría, la escolarización masiva no aceptaba esta visión, ya que se reconocía la abolición del trabajo infantil. Marx sostenía que las escuelas estaban dominadas por las clases sociales altas, perpetuando así la diferenciación de clases. Opinaba que el contacto con los adultos, lejos de aislarles, les servía para entender la desigualdad social.
Históricamente, en el siglo XVII, comenzaron a establecerse colegios con diferentes niveles para evitar la mezcla de clases sociales. En el siglo XIX, la creciente presencia de jóvenes sin ocupación generó malestar social, lo que impulsó la consideración de la escolarización obligatoria a partir de los doce años. Fue en esta época cuando se popularizó el término teenagers, cuya identidad se forjó con la aparición de nuevas instituciones destinadas a regular a esta población. Para proteger a la juventud, se estableció el límite de la minoría de edad.
En el siglo XX, emerge una nueva concepción de la adolescencia. Hall la describe como una etapa que está caracterizada por ciertos comportamientos excéntricos o fuera de lo normal, considerándolos parte de un proceso necesario para la maduración biológica. Durante este periodo, el individuo debe alcanzar un equilibrio entre hiperactividad e inercia, y entre sensibilidad y distanciamiento social, así como entre la propia intuición y los impulsos infantiles. Hall denomina a este fenómeno proceso de maduración biológica.
Margaret Mead critica esta perspectiva, argumentando que la concepción de la adolescencia no es un término universal. Su investigación en el pueblo de los samoanos reveló que muchos aspectos de la adolescencia en las sociedades occidentales no se cumplían allí, y que los niños samoanos asumían responsabilidades desde edades muy tempranas.
2. La Interacción en el Aula y la Convivencia Escolar
Desde una perspectiva funcionalista, Durkheim afirma que el maestro tiene la función primordial de enseñar. Esta asimetría en el aula es, según él, inherente y natural, determinada por la propia sociedad.
Bowles y Gintis abordan el concepto de alienación, sosteniendo que los estudiantes en la escuela están tan alienados como los trabajadores en su empleo. Analizan la relación entre trabajo y educación, señalando que los estudiantes carecen de control sobre el currículum, perciben la educación como un medio y no como un fin, y que la división del trabajo en tareas de conocimiento se reproduce en el ámbito educativo. Además, argumentan que la escuela se reduce a centros de adoctrinamiento donde se enfatiza la obediencia, se bloquea el pensamiento independiente y se limita a un rol institucional, impidiendo que los estudiantes analicen críticamente la realidad social y cuestionen comportamientos. A este proceso lo denominan domesticación, ya que los estudiantes son condicionados a obedecer ciertas reglas.
Jackson realizó uno de los estudios etnográficos (de observación social) más importantes en educación. Observó las relaciones dentro del aula utilizando cámaras para analizar la interacción. Fue pionero en el concepto de currículum oculto, refiriéndose a las habilidades y valores que se transmiten al alumno sin estar explícitamente previstos en el currículum formal. También percibió que la escuela es una institución acotada y hermética, con escasa influencia del mundo exterior, e identificó una desigualdad en la distribución de poder dentro del aula, donde el profesor ostenta la autoridad y se otorga gran importancia a las recompensas por la obediencia.
Paul Willis, en su estudio sobre los «colegas» (lads), identifica dos rasgos principales de oposición: una oposición clara y específica hacia los profesores, y una oposición hacia los ear’oles (aquellos que siguen al profesor, los «pringados»). Willis también observó que este grupo manifestaba su oposición fumando y bebiendo, utilizando el cachondeo y la risa, participando en peleas y mostrando un alto índice de sexismo.
Phillips Brown distingue tres tipos de alumnos según su participación: in (el grupo de mantenimiento), on (el grupo de progreso, con potencial para ser agente de cambio social) y out (el grupo que abandona). Además, establece otros tres tipos según el rendimiento académico en el aula: rems (los que van a suspender), swots (los que trabajan diligentemente) y ordinary kids (los que no destacan y trabajan lo mínimo para ir aprobando).
Peter Aggleton llevó a cabo un estudio sobre alumnos de clase media. Observó que, en alumnos provenientes de familias de clase media con un alto nivel cultural, se presentaba fracaso escolar. Comprobó que los padres de estos alumnos solían ser profesionales del ámbito social, artístico, etc., y fomentaban la libertad de expresión en sus hijos. Además, notó una actitud relajada en temas como el alcohol, las drogas o el sexo, sin establecer límites claros en estas conductas. Cuando estos alumnos llegaban al aula, intentaban reproducir estos hábitos, lo cual resultaba incompatible con la metodología académica, y sobrevenía el fracaso. Esta educación familiar, según Aggleton, priorizaba la creatividad sobre el esfuerzo.