Este documento explora los pilares fundamentales de la Monarquía Hispánica, desde su formación bajo los Reyes Católicos hasta los desafíos y la decadencia durante el reinado de los Austrias, abarcando aspectos clave como la unificación territorial y religiosa, la expansión imperial y las políticas exteriores.
Los Reyes Católicos: Cimientos de la Monarquía Hispánica
La Unión Dinástica y la Consolidación del Poder Real
Los Reyes Católicos, herederos de las dos Coronas de mayor importancia en la Península, dieron origen a una nueva entidad política: la Monarquía Hispánica. Esta monarquía debe entenderse como una unión dinástica de dos Coronas, en la que cada reino siguió rigiéndose por sus leyes e instituciones. Se conformó así un Estado plural integrado por territorios que solo tenían en común una misma monarquía. La Concordia de Segovia es un acuerdo por el que se reconocieron autonomía mutuamente; Fernando e Isabel eran, ante todo, soberanos de sus propios y particulares reinos más que monarcas de España.
Buscaron reforzar la autoridad real, ampliando su apoyo popular y disminuyendo el poder político de los estamentos privilegiados. Para conseguir sus objetivos, Isabel y Fernando aplicaron el autoritarismo monárquico en Castilla, mientras que en Aragón las instituciones permanecieron intactas y mantuvieron el pactismo. Los Reyes Católicos se desplazaron de manera continua por todo el territorio para impartir justicia y reforzar su autoridad. Crearon un ejército permanente, en el que la nobleza conservó sus cargos.
La Conquista de Granada: Unificación Territorial y Religiosa
Unidas las dos Coronas, los Reyes Católicos coincidían en la necesidad de completar la unificación religiosa y territorial de los reinos hispánicos para consolidar un Estado fuerte que pudiera expandirse fuera de la Península. Por esta razón, conquistaron el Reino de Granada en 1492. Terminada la guerra de sucesión castellana, la conquista del Reino de Granada se convirtió en el primer objetivo de los monarcas.
La guerra y conquista del Reino Nazarí de Granada estuvo marcada por el poderío militar cristiano y por las desavenencias internas en el reino musulmán, lo que facilitó la conquista cristiana y el fin de la presencia musulmana en territorio peninsular. La guerra fue larga. La ocupación de la capital del reino supuso la construcción del campamento de Santa Fe, como base para las operaciones militares. Tras varios meses, Granada fue definitivamente ocupada el 2 de enero de 1492, tras las capitulaciones que Boabdil había firmado a finales del año anterior, en las que se garantizaban a los musulmanes la libertad religiosa y la conservación de sus bienes y costumbres. Para la Monarquía Hispánica, esta guerra supuso un enorme esfuerzo tanto económico como bélico, ya que se llevó a cabo un despliegue militar sin precedentes.
Política Exterior y Expansión Territorial
La política exterior de los Reyes Católicos estuvo marcada por su expansión territorial, tanto en la Península como en el exterior, y por su enfrentamiento con Francia por el dominio de Italia y la hegemonía europea. En cuanto a la expansión territorial, los Reyes Católicos:
- Acabaron el proceso de «Reconquista» con la conquista del Reino Nazarí de Granada entre 1482 y 1492.
- Culminaron la conquista de las Islas Canarias en 1496.
- Iniciaron una política de expansión territorial en el Norte de África.
- Iniciaron el proceso de expansión en América tras el descubrimiento de Colón en 1492.
- Incorporaron el Reino de Navarra a la Corona de Castilla en 1512.
En cuanto a los enfrentamientos con Francia, el escenario de los mismos fue Italia, enfrentándose ambas Coronas por el dominio del Reino de Nápoles. El enfrentamiento con Francia fue básico en la futura evolución de la Monarquía Hispánica, ya que esta pasó a ocupar la hegemonía en el continente y, para asegurarla, los Reyes Católicos realizaron una política matrimonial con sus hijos cuyo objetivo era aislar a Francia. De estos matrimonios, el más trascendental fue el de la princesa Juana «La Loca» con Felipe «El Hermoso», hijo de Maximiliano I de Austria y María de Borgoña.
La Expansión Atlántica y el Control del Norte de África
Los intereses de la Corona de Castilla se centraron en el Atlántico, y los de la Corona de Aragón, en el Mediterráneo. Para frenar el avance musulmán de los turcos otomanos tras la toma de Constantinopla y contener la piratería de las tribus berberiscas, los Reyes Católicos ocuparon varias plazas en el Norte de África.
Respecto a las Islas Canarias, Castilla y Portugal rivalizaron por los derechos de conquista hasta 1479, cuando Portugal renunció a las islas por el Tratado de Alcaçovas. En 1478, los Reyes Católicos ordenaron la conquista de Gran Canaria. En 1493 fue anexionada la Isla de La Palma y la unión a Castilla concluyó en 1496 con la conquista de Tenerife. El proceso de conquista fue muy similar al que se aplicó luego en América, protagonizado por particulares que firmaban contratos con la Corona para efectuar la empresa en nombre del rey y después se repartían las tierras. El contagio de enfermedades procedentes de Europa fue clave.
El 17 de abril de 1492, los Reyes Católicos firmaron con Colón las Capitulaciones de Santa Fe. Saliendo del puerto de Palos de la Frontera el 3 de agosto y llegando a América el 12 de octubre.
La Política de Unidad Religiosa
Los Reyes Católicos establecieron una política de unidad religiosa como medio para consolidar su poder real, ya que se consideraba que la lealtad de los súbditos dentro de una monarquía de derecho divino solo estaría asegurada si estos compartían la misma religión que sus reyes. Esta política acabó con la tradicional tolerancia entre cristianos, judíos y musulmanes. Dada la importancia de la religión en la definición del sistema político, la monarquía autoritaria necesitaba la uniformidad religiosa y tener por súbditos a buenos y sinceros cristianos. Para ello, se precisaba un programa de reformas muy amplio que incluyó varios aspectos:
- Combatir la relajación moral e intelectual de los eclesiásticos.
- Establecimiento del Consejo de la Santa Inquisición.
- La expulsión de las minorías religiosas.
Como consecuencia, se decretó la conversión o exilio de los judíos en 1492 y la conversión o exilio de los mudéjares del Reino de Granada y Castilla entre 1500 y 1502. Ambos decretos dieron origen a los judeoconversos y a los moriscos, dos grupos que, pese a ser oficialmente cristianos, siguieron en su mayoría practicando en secreto su antigua religión.
Esta política se acrecentó durante los reinados siguientes debido a la defensa del catolicismo, provocando:
- La conversión o exilio de los mudéjares de la Corona de Aragón en 1525.
- La expulsión de los moriscos del Reino de Granada tras el fracaso de su rebelión en 1570.
- La expulsión de los moriscos de todos los reinos de la Monarquía iniciada en 1609.
El Imperio de Carlos I: Herencia y Desafíos Europeos
La Vasta Herencia Territorial
Carlos I reunió una enorme herencia de territorios:
- De sus abuelos maternos, los Reyes Católicos: la Corona de Aragón, con los territorios italianos de Cerdeña, Sicilia y Nápoles, y la de Castilla, con los presidios del Norte de África, las Islas Canarias y las colonias americanas. Estos territorios se incrementaron además con las conquistas de Milán y de los imperios azteca e inca en América.
- De sus abuelos paternos, Maximiliano de Austria y María de Borgoña: recibió Austria, el Ducado de Borgoña y su candidatura a la Corona del Sacro Imperio Romano-Germánico.
Al renunciar a la Corona en 1556, dividió su herencia entre su hijo Felipe II, que recibió las herencias castellana, aragonesa y borgoñona, y su hermano Fernando, que heredó Austria y la Corona Imperial. Tras ello, se retiró al monasterio de Yuste (Cáceres) donde falleció en 1558.
La Política Exterior: Defensa de la «Universitas Christiana»
La política exterior de Carlos I estuvo basada en la defensa de la «Universitas Christiana», es decir, la defensa de la unidad de la cristiandad bajo la autoridad política del emperador y la religiosa del papa. De esta defensa surgieron los enfrentamientos con:
- Francia por la hegemonía política en el continente.
- El Imperio Otomano por su expansión en Europa Oriental.
- Los príncipes alemanes protestantes.
El fracaso o estancamiento en estos enfrentamientos le llevó a abdicar en 1556, dividiendo su Imperio: la Corona Imperial y Austria para Fernando y el resto para Felipe.
Felipe II: La Defensa del Catolicismo y la Hegemonía
La Política Exterior de Felipe II
La política exterior de Felipe II estuvo basada en la defensa del catolicismo frente a los hugonotes franceses, Inglaterra, los otomanos y la Holanda protestante. Sin embargo, la Monarquía se vio impotente para mantener todos estos enfrentamientos, viéndose obligado el rey a decretar varias bancarrotas durante su reinado y agotó los recursos económicos de Castilla con una fortísima presión fiscal.
Diferencias con la Política de Carlos I
La política exterior de Carlos I estuvo basada en la defensa de la «Universitas Christiana», es decir, la defensa de la unidad de la cristiandad bajo la autoridad política del emperador y la religiosa del papa. Sin embargo, esta política fracasó por la consolidación de la Reforma Protestante en gran parte de Alemania, Flandes e Inglaterra.
El fracaso de la política imperial de Carlos I explica que el objetivo prioritario de su hijo Felipe II fuera el mantenimiento de la hegemonía de la Monarquía en Europa y la defensa del catolicismo frente a las tendencias protestantes, ya consolidadas.
Decadencia de la Monarquía Hispánica: Siglo XVII
Hechos Relevantes (1640-1659): Rebeliones y Conflictos
Dos hechos relevantes ocurridos entre 1640 y 1659 evidenciaron la decadencia de la Monarquía Hispánica:
En diciembre de 1640, se inició la rebelión de Portugal, aprovechando la crisis catalana. La falta de ayuda castellana ante los ataques holandeses contra las posesiones portuguesas en Asia y la presencia de castellanos en el gobierno del reino, junto con los impuestos excesivos, provocó que las clases dirigentes lusas dejaran de ver ventajas en su unión a la Corona española. La rebelión, organizada en torno al duque de Braganza, se extendió rápidamente y tuvo un carácter nobiliario, anticastellano e independentista. Apoyados por Francia e Inglaterra, lograron que finalmente, fracasados los intentos militares de recuperar Portugal, Mariana de Austria acabara reconociendo la independencia de Portugal en el Tratado de Lisboa de 1668.
El acontecimiento más importante de este periodo es la Guerra de los Treinta Años, que comenzó como un conflicto alemán y religioso: los príncipes protestantes de Alemania se habían rebelado contra el emperador Fernando II de la dinastía de los Habsburgo. Pero ese conflicto local acabó generalizándose porque las naciones europeas se alinearon con uno u otro bando, ya que estaba en juego el mantenimiento o la modificación del orden internacional. La Monarquía Hispánica se implicó en la guerra por dos motivos: la defensa del catolicismo y tratar de mantener el poder de la Casa de Habsburgo en Europa, con sus dos líneas familiares emparentadas. España se enfrentó a potencias como Francia, Holanda, Inglaterra y Suecia.