Contexto Histórico: La Segunda Revolución Industrial y Nuevos Paradigmas Productivos
En la Segunda Revolución Industrial, las grandes potencias fueron EE. UU. y Alemania, superando a Inglaterra, que había sido la potencia dominante en la Primera Revolución Industrial.
EE. UU. y Alemania lograron esta supremacía gracias a innovaciones clave como el uso de petróleo y electricidad en lugar de carbón y agua, la adopción del acero en vez del hierro, y la implementación de la especialización del proceso de trabajo, impulsada por las ideas de Frederick Taylor y Henry Ford.
El Taylorismo: La Organización Científica del Trabajo
Frederick Taylor, al observar la creciente pérdida de empleos debido a la mecanización, propuso la especialización del obrero. Por ejemplo, en una fábrica de zapatos, algunos trabajadores se especializarían en la fabricación de suelas, otros en el control de calidad del cuero, y otros en el empaquetado, eliminando la figura del artesano que realizaba el producto completo.
La organización del trabajo taylorista permitió que la mano de obra mejorara significativamente en su especialidad y que los trabajadores adquirieran conocimientos sobre la maquinaria con la que interactuaban.
El Fordismo: Producción en Cadena y Consumo Masivo
Henry Ford, fabricante de automóviles, introdujo el Fordismo, un sistema basado en la producción en cadena o cadena de montaje. Su objetivo era aumentar la producción de sus fábricas mediante la incorporación de más máquinas y obreros.
Diferencias Fundamentales entre Taylorismo y Fordismo
Las principales diferencias radican en que el Fordismo alcanzó el éxito no tanto por la participación individual del obrero, sino por una excelente estrategia de expansión de mercado y la producción en masa. En contraste, el Taylorismo logró su éxito gracias a la organización científica del trabajo y la especialización del obrero.
Características del Fordismo
El Fordismo es un sistema de producción en serie que toma su nombre de Henry Ford, basado en la fabricación de automóviles. Desarrollado a principios del siglo XX, la producción masiva que lo caracterizó se ha vinculado a los desequilibrios económicos que precedieron a la Gran Depresión de 1929. La idea de que Estados Unidos produjo en exceso cuando el mundo estaba en crisis (la mención de la Guerra de los Seis Días o Yom Kippur aquí parece ser una confusión histórica, pero el punto es la crisis global) llevó a la imposibilidad de vender productos, la caída de las bolsas a sus índices más bajos y el Crack de Wall Street. El Fordismo, en su concepción original, consiste en producir a bajo costo, grandes cantidades para vender a bajo precio en una economía desarrollada.
Características del Taylorismo
El Taylorismo, propuesto por Frederick Taylor, se basa en la organización científica del trabajo y tiene como objetivo principal aumentar la productividad al máximo posible mediante la especialización de las tareas de los operarios. Las características clave de este modelo incluyen:
- Organización del trabajo basada en la división del trabajo, el control del tiempo de cada tarea y el trabajo en cadena.
- Organización de las tareas de la empresa mediante una estructura descendente de la autoridad y la comunicación.
Ventajas del Taylorismo
- Aumento de la destreza del obrero a través de la especialización y el conocimiento técnico.
- Mayor control de tiempo en la planta, lo que significaba mayor acumulación de capital.
- Idea inicial del individualismo técnico y la mecanización del rol.
- Estudio científico de movimientos y tiempo productivo.
- La división del trabajo planteada por Taylor efectivamente reduce los costos y reorganiza científicamente el trabajo, pero encuentra un rechazo creciente del proletariado, elemento que sumado a la crisis de expansión estructural de mercado (por velocidad de circulación de la mercancía) lo llevaría a una reformulación práctica en el siglo XX que es la idea de fordismo.
Etapas de Implementación del Taylorismo
Según el propio Taylor, las etapas fundamentales para implementar su sistema de organización científica del trabajo eran las siguientes:
- Hallar diez o quince obreros (si es posible en distintas empresas y de distintas regiones) que sean particularmente hábiles en la ejecución del trabajo por analizar.
- Definir la serie exacta de movimientos elementales que cada uno de los obreros lleva a cabo para ejecutar el trabajo analizado, así como los útiles y materiales que emplea.
- Determinar con un cronómetro el tiempo necesario para realizar cada uno de estos movimientos elementales y elegir el modo más simple de ejecución.
- Eliminar todos los movimientos mal concebidos, los lentos o inútiles.
- Tras haber suprimido así todos los movimientos inútiles, reunir en una secuencia los movimientos más rápidos y los que permiten emplear mejor los materiales más útiles.
Impacto y Reacciones al Taylorismo
La aplicación del sistema de Taylor, si bien redujo los costos de producción, a menudo implicó una reducción de los salarios. Para incentivar a los obreros a aumentar la producción, muchas empresas optaron por disminuir el salario pagado por pieza. Esto generó un fuerte descontento, manifestado en numerosas huelgas entre 1912 y 1913 en protesta contra el sistema.
Para el correcto funcionamiento del sistema taylorista, la supervisión constante de los trabajadores era esencial. Esto llevó a la creación de un grupo especializado de empleados dedicado a la supervisión, organización y dirección del trabajo fabril. Se marcó así el fin de la era del artesano, quien decidía el tiempo y la calidad de su producción. A partir de entonces, el ritmo de trabajo y el control del tiempo de las tareas del trabajador quedaron supeditados a las exigencias de la competencia en el mercado.
Es importante destacar que Taylor no solo estudió la producción en sí, sino también la seguridad del trabajador y las condiciones necesarias para evitar el agotamiento. Él argumentaba a los empresarios que estas mejoras conducirían a una mayor producción y, consecuentemente, a mayores ganancias. Inicialmente, los empresarios acogieron con agrado sus propuestas. Sin embargo, cuando Taylor sugirió que un aumento en el pago a los obreros los estimularía a producir más, lo que también resultaría en mayores ganancias para la empresa, la receptividad empresarial disminuyó. A pesar de los beneficios de sus métodos, muchos empresarios no adoptaron esta última recomendación. ¿Ha evolucionado la mentalidad empresarial en este aspecto desde entonces?
La Teoría de la Enajenación de Marx
¿Por qué Marx afirma que el hombre está enajenado?
Marx habla del «trabajo enajenado», es decir, un trabajo que le ha sido arrebatado al obrero. Se refiere a que, si un artesano corta un árbol y lo talla para hacer una silla, al terminar puede contemplar su obra y sus manos, afirmando: «Yo lo hice, por lo tanto, es mío». Sin embargo, en una fábrica que utiliza métodos de producción masiva (similares a lo que más tarde se conocería como Fordismo, aunque Marx escribió antes de su plena implementación), al obrero le llega un trozo de madera al que debe clavar otro, sin saber realmente qué está construyendo o qué parte de la silla le corresponde. Al ver la silla terminada en un supermercado, no puede reconocer su propio trabajo en ella, no la siente como propia. No obstante, esa silla es fruto de su esfuerzo y del de sus compañeros, quienes juntos produjeron muchas más sillas de las que habrían hecho individualmente. El capitalista se aprovecha de esta desorientación del obrero, haciéndole creer que la silla pertenece al dueño de la fábrica. Esto se relaciona con la expropiación de los medios de producción, que es el origen del Capitalismo. En consecuencia, el salario que recibe el obrero no guarda relación con el precio de venta de la silla. Si el precio de la silla aumenta, las ganancias del capitalista crecen, pero no así el salario del obrero. Marx sostiene que, en esta situación, al obrero se le expropia el producto de su trabajo, se le «enajena el trabajo».
Cuando Marx se refiere al «hombre enajenado», argumenta que en el capitalismo los objetos adquieren mayor importancia que los sujetos (las personas). Es decir, los objetos se han «humanizado» y los hombres se han «cosificado». El ser humano se convierte en un objeto medible en tiempo: el salario se determina por las horas trabajadas. Al capitalista no le interesa si ese salario es suficiente para la subsistencia del obrero (lo trata como una ‘cosa’, no como una persona); su único interés es maximizar sus ganancias. Por ello, Marx afirma que se otorga más valor a los objetos que a los sujetos. La enajenación del hombre ocurre cuando el capitalista consigue que el obrero dedique la mayor parte de su vida (todas sus horas de trabajo) a un objeto que, al final, nunca le pertenecerá, porque le ha sido enajenado.