Contexto Histórico-Cultural del Siglo XVIII
El siglo XVIII puede dividirse, cronológicamente, en dos mitades: a partir de 1750, el ritmo parece acelerarse y comienzan las profundas transformaciones que cambiarán el panorama de Europa. También, geográficamente, Europa se divide en dos partes: el río Elba es la frontera, y el Oeste, la zona más activa.
Política
El panorama político del siglo XVIII está dominado por la monarquía absoluta, con la excepción de la monarquía parlamentaria británica. En Europa del Este, especialmente al este del río Elba, surge una nueva forma de gobierno conocida como despotismo ilustrado, caracterizada por la modernización impulsada por el Estado en países con economías rezagadas y estructuras feudales persistentes. A nivel internacional, Francia y Gran Bretaña son potencias dominantes en Europa, mientras emergen Prusia y Rusia como nuevas potencias. Las guerras continúan siendo el medio principal para resolver conflictos, y el prestigio y la economía de las naciones principales se apoyan en sus imperios coloniales. La guerra entre Francia y Gran Bretaña lleva a la ruina económica de Francia, que pierde sus colonias en América; Gran Bretaña también pierde sus colonias cuando los Estados Unidos de América declaran su independencia en 1776. En 1787, los Estados Unidos establecieron su propia Constitución, marcando uno de los acontecimientos más importantes del siglo XVIII.
Economía
En el siglo XVIII, se experimenta un aumento demográfico notable, especialmente a partir de 1750. Aunque la economía sigue siendo principalmente agraria, se observa una revolución agrícola en algunas regiones. En Europa del Este, la agricultura está rezagada, mientras que en Gran Bretaña comienza la revolución industrial. La mayoría de los Estados enfrentan dificultades financieras debido a las continuas guerras, lo que afecta a la población con aumentos de precios e impuestos. En este contexto, la economía emerge como ciencia, con dos enfoques dominantes: los fisiócratas franceses, que ven la tierra como la principal fuente de riqueza, y el liberalismo económico inglés (Adam Smith), que considera el trabajo como origen de la riqueza y aboga por una intervención mínima del Estado en la economía.
Sociedad
En el siglo XVIII, la sociedad estamental del Antiguo Régimen entra en crisis. Aunque sigue dividida en nobles, clero y «tercer estado», la nobleza y el alto clero monopolizan el poder. Sin embargo, el absolutismo real y los cambios económicos debilitan su posición. La resistencia nobiliaria provoca tensiones, pero la ascensión de la burguesía finalmente triunfa, marcando el inicio de cambios significativos en las estructuras sociales y políticas.
Religión
Disminuyen las polémicas teológicas, desaparecen las «guerras de religión» y las persecuciones se hacen cada vez más raras. El Papado pierde influencia, y las Iglesias se encuentran, cada vez más, bajo el dominio de los monarcas. La tolerancia religiosa gana terreno. Sin embargo, a partir de 1750 hubo un renacimiento religioso, y algunas sectas atrajeron a numerosos devotos.
Cultura: El Siglo de las Luces
Durante el siglo XVIII, conocido como el Siglo de las Luces o Ilustración, se produjo una transformación intelectual y cultural de gran magnitud. Este período marcó el surgimiento de una nueva mentalidad que enfatizaba la importancia de la razón, la ciencia y el pensamiento crítico. Los ilustrados eran pensadores, escritores y filósofos que se dedicaban a cuestionar las estructuras tradicionales de la sociedad y a promover el progreso humano a través del conocimiento y la educación. La Ilustración tuvo su origen en Inglaterra, pero rápidamente se extendió por toda Europa. Estos intelectuales, conocidos como philosophes, incluían a figuras como Montesquieu, Voltaire, Rousseau y Diderot, entre otros. Su influencia se hizo sentir en diferentes áreas de la sociedad, desde la política y la economía hasta la religión y la educación. Los ilustrados criticaban la superstición, el fanatismo religioso y la opresión política, y abogaban por la libertad, la tolerancia y la igualdad. Su objetivo era liberar a la humanidad de las cadenas del pasado y llevarla hacia un futuro basado en el conocimiento y la razón. Aunque muchos de ellos pertenecían a la clase burguesa, su labor de difusión de ideas se extendió a todas las clases sociales, contribuyendo así al surgimiento de una nueva cultura basada en el pensamiento crítico y la búsqueda del bien común. El «filósofo» ya no es el pensador solitario, ni el «maestro»: es un hombre de mundo; incluso es un personaje colectivo: las ideas surgen, circulan y se asimilan por medio de la conversación. El diálogo no es un artificio literario, sino el ámbito de creación filosófica.
Contexto Filosófico: La Razón Ilustrada
La Ilustración, un movimiento intelectual de gran fuerza en el siglo XVIII, tuvo su origen en Inglaterra, se desarrolló en Francia y culminó teóricamente en Alemania. Su característica principal fue la confianza absoluta en la razón como solucionadora de los problemas humanos, ya sean políticos, sociales o religiosos, y como impulsora del progreso científico y técnico. Aunque sus raíces se remontan al racionalismo del siglo XVII, que enfatizaba la importancia de la racionalidad, los ilustrados adoptaron una visión más empirista al destacar la experiencia sensible como la base de todo conocimiento. Así, el concepto ilustrado de la razón combina elementos racionalistas y empiristas, y posee estas características:
- La razón ilustrada es autónoma, lo que significa que es suficiente por sí misma y no necesita de ayuda externa. Esta autonomía implica que su ejercicio no esté limitado por instancias externas como la tradición, la autoridad o la fe religiosa. Además, implica que la razón es el principio y el tribunal supremo para juzgar lo verdadero y lo conveniente, tanto en el ámbito del conocimiento teórico como en el práctico de la moral y la política. Por lo tanto, se requiere una plena confianza en su capacidad y la decisión de utilizarla de manera independiente, sin otros límites que los que surjan de su propia naturaleza.
- La razón ilustrada es crítica tanto consigo misma como con los elementos externos que obstaculizan su desarrollo. En términos de autocrítica, la razón busca establecer sus propios límites para comprender hasta dónde puede llegar, reconociendo así su propia limitación y definiendo lo que podemos considerar como la «naturaleza de la razón», que sería compartida por todos los seres humanos y nos haría plenamente humanos. En cuanto a la crítica de los factores externos que restringen su libertad, esta se dirige hacia:
- Los prejuicios, que obnubilan las mentes y las paralizan.
- La tradición, vista como una carga que limita la capacidad de reflexión racional y libre al ser aceptada simplemente por ser parte del pasado.
- La autoridad externa que intenta imponer restricciones al uso de la razón.
- La superstición y la idolatría, por representar a lo divino de manera irracional.
Sin embargo, es tolerante y nada dogmática.
- La razón ilustrada es empírico-analítica, a diferencia de la razón sintética de los racionalistas. Esta última creía que todo el contenido válido del pensamiento estaba dentro de la razón (ideas innatas) y podía ser extraído a priori mediante el método deductivo. En cambio, la razón ilustrada reconoce que necesita referirse a la experiencia para adquirir conocimientos, pero al mismo tiempo es capaz de analizar lo empírico y encontrar la racionalidad en la experiencia misma, descubriendo leyes en los datos observados. Se trata de una nueva lógica, que no se basa en principios a priori, sino en los hechos mismos: los «principios» se descubren al final, después de una laboriosa experimentación con los hechos llevada a cabo mediante la inducción. Así, la razón ya no se concibe como poseedora de la verdad en sus primeros principios, sino como una búsqueda interminable y una actividad inquisitiva que nunca se completa del todo.
- La razón ilustrada es secular (laica), confiando en las capacidades humanas como tribunal último de la razón. Contrasta con el teocentrismo al adoptar un enfoque fisiocéntrico basado en leyes naturales, y rechaza el providencialismo a favor del progreso continuo de la razón y la humanidad. Además, aboga por la liberación humana en la historia en lugar de la redención sobrenatural. Aunque no es necesariamente ateísta, considera la cuestión de Dios desde un punto de vista racional.