Contexto Histórico de la Filosofía Española del Siglo XX
Dos hechos históricos marcaron el pensamiento social, político y filosófico en la filosofía española de la primera mitad del siglo XX:
- La conciencia del desastre que se produjo con la pérdida de Filipinas y Cuba en 1898, últimas colonias del antiguo Imperio español.
- El fracaso de las iniciativas democráticas llevadas a cabo en la Primera y Segunda Repúblicas, puesto de manifiesto con la Guerra Civil Española de 1936 y la dictadura franquista.
La Filosofía de Ortega y Gasset: Razón Vital y Circunstancia
Ortega infundiría, ante todo, el respeto por la ciencia y la disciplina intelectual. Esta concepción representa lo que él entiende realmente por europeización.
El concepto central de la filosofía de Ortega es el de la vida, que se supera en cultura y libertad mediante el ejercicio de la razón, convertida en función vital y en órgano de libertad.
El Ser Humano y su Circunstancia
El ser humano solo realiza el proyecto de sí mismo en íntima conexión y estrecho trato con la objetividad de la cultura, de manera que entra en posesión de sí mismo mediante el dominio conceptual del contenido vital de sus vivencias inmediatas.
El yo no se desarrolla ni se convierte en un ser libre si no conoce adecuadamente su circunstancia, entrando así en posesión de su sentido inmanente y de su valor cultural.
La Razón Vital: Concepto y Alcance
La razón vital es, al mismo tiempo, una razón conceptual y práctica, orientadora de la vida en su relación con el mundo. En este sentido, conocer significa, ante todo, hacerse ideas adecuadas de los límites que irremediablemente se nos imponen a los seres humanos; es decir, conocer el ámbito en el que cada individuo puede ser libre y creativo.
Por tanto, conocer consiste en explorar el mundo desde nuestra circunstancia concreta y desarrollar una acción creativa, resultado del despliegue de nuestra propia potencialidad.
No hay, pues, una razón pura ligada trascendentalmente a ideales abstractos y leyes absolutas, sino una razón que se despliega en relación con la realización del proyecto vital de cada ser humano sin perder, por ello, valor ni dignidad.
Crítica de Ortega al Racionalismo e Idealismo
Según Ortega, en nuestra tradición filosófica occidental se ha sobrevalorado el pensamiento racional en detrimento de la importancia de la espontaneidad y la realidad de la vida. Para él, el pensamiento y la cultura en general son una función de la vida, un instrumento que debe estar al servicio de su realización y desarrollo.
A partir de esta idea, Ortega lleva a cabo una crítica tanto al racionalismo como al idealismo modernos; en especial, a la concepción que estos movimientos filosóficos tienen del mundo como un producto de la actividad pensante del yo.
Ortega considera que la relación primaria que el yo tiene con las cosas no es pensarlas, sino vivirlas. Antes de relacionarnos con las cosas bajo esa forma que consiste en pensarlas, en tratar de conocerlas, en descubrir su sentido, el ser humano se las encuentra en su vida como parte de su circunstancia, como instrumentos o como obstáculos en la realización de su vida.
Por tanto, desde esta subordinación del saber a la vida que Ortega defiende, no es que las cosas tengan un ser en sí (que es lo que se afirmaba en el realismo, la postura contraria al idealismo), sino que el ser de las cosas consiste en ser parte de nuestra circunstancia.
La Vida Humana como Realidad Radical
De esta relación se concluye que la vida humana, entendida como vida individual de cada cual, es la realidad radical, porque representa el ámbito en el que se nos aparecen todas las cosas, fenómenos o acontecimientos que constituyen nuestra experiencia.
Nuestra vida es el marco dentro del cual se nos manifiesta cualquier realidad y su sentido, de forma que cuando decimos que algo es «real» en cualquiera de sus modos, lo que estamos afirmando es que ese algo (cosa, idea, sentimiento, situación, etc.) aparece referido a y dentro de nuestra vida.
El pensamiento, la reflexión, es, por tanto, una función vital, o sea, un órgano o instrumento al servicio de la vida. En este sentido, está regido por la ley de la utilidad subjetiva.
La razón es, pues, una función vital, pero capaz de aportarnos conocimientos objetivos. Frente al viejo conflicto entre razón y vida, «la nota esencial de la nueva sensibilidad —dice Ortega— es precisamente la decisión de no olvidar nunca, y en ningún orden, que las funciones espirituales o culturales son también, y a la vez que eso, funciones biológicas».
Toda vida es un impulso de superarse a sí misma y una aspiración a lo espiritual en lo que la simple vida natural se trasciende y alcanza la posibilidad de la libertad.
Todo ser humano está poseído por esa fuerza que lo impulsa a autodesarrollarse, no solo en el plano físico y biológico, sino también en el cultural y espiritual. Por ello, no es solo un sujeto pensante ni un yo dominador que posee y utiliza sus objetos, sino que logra su autodesarrollo en sintonía con el mundo natural y su entorno cultural.