Evolución Demográfica y Urbanización en la España del Siglo XIX
Durante el siglo XIX, la población española experimentó un crecimiento moderado, pasando de 10,6 millones de habitantes en 1797 a 18,6 millones en 1900. Sin embargo, este crecimiento fue inferior al de otros países europeos debido a la alta mortalidad ocasionada por guerras, enfermedades infecciosas y crisis de subsistencia. Entre las guerras más relevantes estuvieron la Guerra de Independencia (1808-1814) y las Guerras Carlistas, que provocaron un elevado número de muertes. Además, las malas cosechas y epidemias, como el cólera y el tifus, afectaron gravemente a la población.
La emigración hacia América aumentó en las últimas décadas del siglo, especialmente hacia Argentina, Cuba y Brasil, debido a la falta de oportunidades en el país y a las crisis agrarias. Paralelamente, la migración interna del campo a la ciudad se intensificó, promovida por el desarrollo industrial y la mejora en los transportes, lo que favoreció el crecimiento de ciudades como Madrid, Barcelona y Bilbao. Esta urbanización trajo consigo cambios en la estructura de las ciudades, con la construcción de ensanches y nuevos barrios obreros.
De la Sociedad Estamental a la Sociedad de Clases en el Siglo XIX
La estructura social pasó de una sociedad estamental, basada en privilegios y jerarquías fijas, a una sociedad de clases donde el criterio de diferenciación era la riqueza y no el nacimiento. Aunque todos los ciudadanos eran iguales ante la ley tras la abolición de los privilegios nobiliarios, la movilidad social era muy reducida y la desigualdad económica persistía.
La aristocracia perdió sus privilegios jurídicos, pero continuó ejerciendo influencia política y económica al mantener el control de grandes propiedades y ocupar altos cargos en el Ejército y la administración. La alta burguesía, formada por terratenientes, industriales y banqueros, dominó la economía y apoyó el proteccionismo para favorecer sus negocios. Las clases medias, compuestas por pequeños comerciantes, funcionarios y profesionales, tenían ingresos modestos y tendían a ser conservadores, buscando estabilidad económica y social.
El campesinado, que representaba el 80% de la población, sufría una gran precariedad debido a la caída de los precios agrícolas, las desamortizaciones y la falta de acceso a la propiedad de la tierra. La expansión urbana favoreció el crecimiento del sector servicios y la aparición de nuevos empleos administrativos, con un aumento de los empleados en oficinas y del servicio doméstico. En cuanto a la mujer, su participación en el mercado laboral fue escasa, limitándose principalmente a trabajos domésticos y poco cualificados, aunque en las fábricas textiles comenzaron a trabajar en condiciones de explotación.
Las Desamortizaciones y la Transformación de la Economía Rural Española
Las desamortizaciones fueron un proceso de expropiación y venta de tierras pertenecientes a la Iglesia y a los municipios con el objetivo de reducir la deuda pública y crear una clase media propietaria. La primera gran desamortización fue la de Mendizábal en 1836, centrada en los bienes del clero regular, cuyos monasterios fueron expropiados y sus tierras puestas a la venta. La segunda, llevada a cabo por Madoz en 1855, afectó también a los bienes municipales, eliminando tierras comunales que eran utilizadas por los campesinos.
Sin embargo, en ambos casos, las tierras fueron adquiridas por grandes propietarios en lugar de los campesinos, consolidando un sistema latifundista que perjudicó a los agricultores. La agricultura no se modernizó, manteniéndose en un modelo extensivo y de bajo rendimiento, ya que los nuevos propietarios no invirtieron en mejorar las técnicas agrícolas. En el sector ganadero, la trashumancia fue reduciéndose, favoreciendo la cría de cerdo y caballo en detrimento de la ganadería ovina.
Industrialización, Comercio y Comunicaciones en la España Decimonónica
La industrialización en España fue desigual y limitada a ciertas regiones. El sector textil catalán fue el más desarrollado, gracias a la protección arancelaria y al comercio colonial con América. La siderurgia encontró su mayor impulso en el País Vasco, favorecida por la inversión extranjera y la riqueza de sus minas de hierro, mientras que Asturias y Andalucía no lograron consolidar su industria debido a la falta de inversión y a la menor calidad de su carbón.
La minería, principalmente de carbón y hierro, estuvo en manos de capital extranjero, lo que limitó los beneficios para la economía nacional. El comercio interior se vio beneficiado por la eliminación de aduanas internas y la expansión de las redes ferroviarias, pero el comercio exterior se vio afectado por el excesivo proteccionismo, que dificultó la importación y exportación de productos. A pesar de estos avances, España se mantuvo rezagada en comparación con otras potencias industriales europeas.
El Ferrocarril y las Infraestructuras Clave del Siglo XIX en España
El desarrollo del ferrocarril en España fue tardío debido a la inestabilidad política y la falta de inversión. La Ley General de Ferrocarriles de 1855 atrajo capital extranjero y permitió una expansión rápida de las líneas ferroviarias hasta la crisis de 1866, que paralizó el crecimiento del sector y provocó la quiebra de muchas compañías. Se adoptó un modelo radial con centro en Madrid, en consonancia con la visión centralista del Estado, lo que favoreció la conexión con la capital pero dificultó el transporte eficiente entre otras regiones.
Además, se estableció un ancho de vía diferente al del resto de Europa (1,67 m en España frente a 1,45 m en Europa), lo que dificultó la conexión con otros países e incrementó el aislamiento económico de España. A pesar de sus limitaciones, el ferrocarril facilitó el crecimiento de la industria y el comercio interior, reduciendo los tiempos de transporte y mejorando la distribución de mercancías y materias primas. También impulsó la urbanización y el turismo, con el desarrollo de estaciones y barrios cercanos a las líneas ferroviarias.