Representación Femenina en Medios, Publicidad y Lenguaje: Perspectivas Críticas


Proyecto «Who Makes the News»

Los objetivos fueron proporcionar datos sobre la realidad de la representación de las mujeres en los medios y elaborar una herramienta para fomentar el diálogo entre especialistas en género y los medios de comunicación, con la finalidad última de incorporar una visión de género en el trabajo mediático. Por primera vez se introdujo el monitoreo en la web.

Las conclusiones generales a las que se llegó fueron las siguientes:

  • Solo el 24% de las personas sobre las que se lee en las noticias de la prensa escrita, o se escucha en la radio y la televisión, son mujeres.
  • La presencia de las mujeres en noticias internacionales se incrementó hasta equipararse con su presencia en las noticias locales. En monitoreos anteriores se había observado la tendencia de que las informaciones locales fueran cubiertas principalmente por mujeres, mientras que su presencia era mucho menor en las internacionales.
  • Las noticias siguen presentando un mundo donde los hombres superan en número a las mujeres en casi todas las categorías ocupacionales, siendo la mayor disparidad en las profesiones.
  • Como personas entrevistadas o mencionadas en las noticias, las mujeres siguen estando mayoritariamente en la categoría de personas ‘comunes’ u ‘ordinarias’, en contraste con los hombres que predominan en la categoría de ‘expertos’.
  • Es el doble de probable que los periodistas mencionen la edad de las mujeres (22%) en las noticias en comparación con la de los hombres (12%).
  • Al 18% de las mujeres se las presenta como víctimas, en comparación con el 8% de los hombres. En contraste, ahora las mujeres tienen el doble de probabilidades de ser presentadas como supervivientes, en comparación con los hombres.
  • Para las notas transmitidas por televisión y radio o publicadas en diarios, el porcentaje de aquellas realizadas por reporteras es exactamente el mismo que el registrado en 2005: 37%.
  • Desde 2000, el porcentaje de notas reportadas por mujeres, en comparación con las reportadas por hombres, se ha incrementado en todos los temas principales excepto en ‘ciencia y salud’.
  • El 13% de todas las notas se centran específicamente en las mujeres. El 46% de las notas refuerzan los estereotipos de género, casi ocho veces más que las historias que cuestionan dichos estereotipos (6%).
  • Las notas realizadas por reporteras tienen una probabilidad visiblemente mayor de cuestionar estereotipos en comparación con las notas presentadas por sus homólogos masculinos, y también tienen menos probabilidades de reforzar estereotipos.

La conclusión general y el dato más llamativo es que siguen existiendo las mismas desproporciones en la representación que existían hace veinte años.

Roles Sexuados y Cosificación según Goffman

Goffman estudió una colección de fotografías publicitarias con mujeres con el objetivo de analizar el ‘idioma ritual’ que se utiliza en publicidad para construir escenas significativas que reflejen la diferencia entre los géneros. Las situaciones que construyen los publicistas son, en palabras de Goffman, ‘escenificaciones de escenificaciones’ (hiperritualizaciones) de lo que se entiende socialmente como femenino y masculino. Toda imagen es una situación elaborada por profesionales que escenifican y condensan ideas fácilmente reconocibles en la sociedad.

Entre otras cuestiones metodológicas, Goffman nos indica que para aprender sobre la construcción publicitaria de los géneros podemos hacer algo muy sencillo: sustituir en las escenas a las mujeres por hombres y comprobar qué ocurre. Reflexiona también sobre cómo los publicistas deben resumir ideas con pocos signos, y esa economía les lleva a recurrir a estereotipos aprobados por la sociedad. Las situaciones sociales que escenifican los publicistas son para Goffman muy representativas porque, en el fondo, reflejan el tipo de relaciones sociales que se consideran ideales.

Según Goffman, lo masculino y lo femenino que vemos en la publicidad recuerda y reproduce la división y las jerarquías tradicionales entre los sexos. Un rasgo muy común es que las mujeres aparecen más a menudo en posiciones subalternas o asistidas por hombres. Ellos suelen ser de mayor estatura y se colocan en posiciones que dan la sensación de envolver y proteger a sus compañeras, tanto en ambientes familiares como profesionales o amorosos.

Las mujeres se muestran a menudo representadas a través del tacto: acariciando y tocando objetos de forma delicada con los dedos, sosteniendo objetos cerca de su cuerpo de manera protectora. También aparecen tocándose a sí mismas como si fueran un objeto delicado. Es una representación diferente, afirma el autor, a la de alguien que sostiene o maneja un objeto de forma instrumental.

La mujer oculta es otra forma común de representar lo femenino. Las mujeres parecen esconderse detrás de objetos o de otras personas, detrás de un ‘biombo de participación’, aunque en realidad están igualmente expuestas a la situación. Lo que se exhibe es una mujer semioculta que sigue formando parte de la escena.

El estereotipo de la mujer lejana alude, según Goffman, a la tendencia a representar a las modelos sin mirar a la cámara, apartando la vista, retirándose así de la comunicación directa que establece la mirada, como intentando recobrar el dominio de las emociones.

La mujer sumisa se refiere a las situaciones comunes en los anuncios donde las mujeres aparecen en niveles físicos inferiores al resto del grupo: tumbadas en camas, sentadas en el suelo o de pie pero en un plano más bajo.

Laura Mulvey y el Placer Visual en el Cine

Laura Mulvey escribió ‘Placer visual y cine narrativo’, texto clave de la segunda ola de la crítica de cine feminista. Recoge las críticas culturales basadas en teorías en boga en ese momento, como el psicoanálisis, el marxismo y el estructuralismo.

En este texto, Mulvey se interroga sobre el placer de mirar que aporta el cine, argumentando que existe una dimensión sexuada: el cine posiciona a hombres y mujeres de forma diferente frente a lo que se muestra, reproduciendo la estructura de poder donde quien mira es el sujeto (masculino) y quien es mirado es el objeto (femenino). El cuerpo de la mujer se convierte, en esa estructura, en un objeto erótico que soporta el deseo masculino, mientras que la mirada masculina se corresponde con el sujeto activo de la acción narrativa.

Con ello, el cine reproduce y recrea la división del trabajo de las sociedades patriarcales, en la que la mujer tiene el papel de reproductora y cuidadora (pasivo), mientras el hombre tiene un papel productivo y activo en su interacción con el entorno. Mulvey afirma que en el cine clásico los personajes masculinos están dentro de la historia y en el centro de la acción, mientras que los femeninos circulan alrededor de ellos ‘como almas en pena’, convirtiéndose a menudo en enigmas por resolver, ya sea por estar ausentes o, por el contrario, excesivamente presentes.

La pregunta quizá más importante que se plantea Mulvey es sobre el placer que nos produce ver una película e identificarnos con lo que está ocurriendo en la pantalla. Ese placer visual se construye alrededor de dos procesos: la objetivación de la imagen y la identificación con ella. El espectador, a través de su mirada, se identifica con la imagen y, al mismo tiempo, es capaz de cosificar los elementos que aparecen en pantalla.

Sexismo y Androcentrismo en el Lenguaje

El tratamiento lingüístico discriminatorio hacia las mujeres se produce a través de dos fenómenos fundamentales: el androcentrismo y el sexismo lingüístico. Ambos responden al mismo fenómeno de fondo, pero conviene aclarar cada concepto.

El androcentrismo es un punto de vista, una visión parcial del mundo que considera lo masculino como la medida universal. Asume que la experiencia masculina es la experiencia humana general y que lo bueno para el hombre es bueno para toda la humanidad. Se refleja, por ejemplo, en la frase ‘Todos consiguieron el derecho al voto durante la Revolución Francesa’, que es falsa, ya que solo lo consiguieron los varones con una determinada renta.

El sexismo, en cambio, es una actitud de menosprecio y desvalorización de las mujeres y lo femenino. Se manifiesta en expresiones como ‘¡No seas nena!’ o generalizaciones como ‘Las mujeres son irracionales’. También se refleja en el significado diferente que adquieren algunas palabras según se usen en masculino o femenino, los llamados duales aparentes: hombre público / mujer pública, verdulero / verdulera, solterón / solterona, un cualquiera / una cualquiera, fulano / fulana, perro / perra. Es decir, casos donde el femenino y el masculino implican valores connotativos distintos, frecuentemente negativos para las mujeres.

El uso androcéntrico y sexista se encuentra extendido en diversos discursos: libros de texto, enseñanza, ámbito académico, literatura, medios de comunicación, etc. En la prensa diaria podemos encontrar múltiples ejemplos de perspectiva androcéntrica e incluso de sexismo.

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