Principios Éticos en el Ejercicio Profesional y la Empresa


ÉTICA PROFESIONAL Y EMPRESARIAL

CONTENIDOS TEMÁTICOS

CLASES 12, 13, 14 y 15

CLASES 12 y 13: El Código de Ética Profesional

Aprendizajes esperados:

  • Reconoce la importancia del código de ética profesional.
  • Analiza el código de ética profesional de su especialidad.

1.1 ¿Qué es un código de ética profesional?

Los códigos éticos representan un compromiso público de actuación, un esfuerzo por preservar la credibilidad ciudadana en el desempeño de los profesionales de un área determinada. Del cumplimiento de sus normas depende en buena medida la mantención del prestigio profesional.

  • Un código de ética establece reglas para el funcionamiento interno y colegiado; intenta reducir y normar la competencia profesional, así como eliminar las prácticas inescrupulosas. De esta forma, un código de estas características da identidad y reputación a los profesionales de una determinada área.
  • Dispone las conductas obligatorias de los miembros de ese ámbito profesional, dispuestas en forma voluntaria apelando a la convicción racional como principal motivación para el cumplimiento de las conductas dispuestas como debidas en el ordenamiento gremial. Asimismo, funda su validez en su eficacia cotidiana.

Toda comunidad profesional trata de mantener determinados niveles de exigencia, de competencia y de calidad en el trabajo. Por ello, controla y supervisa, de alguna manera, la integración de nuevos miembros y el adecuado ejercicio de las tareas propias de su profesión. En este sentido, algunas profesiones elaboran códigos profesionales donde se especifican consideraciones morales acerca de aspectos complejos de la vida profesional y donde, generalmente, se contemplan sanciones para el supuesto caso de que alguien viole abiertamente el espíritu de dicho código deontológico.

Por supuesto, estos códigos no siempre se cumplen, y aunque se respeten, no queda muy claro quién está encargado de velar por su cumplimiento, ni cuáles son las sanciones para quienes los vulneren. Para mantener el cumplimiento del código de ética de las distintas profesiones es habitual la creación de una agrupación de profesionales.

Las normas dictadas en el código son previamente pactadas y aprobadas de manera común y unánime por todos los miembros de la agrupación para la que se elaboran. Son, por tanto, pautas de conducta a seguir cuyo objetivo es realizar un determinado trabajo de forma correcta, adecuada y eficiente.

El Código de Ética Profesional, en definitiva, tiene como función sensibilizar al profesional para que su ejercicio laboral se desenvuelva en un ámbito de honestidad, legitimidad y moralidad, en beneficio de la sociedad.

Sin perjuicio de las normas jurídicas plasmadas en las leyes que regulan el ejercicio de las profesiones y el cumplimiento de las obligaciones surgidas de los contratos de prestación de servicios profesionales, es deseable que un sentido ético prevalezca en el ánimo de quienes tienen el privilegio de poseer los conocimientos y habilidades propios de una profesión. Para alcanzar este objetivo, se debe contribuir solidariamente al reencuentro de su identificación con los valores que propicien una vida digna, justa e igualitaria, pero también se debe estar convencido del compromiso que se contrae al recibir la investidura que acredita el ejercicio profesional.

A diferencia de las normas legales, en el caso de las normas éticas no se da la facultad punitiva al Estado para sancionar su incumplimiento. La observancia de la ética depende exclusivamente de la voluntad de quien se ha impuesto por sí mismo, por autoconvencimiento, el deber de cumplirla. La voluntad es del todo autónoma y no hay quien pueda imponer su cumplimiento.

La voluntad de adherirse a un código ético de conducta se determina por el valor que se atribuye y se reconoce a la razón de la norma, que no es otra que el bien cultural y social que resguarda. Así, la opinión o valoración respecto de este bien es indispensable para formar la voluntad de aceptar o rechazar la norma ética y comprometerse a cumplirla.

La fuente de la norma ética es entonces, la propia conciencia del individuo o del grupo que a ella se adhiere, formada por los valores heredados de la tradición y asimilados en la vida, que inspiran actitudes de comportamiento congruentes con la dignidad humana, con lo que es virtuoso, trascendente y honorable.

Cabe señalar que existen preceptos legales que regulan el ejercicio de ciertas profesiones y que sancionan actos u omisiones en los profesionales que violan normas jurídicas en su desempeño laboral. Igualmente, como consecuencia de una mala práctica profesional, hay desprestigio en la comunidad profesional a la cual se pertenece.

1.2 Áreas críticas de desempeño profesional

Como ya se ha señalado, los códigos de ética profesional buscan regular el desempeño profesional de un sector determinado, fijando las conductas adecuadas esperables por los miembros de dicha especialidad.

Para determinarlas con claridad, se hace necesario reconocer las áreas críticas –desde la perspectiva ética– del desempeño de cada profesión.

Áreas críticas son aquellas que, por lo que involucran, posibilitan acciones contrarias a la ética en su ejercicio. Cada profesión o especialidad posee zonas de riesgo ético y/o conflictos que le son propios.

CLASE 14: Ética y Empresa

Aprendizajes esperados:

  • Reconoce que el trabajo exige tener iniciativa y responsabilidad para la vida de la propia empresa.
  • Comprende a la empresa como un agente que promueve el bien común en la sociedad a través de acciones concretas.

1.1 La empresa como comunidad humana

Cuando ingresamos a trabajar a una empresa nuestro vínculo inicial es de carácter contractual. Allí se especifican nuestras funciones, cargo, responsabilidades, horarios y remuneraciones. Allí, podríamos decir, que queda especificado el marco en el cual deberá desarrollarse nuestro desempeño profesional. Lo primero que cabe señalar al respecto, es que el beneficio de la empresa y el beneficio personal fundan lo que podemos llamar una relación de justicia. Esta relación se enmarca de manera más inmediata, clara y objetiva en el contexto de los beneficios materiales que recibe una persona por trabajar para una empresa.

La manera más perfecta de hacer real esta relación de justicia en la empresa se da a través de la existencia de una remuneración. El trabajo mediante el cual la persona se vincula de un modo permanente a una obra común, haciéndose así parte de una sociedad o comunidad, es el que se retribuye con un sueldo. Esa sociedad o comunidad es la que, propiamente tal, puede ser llamada empresa. La organización empresarial existe gracias al mismo trabajo de quienes componen la empresa, sin trabajo la empresa no existe y de allí que sea relevante la relación de justicia que debe darse en su interior, que se expresa en la remuneración justa, en el trato respetuoso, etc.

La relación de una persona con la empresa en la que trabaja, no consiste solo en el arriendo de su trabajo, pues el fin de la obra común que se logra en la empresa es algo suyo, por el hecho de estar vinculado a ella de una manera permanente: si se regulara esa relación solo por un contrato por obra realizada, siendo el trabajo contratado una parte necesaria y permanente de la tarea común, se estaría falseando la índole misma de la empresa y se cometería una injusticia con el trabajador. Podemos notar que en una empresa unos ganan más que otros, y no solo dinero, sino también conocimientos y nuevas experiencias profesionales.

Por esto perfectamente podemos hacernos la pregunta: si todos aportamos a la causa ¿por qué algunos ganan más que otros? El bien común implica necesariamente la consideración de la justicia, porque es cierto que unos contribuyen igual que otros y ganan más o ganan menos. ¿Es justo que yo trabaje lo mismo que mi jefe, pero que él gane más? O ¿Es justo que yo trabaje más que mis subordinados, tenga más responsabilidades y mi sueldo no sea significativamente superior al de ellos? La respuesta está en la verificación de si efectivamente mi aporte es igual al del resto.

1.2 Los objetivos de la empresa

Una empresa es una comunidad de personas, con una gran variedad de motivaciones e intereses; una tarea común, que exige una cierta dirección unificada; unos resultados adecuados, y el imperativo de la continuidad. Esta definición nos permite formular los objetivos de la empresa.

El primer objetivo de una empresa es generar beneficios a sus propietarios, de lo contrario esta va a desaparecer. Podría generalizarse este objetivo diciendo que deben satisfacerse las necesidades de los que forman parte de la organización (propietarios, directivos, empleados). Cada uno de sus miembros debe ver satisfechas sus motivaciones, quizás no día a día, pero sí a lo largo del tiempo, y de manera quizás no muy completa, pero sí, al menos, suficiente.

El segundo objetivo de la empresa viene marcado por la tarea común que llevan a cabo: la producción de bienes y servicios para atender las necesidades de los clientes, consumidores y usuarios.

El tercer objetivo es la eficiencia, es decir, la consecución del mejor resultado posible con el mínimo uso de recursos necesarios: el desperdicio de recursos escasos, renovables o no, no es admisible. El objetivo de la eficiencia se materializa así en la creación de valor, entendido como aquella diferencia entre los resultados obtenidos y el empleo de recursos.

Esta definición de responsabilidades de la empresa constituye una excelente base para entender qué significa que la empresa sea una comunidad de personas y cuál es su responsabilidad con la sociedad.

1.3 Responsabilidad Social Empresarial

La empresa está llamada a realizar una función social, que es profundamente ética: la de contribuir al perfeccionamiento del hombre, de cada hombre, sin ninguna discriminación; creando las condiciones que hacen posible un trabajo en el que, a la vez que se desarrollan las capacidades personales, se consigue una producción eficaz y razonable de bienes y servicios, y se haga al trabajador consciente de trabajar realmente ‘en algo propio’.

La empresa no puede considerarse únicamente como una “sociedad de capitales”; es, al mismo tiempo, una “sociedad de personas”. La finalidad de la empresa no es simplemente la producción de beneficios, sino más bien la misma existencia de la empresa como comunidad de hombres que, de diversas maneras, buscan la satisfacción de sus necesidades fundamentales y constituyen un grupo particular al servicio de la sociedad entera.

El buen funcionamiento de la empresa exige, pues, que esté al servicio de los hombres, primero de los que la componen. Además, la empresa desempeña una función social, creando oportunidades de encuentro, de colaboración, de valoración de las capacidades de las personas implicadas.

El hecho de que los hombres que conforman la comunidad empresarial constituyen un grupo particular al servicio de la sociedad entera implica que la empresa, como todas las instituciones humanas, está ordenada al bien común, porque todo grupo social debe tener en cuenta las necesidades y las legítimas aspiraciones de los demás grupos; más aún, debe tener muy en cuenta el bien común de toda la familia humana y, en particular, la empresa debe caracterizarse por la capacidad de servir al bien común de la sociedad mediante la producción de bienes y servicios útiles. En particular, la empresa debe orientarse a las necesidades de los hombres y mujeres que la forman y, en especial, de los trabajadores, contribuyendo a la satisfacción de sus necesidades y haciendo posible su participación en la actividad económica.

CLASE 15: La importancia de las virtudes en el ejercicio profesional correcto

Aprendizajes esperados:

  • Comprende que la empresa reúne y asocia personas humanas y, por tanto, el trato debe ser acorde a esta realidad.
  • Comprende la importancia de las virtudes como directrices que influyen y orientan el trabajo de directivos y empleados en una empresa.

1.1. Necesidad de las virtudes en la empresa

Como hemos visto en el desarrollo de este curso, cada vez queda en mayor evidencia la importancia de la ética empresarial, no solo por su valor esencial, sino también por la influencia que tiene en la calidad ética de empleados y directivos en la buena marcha de una empresa. Pero, ¿qué determina la calidad ética de las personas? En una síntesis muy abreviada podemos decir que es su carácter, y para ser puntuales, en las virtudes arraigadas en su carácter. Por ello, la ética está orientada al desarrollo y formación de las virtudes en cada uno de nosotros.

En general, las teorías de organización empresarial no le han prestado demasiada atención a las virtudes morales. A pesar de ello, se reconoce la necesidad de tener actitudes positivas hacia las personas y poseer valores para ejercer liderazgos efectivos. Al respecto, podemos señalar que el concepto de virtud ha sido tratado con otros nombres, o sea, han sido llamadas actitudes o valores. Sin embargo, tener valores asumidos o actuar según determinadas actitudes, no es lo mismo que ser virtuoso. Poseer virtudes es mucho más que poseer valores morales y tener actitudes positivas, aunque las virtudes presuponen ambas cosas a la vez. Las virtudes dan una disposición firme y arraigada en el carácter de las personas que facilitan actuar y vivir bien, y no solo una actitud psicológica o una capacidad valorativa.

Es necesaria una ética que integre los bienes morales (valores) y las normas, sin separarlos del desarrollo ético personal, esto es, de la adquisición de las virtudes. Lógicamente, esto supone una visión unitaria del hombre y, en definitiva, de una antropología integral.

Hay varias razones que avalan la necesidad de las virtudes morales en la empresa. Entre otras, las siguientes:

  1. Proporcionan un carácter maduro y firme.
  2. Ayudan a tomar buenas decisiones, que requieren de prudencia.
  3. Favorecen el ejercicio de un liderazgo efectivo.
  4. Contribuyen a la creación de una cultura empresarial con calidad ética que favorezca la continuidad de la empresa.

a) Proporcionan un carácter maduro y firme

Es evidente la importancia de la madurez emocional y del buen carácter para las relaciones humanas y, mucho más, para el gobierno de la empresa. Esta madurez exige fortaleza, moderación y consideración con las personas.

En el ámbito empresarial es sabida la atracción que ejercen motivos como dinero, poder, reconocimiento social y muchos otros. Estas son reacciones emotivas, que generalmente reciben el nombre de pasiones, y empujan a actuar o a dejar de hacerlo, aunque debemos decir que no siempre la acción humana las sigue incondicionalmente. Mediante el ejercicio de la razón y la voluntad puede aceptarse el impulso pasional o rechazarse en caso que no sea conveniente y se posea el autocontrol sobre las propias pasiones. Las pasiones no han de ser despreciadas, pero sí moderadas. De otro modo, pueden evitar nuestra autorrealización personal y, de paso, causar daño a los demás.

Por ejemplo, el afán de lucro es una motivación en todo negocio; debidamente moderado presta un gran servicio a la actividad económica y a las personas que se benefician de ella. Sin embargo, si una persona se deja arrastrar por el afán de lucro se hace esclava de la avaricia, degradándose en su humanidad y corriendo el riesgo de atropellar a otras personas. Aparece una visión distorsionada del mundo, todo se ve bajo el prisma económico y en algunas ocasiones inclusive se sacrifican valores superiores en función del dinero, se subordina el “ser mejor” al “tener más”.

Algo parecido podemos decir del afán de éxito, reconocimiento, posición social y tantos otros sentimientos parecidos cuando se levantan como criterios de acción. La razón indica el bien del hombre, pero no es suficiente descubrir que hay valores que están por encima de aquello que nos atrae, hace falta una fuerza interior que nos ayude a actuar bien.

Etimológicamente la palabra griega “areté” y la palabra latina “virtus”, que designan virtud, significan “fuerza”. Las virtudes son fuerzas interiores que caracterizan a una persona, dándole libertad para actuar bien.

Al actuar mal se generan hábitos negativos o vicios, que disminuyen la libertad para actuar bien. Así ocurre con el vicio de la codicia o avaricia, o con la soberbia, que lleva a una disposición de no escuchar y aún más, a despreciar los pareceres ajenos; o con la flojera (pereza) que impide hacer lo que se debe, y así con muchos otros, cuya incidencia en la actividad empresarial es evidente.

b) Ayudan a tomar buenas decisiones, que requieren de prudencia

La toma de decisiones y su implementación es parte importante de la actividad empresarial. Las diversas decisiones que se toman en la empresa, ya sea a alto nivel jerárquico (estratégicas), a nivel intermedio (tácticas) o a nivel bajo (operativas), requieren algo más que ponderaciones cuantitativas o balances entre ventajas e inconvenientes. La imposibilidad de tener certeza sobre todas las alternativas, o bien, sobre las consecuencias que se seguirán de la ejecución de las mismas, exige que la razón práctica determine lo más adecuado, pues tiene la capacidad de descubrir qué es lo mejor entre varias opciones atendiendo la bondad de la acción, de este modo se llega a una certeza suficiente para decidir (lo que suele llamarse certeza moral o prudencial). La razón práctica actúa tanto mejor cuanto más se ha desarrollado la virtud de la prudencia.

La prudencia ayuda a la razón práctica en tres aspectos: En la deliberación acerca de lo que se va a hacer y de los medios para lograrlo; en el juicio para elegir la alternativa más adecuada y, sobre todo, en la ejecución, realizada en el momento oportuno, sin retrasarse ni precipitarse. La prudencia predispone a realizar buenos juicios morales y actuar con diligencia en el momento oportuno.

La prudencia, en conjunto con las otras virtudes morales, tiene particular importancia en las nuevas formas organizativas, pues hay mayor libertad y autonomía para tomar decisiones y poder ejecutarlas. En esta situación, la necesidad de que todos los miembros de la organización tengan sabiduría práctica (prudencia) es aún más necesaria que en las formas antiguas de organización.

c) Favorecen el ejercicio de un liderazgo efectivo

Está generalmente admitido que para ser un buen directivo se requieren no solo dotes de estratega o de organizador, se necesita también capacidad de dirigir a otros, esto es, liderazgo.

Podemos descubrir la importancia de las virtudes en el liderazgo a partir de una experiencia universal. Detengamos nuestra atención en una virtud moral que comprende muchas otras: la justicia. Dar a cada uno lo que le corresponde de acuerdo a la recta razón, que es el objeto de la justicia, favorece la confianza, la armonía y la cooperación. Por el contrario, las actuaciones injustas provocan recelos, tensiones y falta de cooperación.

Ser un directivo justo es bastante más que ser un directivo que hace actos justos. Ser justo significa haber adquirido la virtud de la justicia y, por ello, actuar habitualmente de modo justo con prontitud, facilidad y agrado.

El directivo lidera más por lo que es, que por lo que dice; y lo que es, se manifiesta en lo que hace. El modo de actuar es más elocuente que un gran número de exhortaciones y declaraciones de buenas intenciones. Las virtudes, al ser disposiciones estables, dan continuidad a la acción, contribuyendo a evitar actuaciones incoherentes con las declaraciones de principios.

El líder con virtudes difiere del sugestionador que utiliza técnicas psicológicas para manipular a sus subordinados para que lo sigan. La sugestión psicológica, a la corta o a la larga, va a ser descubierta. No ocurre así con el líder virtuoso que se preocupa de sus colaboradores de modo sincero y constante, buscando lo mejor para ellos.

La conducta de los directivos influye en la de los subordinados, por suscitar cierto efecto de imitación. Los directivos, aun sin proponérselo, crean para bien o para mal, ciertos modelos de conducta evaluados y aceptados por otros.

d) Contribuyen a mejorar la cultura empresarial

Desde hace mucho tiempo los estudiosos en cultura empresarial han establecido que la continuidad depende no tanto de la eficacia demostrada en alcanzar determinados resultados en un momento concreto, sino de que en la organización siga habiendo suficiente cooperación para actuar con eficacia en el futuro. La satisfacción psicológica tiene influencia en lograr colaboración entre los empleados, como se afirma en las escuelas de relaciones humanas. Pero no parece que la voluntad de cooperación dependa solo de la satisfacción psicológica, las virtudes también juegan su papel y, en ocasiones, de modo muy importante, en la medida que favorecen el compromiso y la unión al interior de las organizaciones.

Ya hemos señalado que la justicia en el liderazgo contribuye a la cooperación, mientras que la injusticia genera tensiones y hostilidades. Habría que extender este mismo argumento a todos los miembros de la organización. En la medida que todos sean más justos, se irá creando una cultura de justicia favorable a la cooperación y viceversa. Algo parecido puede decirse de la veracidad en las comunicaciones, de la lealtad en cumplir los compromisos, de la solidaridad hacia el bien común de la empresa, y así sucesivamente con todas las virtudes.

La formación de culturas que realmente puedan contribuir a humanizar a quienes participan de ellas requiere tiempo. La explicitación de valores acordes con la dignidad humana y el bien de la persona ayuda a disipar dudas y a superar la idea de que lo único que importa son los resultados a corto plazo.

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